sábado, 3 de septiembre de 2011

Cálculos electorales. Por Gloria Lomana

María Dolores de Cospedal ha dibujado la estela por donde gobernará el Partido Popular. Lo podía haber hecho Bauzá en Baleares tras suceder al catastrófico Antich, o Monago en Extremadura tras heredar la maltrecha economía de Fernández Vara, pero ha sido ella quien ha querido erigirse en la podadora número 1 del PP porque, al fin y a la postre, ella es la secretaria general. En apenas tres meses de gobierno, Cospedal ha contado coches, edificios, asesores, funcionarios, liberados, regalos y prebendas heredados, y ha visto que sólo cortando el derroche socialista podía ahorrar un 20%. Sin subir impuestos ni bajar servicios sociales. Claro que no lo ha tenido difícil porque en este caso el chivo expiatorio se llama Barreda y es de otro partido. Más difícil será ver a Fabra sacando los números rojos del despilfarro de Camps, o a Gallardón haciéndose una enmienda a la totalidad a sí mismo.

En todo caso este camino, el de la austeridad, parece que será por el que transitará Rajoy. Su círculo más cercano confiesa que el líder del PP tiene copia de la carta que el BCE ha enviado a Zapatero, urgiéndole a modificar la Constitución para poner coto al déficit público. Carta que Zapatero no ha enseñado a los españoles, como sí en cambio han conocido los italianos, receptores de idéntico apremio. Es de suponer, pues, que lo primero que hará Rajoy, cuando llegue a La Moncloa, será mostrar públicamente la carta europea que celosamente oculta Zapatero, para justificar los tijeretazos que tendrá que hacer su gobierno.

Las medidas anunciadas por Cospedal y otras comunidades autónomas del PP, a tres meses de las elecciones generales, parecen osadas por la contestación social que generan. Pero Rajoy ha pedido a los suyos que el PP se presente ante los españoles como el partido de la eficacia y el rigor, frente al desgobierno y el despilfarro socialista. Un camino arriesgado pero correcto. No es ético que, porque estemos en campaña electoral, los gobernantes dejen de tomar las decisiones que proceden. Por eso es reprobable que los socialistas estén esperando a que amaine el vendaval de la reforma de la Constitución para soltar las liebres más populistas con las que esperan mejorar en las encuestas. No es presentable que Zapatero anunciara hace cuatro meses la creación de un impuesto para las rentas más altas –como, por cierto, ya han hecho Francia, Alemania o Portugal– y que sin embargo espere a la campaña electoral para servir tan suculento plato a Rubalcaba. Ya vislumbro la jugada: el candidato socialista lleva en su programa un nuevo impuesto a los ricos y poco antes de las elecciones del 20-N le urge a Zapatero para que el Gobierno lo apruebe. Golpe de efecto que en otros tiempos habría sido maestro pero que ahora está por ver. Me temo que esta vez la mayoría de los electores buscan con su voto algo más que imagen y sonrisa.


La Razón – Opinión

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