lunes, 17 de enero de 2011

Autonomías. No hay bastante café para todos. Por Emilio Campmany

A lo mejor lo que hay que hacer es un referéndum por comunidades autónomas donde se pregunte a la gente si quieren seguir siendo españoles.

Aznar nos lo acaba de recordar en León, nuestro Estado de las Autonomías no es viable. Ya no es una cuestión ideológica ni política, es simplemente económica. No nos lo podemos permitir.

Durante la Transición hubo que dar respuesta a las ansias de autogobierno de Cataluña y País Vasco. Pareció entonces injusto que el resto de regiones de España no pudieran gozar de los privilegios que habría que otorgar a aquellas dos. No obstante, se decidió que habría dos clases de comunidades autónomas, las nacionalidades y las regiones. Las nacionalidades, llamadas, no sé por qué, "históricas", serían Cataluña, País Vasco y Galicia, a las que luego, tampoco sé por qué, se añadió Andalucía. Y las regiones serían el resto. Al principio pareció que las primeras tendrían un mayor grado de autonomía y luego se dijo que la diferencia sólo estaría en la velocidad en el acceso al autogobierno, pero que las competencias transferidas serían las mismas. Esto es lo que se llamó "café para todos".


El problema, no resuelto desde entonces, es que País Vasco y Cataluña, por principio, no quieren la misma autonomía de La Rioja porque, si es un autogobierno que puede otorgarse a una región "corriente", no puede ser bastante para ellos. Por principio, ya digo, catalanes y vascos quieren, y han de obtener, más de lo que se dé a los riojanos. En el País Vasco, esta ofensa de ser tratados como una región cualquiera, se ve compensada por el Concierto Económico, privilegio exclusivo de vascos y navarros, que les permite ser de facto un paraíso fiscal dentro del Estado, que a su vez les garantiza una prosperidad económica superior a la del resto de España. En Cataluña, en cambio, no había nada equivalente hasta la aprobación del último estatuto. Es más, el Concierto Económico del País Vasco y Navarra constituía, y aun hoy sigue constituyendo, un agravio por ser algo de lo que disfrutan otros y ellos no.

Ahora, este Estado de las Autonomías, que no ha sido útil para colmar las ansias de autogobierno de vascos y catalanes y ha servido sólo para despertar las del resto de españoles, no es sostenible. Podemos esperar a que aragoneses, canarios, valencianos, castellanos, gallegos y los demás se convenzan de que hay que renunciar a la autonomía tal y como hoy la conocemos. Pero ¿lo harán vascos y catalanes? ¿Estarán dispuestos éstos a devolver al Estado las competencias que tienen por ejemplo en Educación? No se trata de responder si sería o no razonable que lo estuvieran. Se trata de que, sea o no razonable, no lo van a estar. Así que, si hemos de acabar reformando nuestra organización territorial, hay que ser conscientes de que País Vasco y Cataluña sólo seguirán siendo España si conservan los privilegios que ya obtuvieron. Eso o la independencia. ¿Y los demás estarán dispuestos a devolver competencias que no se les exigirá devolver a Cataluña y País Vasco? Probablemente tampoco.

A lo mejor lo que hay que hacer es un referéndum por comunidades autónomas donde se pregunte a la gente si quieren seguir siendo españoles, en cuyo caso lo serán como ciudadanos de un Estado no tan descentralizado como el Estado de las Autonomías, o si prefieren, en caso contrario, ser independientes, sin admitir soluciones intermedias.

Se ha terminado el pastel y ahora hay que afrontar los problemas que no resolvimos en 1978 y que treinta años de autonomías han agravado extraordinariamente. Valor y al toro.


Libertad Digital - Opinión

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