viernes, 2 de septiembre de 2011

El PSOE sale hecho añicos del Congreso y el Estado, lesionado. Por José Antonio Zarzalejos

Los discursos de Duran i Lleida desde la perspectiva de los nacionalistas, y el de Gaspar Llamazares, desde la que corresponde a la izquierda, pronunciados ayer con vehemencia en el Congreso, ambos frontalmente contrarios, en el fondo y en la forma, a la modificación del artículo 135 de la Constitución, significan la ruptura de aquellos y de ésta con el PSOE. De ahí que el Gobierno y el Partido Socialista saliesen ayer hechos añicos del debate en la Cámara Baja.

La reforma constitucional para ofrecer “certidumbre” sobre el rigor de nuestras cuentas a los mercados -garantía diferida a ¡2020!- no sólo ha provocado una fuerte convulsión interna en el socialismo hispano sofocada momentáneamente por la habilidad dialéctica de Pérez Rubalcaba, sino que, además, ha propiciado que las habituales buenas relaciones del PSOE con CiU, PNV y CC, hayan saltado por los aires en términos de apariencia irreversible.


Los nacionalistas catalanes, que se manifestaron a través de las durísimas palabras de su portavoz (“ruptura del consenso constitucional”, “quiebra de la confianza”), tomaron la inédita medida de ni siquiera votar la toma en consideración de la propuesta, mientras el PNV -muleta gubernamental en los últimos meses- se despachaba con una intervención de altísima beligerancia.

La torpeza de Zapatero ha sido triple: 1) proponer la reforma constitucional a Rajoy sin consultarla con el candidato Rubalcaba ni con los órganos de dirección del PSOE; 2) eludir una ronda de consultas urgentes con CiU y PNV; y 3) ignorar las consecuencias -favorables para el PP, pero pésimas para el PSOE- de dilucidar una cuestión de orden constitucional de profundo calado ideológico para la izquierda con afectación directa del régimen de autogobierno de las comunidades autónomas.
«La torpeza de Zapatero ha sido triple: 1) proponer la reforma a Rajoy sin consultarla con Rubalcaba ni con los órganos de dirección; 2) eludir una ronda de consultas urgentes con CiU y PNV; y 3) ignorar las consecuencias, favorables para el PP pero pésimas para el PSOE.»
Todos los errores del presidente del Gobierno quedaron ayer expuestos con brutalidad parlamentaria en el pleno de ayer, al tiempo que se consumaba la mayor de las victorias del PP que -sin la más mínima disensión interna- consiguió que su propuesta estrella -la elevación a rango constitucional de la regla de gasto- se llevase a cabo generando en el PSOE toda clase de contradicciones y en sus aliados, estables o eventuales, el mayor alejamiento político y estratégico con el socialismo desde que nuestro país es una democracia.

“Yo no lo hubiera hecho así” espetó Rubalcaba a Zapatero. Y es muy elemental que el presidente -cuyos actos parecen responder a un esotérico e incomprendido patriotismo por el que dice inmolarse- ha cometido en esta operación todos los errores posibles, con una falta de inteligencia y de sentido político tan escandalosos que hacen dudar de su capacidad para aprehender los datos de la realidad. Suponer que se ha cargado las escasísimas posibilidades de su partido en las elecciones del 20-N no es una especulación sino una certeza; y apostar por una congelación total de las relaciones con los nacionalistas, una obviedad.¡Qué torpe!

Las consecuencias de la incompetencia de Zapatero -hábilmente percibida por Mariano Rajoy- no han hecho, sin embargo, más que empezar. Expulsar a CiU y a la izquierda que representa IU del “club constitucional” es peor que un error: es una lesión a la integridad del Estado porque los catalanes de un lado, y los peneuvistas de otro, van a abrir la espita de sus planteamientos segregacionistas con ciertos visos de razonabilidad formal. Y la izquierda -IU, sindicatos, 15-M- va a tratar de resucitar en la calle al presentar la reforma constitucional, además de cómo un trágala, como una inyección ideológica neoliberal en la Carta Magna.

El pasado sábado escribía aquí que el planteamiento gubernamental era del todo confundido, especialmente en cuanto a la forma de ejecutar la reforma, su carácter fulminante y expeditivo, que la hacen innecesariamente despótica. Las consecuencias del yerro del diagnóstico se vieron ayer en el Congreso con palabras y ademanes crispados. Zapatero se ha convertido por méritos propios en un Saturno que devora y depreda cuanto le rodea. Cabe la duda de si lo hace con maldad rencorosa o con ignorancia culpable. En cualquiera de los casos, ha roto su partido, hundido las escasas posibilidades del candidato del PSOE, puesto en pie de guerra a los nacionalistas y echado a la calle a la izquierda.

Como imagino que en el PP hay responsabilidad, he de imaginar que tanto Rajoy como su grupo hubiesen preferido que Zapatero no se equivocase tanto y tan gravemente al aceptar, tarde y mal, una reforma que ellos venían reclamando hace más de un año. Ya la tienen. Pero el precio ha sido incomprensiblemente alto. Lo pagaremos.


El Confidencial – Opinión

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