miércoles, 3 de agosto de 2011

Signos de naufragio

La escalada de la prima de riesgo en España e Italia agrava la situación de emergencia en la zona euro.

La escalada de la prima de riesgo española e italiana (la de España llegó a superar los 403 puntos básicos respecto al bono alemán y cerró por encima de los 380) colocó ayer en situación de emergencia a ambos países. La alarma política desencadenada por el castigo sin fin de los mercados bursátiles y financieros se tradujo en consultas políticas del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con los partidos de la oposición para analizar las posibles respuestas al grave deterioro de la solvencia española y conjurar los temores sobre un posible rescate de España, que Bruselas desmintió. La constante percusión de los mercados contra las deudas española e italiana apunta contra la supervivencia de la zona euro, que está prácticamente a la intemperie por no disponer todavía de los resortes políticos necesarios para conjurar la especulación contra las deudas nacionales.

El diagnóstico ya está hecho, pero Europa sigue sin resolver el fondo de la crisis griega ni ofrece la imagen de una dirección económica única. Mientras, España e Italia siguen atrapadas en la contradicción insalvable que surge cuando se aplica un plan drástico de ajuste fiscal. Cuanto más profundos son los recortes que se exigen a un país, más caen sus expectativas de crecimiento. Los inversores entienden que sin crecimiento no se puede devolver la financiación que se recibe. Por tanto, aumenta el coste de su refinanciación, lo que a su vez restringe un poco más su ya menguada actividad. Y así hasta que el rescate es inevitable.


El mes de agosto va a suponer una dura prueba para España e Italia. Los inversores no han valorado el adelanto de las elecciones porque es un elemento marginal en comparación con los factores económicos mencionados, como es la raquítica capacidad de crecimiento (el PIB español logrará, con suerte, aumentar este año el 0,7%), el estancamiento de la economía mundial (evidente en el caso de EE UU) y la pésima gestión política de la crisis en Europa. Ni Alemania ni el BCE acaban de concretar los criterios de reforma financiera expuestos en la última cumbre europea. Mientras, Europa se desliza hacia una crisis irreversible. Si Italia y España, tercera y cuarta economías de la zona euro, tuvieran que acogerse a un plan de rescate, el desastre sería total para la moneda única.

El margen de actuación del Gobierno español oscila entre lo malo y lo peor. Si la prima de riesgo no baja, el coste creciente del servicio de la deuda devorará cualquier margen de actuación de política pública. La recuperación ya es difícil con un diferencial de la deuda superior a los 100 puntos básicos; con 400, es imposible salir del estancamiento, crear empleo y bajar de forma significativa el paro. Una respuesta ortodoxa (sugerida por el FMI) sería presentar a Europa y a los mercados un recorte presupuestario adicional, en torno al 2% del PIB. Pero esa decisión tendría unos efectos sobre el crecimiento equivalentes al estrangulamiento que produce el desaforado aumento de los costes financieros. Significaría renunciar a la recuperación durante el próximo lustro.

La Moncloa, en una nota pública, recordó que en este agravamiento de la crisis de la deuda han influido las dudas sobre Estados Unidos y el propio mes de agosto, dado a altibajos en los mercados por el menor número de operaciones financieras. Es cierto. Pero no lo es menos que algunas reformas emprendidas, como la laboral, han perdido impulso o no han dado los resultados esperados, que el control del gasto y la situación económica de las autonomías juegan a la contra y que las dudas sobre bancos y cajas no se han disipado. La suerte está echada. Y, ante el fracaso de las fórmulas más ortodoxas, es necesario buscar nuevas vías, como una actuación decidida e inmediata del BCE (compra masiva de deuda española e italiana) y la aceptación de una deuda europea que sustituya las deudas nacionales.


El País - Editorial

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