martes, 8 de marzo de 2011

Delirio igualitario. Por Edurne Uriarte

La lista de posibilidades esperpénticas es inagotable en cada uno de los motivos incluidos en el anteproyecto.

El anteproyecto de ley para la Igualdad de Trato es un delirio de tal naturaleza que, si se aprueba, miles de puestos de confianza política de las instituciones, por ejemplo, podrán ser objeto de denuncia. Pues uno de los motivos de discriminación contemplados es la “convicción u opinión” y la ley será aplicada tanto en el empleo público como en el privado y en todo tipo de organizaciones, incluidos los partidos políticos. Por el mismo motivo, TVE tendrá grandes problemas para justificar, ante una posible demanda, la escasez de periodistas de derechas en sus programas. Y un amplísimo número de empresas, las de servicios, los propios medios de comunicación, podrán ser perseguidos por su discriminación de las personas menos agraciadas.

La lista de posibilidades esperpénticas es inagotable en cada uno de los motivos incluidos en el anteproyecto, desde el sexo, la opinión, la edad, hasta el infinito «cualquier otra condición o circunstancia personal o social». Y esto ocurre porque se trata de una ley dictada desde el eslogan electoral y no desde la realidad social. Redactada para hacer campaña electoral y no para atender problemas sociales. Ideada para construir una seña de identidad igualitaria que llevarse a las desesperadas campañas electorales que se le avecinan al PSOE. Fruto de la doble crisis del socialismo, la crisis económica que le ha obligado a renunciar a las políticas económicas socialdemócratas y la crisis más amplia de debilitamiento de algunos referentes tradicionales como el ecologismo, el feminismo, el antirracismo.


Quieren vestir el eslogan del socialismo de la ampliación de los derechos y de la protección de los débiles. Pero los supuestos derechos en peligro, la igualdad de las mujeres, de las razas, de las religiones, están plenamente recogidos en las legislaciones europeas, incluida la nuestra, y, además, son igualmente asumidos por la derecha como por la izquierda.

Con lo que queda el delirio, el absurdo, una locura interventora totalmente inaplicable. Y, en el mejor de los casos, un espíritu paternalista que despierta el recuerdo nostálgico de una de aquellas primeras sufragistas americanas, Elizabeth Cady Stanton, y sus palabras en 1860, en la Asamblea Legislativa del estado de Nueva York: «Hacednos la merced de dejar que nos cuidemos nosotras mismas… Deshaced todo lo que el hombre hizo por nosotras en tiempos remotos y tachad todas las leyes instituidas especialmente para nosotras; suprimid el término hombre blanco de todos vuestros códigos, y después, navegando al unísono, dejadnos hundirnos o salir a flote, vivir o morir, sobrevivir o sucumbir».


ABC - Opinión

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