jueves, 7 de abril de 2011

Nueva derecha. El buenismo de Rajoy. Por Cristina Losada

Hoy, la tentación de los conservadores es ceder a la demagogia ambiental, camuflar su identidad y renunciar a un proyecto propio.

En directa réplica a las acusaciones socialistas de que Rajoy tiene una "agenda oculta", el dirigente del PP desveló el otro día, en un lugar hostil ma non troppo, el alfa y el omega de su proyecto para España. Consiste, ni más ni menos, en "terminar con las disputas". No lo hicieron, pero las señoras que allí le aplicaban el tercer grado le hubieran podido poner contra las cuerdas. El corolario lógico de ese deseo de conciliación sería apoyar al Gobierno en todo. Así, las disputas, enojoso efecto secundario de la democracia parlamentaria y el multipartidismo, acabarían de inmediato. Aunque hay más. Pues también aclaró Rajoy que haría un programa susceptible de obtener el voto de aquellas ovejas descarriadas que, alguna vez, confiaron en Zapatero. Brazos abiertos, fin de las trifulcas, hablar con todo el mundo ("todo el mundo" es CiU), en suma, buenismo en estado puro.

En realidad, Rajoy quiere terminar con la imagen maléfica del PP que tan eficazmente rediseñaron la izquierda y el nacionalismo y que cuajó en la idea del "cordón sanitario". Dedicados todos los esfuerzos a esa ímproba tarea, no es cosa de arriesgarse, con las encuestas viento en popa, a defender un proyecto sustantivo de regeneración política y económica que pudiera, acaso, levantar ampollas y espantar al rebaño. Además, susurran, ahí está el ejemplo de Cameron, quien, por exponer a las claras cuáles eran sus propuestas de ajuste, a punto estuvo de perder. Moraleja: la ocultación es necesaria.

El caso, sin embargo, es que el ahora primer ministro británico siguió una senda similar a la que recorren los de la calle Génova. Se presentó como un chico decente, conciliador, centrista, usuario de bicicleta, nada elitista y más heredero de Blair que de Thatcher. Así, desdibujado el perfil, se diluyó la diferencia con los adversarios de tal modo que en cuanto aquellos sacaron las garras, remontaron. La historia del original y la fotocopia. Otro gran ejemplo conservador es el que ha dado Merkel. Del ¡viva la energía nuclear! pasó al ¡muera! en horas veinticuatro a fin de salvar unos comicios regionales. Perdió un bastión de la CDU, pero ¿qué pesó más? ¿El efecto Fukushima o tan palmaria muestra de falta de convicciones?

El periodista Mencken definió al demagogo como "aquel que predica doctrinas que sabe que son falsas a hombres que sabe que son idiotas". Hoy, la tentación de los conservadores es ceder a la demagogia ambiental, camuflar su identidad y renunciar a un proyecto propio. Pero yerra el político que da por sentado que los votantes son más idiotas que él.


Libertad Digital - Opinión

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