viernes, 2 de septiembre de 2011

España se la juega con los recortes en Educación. Por Antonio Casado

Con todo el respeto para los enseñantes me parece que es sacar los pies del plato amotinarse, o anunciar que piensan hacerlo, en Madrid, Castilla-la Mancha, Navarra y Galicia, porque estos Gobiernos autonómicos amplíen o piensen ampliar su horario lectivo semanal en dos, tres, cuatro horas efectivas de clase en el aula, según las distintas Comunidades Autónomas.

De momento se arriesgan a que les recuerden, como ha hecho la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, que la jornada laboral de la inmensa mayoría de los españoles, incluidos los que también necesitan un tiempo de preparación o reciclaje, supera con creces ese tiempo de permanencia en el puesto de trabajo. Manejado con una cierta demagogia ese argumento comparativo respecto a lo que ocurre en otros oficios les pondría a los pies de los caballos y perderían la batalla de la opinión pública, que es determinante en movilizaciones como las que se están preparando en los citados territorios coincidiendo con el inminente comienzo del curso escolar.


Dicho sea todo ello en nombre de la eficiencia de la labor docente y, en general, de la mejora de la educación en los niveles afectados (todos, excepto el universitario). Unas horas más de trabajo en el aula han de mejorar necesariamente los resultados sin sobreesfuerzo excesivo de los docentes.
«En nombre de los recortes de gasto público se recorta la calidad de la enseñanza. Un zarpazo en toda regla al Estado del Bienestar, cuyos dos pilares básicos (Educación y Sanidad) están gestionados por las Comunidades Autónomas. Palabras mayores.»
Repito: en nombre de la eficiencia, la racionalización del trabajo y la mejora de la enseñanza. Pero si todo esto se hace en nombre de los sacrosantos reajustes, en aplicación de lo que un diario denominaba ayer la “dieta Cospedal”, el asunto cambia. Ese es el caso: más horas de trabajo de los docentes fijos como excusa para despedir o dejar de contratar a 3.000 interinos (en el caso de Madrid), de modo que el trabajo que éstos hacían antes lo tengan que hacer aquéllos ahora, con más alumnos por aula o impartiendo materias que tal vez no dominan.

Y eso no va a mejorar precisamente la calidad de la enseñanza en un país con tanto fracaso escolar y con dirigentes políticos que se llenan la boca mencionando la educación como una de las palancas para salir de la crisis económica o para garantizar el despegue cuando salgamos de ella. Incluido Mariano Rajoy que, como es lógico, ayer elogiaba el duro plan de recortes (con razón, a excepción del capítulo educativo, a mi juicio) presentado en Castilla-La Mancha por la número dos del PP mientras ésta se presentaba como una precursora de lo que Rajoy hará a escala nacional si gana las elecciones del 20-N.

En nombre de los recortes de gasto público se recorta la calidad de la enseñanza. Un zarpazo en toda regla al Estado del Bienestar, cuyos dos pilares básicos (Educación y Sanidad) están gestionados por las Comunidades Autónomas. Palabras mayores. No es una cuestión corporativa. No es que se la jueguen los profesores. Nos la jugamos todos en una especie de lento “suicidio colectivo”, como escribía ayer el profesor Imbernón, director del Observatorio Internacional de la Profesión Docente.


El Confidencial – Opinión

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