miércoles, 28 de septiembre de 2011

Ni Alfredo, ni Pepunto, ni Rubalcaba. Señor Rubalcaba, por favor. Por Magdalena del Amo

Hace unos días un lector me remarcó lo abandonado que tenía a Rubalcaba, tras adoptarle como personaje central de unos cuantos artículos y haberle nombrado serpiente oficial del reino. No sé, quitando lo que ya sabemos, su perfil de las últimas dos semanas es demasiado inane y plano para un candidato a la presidencia del Gobierno. ¡Y eso que es el mejor, y el único capaz de poner nervioso al PP! Arremeter contra los ricos y amenazar con impuestos a los bancos, o prometer blindajes a las resoluciones parlamentarias de las autonomías –léase la catalana—como guiño a la separatista y rubianesca Chacón, aspirante a presidenta del Gobierno de España en ese futuro que tiene por delante, según dicen los afines –qué dislate—, y al incalificable Montilla que dejó las arcas de la Generalitat como un colador, no me inspiraba salvo para un comentario de dos líneas. Debo reconocer que Rubalcaba sin el Gal, sus muchas truculencias y el Faisán, se queda muy menguado y no vamos a hablar de eso a diario ¿Qué íbamos a decir de él?

Ahora es otra cosa porque tenemos al Faisán de nuevo en la palestra. Eso sí, para nuestra desgracia, porque una vez más constatamos con sonrojo la actuación de la justicia al servicio de la política. “Colaboración con banda armada” o “revelación de secreto”. Pero, un secreto de este tenor gritado a los cuatro vientos desde un teléfono del Ministerio del Interior, ¿no es colaborar con la banda asesina? ¿O se trató de un simple cotilleo entre mandos políticos y policías? El hombre que veía amanecer ya nos tiene acostumbrados a sus garzonadas y temblamos cuando instruye. Bermúdez, apodado Superber durante el juicio del 11 M por las maneras que apuntaba amenazando con trazar para algunos el “caminito de Jerez”, coincide con Garzón en el ejercicio de la praxis jurídica. Este magistrado, que tantos problemas arrostró en el pasado cuando fue recurrido hasta tres veces su nombramiento como presidente de la Sala de lo Penal por considerarle un ultraderecha y un hombre del PP, nos decepcionó, confundió, desencantó, defraudó… con la sentencia del 11 M a quienes conocíamos las muchas irregularidades desde el minuto uno, y la pésima instrucción de Del Olmo; y ahora con el Faisán. Yo tenía de Bermúdez la misma idea que tengo ahora del juez Ruz, recordando sobre todo las palabras de su abuela cuando le entregó la placa y la medalla de su abuelo para legarla a los sucesores. ¿Podrá entregarla con la cabeza alta? No lo sé; esta última actuación no convence a nadie; ni siquiera su acérrima defensora, Victoria Prego que lo defendió con uñas y dientes contra todo y contra todos, cuyos juicios de valor causaron muchos resquemores entre los togados, entiende su proceder.


Afortunadamente quedan jueces como Ruz para mantener viva la fe en la justicia. Hace falta valentía de héroe para bregar con estos asuntos, pues las presiones son muchas. Hay quien dice que el caso Faisán está enterrado. Otros tienen esperanzas de que en los próximos años se sepa la verdad. Los optimistas preconizan que un gobierno del PP arrojará luz sobre este tenebroso caso. Yo no tengo ni fe ni esperanza. Ocurrirá como con el Gal y los papeles del CESID. Si Aznar dio carpetazo al pasado y cometió la torpeza de dejar a los enemigos dentro, es decir, en los lugares clave de las fuerzas de seguridad del Estado, creyendo que así enterraba para siempre los sentimientos guerracivilistas, mucho me temo que Rajoy caerá en la tentación de la pluralidad; y, claro, a la mínima, le montarán otra como la anterior. De libro. Así que, de Faisán, mucho nos tememos que nada. Nos quedaremos con las ganas de saber oficialmente quién es la Y. Pero Rubalcaba, por si acaso, afora a Camacho colocándolo en la candidatura de Zamora. Menuda la tienen liada en Benavente.

Como argumento de campaña, al PP ni le pone ni le quita. Pero el PSOE intentará sacar algo de tajada, cosa normal, tras este regalo. Le faltó tiempo a la iletrada señora Valenciano para arremeter contra los populares mientras el candidato se deshacía de gusto explicando su honradez y bien hacer, mientras sus afines ponen pies en polvorosa y huyen en desbandada hacia las embajadas o al desierto a tomar aire. ¡Cómo verán el panorama!

Más allá del Faisán, tenemos otro chascarrillo rubalcabiano. Uno de los grandes culpables de que la educación en España esté a la cola de los países de la OCDE, o sea, el candidato socialista, reprendió a un periodista por dirigirse a él como Rubalcaba a secas. “Señor Rubalcaba”, le corrigió el político. Pero, ¿en qué quedamos? Usted impulsó un tipo de educación que iguala a profesores y alumnos; que usted, don o señor, son tratamientos carcas y de derechas. Ay, señor Rubalcaba, hoy tomó usted de su propia medicina. Usted ha eliminado de los manuales de buenas maneras estos tratamientos. ¿Qué pretende ahora? Usted que se inventó aquello de “llamadme Alfredo”, tiene que ser coherente. ¿O es que el colegueo no es extensible a los periodistas?

Por cierto, las encuestas dicen que usted agoniza y le auguran una larga y amarga noche del 20 de noviembre. Su muerte y la de Franco tendrán el mismo aniversario. Su muerte política, claro.


Periodista Digital – Opinión

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