sábado, 18 de junio de 2011

La factura de Bildu no la puede pagar el PP aunque lo diga San Gil. Por Federico Quevedo

Cuando el fin de semana pasado los proetarras de Bildu amenazaron y acosaron al único concejal del PP en Elorrio, Carlos García, todos –opinión pública y publicada- nos centramos en el hecho en si de los ataques, y pasamos por encima de un hecho esencial que supone un cambio muy notable de la actitud del Partido Popular en el País Vasco, el apoyo que ese mismo concejal del PP en Elorrio dio a la candidata a la Alcaldía del PNV. Dicho de otro modo, para que ustedes me entiendan: eso no habría ocurrido, bajo ninguna circunstancia, en otros tiempos en los que en el PP vasco mandaban otros, tiempos en los que los ‘populares’ se defendían en las trincheras del acoso de lo violentos. Pero desde la llegada de Antonio Basagoiti el PP vasco ha ido orientando su estrategia, ha salido de la trinchera y se dedica a lo que debe dedicarse un partido político: a hacer política, a tener una presencia activa en el País Vasco más allá de la que tenían hasta ahora como víctimas de la violencia. La nueva generación de políticos vascos del PP, encabezada por Basagoiti y que suma en sus filas a gente con Alfonso Alonso, Iñaki Oyarzabal, Arantxa Quiroga y el propio Carlos García, nombres tan dignos de respeto y tan sujetos del derecho a defender sus ideas bajo las siglas del Partido Popular como los que antes dirigían ese partido.

Por eso es profundamente injusto que una vez pasadas las elecciones del 22-M, en las que se ha hecho evidente que la estrategia del Gobierno para abrirle a ETA las puertas de los ayuntamientos vascos ha superado las propias expectativas de Rubalcaba, haya quienes como la ex presidenta del PP vasco, María San Gil, le eche la culpa al PP. Lo es porque durante todo este tiempo antes de las elecciones, el PP se ha hartado de denunciar que Bildu era ETA y que el Gobierno estaba abriéndole esa puerta a los amigos de los terroristas. Es verdad que Mariano Rajoy no se pasó la campaña hablando de Bildu –lo cual hubiera sido un verdadero filón para el PSOE-, entre otras cosas porque además de en el País Vasco había también elecciones en el resto de España, y probablemente a un ciudadano de La Coruña le preocupe más su situación personal que Bildu, y lo mismo a otro de Jaén, pero aún así Rajoy expresó por dos veces su absoluto rechazo a la presencia de la coalición proetarra en las urnas. Suficiente teniendo en cuenta la capacidad de maniobra que tiene el PP en este asunto estando en la oposición, pero se ve que no para todo el mundo. Hay quienes, por el contrario, creen que el PP debe echarse al monte y romper todos los pactos, todos los acuerdos que le unen a los socialistas y que tienen mucho que ver con la normalidad del país Vasco y con la lucha contra ETA.

Romper el acuerdo de legislatura que une al PP y al PSE significaría, de entrada, volver a poner a los socialistas en manos de los nacionalistas y dar un paso atrás en ese proceso de normalización no nacionalista que ambos partidos están llevando a cabo en el País Vasco. Pero significaría, además, que el PP tendría que volver a las trincheras, que ya no pintaría nada desde el punto de vista político en el País Vasco. Es verdad que en estas últimas elecciones el PP ha perdido 7.000 votos, lo que podría considerarse casi como un empate respecto a 2007, pero sin embargo hoy el PP en el País Vasco tiene considerablemente más presencia institucional que la que tenía hace cuatro años. La única razón para que eso sea así es que, al igual que está ocurriendo en Cataluña donde el proceso es muy parecido, el Partido Popular ha dejado de ser un partido marginal, al que el resto de las fuerzas políticas y, sobre todo, la ciudadanía, trataban con desprecio, para convertirse en una pieza clave con la que los demás unas veces quieren y otras necesitan contar. Decía al principio que en situaciones anteriores hubiera sido inimaginable que el PP le diera su apoyo a un alcalde del PNV, pero ese salto sobre esa línea roja que la anterior dirección del PP se había marcado, era muy importante darlo para que el PP ganara consistencia y crédito en aquella comunidad.

El equilibrio entre el discurso contundente contra ETA y su entorno, y la búsqueda de espacios para hacer política en el País Vasco, es perfectamente posible. El PSE lo ha hecho durante mucho tiempo, aunque a veces –como ha ocurrido ahora- haya ladeado demasiado hacia la orilla de los abertzales y este sea el momento en el que se está arrepintiendo de esa estrategia que le ha dado muy mal resultado y ha puesto en manos de los proetarras instituciones fundamentales para la normalidad del País Vasco, instituciones con las que ahora va a tener que lidiar el lehendakari Patxi López. Pero es evidente que si el constitucionalismo quiere condicionar la política vasca, lo tiene que hacer participando de ella. Hasta ahora eso solo lo hacían los socialistas, porque el PP simplemente estaba en la trinchera. Ahora lo hace también el PP, y no tardará mucho en llegar el momento en el que los ‘populares’ recojan el fruto de esa estrategia con la confianza de muchos más ciudadanos del País Vasco que dejarán de ver al PP como un partido marginal. Y eso debería de requerir el apoyo de todos lo que durante mucho tiempo han tenido que ver en la dirección del PP vasco, porque irá en beneficio de la normalidad y contribuirá al fin de ETA y será el tributo que el propio PP ofrezca a las víctimas de los asesinos. Pero hacerle pagar injustamente la factura de Bildu es un ejercicio de deslealtad y un insulto a la memoria de las víctimas propias y ajenas.


El Confidencial - Opinión

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