sábado, 26 de marzo de 2011

Buenas y malas noticias. Por Ignacio Camacho

El doble discurso socialista sobre Sortu empaña la claridad moral que requiere la derrota del terrorismo.

ES una buena noticia que el Tribunal Supremo haya cortado el paso de Sortu-Batasuna a las instituciones, y es otra buena noticia que el veredicto judicial se haya basado en los alegatos de la Fiscalía y la Abogacía del Estado, respaldadas a su vez en exhaustivos informes de la Guardia Civil y la Policía. Y lo es porque demuestra que el Estado de Derecho no se deja engañar con falsos arrepentimientos de niño malo que quiere postre, porque las víctimas del terrorismo se merecen algo más que vagas promesas de condenas futuras y porque cuando el aparato jurídico y el policial trabajan juntos —al revés que en el caso Faisán, por ejemplo— logran éxitos incontestables que frenan las continuas maniobras del frente proetarra para burlar las barreras de defensa de las instituciones. No es una buena noticia, en cambio, que el fallo se haya producido por una apretada mayoría de nueve a siete magistrados, y que tres de los que se han quedado en minoría hayan anunciado un voto particular de disconformidad que puede servir de base al recurso de los afectados al Tribunal Constitucional. Y no lo es tampoco que el lendakari vasco, Patxi López, se haya apresurado a sugerir que los interesados tienen abierta esa vía de apelación, en una especie de lamento implícito por una sentencia de la que como máximo representante del Estado en Euskadi debería felicitarse.

No es una buena noticia la abierta división de opiniones y criterios que refleja, con claras notas de deliberada ambigüedad, el discurso socialista. No lo es porque empaña la claridad moral que exige el pulso de la democracia contra el terrorismo, único ámbito de nuestra escena pública en que no caben casuismos ni matices. No es en absoluto una buena noticia que personas de intachable trayectoria de resistencia como López o su consejero de Interior, Rodolfo Ares, mimeticen la actitud complaciente y pactista de los Eguiguren o Elorza, porque esa benevolencia hacia la presunta reconversión de los batasunos siembra la confusión en torno al papel del Gobierno vasco en particular, y del PSOE en general, ante la estrategia de camuflaje del conglomerado proetarra. Y permite pensar en un doble lenguaje y en un doble juego en el que mientras el Gobierno de la nación representa —hasta ahora impecablemente— el rol de contención y firmeza que demanda la sociedad española, el del País Vasco tiende amistosos puentes de comprensión hacia la voluntad de los filoterroristas de colarse en las instituciones sin pedir perdón, sin que se disuelva ETA y sin formular rechazo explícito a su largo historial de sufrimiento y de sangre.

Cierto es que en todo este asunto las buenas noticias prevalecen sobre las malas por su carácter decisorio y ejecutivo. Pero el conjunto deja un sabor agridulce que presagia tiempos difíciles y proyecta sobre el futuro inmediato sombras de ambigüedades políticas y claroscuros morales.


ABC - Opinión

0 comentarios: