domingo, 27 de marzo de 2011

El debate energético

Las renovables requieren el total apoyo público pero con un correcto nivel de incentivos.

Todavía es pronto para sacar consecuencias definitivas del accidente sufrido por los reactores nucleares de Fukushima. Sin embargo ya es posible afirmar que tendrá consecuencias de largo alcance sobre la difusión de la energía nuclear. Sea en forma de moratorias, cierres o suspensión de planes de construcción de nuevas plantas, sea como consecuencia de medidas de seguridad más exigentes (y más costosas), se producirá un replanteamiento de la contribución del sector nuclear a la disminución de nuestra insostenible dependencia de los combustibles fósiles. Ello lleva a considerar el aumento del papel de las energías renovables como un elemento esencial en el cambio de paradigma energético. En realidad, la importancia de un desarrollo vigoroso de las renovables en el próximo futuro no es una consecuencia del desastre de Fukushima; ya antes no había otra alternativa a la situación actual. Lo que se puede debatir, y puede variar, es el detalle de la combinación entre nuclear y renovables para superar el estadio actual de dependencia de los combustibles fósiles, pero no la necesidad de ambas tecnologías energéticas y, en particular, de impulsar el desarrollo del sector de las renovables.

La energía renovable tiene costes más altos que los de la energía convencional, aunque en clara disminución, y es intermitente, lo que crea dificultades para su acomodo a la demanda. De ahí la necesidad del apoyo público, en forma de incentivos a la producción renovable y de recursos destinados a la investigación y desarrollo. Justamente, en España se ha venido produciendo en los últimos tiempos un debate sobre el "excesivo" coste del apoyo a las renovables, relacionándolo erróneamente con el déficit tarifario, que tiene otras causas. Fijar la cuantía de los incentivos es una cuestión delicada: deben ser suficientes para animar la producción renovable pero no tan grandes que desanimen la innovación. Y deben ser necesariamente evolutivos para adaptarse a las mejoras en costes.

Algunos de los problemas surgidos en nuestro país se relacionan más con una incorrecta fijación de la cuantía y modos de aplicación de los incentivos que a la propia lógica de su existencia. A su corrección se están aplicando las autoridades del sector, pero debería exigirse también la colaboración de los productores más favorecidos, renunciando a beneficios exagerados que una Administración responsable no puede mantener. Además, debe tenerse en cuenta que gracias a la política de apoyo a las energías renovables, España es hoy líder mundial en algunas de las tecnologías del sector y ocupa un papel que nunca había jugado antes en ningún otro sector tecnológico.

No deberíamos renunciar a un sistema que, por un lado, prepara un futuro al que ineluctablemente debemos dirigirnos y, por otro, está sirviendo para crear un sector industrial y tecnológico de enorme valor. Si acaso, debemos corregir sus deficiencias para hacerlo más viable.


El País - Editorial

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