sábado, 10 de septiembre de 2011

Mas y las narices. Por Cayetano González

No resulta nada edificante que el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, diga que "no cambiará el sistema de inmersión lingüística en Cataluña por mucho que toquen las narices", en referencia al auto del Tribunal Superior de Justicia de dicha comunidad autónoma en el que se instaba a la Generalitat a adaptar el sistema lingüístico en las escuelas a la sentencia del Tribunal Supremo en la que se considera también al castellano como lengua vehicular en la enseñanza en Cataluña, junto al catalán.

No es edificante esa actitud de Artur Mas, porque según el Estatuto de Autonomía de Cataluña, el "Molt Honorable" Presidente de la Generalitat es el máximo representante del Estado en esa comunidad autónoma. Por lo tanto, un desacato y un desafío tan evidente a uno de los poderes de nuestro sistema democrático, como es el judicial, por parte de quien ostenta la máxima representación del Estado, es lisa y llanamente un dislate y un malísimo ejemplo para los ciudadanos.


Para intentar justificar su exabrupto, Mas no ha tenido otra ocurrencia que preguntarse: "¿Quién toca las narices a los franceses con el francés y a los alemanes con el alemán? Nadie. ¿Por qué a nosotros nos tienen que tocar las narices con nuestro idioma, cuando en ningún otro país pasa?". Mas parece incapaz de comprender y de aceptar que los padres que quieran educar a sus hijos en castellano tienen todo el derecho del mundo a hacerlo, sin que eso suponga una agresión al catalán. Aquí nadie quiere tocar las narices al vecino. Es algo mucho más sencillo pero a la vez más profundo: la gente quiere libertad. Todos los nacionalismos pecan de lo mismo: ponen los derechos colectivos por delante de los individuales. Elevan a categoría de norma suprema las señas identitarias de un pueblo por encima de la libertad individual, en este caso, de elegir la lengua en la que uno quiere ser educado. Aparte que tiene su aquel que en una parte de España haga falta una sentencia judicial para defender que se pueda educar en la lengua común de todos los españoles.

En setenta días los españoles van a acudir a las urnas para elegir al nuevo Gobierno. Si como apuntan todas las encuestas el PP gana y lo hace por mayoría absoluta -algo, esto último, que no agrada a los nacionalistas- Rajoy se va a encontrar, al menos, con dos grandes problemas: la gravísima crisis económica y los afanes soberanistas de los nacionalistas vascos y catalanes a los que en el fondo les importa muy poco que España siga siendo España, como han puesto de manifiesto con su actitud ante la reciente reforma constitucional. Por eso, a partir de las elecciones del 20-N va a ser básico el entendimiento entre los dos grandes partidos nacionales, el PP y el PSOE, que juntos representan a casi el 90 por ciento de los ciudadanos. España no está para seguir aguantando más bromas de los nacionalistas.


Periodista Digital – Opinión

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