viernes, 25 de febrero de 2011

Aire de primarias. Por Ignacio Camacho

Con su feminismo icónico y su estilismo de diseño, Chacón encarna la impronta posmoderna del zapaterismo.

AUNQUE la coherencia no haya sido nunca el punto fuerte de José Luis Rodríguez Zapatero —cuyo relativismo pragmático arrancó con la declaración de que las palabras están al servicio de la política para acabar poniendo los principios, los hechos y hasta la propia política al servicio del poder—, la escasa lógica y los pocos rasgos dominantes de su liderazgo permitirían dibujar como retrato robot de su perfil sucesorio ideal el de una mujer. Una mujer zapaterista, claro está, y a ser posible una mujer catalana. Circunstancias todas que concurren en la figura de Carme —pronúnciese Carma— Chacón, epítome del concepto posmoderno que dominó el mandato presidencial hasta la brusca reconversión impuesta por el desplome económico: estilismo de diseño, feminismo icónico, pátina federalista y una inclinación suelta y natural hacia los aspectos escenográficos de la vida pública. No existe en la actual nomenclatura socialista una persona que reúna o clone más trazos característicos de la impronta del zapaterismo, ni tampoco que haya recibido del líder un más cuidadoso blindaje político.

Abierto con toda claridad el debate del relevo, es del todo natural que la ministra de Defensa y su entorno se consideren en condiciones de postular una candidatura que podría aglutinar a la amplia coalición que desconfía de Rubalcaba como eslabón perdido del tardofelipismo. El silencio presidencial empieza a dar pie a movimientos estratégicos de toma de posiciones cuya primera fase es la tímida presentación de credenciales de autoconfianza. Chacón ha dejado entrever por dos veces —la última, esta semana— que está lista para concurrir a unas primarias y que probablemente desee hacerlo; el fondo del mensaje es que nadie debe hacerse a la idea de beneficiarse de un dedazosucesorio. Sus opciones, sin embargo, son inversamente proporcionales a su proximidad a Zapatero; si algo parece claro en caso de confrontación abierta es que, como en el caso de Trinidad Jiménez en Madrid, el legado del presidente no va a constituir un aval para quien pueda encarnarlo.

Chacón y Rubalcaba son a día de hoy los caballos más visibles en la pista del postzapaterismo, pero no los únicos. Blanco permanece en una ambigüedad deliberada; Bono nunca es una opción descartable; Fernández Vara puede crecer en proyección si gana con claridad las elecciones de mayo en Extremadura; Patxi López tiene un interesante aval de seriedad. Y queda margen para alguna emergencia sorpresa tal como fue hace once años la del propio ZP. Por quedar queda incluso la hipótesis —remota, pero viable— de que el interesado se sienta en condiciones de tratar de sucederse a sí mismo. El problema es que su desgaste es tan intenso que quizá no sólo ya no pueda controlar la sustitución, sino que hasta es verosímil que vea cuestionada la posibilidad de no llevarla a cabo.


ABC - Opinión

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