jueves, 22 de septiembre de 2011

"Manca finezza". Por Fermín Bocos

Más allá de su significado original: un año de licencia con sueldo que algunas universidades conceden a su personal docente y administrativo, un año sabático, en el habla popular, es un tiempo sin curro pero remunerado; lo que en Italia, con la finura que les permite su sonoro idioma, llaman el "dolce far niente". O, en la adaptación de Ramón Gómez de la Serna, tomada por Rodríguez Zapatero como lema para su jubilación presidencial: actividad principal de un contador de nubes tumbado en una hamaca.

Cuando todavía no nos habíamos repuesto de la impresión que nos había causado el agobiante programa que el presidente tiene previsto para su jubilación, tras dejar La Moncloa -agobio equiparable, sin duda, al de los cuatro millones y pico de parados que algún caso no tienen ya ni para alquilar la hamaca-, llega la vicepresidenta Elena Salgado y declara que también ella tiene planes para el inmediato porvenir. En concreto habla de un par de años "cuasi sabáticos". ¡Que suerte la suya!

Es cierto que con arreglo a la ley de 2006 que regula los conflictos de intereses, en los dos años posteriores a dejar el Gobierno, un ministro no puede asumir en la empresa privada labores relacionadas ni directa ni indirectamente con competencias propias o afines al ministerio del que ha sido titular, pero de ahí a la hamaca: a contar nubes o al año "cuasi sabático" -en ambos casos con sueldo a cargo de los contribuyentes- debería mediar un tramo. Como poco, el tramo que dicta la prudencia o la sensibilidad para con los millones de españoles que lo están pasando francamente mal y que, no es que ya no se puedan tomar un año sabático, es que la imposibilidad de encontrar trabajo les condena a una situación social ancilar, camino, en muchos casos, de la exclusión. No digo que Rodríguez Zapatero y la señora Salgado o en su día Pedro Solbes, su antecesor en el cargo, sean los responsables directos del paro que padecemos en España: más del 20 por ciento, el doble de la media de los países de la UE, pero, dada la política seguida por el Gobierno del que todavía forman parte, sí se les puede imputar alguna responsabilidad.

Y, puesto que, afortunadamente para ellos, esto no es Islandia -allí, además de por las urnas les pasan por los tribunales-, lo menos que cabía esperar de quienes han estado y todavía están al frente de la gobernación del país, es un poco de discreción. O de prudencia. Por volver al italiano: "manca finezza".


Periodista Digital – Opinión

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