viernes, 9 de septiembre de 2011

Los diputados y los senadores se desnudan ante la ciudadanía. Por Antonio Casado

Dejen ustedes de pellizcarse porque es verdad. Desde ayer cualquiera puede consultar los datos que afectan a los bienes de nuestros parlamentarios a través del boletín oficial de las Cortes. Rentas y patrimonio a disposición de la ciudadanía en un ejemplo de transparencia del que bien podemos felicitarnos. Rentas percibidas durante el mandato de diputados y senadores. Y, lo que es más importante, variaciones de patrimonio durante el ejercicio de dicho mandato.

Obras son amores. Esta vez el verbo se hizo carne. A partir de ahora se pone realmente en práctica la palabrería previa de los padres de la patria sobre su encendido amor por la transparencia, el no tengo nada que ocultar y el no he venido a la política a hacerme millonario.

Qué fácil es todo cuando hay voluntad política de hacerlo. Véase la celeridad de la reforma de la Ley Electoral (artículo 160) para lograr cuanto antes que el famoso registro de intereses fuese público. Aprobada la reforma en trámite de urgencia a principios de julio, en apenas dos meses se ha hecho realidad la posibilidad de acceso a esos datos. Desde ayer los tienen ustedes en internet si quieren especular sobre los 35.000 euros de Rodríguez Zapatero en cuenta corriente, las cuatro viviendas de Mariano Rajoy o el millón de euros en bienes de Pérez Rubalcaba.

«Al quedar derrotadas las apelaciones al derecho a la intimidad, también quedan derrotados quienes aprovechaban la falta de transparencia para “generalizar sin rigor o difamar sin causa”.»
Estas tres menciones responden a que estos tres diputados están más obligados a ser diáfanos con lo que hay en el fondo de sus bolsillos sin añadir juicios valorativos. Simplemente, es justo y necesario saber como están las finanzas del presidente del Gobierno y de quienes pueden serlo a la vuelta de dos meses y medio. Estar más expuestos que los demás entra en el sueldo, aunque ni ellos ni los demás se merecen temerarios en base a su mayor o menor patrimonio.

Hacer carne picada por hacerla, inspirándose en prejuicios políticos, con lo que tienen o dicen tener los casi seiscientos parlamentarios nacionales es una mezquindad si no hay sospechas fundadas sobre eventuales irregularidades en la acumulación de esos bienes. Y si las hay, al margen de la filiación política del parlamentario en cuestión, esta previa confesión pública y oficial de parte siempre será un elemento clave de la indagación. Al menos para saber si el político ha mentido. En política, la mentira es tan grave como el enriquecimiento indebido.

Al quedar derrotadas las apelaciones al derecho a la intimidad, también quedan derrotados quienes aprovechaban la falta de transparencia para “generalizar sin rigor o difamar sin causa, como circunstancia propicia para la maledicencia y hasta como indicio sospechoso de comportamientos repudiables”. Eso se lee en la motivación de la reforma legal que hace posible que diputados y senadores se desnuden a partir de hoy ante la ciudadanía.


El Confidencial – Opinión

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