miércoles, 5 de enero de 2011

Rodríguez Zapatero podría estar preparando la evasión. Por Antonio Casado

Al terminar la entrevista de Carlos Herrera con el presidente del Gobierno, ayer en Onda Cero, mis colegas de tertulia (Iñaki Ezkerra, Arcadi Espada y Miguel Ángel Rodríguez), dicen haber detectado en el buen tono vital de Zapatero la prueba de que ya tiene decidido repetir como candidato a la Moncloa en las próximas elecciones generales. Sobre la misma constatación de que, efectivamente, despliega un discurso más firme sobre las reformas estructurales de la economía española (insiste en que la operación durará no menos de cinco años), me quedo solo defendiendo lo contrario.

Primero, porque sigue rehuyendo la respuesta cuando le preguntan. Si fuera que sí, no debería tener inconveniente en decirlo. Solo el “no” explica el silencio. Y, por otro lado, es justamente esa sensación de no verle ya a la defensiva la que pone en la pista de que Zapatero no tiene intención de encabezar por tercera vez su candidatura a la Presidencia.

Solo así tendría sentido su insistencia en pregonar ese necesario pero doloroso reformismo (“cueste lo que cueste”, suele decir él), que supone ganar la confianza de los mercados y perder la de los electores. La ecuación se viene verificando en las encuestas desde el famoso “tijeretazo” de mayo. Con vuelta de tuerca en una segunda entrega (plan anticrisis bis de noviembre), que ha llevado al PSOE al borde de la bancarrota electoral.
«Cada vez que Zapatero da un nuevo paso en su política de ajustes, dictada por los mercados y no por sus electores, aumenta la fuga de votos: la mayoría a la abstención, muchos a Izquierda Unida y poquísimos al PP.»
La ventaja del PP en las urnas -virtual por ahora- es tan amplia que hasta Artur Mas, el flamante presidente de la Generalitat, teme que se le haya ido la mano con Zapatero y ahora trabaja para evitar una mayoría absoluta de Rajoy en las generales de la primavera de 2012 (“No lo quiera Dios”, decía hace unos días), como ya hemos empezado a ver con el ninguneo de Alicia Sánchez Camacho (PP Cataluña) en la reciente sesión de investidura.

Cada vez que Zapatero da un nuevo paso en su política de ajustes, dictada por los mercados y no por sus electores, se abre un poco más la compuerta y aumenta la fuga de votos. La mayoría a la abstención, muchos a Izquierda Unida y poquísimos al PP. Él lo sabe y lo interioriza dispuesto a sacrificarse por el bien de España. Por tanto, lo de menos son los votos. Eso dice, aunque con otras palabras. Cuando un político actúa sin importarle la pérdida de votos es que está preparando la evasión. Y es el caso que Zapatero no renuncia a la política que deja perplejo al militante y ahuyenta al votante. Todo lo contrario. Ayer se ratificó con el fervor del converso en la cruzada contra el déficit público y la política de reformas, cuyos resultados empezaremos a ver en el segundo semestre de 2012, con un -crecimiento superior a la media europea ya en 2013, según le dijo a Carlos Herrera.

Ojo a las fechas. Es la primera vez que admite con tanta claridad que la política que lleva al PSOE a la bancarrota electoral estará viva cuando se convoquen las próximas elecciones generales. Véase cómo el irrecuperable voluntarismo de Zapatero ya no mira a marzo de 2012 como el momento en el que los españoles tengan ocasión de agradecerle en las urnas los sacrificios de ahora. Simplemente porque entonces su partido estará desahuciado y la cosa ya no irá con él. El haberlo decidido le permite “hacer lo que tengo que hacer”, como suele decir él, sin mirar a las urnas. Porque si las mirase no lo haría. O lo haría de otro modo.


El Confidencial - Opinión

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