martes, 13 de septiembre de 2011

Política con corazón. Por Ignacio Villa

El pasado domingo se conmemoraba el décimo aniversario de los tremendos atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York que cambiaron la historia del siglo XXI, en todos los sentidos. Es más, el tiempo nos ha confirmado que aquel día las cosas dejaron de ser como eran. El cuenta kilómetros se puso a cero.

Estos días todos hemos intercambiado impresiones y opiniones. ¿Tú dónde estabas aquel día? Mi historia es bien sencilla y creo que ilustrativa de lo que sentimos todos hace diez años. Yo me encontraba en Tallín, la preciosa capital de Estonia; entonces me dedicaba a cubrir la información del presidente del Gobierno, que era José María Aznar y que en su recta final de legislatura había entrado en una vorágine de viajes internacionales que nos llevaría por medio mundo. Era mediodía en Europa, y Aznar estaba realizando una gira por los países bálticos: Estonia, Letonia y Lituania. Tallín era el primer parón de aquellos días y nos encontrábamos una treintena larga de periodistas en el lobby del hotel esperando que un autobús de la comitiva oficial nos viniera a buscar para acudir a una rueda de prensa conjunta del presidente Aznar con el primer ministro estonio. Estábamos haciendo tiempo tomando un café cuando alguien nos hizo caer en la cuenta de lo que se estaba viendo en distintos monitores de televisión distribuidos en la entrada del hotel. De pronto, el silencio se hizo inquebrantable. Nadie daba crédito a lo que estábamos viendo, más de uno comentó que aquello era imposible. De inmediato comenzaron a sonar todos los móviles de los allí presentes. Eran llamadas de nuestras redacciones que nos pedían lógicamente reacciones inmediatas del presidente Aznar todos querían saber si el jefe del Ejecutivo había conversado con el presidente Bush. Lo que era una espera apacible, casi rutinaria, se convirtió en una eclosión, en una demanda de información. Desde Moncloa, el mensaje fue claro: el presidente Aznar en la rueda de prensa emitiría un mensaje institucional sobre lo ocurrido. Y así fue. Comparecencia pública de Aznar, transmitido en directo para toda España. Suspensión inmediata de la gira, vuelta a Madrid y gabinete de emergencia. Los periodistas nos quedamos en Tallín con el miedo en el cuerpo. Todos teníamos billete para Riga esa misma noche, segunda etapa del viaje. El espacio aéreo europeo se cerraba por minutos; no sabíamos si podríamos volar. Al final pudimos embarcar por los pelos. Aunque volar el mismo 11 de septiembre después de los atentados de Nueva York imponía. Estaba todo patas arriba, el desconcierto era general. De hecho tardamos dos días en llegar a Madrid, dando vueltas por media Europa.

Diez años después, recordar aquello puede parecer una batallita sin más. Pero desde luego sirve para no olvidarnos de que aquellos atentados paralizaron el mundo en todos sus rincones. Diez años después, ver a Obama y a Bush juntos en el recuerdo reconforta. En política no todo son odios y rencores. También hay corazón.


La Razón – Opinión

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