martes, 31 de mayo de 2011

Rubalcaba. El hombre fuerte. Por José García Domínguez

Bajo ese escenario donde se representa el cuento del malvado Alfredo y la princesita destronada, acaso se esté produciendo un movimiento de placas tectónicas en la izquierda sociológica; una desafección larvada que podría llevar a la fractura del PSOE.

Ser obsesionado con la modernidad como todo buen provinciano, nuestro entusiasta discípulo de Pettit acabará sus días –políticos– abrazando, ¡ay!, la doctrina más chusca de las más chuscas repúblicas bananeras. He ahí Rubalcaba, al modo de Torrijos o Noriega en Panamá –y de tantos espadones latinoamericanos–, encarnación canónica de la figura del "hombre fuerte". El patriarca que mueve los hilos en la sombra, ese gran clásico tercermundista tan caro a las estampas de sofocante decadencia tropical de las novelas de Graham Greene.

Malos tiempos para la lírica socialdemócrata. En los minutos de la basura previos a los idus de marzo, el doctor Jekyll y míster Alfredo vendrán llamados al más difícil todavía. Con una boca –la pequeña– habrán de avalar las reformas, ese eufemismo piadoso, edulcorante retórico a fin de designar el ajunte duro y sin anestesia que reclama Bruselas; trabajo sucio que preferirían delegar en Rajoy. Con la otra, tratarán de apuntalar los restos de un discurso de izquierda que evite la fragmentación aún latente de su base social. Lo más parecido a un guión de Misión imposible. A fin de cuentas, la derecha, apolítica por naturaleza, siempre podrá sobrevivir con la cosa pública reducida a prosaica contabilidad social, rutinaria administración burocrática de personas y cosas. Sin embargo, para la izquierda, como bien supo ver Tony Judt, la cabeza mejor amueblada que le quedaba, eso es la catástrofe.

Huérfana de una narración histórica desde la caída del comunismo, desprovista al tiempo del menor horizonte utópico, apenas le resta la miseria intelectual y moral del pequeño politiqueo cotidiano. Un terreno en el que sus señas de identidad han terminado desvaneciéndose por completo. Razón última del horror vacui que se deja entrever tras la enternecedora ingenuidad algo kitsch de los indignados de Sol. Así, bajo ese escenario donde se representa el cuento del malvado Alfredo y la princesita destronada, acaso se esté produciendo un movimiento de placas tectónicas en la izquierda sociológica; una desafección larvada que podría llevar a la fractura de la hegemonía del PSOE en un territorio sentimental que creía suyo. Sea como fuere, contener ahora mismo la hemorragia solo admite una terapia de choque: el adelanto de las elecciones a otoño. Previa solemne inhumación del difunto, huelga decir.


Libertad Digital - Opinión

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