lunes, 26 de septiembre de 2011

La desesperación de González. Por Carlos Carnicero

El ex presidente González está prisionero de esas situaciones que la vida determina en las que no se puede estar no estando o no se puede marchar quedándose.

Consejero de Endesa -con una buena retribución anual- deseoso de vivir su segunda juventud, amigo personal de Carlos Slim -uno de los hombres más ricos del planeta- apela a la pasividad de los militantes de su partido para que reaccionen. Intenta zarandearlos para que se pongan en pié e invoca el viejo grito de la izquierda ante la amenaza de la derecha. En esta ocasión son las privatizaciones y los recortes en las sanidad y la educación. Pero el gobierno socialista acaba de llevar a cabo la privatización de los aeropuertos y de la Lotería Nacional. No es lo mismo, pero puede parecer igual.


Pero los socialistas, en estado de shock sobre todo, pero no únicamente, por las tribulaciones de José Luis Rodríguez Zapatero en su personalísima forma de entender el ejercicio del poder, no son capaces de reaccionar. Asisten a la batalla electoral con el certificado de derrota debajo del brazo. Saben que no pueden dejar de concurrir pero conocen que su destino depende de la reacción que sepan llevar a cabo desde la catástrofe a la que están convocados. Esta catarsis solo es posible desde la antesala de la destrucción. Felipe González, que fue un líder carismático y excepcionalmente dotado para la política, sabe de sobra que el tiempo no es reversible.

Su momento pasó y él quiso que fuera para siempre. Ahora, atormentado por la que se avecina para su partido, intenta conciliar la tranquilidad de su madurez con las llamadas de su conciencia para movilizar a los militantes. Pero ni él tiene el ascendiente que tuvo ni los socialistas viven la intensidad de su vocación como lo hicieron. Ahora toca asistir a la debacle para intentar conquistar el futuro. Es el momento de la ofensiva conservadora en Europa y España no puede ser una excepción.


Periodista Digital – Opinión

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