domingo, 30 de enero de 2011

PSOE. Buenos días, pobreza. Por Emilio J. González

El Estado no tiene ni un euro y están dejando de pagar a las empresas, todo lo cual significa más paro, menos cotizaciones a la Seguridad Social y más problemas con el sistema de pensiones.

4,7 millones de personas sin trabajo; 1,33 millones de hogares con todos sus miembros en paro; 2 millones de desempleados que llevan más de un año en esa situación y la edad de jubilación que se incrementa hasta los 67 años. Este es el desastroso balance de la política económica y social de Zapatero en estos momentos. Los datos no podían ser ni más dramáticos, ni peores. Sin embargo, todo ello se podría haber evitado simplemente con que, desde que llegó al poder, ZP se hubiera dedicado a hacer lo que, obligado por la UE y los mercados, empieza a hacer ahora, porque poco o nada de lo que está ocurriendo en este país tiene que ver con la crisis internacional.

El ejemplo más clamoroso es el de las nuevas exigencias de capital a los bancos y cajas de ahorros. Mucho antes de que estallara la crisis, la mayoría de las entidades crediticias españolas, en especial las cajas de ahorros, ya no cumplían ni de lejos con los requisitos de solvencia propios de una buena gestión. Los créditos hipotecarios y los préstamos al sector inmobiliario superaban con creces en el balance de los bancos los límites que la prudencia aconsejaba no sobrepasar. Sin embargo, tentados por la abundancia de dinero barato en la Unión Europea, los bancos y cajas siguieron endeudándose allí a tipos de interés bajos para conceder más y más créditos hipotecarios y más y más créditos al sector inmobiliario, alimentando con ello la burbuja mientras su posición de solvencia se deterioraba a pasos agigantados. Consciente de la situación, el Banco de España, con Jaime Caruana de gobernador, empezó a exigir a las entidades crediticias más provisiones relacionadas con aquellos créditos, con el fin tanto de poner sus balances en orden como de llevar a la burbuja inmobiliaria a un aterrizaje suave. Pero fue llegar Zapatero al poder, colocar a Mafo al frente del instituto emisor y acabarse de un plumazo esta política de prudencia porque ZP no quería que el motor de la construcción, que estaba deparando cifras de ensueño de crecimiento económico y de empleo, perdiera revoluciones, con lo cual el problema del sector financiero fue a más hasta que estalló la burbuja inmobiliaria, provocando la crisis de los sectores crediticio e inmobiliario, la de la economía, la de las finanzas públicas y la del empleo. Todo esto se hubiera evitado sólo con que Zapatero hubiera hecho desde que llegó al poder lo que está haciendo ahora a regañadientes, por ejemplo, los requisitos de solvencia a las entidades crediticias o la supresión de la desgravación por adquisición en vivienda que acaba de entrar en vigor.


Con el problema de las pensiones sucede tres cuartos de lo mismo. La crisis del sistema estaba cantada porque un modelo de reparto –aquel en que las cotizaciones de hoy a la Seguridad Social financian las pensiones actuales– está condenado a la quiebra si, como consecuencia de la caída de la natalidad, hay cada vez menos trabajadores por cada jubilado. Sin embargo, gracias al saneamiento económico que llevó a cabo el PP para que España pudiera entrar en el euro, la fecha de entrada en déficit de las cuentas de la Seguridad Social se atrasó de 2014 a alrededor de 2030, con lo que había tiempo de sobra para que el Fondo de Reserva de la Seguridad Social adquiriese un volumen lo suficientemente importante como para disminuir el importante sacrificio que vamos a tener que hacer los españoles para mantener el sistema, ya que los políticos y los sindicatos se negaron en su momento a pasar a un modelo de capitalización –aquel en el que las cotizaciones de hoy pagan las pensiones de mañana– o, al menos, a uno mixto que aliviara la situación. Lo que tendría que haber hecho Zapatero, ya puestos a seguir con el modelo de reparto, es empezar a recortar el gasto público por todas partes, así como a reducir el endeudamiento, para empezar a abrir margen en los presupuestos a que éstos pudieran asumir en el futuro la cobertura del déficit de la Seguridad Social sin tener que incrementar ni las cotizaciones sociales, ni la tributación, ni la edad de jubilación ni el periodo de cálculo de la pensión, que es lo que viene a continuación. ¿Qué ha hecho Zapatero al respecto? Aumentar el gasto del Estado por todas partes y en cosas innecesarias y permitir que las autonomías hagan lo mismo, corregido y aumentado, dándoles dinero a manos llenas, porque su política al respecto se ha articulado en torno a la desvertebración de España y al principio de más Estado y menos mercado.

En la política de Zapatero se encuentran las verdaderas raíces de los graves problemas socioeconómicos que hoy padece nuestro país, que se agravan porque la crisis a la que ha dado lugar, así como la forma de afrontarla, han autoalimentado los problemas. El crecimiento del paro también se explica porque las entidades financieras no tienen capacidad para prestar, en parte por su propia situación maltrecha, en parte porque están financiando el abultado déficit presupuestario al que nos ha llevado la política de ZP, lo que obliga a muchas empresas a cerrar. Las administraciones públicas no tienen un euro y están dejando de pagar a las empresas, lo que también las condena al cierre o a tener que ajustarse drásticamente, todo lo cual significa más paro, menos cotizaciones a la Seguridad Social y más problemas con el sistema de pensiones. Los presupuestos, después de casi siete años de zapaterismo, no pueden ejercer el papel que deberían haber asumido en la financiación del déficit de las pensiones. Y, como somos miembros del euro, no podemos devaluar, con lo que la salida de la crisis pasa necesariamente por la reducción de precios y salarios, lo cual nos empobrece aún más. Este es el balance de la política económica y social de Zapatero.


Libertad Digital - Opinión

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