domingo, 4 de septiembre de 2011

Cada sardina a su ascua. Por Andrés Aberasturi

Es la hora del filibusterismo o, si lo prefieren y para que suene menos duro, de arrimar descaradamente el ascua a la sardina de cada uno. Y para eso valen todos los argumentos incluso los que no resisten un mínimo examen de rigor y coherencia. La reforma de la urgente y apresurada de la Constitución -por culpa del Gobierno que se había choteado del PP cuando este la había pedido hace un año- ha abierto la espita de todo el pintoresquismo de un país que cada vez me cuesta más entender. Porque la reforma aprobada en el Congreso es, si me apuran, casi una reforma técnica, necesaria en estos tiempos de crisis, fruto directo de una gestión desastrosa de ZP y más pronto que tarde estará en todas las constituciones de la Unión Europea. Es que la cosa no tiene más recorrido y los que hace de esta medida un red-bull, los que le ponen alas, minutos de televisión, posibles huelgas e ingeniosas pancartas es porque se aprovechan de la forma: que lo que hasta ahora parecía intocable y sagrado, el melón imposible de abrir, se cate en un "plis-plas" como negara Rubalcaba. Y una vez abierto, el desmadre natural y previsible: Izquierda Unida que pide que seamos república federada, ERC y PNV que piden la autodeterminación y CIU que pide justo lo contrario de lo que se trata de reformar. Un pequeño descalzaperros mientras los indignados del Congreso abandonaban el pleno lenta y ordenadamente, eso si. De la nota poética se ocupaba el presidente Mas curando hablaba de que estas decisiones del PSOE-PP "aumentan la distancia emocional entre España y Cataluña".

Y así están las cosas de revueltas. Menos mal que ahora la reforma tiene que ir al Senado, esa Cámara entregada en cuerpo y alma a solucionar grandes conflictos tales como que el color "gualda" (término casi exclusivo del léxico de la heráldica) de la bandera española fuera designado como "amarillo". Tras semejante éxito -debido al senador Cela- es cierto que el Senado entró en un breve letargo de más de treinta años, del que sin duda despertará cualquier década de estas.

Pero si en la Cámaras las cosas andan movidas, ni les cuento en otros ámbitos en los que la tijera de la crisis empieza a cortar nunca se sabe si por lo sano o por lo enfermo. Que tendrá que haber planes de ajuste y ahorro, parece innegable y lo que es falaz es jugar con los números: si se recorta presupuesto, habrá más paro a corto; cierto, pero es que si no se recorta, habrá banca rota. ¿Qué es preferible? Lo que no tiene ningún sentido es eso que se ha puesto de moda estos días y que parece que sigue practicando el señor Griñán al margen de toda lógica: hacerse trampas en el solitario. Si gastándonos lo que no teníamos hemos llegado a más de cuatro millones de parados, tal vez habrá que plantarse que entre un estado del bienestar y un estado subsidiado hay ciertas diferencias.

Eso si no gana Rubalcaba las elecciones porque, sencillamente, es cierto que tenía el secreto para acabar con nuestros pesares y, encima, ha tenido la generosidad de hacerlo publico sin ningún rubor: "con lo que gano subiendo el impuesto a los ricos y lo que me ahorro quitando las diputaciones, las cuentas cuadran y sin recortar en educación o sanidad que eso lo hacen otros". Ya ves que tontería; con lo fácil que era y a nadie se le había ocurrido. Si cuando te digo que al final va a ganar las elecciones.


PeriodistaDigital – Opinión

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