domingo, 25 de septiembre de 2011

España, marca de prestigio

Una de las herencias más onerosas que lega esta larga etapa socialista es una «marca España» devaluada en el exterior que perjudica severamente a las empresas multinacionales, frena las exportaciones, desanima la inversión extranjera y lastra la confianza en el futuro. Es muy raro el ranking, la clasificación o el indicador internacional en el que nuestro país haya mejorado su posición desde 2004. La tónica general es la contraria, el retroceso. Baste un solo ejemplo: hemos pasado de ser la novena potencia económica mundial a la duodécima. Es cierto que existen causas objetivas y ajenas que explican esas pérdidas, como la irrupción de poderosas economías emergentes, la crisis financiera global, el tormentoso vaivén de los mercados y el abrupto pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Sería erróneo achacar al Gobierno la causa de estos males. Pero es evidente que al no reaccionar a tiempo, ni con las ideas claras, ni con la firmeza necesaria, ni con acierto, las consecuencias para nuestra economía y el mercado laboral han sido sencillamente devastadoras. Además, el Gobierno ha cometido equivocaciones garrafales en política exterior que han agravado los efectos, como apoyar a los sátrapas populistas de Hispanoamérica (los Castro, Chávez, Evo Morales, etc.), salir a la carrera de Irak o abanderar ocurrencias como la Alianza de Civilizaciones que han deparado más bochorno que gloria. Para la «marca España», a la que el Gobierno de Aznar había dotado de un márchamo atractivo de calidad, prestigio y pujanza, el resultado ha sido demoledor. Por fortuna, España mantiene internacionalmente una imagen positiva y amable gracias a los millones de turistas que nos visitan cada año y a los éxitos deportivos de nuestros futbolistas, baloncestistas, tenistas y pilotos, que suscitan admiración allí donde compiten. Pero una cosa es la buena percepción de España como país hospitalario y de grandes deportistas y otra, la confianza que los inversores y compradores depositan en ella. Y es aquí donde juega un papel fundamental la «marca España». Como ya no tiene mucho sentido llorar por la leche derramada ni por la pésima gestión del Gobierno socialista, lo que procede ahora es instar al Ejecutivo que salga de las elecciones del 20-N a poner en marcha sin demora un plan de rehabilitación y difusión de la «marca España». Para ello será necesario sumar esfuerzos con las empresas y coordinar las distintas instituciones públicas y privadas (culturales, comerciales, diplomáticas, asociativas, etc.) para que todas actúen en la misma dirección, no como hasta ahora, que cada una ha hecho la guerra por su cuenta y, a veces, en dirección opuesta. En este sentido parece acertada la propuesta que hizo el PP en el Congreso hace cuatro meses de desarrollar un plan general que abarque desde la economía y la cultura hasta los deportes, la historia y la tecnología. La clave está en competir con las mismas herramientas y los mismos apoyos que los demás países emplean con profusión, y para ello la condición primera es creer en nosotros mismos y en que España es fuente de prestigio y credibilidad.

La Razón – Editorial

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