jueves, 24 de marzo de 2011

Armada y peligrosa. Por Rafael Martínez Simancas

No vamos a por Gadafi y no estamos en un conflicto bélico sino en una «misión», según dice Trinidad Jiménez. La ministra puntualiza que no es exactamente una guerra, lo cual nos lleva a la siguiente paradoja: quizá tampoco ella sea una ministra. No parece que las cualidades del conde de Metternich se hayan reencarnado en nuestra titular de Exteriores que pretende hacernos creer que lanzar pepinos contra la residencia de Gadafi es parte de ver la vida en clave happy-flower. Lo siguiente será intentarnos convencer de que nuestros F-18 no van artillados sino que portan misiles con el virus de la paz, (cárguese la suerte en la zeta al leer la palabra tal y como le gusta hacer al presidente del Gobierno).

En cuanto se acaben las operaciones en suelo Libio ya sabemos quién será la primera ministra de Exteriores en tomar el té en la jaima del sátrapa. Es la ventaja de hacer política internacional sin complejos: igual te apuntas a una coalición multilingüe para asuntos bélicos que te desmarcas por peteneras.


Si realmente estamos de «misiones» en Libia habrá que concluir que se nos ha ido la mano en llevarles el ejemplo a tortazos. No son unas misiones muy recomendables estas de las que presume Jiménez para captar vocaciones tardías. Y todo este ejercicio de perífrasis en el alambre es para evitar referencias con Irak, y hasta es posible que para tapar la mala conciencia del presidente del Gobierno que se ve inmerso en una operación de guerra junto a los Estados Unidos (a estas alturas se pregunta por qué se quedó sentado al paso de aquella bandera). Igual que fue al té de la oración acabará en West Point en un juramento de bandera para adultos.

Jiménez y Zapatero no quieren atrapar a Gadafi sino bajarle la pensión como a todo el mundo. Pues haber empezado por ahí y nos habríamos ahorrado unos euros en el despliegue.


ABC - Opinión

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