martes, 27 de septiembre de 2011

ETA nunca dice adiós. Por José Antonio Álvarez Gundín

Aguardan en vano quienes esperan que ETA se levante un día de buen humor y anuncie que, como le aburre matar, entrega la ferralla y desguaza el coche bomba. Que los etarras nos perdonen la vida por falta de munición no significa que se consideren unos fracasados por haber asesinado a 857 personas. Están orgullosos de lo que han hecho, no les disgusta el balance y en sus planes de jubilación no figura contar a sus nietos la historia de una derrota. Jamás dirán adiós, todo lo más un hasta luego, como quien va al baño a lavarse las manos después del tajo. Así que hágannos la caridad los señores nacionalistas y los socialistas acomplejados de no sobar los comunicados de ETA como si fueran higadillos de oca en los que palpita un futuro esplendoroso. Al alimentar expectativas y ensoñaciones ponderando la paz de los Soprano, a los de Urkullu y Eguiguren les deben de sudar las manos de la ansiedad, tal vez porque así justifican negociaciones humillantes y se ponen al fin una medalla, aunque sea de latón. Pero si ellos se conforman con que los etarras se quiten la capucha, los demás aspiramos a que sean los policías los que puedan ir a cara descubierta sin temor a represalias. Y para eso queda mucho, sobre todo desde que los batasunos han reconquistado las calles con mando en plaza. Una vez aseguradas la financiación y la propaganda desde los ayuntamientos, los próximos objetivos de ETA son volver al Congreso y, en un par de años, agarrar al Gobierno de Ajuria Enea por donde más pecado hay, agostando la primavera constitucional de López y Basagoiti. Ante sus halagüeñas perspectivas, que Gobierno y Tribunal Constitucional han alentado, ¿qué necesidad hay de rendirse? ¿A qué capitular? Al contrario, en vez de salir de la madriguera con los brazos en alto como es de ley, los etarras han logrado que les extiendan la alfombra y les hagan el pasillo, con el comisionista Currin de «cheerleader». Eso sí, los Heraldos de la Paz están analizando las últimas arrugas de la capucha de ETA para averiguar si la alfombra tiene que ser roja o con motivos florales, no sea que por un fallo de diseño se irriten los gudaris. Con tal de no exigir la derrota de los malvados, nos abruman con una retórica pringosa de manual de autoayuda cuyo próximo consejo será darle las gracias a los pistoleros por el receso.

La Razón – Opinión

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