domingo, 20 de febrero de 2011

Vestir y desnudar santos. Por M. Martín Ferrand

Vestir a una santa, en Albacete, para desnudar a otro, en Valencia, es un raro procedimiento.

AYER, en Albacete, María Dolores de Cospedal fue consagrada como candidata del PP a la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha. Fue uno de esos ejercicios de astucia rajoyana que permiten distintas lecturas y que, al final, solo sirven para que el líder popular monte su labio inferior sobre el superior y, mientras amaga una tímida sonrisa, parezca pensar, como en un bocadillo de dibujo de tebeo: «Mecachis, qué listo soy». La proclamación de Cospedal, que amenaza con romper el socialismo crónico que padece lo que antes era, con Madrid, Castilla la Nueva, es un acto político que, en razón de los juegos de tiempo y espacio que tanto complacen a Mariano Rajoy, sirve para castigarle el lomo a Francisco Camps, propuesto y no proclamado candidato del PP en Valencia. Son, como los pellizcos de los colegios antiguos, castigos sin sentido entre gente adulta; pero, ¿cómo puede hacerse evidente, sino con gestos, el poder de quien lo tiene y no quiere gastarlo en hechos de mayor enjundia?

Cospedal es una buena cabeza. Desde su sólida formación jurídica ha acumulado, en un imposible pluriempleo, una notable experiencia política y, en la medida en que se trate de la número dos del PP, no debiera ser utilizada por su principal para darle collejas psicológicas al inquieto, y muy nervioso, Francisco Camps. Es natural que, más por las formas que por el fondo, los de la gaviota no quieran correr el riesgo de la coincidencia entre la proclamación de su hombre en la Comunidad Valenciana con la sanción judicial por un cohecho impropio; pero el ritmo y los modos con que se ha modulado su proyección pública denotan complejos, indecisión y torpeza. El delito de Camps, si lo fuere, es penalmente menor y políticamente significativo. Calentarlo a fuego lento, sin afirmarle o negarle, es consumir al personaje y mermar sus posibilidades de éxito electoral.

Richard Twiss, uno de los viajeros británicos que recorrieron las tierras de Valencia cuando la Ilustración, quedó hechizado con el vestuario de los hombres del lugar, especialmente el de los agricultores con «pantalones de lino blanco, hasta la rodilla, muy parecidos a los que llevan en las tierras altas de Escocia». Pues seguimos hablando de pantalones y chalecos, de sastrería, en un innecesario desgaste que, sobre hechos que parecen ciertos, han sabido agrandar los socialistas y no han podido acallar, o reducir, los populares. El vestir a una santa, en Albacete, para desnudar a otro, en Valencia, es un raro procedimiento que merece el estudio de los politólogos... y de los psiquiatras. ¿Querrán, de verdad, ganar las elecciones?


ABC - Opinión

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