sábado, 20 de agosto de 2011

Antipapas. "Como en el 36". Por Pablo Molina

El que haya quien considere una provocación ver a otra persona rezar simplemente nos sirve para comprobar el estado de putrefacción intelectual al que se puede llegar cuando se frecuentan ciertos ambiente e ideas.

Lo más penoso de la algarada anticatólica de la Puerta del Sol no es la constatación de que en Madrid existen unos doscientos descerebrados violentos capaces de protagonizar semejantes escenas de odio, pues en la capital de España debe haber, por simple estadística, muchos más. Ese nutrido resto o estaba fuera de vacaciones o tiene como objeto de su ira otra cuestión más prosaica y no consideró oportuno sumarse a ese festival de escupitajos, insultos y empujones a católicos pacíficos, incluidos menores de edad, al que con tanto entusiasmo se dedica por las tardes el resto de la catetada.

La existencia de radicales ociosos dispuestos a vomitar su odio contra quien no piensa igual es un hecho inevitable en todas las sociedades y no hay que escandalizarse demasiado por ello. El que haya quien considere una provocación ver a otra persona rezar simplemente nos sirve para comprobar el estado de putrefacción intelectual al que se puede llegar cuando se frecuentan ciertos ambiente e ideas.


Pero lo realmente sustantivo de estas escenas de violencia callejera contra los jóvenes católicos es la colaboración con que han contado sus protagonistas por parte de las autoridades encargadas de velar por que episodios así no se produzcan.

Las imágenes de una policía maniatada permitiendo que se vulneren derechos constitucionales refleja perfectamente de qué parte está el Gobierno, y los comentarios de los líderes de la izquierda que se han pronunciado al respecto defendiendo a los agresores muestra, a su vez, la catadura ética de un PSOE y una IU irrecuperables para la convivencia democrática.

"Los vamos a quemar a todos como hicimos en el 36", frase proferida junto con otras de similar calaña por la avanzadilla de los manifestantes, demuestra que el guerracivilismo instaurado por Zapatero comienza a dar sus frutos, pero como el violento de a pie siempre es más bestia que el político de nómina, el ropaje progresista con que se revisten estas operaciones de ingeniería social acaba por el suelo hecho unos zorros.

Los políticos de nuestra izquierda han situado en el mismo plano ético a los manifestantes anticatólicos y a los peregrinos asistentes a estas Jornadas Mundiales de la Juventud, lo que significa que para ellos resulta igual de aceptable la instigación verbal al asesinato por motivos ideológicos ("como en el 36") que la profesión pacífica de una determinada fe religiosa.

¿Que a los Valenciano, Jáuregui y Blanco les molesta el correlato? Sólo tienen que poner un tuit condenando moralmente la actuación de estos fanáticos. Más fácil (y barato) imposible.


Libertad Digital - Opinión

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