viernes, 4 de febrero de 2011

Zapatero, fracasado e intervenido

Atendiendo a las declaraciones públicas de políticos y sindicatos parece que el viaje de Merkel ha sido del todo estéril. Esperemos, no obstante, que entre bastidores la cosa haya sido distinta, pues al final habrá que aplicar el sentido común económico.

Hace cuatro años Zapatero soltó una de esas vaciedades que tan bien caracterizan al personaje. Según el optimista antropológico que es nuestro presidente del Gobierno, en 2010 España superaría en renta per capita a Alemania. Apenas un mes después de que tuviera que haberse consumado semejante vaticinio, no sólo no hemos superado a los germanos en prosperidad, sino que el caos económico que ha impuesto al país uno de los gobernantes más nefastos de toda su historia ha hecho necesario que nuestro principal acreedor, Alemania, nos haya tenido que intervenir de facto. Sólo así, al parecer, conservan alguna esperanza de que podamos devolverles todo o gran parte del dinero que les adeudamos.

La auditoría relámpago de Merkel y sus seis ministros no ha dado, no obstante, para grandes titulares. De cara al público, es evidente que los alemanes no tienen el más mínimo interés en exacerbar las dudas a propósito de nuestra solvencia; al cabo, si el resto de nuestros acreedores dejaran de refinanciar nuestra deuda, entraríamos en suspensión de pagos y los bancos teutones serían quienes más lo sufrirían.


En privado, sin embargo, cabe esperar que las cosas hayan sido distintas. Y es que las pocas y sensatísimas recomendaciones que los alemanes nos han lanzado –no gastar más de lo que ingresamos y ligar la evolución de los salarios a la productividad–, rápidamente han sido despreciadas por nuestros gobernantes y por nuestros mal llamados "agentes sociales".

Así, por ejemplo, Consuelo Rumí, secretaria de estado de la Función Pública, ha reprochado que Merkel nos dé consejos de austeridad, sugiriéndole a la mandataria alemana que emule algunas de las valientes medidas adoptadas en nuestro país, tales como la rebaja del sueldo de los funcionarios. Por supuesto, Rumí ha olvidado mencionar que España soporta un déficit estructural del 10% del PIB y que el alemán apenas llega al 3% (pese a lo cual Merkel anunció hace un año un plan de austeridad de 80.000 millones).

No menos fatuos han estado el ministro de Trabajo, los sindicatos o la patronal ante las recomendaciones de que nuestros salarios no crezcan por encima de la productividad. Valeriano Gómez se ha apresurado a descartar la propuesta, pues debe de ser que nada tiene el mercado laboral español que aprender del alemán. Asimismo, UGT ha manifestado que sin indexar los salarios al IPC, nuestros trabajadores perderían poder adquisitivo, como si los casi cinco millones de parados que la rigidez laboral que las centrales sindicales introducen a través de mediadas como ésta no estuviera erosionando por entero su poder adquisitivo. Por no hablar de la CEOE, para quien la productividad es "un tema más alemán que español"; tan alemán y tan poco español como debe de serlo la creación de empleo, cabría añadir.

En definitiva, atendiendo a las declaraciones públicas de políticos, sindicatos y patronal parece que el viaje de Merkel ha sido del todo estéril. Esperemos, no obstante, que entre bastidores la cosa haya sido distinta, pues, al final, tendremos que aplicar, voluntaria o forzosamente, el sentido común económico: más nos valdría no perder el tiempo y no seguir endeudándonos innecesariamente hasta entonces.


Libertad Digital - Editorial

0 comentarios: