martes, 12 de julio de 2011

Rubalcaba. Un giro en Barrio Sésamo. Por Cristina Losada

No se esperará que Rubalcaba salga hecho un Milton Friedman, pero aparte del humo fiscal y del fuego del gasto público, junto al guiño a los indignantes, no se ve un remedo de aquel programa izquierdista del Laborismo.

Con rara unanimidad se ha calificado, en prensa de izquierdas y derechas, de "giro a la izquierda" el que pretendidamente ha dado Rubalcaba, lo cual significa, si un giro es un giro, que Zapatero está a su derecha e incluso en la mismísima derecha. Ignoro si esa posición es la que realmente corresponde al presidente, pero no es la que se ha jactado de ocupar a lo largo y ancho de su desempeño. Cosas más extrañas se han visto, pero lo cierto es que, frente a la querencia del saliente por ungirse sumo sacerdote de la Izquierda, el nuevo hombre del PSOE sólo pronunció una vez, durante todo su discurso, la palabrita mágica que para su antecesor equivalía a un "ábrete, Sésamo". Hacer ostentación de izquierdismo era la clave que abría la cueva del tesoro electoral y el conjuro que hacía aparecer esa mezcla de Barrio Latino y Barrio Sésamo que encandilaba a perpetuos adolescentes.

Unas propuestas fiscales que gravarían a los banqueros y a los más pudientes, permitirían justificar el lado izquierdo del mensaje, pero Zapatero empleaba la misma retórica e igual prometía quitarles a los ricos para darles a los pobres. Sin embargo, no fue en la política económica donde asentó el zapaterismo su imagen de "izquierdas", sino que lo hizo mediante reclamos como el matrimonio gay, el feminismo radical, el laicismo ídem, la reescritura de la historia y la deconstrucción de España. Su guía de referencia no era el Manifiesto Comunista, sino el catecismo del progre. Y sólo a ese manual ha sido fiel el presidente, mientras que de sus alardes obreristas en Rodiezmo tuvo que desmentirse de tal modo que hasta un artista de la incoherencia como él, renunció a volver a la campa.

El PSOE pierde votantes por la derecha y por la izquierda, circunstancia que le obliga a maniobras de equilibrio, pues atraer a unos, bien puede enajenar a otros. Y el horno tampoco está para evadirse de las urgencias económicas y ofrecer, a cambio, "nuevos derechos", el santo y seña de Zapatero, de cuyos talismanes ideológicos nada ha dicho su heredero. No se esperará que Rubalcaba salga hecho un Milton Friedman, pero aparte del humo fiscal y del fuego del gasto público, junto al guiño a los indignantes, no se ve un remedo de aquel programa izquierdista del Laborismo, conocido como "la carta de suicidio más larga de la historia". El candidato, a fin de cuentas, no es más que un funcionario de la política.


Libertad Digital - Opinión

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