miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Será capaz Rajoy de hacer las reformas que hacen falta? Por Federico Quevedo

Para subir al Monasterio de Armenteira, en la comarca de Ribadumia, provincia de Pontevedra, se puede utilizar el coche por carretera -o la bici-, o se puede subir andando por la llamada Ruta de los Molinos. Son cinco kilómetros de una belleza considerable, en plena naturaleza, franqueando un río que a su vez alimenta con sus aguas las piedras de viejos molinos, algunos restaurados y todos en desuso, que se confunden con el paisaje.

El descubrimiento de esta ruta y su aprovechamiento hay que reconocérselo a la Diputación de Pontevedra, porque merece mucho la pena hacer el recorrido. Bien lo sabe Mariano Rajoy, que lo hace una y hasta dos veces al día acompañado de algún amigo con el que luego toma un café en la única taberna que da cobertura al caminante que llega al Monasterio de Armenteira, herencia románica que los monjes abandonaron hace siglos y que fue recuperado para su disfrute por un hijo de Valle Inclán, quien consiguió también que la Iglesia designara una orden de religiosas para habitarlo de nuevo. La subida, puedo asegurarlo, es maravillosa, y contribuye a la paz interior como pocas cosas lo hacen.


No es que Mariano Rajoy necesite mucha, no lo sé, pero dado que a lo que se enfrenta a partir de este final de verano es de una envergadura notable, supongo que no le habrán venido nada mal esos largos paseos por la Ruta de los Molinos, para aclarar ideas y dar firmeza a sus convicciones. Siempre le he escuchado decir que sabe qué tiene que hacer, y que lo va a hacer cueste lo que cueste... Es satisfactorio oírlo, porque no todos los políticos actúan así: todavía recuerdo cómo el PP utilizó en su provecho el escándalo del ático de José Blanco en Villa PSOE, en la Illa de Arousa, y cuando ganó las elecciones Feijóo y pudo corregir las ilegalidades que allí se cometieron, si te he visto ni me acuerdo.

El PP es muy de eso, de dejarse llevar por el qué dirán, por lo políticamente correcto... Ayer mismo, Cristóbal Montoro y Esteban González Pons volvieron a insistir en una idea muy interesante, la de penar por ley las irresponsabilidades en la gestión de los dineros que salen de los impuestos de los ciudadanos, como por ejemplo eso de dejar cientos de facturas de proveedores sin pagar, como ha ocurrido en Castilla-La Mancha.
«Lo difícil es afrontar las reformas necesarias para reducir una administración sobredimensionada, para replantear el modelo de descentralización que nos dimos en el 78, para garantizar la transparencia en la gestión pública o para castigar comportamientos que deberían tener como consecuencia la inhabilitación.»
La sociedad reclama que los políticos actúen de otra manera, que sean transparentes, que sean honrados en la gestión de sus impuestos, y que si no lo hacen -y eso además contribuye a empeorar la situación económica de los ciudadanos- se les pueda castigar, y es algo en lo que parece que existe un amplio acuerdo social pero, ¿será capaz el PP, será capaz Rajoy, de hacerlo si gobierna?

Yo espero que sí, que en ese "yo sé lo que hay que hacer" que tanto repite se encuentren este tipo de reformas porque, no nos engañemos, cuando el PP llegue al poder no va a bastar con medidas de carácter puramente económico, por más que estas sean imprescindibles, sino que va a tener que afrontar reformas de mucho calado para sanear un sector público que desde todos los puntos de vista se encuentra muy deteriorado. Hacer gestos como el de recortar ministerios y reducir los gastos generales de la Administración, siendo necesarios, no deja de ser un recurso a lo más inmediato y a lo más visible y, si me apuran, fácil.

Lo difícil es afrontar las reformas necesarias para reducir una administración sobredimensionada, para replantear el modelo de descentralización que nos dimos en el 78 y que necesita una profunda reforma, para garantizar la transparencia en la gestión pública, para castigar comportamientos que aun no siendo delictivos sí deberían tener como consecuencia la inhabilitación, para garantizar la independencia de los poderes políticos, para mejorar la relación de la clase dirigente con los ciudadanos, para corregir los fallos del sistema electoral.

Todas estas cosas son la que la sociedad reclama, y me consta que Rajoy lo sabe y que en la paz de su corto retiro gallego ha tenido la ocasión de reflexionar sobre ello y de comentarlo con personas de su entorno que, si bien no están en la política activa, gozan de una notable consideración por su parte por su sentido común y sensatez. A Rajoy le gusta escuchar... Otra cosa es que, llegado el momento, haga de verdad lo que debe hacer, pero esa es la oportunidad que le van a dar los ciudadanos el 20 de noviembre, y en su mano está saber aprovecharla.


El Confidencial –Opinión

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