miércoles, 7 de septiembre de 2011

Lentejas tortis. Por Alfonso Ussía

He leído con divertido estupor la formidable «canela fina» de Luis María Anson «Lo que yo quiero ser es amigo de Trinidad Jiménez». Me sumo a la pretensión. Y ruego ser nombrado vicepresidente de la «Fundación de la lenteja Renka Hormonada para la Estimulación Sexual de la Mujer Lesbiana», que disfruta de una generosa subvención del Ministerio que ocupa doña Trini, que a estas alturas de la cosa, vaya usted a saber de cual de ellos se trata. No obstante, es necesario advertir a las futuras consumidoras de tan interesantes lentejas de que aún no están bien distribuídas en los mercados, ni en las grandes superficies ni en los tradicionales comercios de ultramarinos. He vuelto de hacer la compra un tanto decepcionado, y en ese estado de melancólica desilusión me hallo cuando escribo estos renglones. La bella y simpática dependienta de un importante hipermercado ha solicitado mi demanda al notarme un tanto despistado en la zona dedicada a las papilionáceas. «Señor, ¿desea algo que no encuentra?»; «pues sí, señorita. Quisiera adquirir cinco kilogramos de lentejas Renka hormonadas para la estimulación sexual de las mujeres lesbianas. No pueden ser caras porque están subvencionadas por doña Trinidad Jiménez». La dependienta, gran profesional, ha reaccionado como el mítico vendedor de los almacenes «Harrod’s» de Londres, cuyo eslogan era «Nada hay en el mundo que no pueda comprar en Harrod’s», que se las vio con un cliente que deseaba un rinoceronte blanco. El cliente era un multimillonario tejano con ganas de enredar, pero se topó con un empleado modélico. «Lo sentimos señor. No nos quedan rinoceronres blancos, pero si lo desea, en la quinta planta puede formalizar la solicitud, y se lo enviaremos en pocas semanas». En efecto, en la quinta planta fue atendido, abonó una señal, dejó su dirección, y treinta días después recibía en su rancho tejano un gran cajón con un rinoceronte blanco. Pues la dependienta del hipermercado es de su escuela. «Lo lamento, señor. Se nos han acabado las lentejas tortis, pero si las necesita con urgencia nos ponemos en contacto con su distribuidor, el Ministerio de Asuntos Exteriores, y en dos días puede pasar a recogerlas».

Un gran fallo comercial. Si doña Trini, con el dinero de todos los españoles, subvenciona con decenas de miles de euros las lentejas Renka hormonadas para la estimulación sexual de las mujeres lesbianas, hay que atender a la libre demanda de las mismas y distribuir con más eficacia el ansiado producto, aunque sus potenciales compradores no seamos mujeres y tampoco lesbianas. La libertad es eso, doña Trini. Si con mi dinero usted subvenciona este producto leguminoso y específico, me sobra derecho para poder adquirirlo con el mismo desparpajo que sus futuras beneficiarias. No es admisible en la alta política social que usted practica, invertir en la lenteja Renka hormonada para la estimulacion sexual de las mujeres lesbianas, y no encontrar en establecimiento alguno lentejas Renka hormonadas para la estimulación sexual de las mujeres lesbianas. Se lo digo con toda seriedad, doña Trini. No hay derecho. Un hallazgo como el subvencionado por usted con el dinero de los contribuyentes no puede padecer el límite de la mera producción. Hay que distribuirlo posteriormente para redondear el acierto. Hoy nos hemos levantado con una mala noticia. La prima de riesgo española es de 341 puntos, la Bolsa está por los suelos, España se halla al borde de la quiebra y usted combate la situación subvencionando lentejas para estimular a las tortis sin distribuirlas en los mercados. Además de otras cosas, usted es más que mandada hacer de encargo. Después del «más» ponga el adjetivo que prefiera.


La Razón – Opinión

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