domingo, 11 de septiembre de 2011

Morbo y chafardeo. Por Fermín Bocos

No hay precedentes en la curiosidad que ha suscitado la publicación de los bienes y el patrimonio de los diputados. Publicar la relación y quedar bloqueada la página web del Congreso, fue todo uno.

Hasta cierto punto es lógico. Están los políticos tanto tiempo y tan seguido en el escaparate de la televisión que a la postre, se convierten en personajes de "reality"; en protagonistas -actores principales o secundarios- del teatro de la política. Por eso, sus cuentas y bienes, ahora públicas, son como las confidencias de los personajes de "Gran Hermano".

De chafardeo, ha tildado Durán i Lleida el morbo suscitado por la publicación del patrimonio de los diputados. Puede que sea eso o puede que haya algo más. Entre españoles siempre hay alguno que va más allá. "Yo no me lo creo"- decía uno en la televisión, seguro -añadía- que una cosa es lo que cuentan y otra lo que tienen". La vieja sospecha nacida de resentimientos ancestrales o la envidia pecado tan propio de españoles porque, como decía Quevedo, nunca hemos superado la memoria del hambre y la convicción de que aquí, la tajada que se lleva uno deja en ayunas a los demás. Por lo demás, hay quien no concibe que pueda haber gente honrada.

Porque, esa es otra. De éste asunto, del patrimonio de los políticos, tengo para mí que sólo interesa conocer un aspecto previo de la cuestión: si los bienes declarados han sido adquiridos de manera lícita. Lo demás es asunto que sólo atañe a cada uno de los diputados y, en todo caso, a la coherencia de su discurso político. Que Gaspar Llamazares confiese tener unos dineros en un fondo de inversión -día tras día este diputado comunista habla de este tipo de fondos como origen de todas las turbulencias especulativas que amenazan el Estado de bienestar-, es asunto de su exclusiva competencia. Lo de la coherencia ya es otra cosa porque, recordemos al clásico: si no se vive como se piensa, se acaba pensando cómo se vive. Por lo demás, como diría Durán, en este asunto hay mucho morbo y chafardeo.


Periodista Digital - Opinión

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