miércoles, 2 de marzo de 2011

Ineficaces y mal explicadas medidas de ahorro energético. Por Antonio Casado

Junto a la avalancha migratoria de los que huyen de la quema y los que se quedan expuestos al fundamentalismo, el otro peligro por las revueltas populares en los países árabes de influencia islámica es el riesgo de desabastecimiento energético a este lado del Mediterráneo. Por eso en la UE se contiene la respiración por la suerte de ese Gadafi que antes regalaba caballos a los dirigentes occidentales a cambio de su complicidad y ahora es un beduino acorralado en Trípoli.

No me extraña. Nada menos que el 90% del petróleo que compra Europa procede de Libia. Solo el 13% en el caso de España. Sin embargo, la dependencia energética del exterior se dispara hasta el 85 % en el caso de nuestro país, mientras que la media europea ronda el 56 %. En esas coordenadas nos movemos, pero no son nuevas ni van a cambiar de la noche a la mañana por esa ola de protestas populares que nos traen los telediarios desde la otra orilla a la hora de comer.


El interesado seguimiento que hacemos en España de lo que está ocurriendo en esa parte del mundo se explica por la proximidad. Y también por el miedo a que se resienta nuestro abastecimiento energético. Aunque eso se entiende, ni había un estado de alarma social en ese sentido ni hacía falta que el Gobierno sobreactuase con una serie de medidas irrelevantes, contradictorias y mal explicadas. Seguramente sólo por dar la sensación de que se ponía las pilas porque algo había que hacer. El resultado: un evidente malestar en la opinión pública. Era innecesario porque no podemos decir que hubiese una clamorosa demanda social de medidas para la urgente reducción del consumo energético, empezando por la gasolina de los automóviles.
«No digo que sea malo. Digo que es contradictorio con la cruzada del Gobierno contra el déficit público, que es uno de los agujeros de la averiada economía nacional.»
Algo así como un tiro en el pie, si constatamos el masivo rechazo popular que han despertado las decisiones anunciadas al término del Consejo de
Ministros del viernes pasado. No sólo por su más que dudosa eficacia. También por la persistente sensación de que el Gobierno ha vuelto a improvisar. Es cosa de ver secuenciadas las declaraciones sucesivas del vicepresidente del Gobierno, Rubalcaba, el ministro de Industria, Sebastián, y el de Fomento, Blanco, refiriéndose a porcentajes tan distintos sobre el ahorro energético que supone el conducir a 110 por hora. O a Zapatero poniendo el acento en la disminución de accidentes y la mejora del medio ambiente mientras sus ministros justifican la medida por la necesidad de rebajar la factura del petróleo.

Uno tenía entendido que la lucha contra el déficit público era prioritaria. Pero ahorrar en la factura del combustible supone una disminución de ingresos en la cuenta del Tesoro Público, pues a menos consumo menos recaudación por impuestos especiales (¿O es que esperan compensar con el aumento de las multas por conducir a más de 110 kilómetros por hora?) No digo que sea malo. Digo que es contradictorio con la cruzada del Gobierno contra el déficit público, que es uno de los agujeros de la averiada economía nacional.

Lo dicho, un tiro en el pie que regala argumentos a quienes acusan a este Gobierno de improvisador. Y un palo más a los desalentados votantes socialistas, cuya recuperación es hoy por hoy el objetivo prioritario de las estrategias electorales de Moncloa y Ferraz.


El Confidencial - Opinión

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