viernes, 23 de septiembre de 2011

Ascó. El futuro pasa por el átomo. Por Emilio J. González

El Ejecutivo ha decidido dejarse en paz de demagogias y abandonar la doctrina Garoña para extender, por diez años más, la vida útil de la central nuclear de Ascó. Debemos felicitarnos por ello.

En una nueva rectificación del Gobierno Zapatero, el Ejecutivo ha decidido dejarse en paz de demagogias y abandonar la doctrina Garoña para extender, por diez años más, la vida útil de la central nuclear de Ascó. Debemos felicitarnos por ello porque aunque esta decisión no suponga en sí misma una apuesta de futuro por la energía nuclear, cosa que le corresponderá decidir al Ejecutivo que salga de las urnas el próximo 20 de noviembre, al menos no supone un nuevo paso atrás en una cuestión tan importante como sensible para la economía española.

La política energética de los países avanzados se caracteriza por tres principios: la seguridad del abastecimiento energético, que éste se efectúe a precios razonables y que, en la medida de lo posible, la energía que se utilice sea respetuosa con el medio ambiente. La única fuente de energía de todas las que dispone Europa es la nuclear, en especial España, que cuenta con el 50% de las reservas europeas de uranio y el 25% de las mundiales. La dependencia exterior de nuestro país en materia de energía es muy superior a la de los países más avanzados de la Unión Europea, lo que nos crea un doble problema. Por un lado, cada vez que nuestra economía crece, las dificultades de nuestra balanza de pagos, el gran cuello de botella de nuestro crecimiento, van a más. Por otra, cuanto mayor sea nuestra dependencia del exterior, más inseguro se vuelve el abastecimiento, teniendo en cuenta que esa dependencia se concentra en el petróleo y en el gas natural, los cuales proceden en su mayoría de países políticamente muy inestables y poco amigos de Occidente. En consecuencia, la apuesta nuclear supone para nosotros una cuestión geoestratégica de primer orden.

Además, la economía española necesita recuperar competitividad con relación tanto a nuestros socios de la UE como con las llamadas economías emergentes. Eso sólo lo podemos conseguir reduciendo los costes de producción y uno de los principales es el energético. Si este se incrementa, o se reducen los salarios, o se despiden trabajadores, o se cierran empresas. No otras opciones. Por ello, una estrategia energética adecuada se convierte en un elemento de primer orden no sólo para superar la crisis sino también para crear empleo y bienestar social.

La energía nuclear, asimismo, es limpia, tanto como la de las renovables pero cuenta con la ventaja de ser infinitamente más barata y de que no depende de que sople el viento o el día sea soleado. Es decir, que garantiza un flujo constante de electricidad a precios muy bajos. La apuesta por lo nuclear, por tanto, es el futuro de nuestro país. La decisión de prolongar la vida de Ascó, en este sentido, es una buena noticia, pero el próximo Gobierno debe ir más allá y aprobar un plan energético que incluya el desarrollo pleno de la energía nuclear.


Periodista Digital – Opinión

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