martes, 12 de julio de 2011

Nuevo Gobierno. Los últimos de Filipinas. Por José García Domínguez

Por lo demás, Rubalcaba, un profesional en un país de diletantes y domingueros, sabe que ya nada se puede hacer. Alargar la agonía del Ejecutivo, habría de ser inútil; ahorrarle el trance, también.

Amén de blindar con el aforamiento ministerial al incierto Camacho, precaución que de poco le sirvió en tiempos a su ancestro Barrionuevo, la irrupción en escena del dúo Pimpinella es cuanto ha ofrecido de sí el parto de los montes de la remodelación. El Gabinete de los últimos de Filipinas dará el cante, pues, a dos voces. Templada, suave, susurrante y dulce como la miel, la de Salgado se dirigirá a ese ciego con una pistola que responde por "los mercados". Al tiempo, el verbo abrupto de Blanco, un timbre de suyo tan dado a los tonos hoscos, procurará reavivar las últimas notas de la charanga peronista.

Una soprano atenta a interpretar el libreto con arreglo con la más estricta ortodoxia para mayor contento del distinguido auditorio de la platea y los palcos. Frente a ella, un tenor presto a soltar el do de pecho a la primera de cambio, número circense de éxito siempre asegurado entre el público del gallinero. Los sociolingüistas lo llaman diglosia; los psiquiatras, esquizofrenia; los socorristas, flotador; y los entrenadores de baloncesto, los minutos de la basura. Sea como fuere, un alarde de funambulismo retórico que se sabe efímero por la muy extravagante mezcla tóxica de su fórmula magistral. Así las cosas, continúa abierta la querella bizantina a cuenta de si el cesante concederá adelantar las elecciones noventa días. O no. Ese asunto perfectamente baladí con el que aquí andamos entretenidos mientras las tres hermanas (Fitch, S&P y Moody’s) deciden si le dan la extremaunción a Europa. Y a nosotros con ella.

Por lo demás, Rubalcaba, un profesional en un país de diletantes y domingueros, sabe que ya nada se puede hacer. Alargar la agonía del Ejecutivo, habría de ser inútil; ahorrarle el trance, también. En cualquiera de los casos, la suerte está echada. Y lo único que resta a su alcance es tratar de controlar la sucesión, que todo quede atado y bien atado. Propósito que sin la argamasa del Poder se antoja misión casi imposible. Procede no olvidar al respecto que aquel ignoto culiparlante de León, Zapatero, no ganó congreso alguno. Los barones se lo hicieron perder a Bono, que es asunto distinto. ¿Adelantará Alfredo el cónclave del PSOE? He ahí la –única– cuestión.


Libertad Digital - Opinión

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