jueves, 1 de septiembre de 2011

Entre manirrotos y fanáticos del déficit cero. Por Federico Quevedo

La nueva presidenta de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, anunció ayer un recorte en el presupuesto de su comunidad para el año que viene de 1.800 millones de euros, más o menos un 20% respecto del año en curso. La noticia la conocemos al mismo tiempo que en la Comunidad de Madrid se abre un debate sobre el anunciado ajuste en el capítulo de Educación, mediante el aumento de dos horas semanales en la jornada laboral de los funcionarios públicos para así poder despedir a un número importante de interinos, lo que supondría un ahorro para las arcas públicas de unos 80 millones de euros. Pero, sobre todo, el anuncio de Cospedal se produce dos días antes de que el Congreso dé definitivamente su visto bueno a la reforma constitucional que pondrá límites a los excesos de las Administraciones Públicas.

Verán, más allá del debate sobre si la reforma de la Constitución debería o no aprobarse en referéndum, lo cierto es que estamos asistiendo por fin a un baño de realidad muy considerable, que probablemente hubiera hecho falta mucho antes, pero que ha llegado ahora a las puertas de unas elecciones generales anticipadas. Probablemente el Ejecutivo y, sobre todo, el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, hubieran preferido que esto no ocurriera, pero una carta que el Gobierno oculta a la ciudadanía enviada por el presidente del BCE al presidente español le ha puesto las pilas al Ejecutivo y a llevado a Zapatero a hacer lo que hasta ahora había rechazado hacer sistemáticamente: pactar con el PP la que probablemente es la más dura de todas las medidas de ajuste, porque supone modificar la Constitución y eso tiene difícil vuelta atrás.

«La pregunta es, ¿donde está Rubalcaba? Porque la reforma constitucional deja la puerta abierta a que en situaciones complicadas se pueda recurrir a un cierto margen de déficit, y eso es lo que ha apoyado el PP en una negociación en la que Rubalcaba ha tenido muy poco que ver.»
¿Qué ha pasado todo este tiempo? Pues es bien sencillo: lo que ha pasado es que hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades, entre otras cosas porque quienes nos gobiernan o gobernaban no solo lo han permitido sino que, además, lo han favorecido con sus políticas de gasto indiscriminado y muchas veces injustificables. Ayer, el candidato socialista decía que su partido se encuentra situado entre los “manirrotos y los fanáticos del déficit cero”. Y una leche, con perdón. Su partido se encuentra en el lado de los manirrotos, y si no que se lo pregunten a María Dolores de Cospedal… Pero, fíjense, no sería justo si no dijera también que ha habido otros políticos del PP que también se han encontrado en ese mismo lado, y así le va a Valencia y así le ha ido a Murcia.

Ahora bien, en el PP se han puesto las pilas y están dispuestos a hacer lo que hay que hacer, y esto no es fanatismo por el déficit cero, sino sentido común: no se puede gastar más de lo que se ingresa, y si se hace debe ser porque realmente existe capacidad económica para devolver el principal y los intereses de la deuda que se asume, como ocurre con cualquier unidad familiar donde reine la sensatez, o en cualquier empresa que realmente quiera ser productiva y obtener beneficios para poder reinvertirlos y crear puestos de trabajo. Lo que no puede ser es que se tire la casa por la ventana y luego haya que guardar las facturas sin pagar en un cajón como ha hecho el ‘manirroto’ de Barreda en Castilla-La Mancha…

La pregunta es, ¿donde está Rubalcaba? Porque la reforma constitucional no solo está lejos de cualquier clase de fanatismo por el déficit cero, sino que deja la puerta abierta a que en situaciones complicadas se pueda recurrir a un cierto margen de déficit y endeudamiento, y eso es lo que ha apoyado el PP en una negociación en la que, que se sepa, Rubalcaba ha tenido muy poco que ver. ¿Qué hace Rubalcaba en estos casos, además de dormirse en los plenos parlamentarios? Da la impresión de que el candidato socialista vive en un sinvivir, en una nebulosa irreconocible en la que intenta compatibilizar mensajes a la izquierda radical con mensajes a los mercados financieros y los socios europeos, aunque tengo para mi que ni a los mercados financieros ni a los socios europeos les importa mucho lo que pueda opinar un candidato socialista que se ha quedado sin discurso y que no es capaz de enviar a los ciudadanos un mensaje cargado de verdad y de realismo, de sacrificio inevitable después de estos años de despilfarro socialista.


El Confidencial – Opinión

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