miércoles, 9 de febrero de 2011

El parto de los montes. Por José María Carrascal

La línea entre los verdugos y las víctimas es demasiado clara para que puedan borrarla unas ampulosas declaraciones.

HA sido demasiada olla para tan poca carne o mucho ruido para tan pocas nueces. Que se salude, en algunos casos con alborozo, que la nueva Batasuna rechace todo tipo de violencia, incluida la de Eta, indica hasta qué punto el terrorismo nos tiene amedrentados. Rechazar la violencia no es ningún mérito. Es un deber ciudadano. Por otra parte, ¿qué quieren decir con lo de «todo tipo»? En la España democrática sólo hay violencia por parte de Eta y de los delincuentes comunes. El resto no robamos, ni matamos, ni extorsionamos, ni amenazamos. Y si se quiere decir que el Estado también usa la violencia, hay que contestar que está autorizado a usarla contra los que infringen la ley. Que es lo que ha venido haciendo Eta y su entorno.

Que parte de ese entorno haya decidido abjurar de la violencia es una buena noticia, pues indica que las medidas del Estado de Derecho contra ellos están dando resultado. Pero no es suficiente para darles credenciales democráticas. No es suficiente, primero, porque rechazan la violencia futura, olvidando la pasada. Nada hay en sus largas declaraciones ni en sus farragosos documentos que indique que se retractan de la violencia que cometieron día tras día, año tras año, década tras década, y digo cometieron porque Batasuna es Eta según los tribunales y tan culpable es quien perpetra un delito como sus cómplices, que son en bastantes casos los mismos.

Y no es suficiente, segundo, porque no exigen a Eta que cese su violencia. Se limitan a decirla que romperán con ella, si sigue practicándola. Aquí, el subconsciente les ha jugado una mala pasada con uno de esos lapsus freudianos que nos hacen decir sin querer lo que sentimos. Si se rompe con alguien, significa haber estado unido a él o ella.

Pretender que con un comunicado altisonante, unos estatutos alambicados y una docena de pardillos van a quedar limpios de su pasado criminal sólo cabe en cabezas que aún no se han concienciado de su crimen. Y creerles, sólo cabe en la cabeza de un ingenuo o de alguien aún más malvado que ellos. Nos han engañado en tantas ocasiones, nos han herido, robado, extorsionado, escarnecido y asesinado demasiadas veces para que podamos confiar en sus buenos propósitos. La línea entre los verdugos y las víctimas es todavía demasiado clara para que puedan borrarla unas ampulosas declaraciones y unos estatutos ad hocpara su redención. Serán los tribunales quienes tengan que decidir si «Portu», la nueva Batasuna, merece participar en unas elecciones democráticas. Pues la justicia contempla la «libertad condicional» para quienes se han hartado de delinquir y no existen garantías de que no vuelvan a hacerlo. Más, cuando sus viejos cómplices siguen con la pistola amartillada.


ABC - Opinión

0 comentarios: