miércoles, 29 de diciembre de 2010

Prensa de papel. Periodismo y democracia. Por Agapito Maestre

Una solución podría ser mimetizar a los grandes semanarios alemanes, pero creo que es más realista (sic) crear una prensa de elite, dirigida a los mejores.

Casimiro García-Abadillo, en El Mundo del lunes, meditaba con nostalgia sobre el futuro del viejo periodismo. Digo con nostalgia, porque resulta casi imposible distinguir el yo del periodista, del vicedirector de un periódico nacional importante, de la cuestión tratada que, al final, no es otra que la viabilidad del periodismo de papel en España. El análisis, no obstante, quiere ser objetivo; incluso se levanta acta de la desaparición reciente de una cadena de TV dedicada únicamente a la información, se cita un trabajo de Paul Starr sobre el oscuro futuro de la prensa de papel y, finalmente, da razón de un documento elaborado por el Nieman Jounalism Lab sobre la crisis del negocio periodístico.

Aunque García-Abadillo lo intenta una y otra vez, no consigue separar en su largo y sustancioso artículo su forma de pensar, que va a la cosa casi de modo directo, el fin del viejo periodismo, de su peripecia personal en el diario que sustenta su texto. Es como si tuviera la mosca detrás de la oreja. Es como si sintiera que el dueño de la cosa le apremia a vender más periódicos. Es como si alguien le moviera el suelo sobre el que vive un gran periodista. Las apelaciones de García-Abadillo al "gran futuro que tiene por delante la presa de papel" son, en mi opinión, más de orden sentimental que argumentativo.


La preocupación sobre la subsistencia del periodista prima sobre la calidad de la argumentación. Tanto es así que llega un momento que García-Abadillo reconoce que su gran "preocupación es por el periodismo, por una profesión que corre grandes riesgos en estos momentos de confusión, frivolidad y disparate". Hay en el artículo del amigo Casimiro mucha honradez, pero también más deseo que análisis, más corazón que razón; en mi opinión, sería mejor hacer propuestas concreta sobre cómo sacar adelante una prensa rigurosa escrita en papel que regodearnos en los deseos. He aquí la mía para no caer en lo criticado: una solución podría ser mimetizar a los grandes semanarios alemanes, pero creo que es más realista (sic) crear una prensa de elite, dirigida a los mejores, o sea optar por un periódico de muy alta calidad, tirada pequeña y publicidad muy cara.

Los equipos, naturalmente, tendrían que ser muy coherentes, es decir, no puede haber un periodista excelente haciendo crítica de cine y un obtuso encargado de la política nacional, o viceversa. Los profesionales tienen que estar muy bien pagados; y, por supuesto, el periódico no puede pasar de 32 páginas. Ahí tiene que estar contenido lo decisivo y determinante de un país. Tiene que ser, en fin, un periódico de excelentes para crear excelencia.


Libertad Digital - Opinión

La factura ecológica. Por Gabriel Albiac

Aquellos bucólicos ecologistas, tan monos ellos, vuelven a mi memoria cada vez que me llega la factura eléctrica.

SUS devotos lo llamaban «el rey Ludd», King Ludd. Puede que, en realidad, ni haya existido aquel legendario Ned (otros dicen que John) Ludd sobre cuya leyenda cristaliza, en el final del siglo XVIII, la primera investidura del santoral obrero que marca al naciente socialismo, antes de que Karl Marx haga añicos sus ensoñaciones. Existieron los ludditas, en todo caso. Fueron una expresión extrema de la desesperación que produce siempre ver desaparecer el mundo propio. Y no saber qué hacer con el que ya lo ha reemplazado. Soñar —o alucinar, no hay tanta diferencia— con invertir el giro despiadado de los relojes ha sido siempre uno de los más conmovedores anhelos humanos. Y el más trágico. Walter Benjamin, al final de su vida, le daba imagen grandiosa en el absurdo de los revolucionarios que disparan contra los relojes de las torres. Pero el tiempo es más despiadado que cualquier bala.

La idea de los ludditas, a partir sobre todo de 1811, era de una emotiva sencillez: las máquinas destruyen el bello saber hacer del artesano; destruyamos las máquinas. Lo hicieron. A lo largo de dos décadas, en los telares mecánicos cifraron ellos la huella de Satán contra los hombres. Nottingham, Lancashire y Yorkshire vivieron una guerra civil que dio al ejército británico más ocupación que las guerras napoleónicas. Del saldo deja melancólica cuenta Marx en la sección cuarta del libro I del Capital: «La destrucción masiva de máquinas en los distritos manufactureros ingleses durante los 15 primeros años del siglo XIX, a consecuencia de la explotación del telar a vapor, ofreció, bajo el nombre de movimiento luddita, al gobierno el pretexto para aplicar las medidas represivas más reaccionarias». Con las máquinas, los ludditas destruían la única posible fuente de supervivencia obrera.


Así nosotros. Nuestro mundo vive, desde el inicio de los setenta, en la certeza de que el petróleo no puede seguir siendo la base energética del planeta. Monopólico, caro, insuficiente, es una fuente de energía llamada a extinguirse, a la manera en que dejó de ser rentable el carbón. Y no existe más que una alternativa racional al petróleo: las centrales nucleares. A nuestro lado, Francia, que apostó por ellas, posee la electricidad más barata de Europa. Y no depende de nadie. Nosotros dependemos de Francia que nos vende esa electricidad nuclear, de la Argelia en permanente amenaza islamista y de la gangsteril Rusia de Putin, que nos venden gas y crudo, además, claro está, de la compartida dependencia mundial respecto de las atroces tiranías que controlan el petróleo del Golfo.

La peculiaridad es que aquí el desarrollo de las centrales nucleares lleva tres décadas paralizado. Desde que ETA consiguió, con el asesinato de Ryan y el cierre de Lemóniz, la mayor victoria de su historia, tal vez la única. Y nuestra mayor ruina.

Allá por los setenta les reíamos las gracias a aquellos bucólicos ecologistas, tan monos ellos, con sus florecillas y sus infantiles carteles de «¡Nuclear no!» Treinta años después, vuelven a mi memoria cada vez que me llega la factura eléctrica. No con una sonrisa. Dice el clásico que quien quiere hacer el ángel acaba haciendo el bestia. Y alguien paga. ¿Quién? Nosotros.


ABC - Opinión

Navegante. La elusiva propiedad intelectual. Por Daniel Rodríguez Herrera

Resulta ingenuo pensar que eso vaya a cambiar por más leyes que se aprueben, a no ser que se destruya la red y se convierta en otra cosa, un paso que seguramente muchos gobiernos desearían dar, pero que parece difícil que se atrevan a tomar.

En la raíz de la Ley Sinde y todo el debate que ha generado está la lucha por los derechos civiles, que incluyen un proceso justo, sí, pero principalmente sobre el discutido y discutible derecho a la propiedad... intelectual. No deja de ser gracioso que algunos de los artistas que más rojos se proclaman y más dispuestos están a discutir el derecho a la propiedad luego aseguren, sin embargo, que se les está robando el pan de sus hijos mediante descargas por internet.

La mayor parte de nosotros, en cambio, tiene claro que robar es robar, y que coger cosas del supermercado sin pagarlas está mal. En cambio, no tenemos tan claro que sea un crimen descargar pelis o canciones de internet. Cuando cogemos algo de una tienda o se lo quitamos a alguien, ese objeto deja de estar ahí: su dueño no podrá hacer ya uso de él. Si acudimos al médico y nos vamos sin pagar, el tiempo que éste ha empleado en nosotros no lo podrá recuperar jamás. En cambio, nadie deja de tener la canción que nos bajamos de la red.

Con esto no quiero decir necesariamente que no exista derecho a la propiedad intelectual de las obras artísticas o las invenciones; simplemente hay que entender que es de una naturaleza esencialmente distinta al derecho de propiedad, digamos, tradicional. De ahí que sean tan ridículos esos anuncios del tipo "no robarías un coche, no atracarías un banco, pero eres tan joputa que te descargas pelis". Pues no, chico, aunque pienses que está mal bajarse cosas, nadie cree que un tipo sea mala persona por hacerlo, a no ser que tengas intereses propios en el asunto, claro.


El derecho de propiedad se puede estudiar como los derechos de uso y exclusión sobre un bien que poseamos. Es decir, que podemos usarlo como queramos y que además podemos impedir a otros que lo usen. El problema con se han encontrado en el nuevo siglo las diversas industrias del entretenimiento es que están perdiendo esa capacidad de excluir a quien no pague, porque para eso está esa biblioteca universal que es internet. Y resulta ingenuo pensar que eso vaya a cambiar por más leyes que se aprueben, a no ser que se destruya la red y se convierta en otra cosa, un paso que seguramente muchos gobiernos desearían dar, pero que parece difícil que se atrevan a tomar.

No obstante, el problema al que se enfrentan las industrias no es nuevo. Existen muchos otros bienes y servicios que padecen del mismo problema y cuyos productores han buscado soluciones. Por ejemplo, la televisión. ¿Paga usted por ver Gran Hermano? No, lo hacen sus anunciantes. Y una vez que está en las ondas lo puede ver cualquiera, y Telecinco no podría hacer nada por evitarlo aunque quisiera. La diferencia estriba en que no se comercializa del modo habitual, pagando un precio fijo a cambio de un bien o servicio concreto, sino por otras vías menos directas.

Yo estoy suscrito a Spotify porque me merece la pena, la verdad. Sé que no tiene un catálogo universal y cuanto más lo uso más música echo en falta, pero cumple con la mayoría de mis necesidades por cinco euros al mes. Seguramente si me ofrecieran buenos precios por servicios parecidos o de alquiler o de descargas de pago a precios bajos me apuntaría por la comodidad que supone. No sería el único.

Del mismo modo que para prosperar hay que respetar la propiedad, para ser un país puntero posiblemente haya que respetar la propiedad intelectual. Parece claro que todos tenemos claro que algunos derechos de este tipo existen, como el del reconocimiento a que una obra o un descubrimiento es tuyo y no del vecino que lo ha cogido y le ha plantado su nombre. Pero saber hasta dónde llegan será una de las grandes discusiones de este siglo y, la verdad, no me siento capaz de llegar a una conclusión. Espero que sepan perdonarme.


Libertad Digital - Opinión

«Un tal Blázquez». Por M. Martín Ferrand

Sencillamente, no hay razones que amparen la existencia de unos profesionales del asesinato y la extorsión.

UNA de las formas más frecuentes en el periodismo contemporáneo —tan decadente, tan subordinado— consiste en la conversión del redactor clásico en una memoria móvil, capaz de acudir a cualquier acto y, sin necesidad de entenderlo, ni mucho menos narrarlo con el vigor debido, retornar a su base, la redacción, con un par de frases memorizadas. Algunos le llaman a eso «periodismo declarativo», pero el adjetivo le resulta grande a una práctica tan chica. Es la anulación del testigo para agrandar la presencia y la autoridad de los protagonistas de la actualidad. Una forma sutil de propaganda que incita a la confusión. Por ese portón suelen colarse en los periódicos más equilibrados e independientes signos de sectarismo y, especialmente en los medios audiovisuales, más urgentes y menos analíticos, saltan a primer plano, como si fueran verdades magnas lo que solo son insidias procedentes de la perversidad, el temor o la vaciedad.

La Agencia EFE acaba de entrevistar a quien fue obispo de Bilbao y es hoy arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, vicepresidente, además, de la Conferencia Episcopal. «Ese tal Blázquez», como le señaló en su día Xabier Arzalluz, dice que «si ETA deja las armas, la sociedad sabrá ser generosa». No me atrevería a dudar de la recta intención de tan notable monseñor; pero, si entendemos la generosidad, según nos enseña el DRAE, como la propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y el interés, ¿les cabe a los de la banda una respuesta tan magnánima? Dicho de un modo más grosero: ¿tiene precio el abandono de las armas?

También dice Blázquez, que confía en que la banda terrorista desaparecerá «pronto», que es necesario «continuar con la deslegitimación de todos los motivos» que esgrimen los etarras. Si tan notable prelado dice lo que entiendo cabe pensar que sus casi tres quinquenios de pastoral vizcaína le han llevado a una suerte de «síndrome de Estocolmo». Es posible que en tiempos pasados, cuando algunos maestros de Blázquez escoltaban a Francisco Franco bajo el palio reservado al Santo Sacramento, hubiera mucho que deslegitimar; pero hoy, al amparo de una Constitución, vigente un Estatuto que le dota al País Vasco de más autonomía que la de los Estados en una República federal, no hay razones que «deslegitimar». Sencillamente, no hay razones que amparen la existencia de unos profesionales del asesinato y la extorsión. En su condición de visitador pontificio para investigar el intríngulis de la vida de Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo, ¿encontrará Blázquez objetivos a deslegitimar para mejor comprender esa otra familia de desmanes?


ABC - Opinión

Déficit. El Estado sigue instalado en la burbuja del ladrillo. Por Juan Ramón Rallo

Hasta que los gobernantes no se ajusten el cinturón, este país no tendrá remedio. Señores políticos, olvídense de la burbuja inmobiliaria y regresen a 2002. Los únicos nocivos especuladores que quedan en España son ustedes.

En numerosas ocasiones oímos que es del todo punto imposible reducir el déficit público a corto plazo. "¡No hay de dónde recortar!", "el problema es que ha caído la recaudación, no que gastamos demasiado", nos gritan nuestros gobernantes como si, pobrecitos, no pudieran llegar a fin de mes. Pero lo cierto es que ese enorme déficit que está a punto de aplastar a nuestra economía tiene una historia que no conviene obviar. Al cabo, Zapatero, Gallardón o Camps no son unos advenedizos que, recién llegados al poder, se encuentren con unas finanzas públicas desestructuradas por sus predecesores; al contrario, llevan alrededor de ocho años gobernando, con lo cual alguna responsabilidad tendrán en la bancarrota nacional.

Porque sí, como muy bien explica el reciente informe del Instituto Juan de Mariana sobre fiscalidad comparada en Europa, lo que le ha sucedido a este país es que las administraciones públicas se sumaron entusiastas al carro de la burbuja inmobiliaria: el boom económico artificial que vivíamos disparó los ingresos tributarios, de modo que prácticamente todos los políticos –de todos los partidos– dieron rienda suelta a sus más bajos instintos socialistas. ¿Que entraba más dinero en la saca? Pues venga a expandir el gasto, que para algo el dinero público no es de nadie (salvo de la casta estatista que nos rapiña a conciencia).


Y así, nuestros políticos-cigarras comenzaron a despilfarrar y despilfarrar, creando una rígida estructura de gastos públicos muy inflexible a la baja: entre 2002 y 2007, los gastos del conjunto de las Administraciones Públicas –excluyendo la Seguridad Social– se incrementaron en un 47%. ¿Saben en cuánto aumentaron sus gastos durante ese mismo período los aburridos alemanes-hormiguitas? Un 2,8%. Si es que lo llevamos en la sangre; a los españoles nos va la marcha: euro que creemos que va a entrar, diez euros que hacemos salir. Y aun así, la burbuja fue de tal magnitud que las previsiones de ingresos del Gobierno siempre quedaban desfasadas, lo que nos permitió, por muy manirrotos que fuéramos, amasar algún ligero superávit: como una vez fantaseó el protokeynesiano Michal Kalecki, cuanto más gastábamos, más ingresábamos.

Pero en 2008 la juerga se terminó y en ese momento los ingresos se vinieron abajo, alumbrando el colosal déficit que está poniendo en jaque la solvencia de nuestro país. La evolución de nuestros ingresos y gastos públicos (excluyendo de ambas partidas la Seguridad Social) no deja lugar a dudas.


Pero debemos plantearnos qué habría sucedido si nuestros políticos se hubieran comportado como los alemanes, esto es, si entre 2002 y 2006 en lugar de incrementar el gasto en un 50% sólo lo hubiesen hecho en un 2,8%. En este caso, y aun suponiendo que entre 2007 y 2009 el gasto aumentara un 17% –como sucedió en realidad– por efecto de la crisis, la imagen es radicalmente distinta:


En 2009 apenas hubiésemos tenido un déficit público del 1% del PIB (10.000 millones de euros) frente al del 11,1% (unos 110.000 millones de euros) que arrojó en realidad; déficit que habría podido ser sobradamente sufragado con los superávits de todos los años anteriores. Y ello, ya digo, aun excluyendo la Seguridad Social, que hasta el momento ha presentado superávit y cuya evolución de gastos puede considerarse no discrecional.

¿Conclusión? Es simplemente mentira que no haya de dónde recortar. Los gastos se han multiplicado casi por dos en apenas ocho años y, ¿acaso notó una mejora sustancial de los servicios públicos entre 2002 y 2007? No, la inflación despilfarradora ha sido en sencia un homenaje al aparato estatal y a sus redes clientelares. ¿Va comprendiendo por qué los alemanes están hasta las narices de nosotros? Por los mismos motivos que todos de niños censurábamos la caradura de una cigarra que pretendía vivir a costa del esfuerzo de la homirga.

Hasta que los gobernantes no se ajusten el cinturón, este país no tendrá remedio. Señores políticos, olvídense de la burbuja inmobiliaria y regresen a 2002. Los únicos nocivos especuladores que quedan en España, los únicos que quieren seguir viviendo del cuento del ladrillo y de los artificiales ingresos fiscales que generaba, son ustedes.


Libertad Digital - Opinión

Rubalcaba y el cuento de la lechera de los amigos de ETA. Por Antonio Casado

Sin hacerse el encontradizo, pues su viaje de ayer al País Vasco estaba programado con antelación, el vicepresidente del Gobierno, Pérez Rubalcaba, en entregas de mañana y tarde, no tuvo otro remedio que comentar las declaraciones de Arnaldo Otegi al Wall Street Journal. El dirigente de la ilegalizada Batasuna ha anunciado desde la cárcel, a través de del diario norteamericano, que ETA está preparada y dispuesta a dejar la violencia para seguir intentando por las buenas el sueño de un Estado vasco independiente.

Pues que la deje, sin tomarse las molestias de anunciarlo tantas veces, dice Rubalcaba y decimos todos. Solo serán creíbles cuando pongan las tres letras de la palabra “FIN” donde ahora ponen las tres letras de la palabra “ETA”, según el último hallazgo verbal del vicepresidente y ministro del Interior. O cuando lean un comunicado en el que se anuncie el fin definitivo de la violencia, “pero sin capucha”, como suelde decir Javier Rojo, presidente del Senado.


No merece mayor atención la enésima intentona de ETA y sus amigos por recolocar en la agenda política la expectativa de una tregua (“permanente, unilateral y verificable”, según reclaman ciertos profesionales de la mediación internacional) como paso previo a la presentación en sociedad de una nueva Batasuna con otros collares. En todo caso, las declaraciones de Rubalcaba nos vienen a recordar que ni él, ni Zapatero, ni el lehendakari López, ni Chus ni Mus, están por la labor de escuchar los cuentos de la lechera de Otegi y los filantrópicos firmantes de la llamada Declaración de Bruselas (29 de marzo).
«No merece mayor atención la enésima intentona de ETA y sus amigos por recolocar en la agenda política la expectativa de una tregua como paso previo a la presentación en sociedad de una nueva Batasuna con otros collares.»
Los cuentos incluyen pasar la factura de la paz en una nueva mesa negociadora con el Gobierno. Pero la única negociación posible que el Gobierno podría aceptar, y no hay razón para especular con una vuelta a las andadas, es la que sirviese para establecer cómo, cuándo y dónde dejan las armas los responsables de la banda terrorista. Y en cuanto a sus amigos políticos, pastoreados por Otegi, Rufi Echevarría y compañía, no les queda otra que condenar inequívocamente la violencia y desmarcarse de ETA mientras ETA siga existiendo.

Y es el caso que existe. Lo prueba, sin ir más lejos, el reciente robo de material de uso habitual en las actividades propias de la banda. O las cartas de extorsión. O los eficaces descabezamientos policiales de la cúpula etarra. O la tensión real y verificable entre sus presos, los fieles y los insumisos.

Es evidente la prisa de la llamada izquierda abertzale por blanquearse antes de las elecciones municipales de mayo, so pena de divorcio. Por eso le piden a ETA que abandone el terrorismo y vayan unidos, sólo por las vías políticas, hacia la meta de la Euskadi soñada por Sabino Arana como unidad de destino en lo universal. Niegan estar movidos por criterios tácticos y apelan a su voluntad de hacer política sin violencia. Puede ser. O puede no ser. Si es como ellos dicen, no tendrán mayor inconveniente en formalizar públicamente su divorcio de ETA. Si no, tendrán que seguir esperando en la ilegalidad a que ETA anuncie su disolución. Nada de treguas.


El Confidencial - Opinión

De plenitudes. Por Alfonso Ussía

Con la palabra y las ideas se puede aspirar a todo. En esa posibilidad se reúne una buena parte de lo que consideramos la libertad. El nuevo Presidente de la Generalidad de Cataluña, el señor Mas, es un hombre de palabras y de ideas, y por ello, digno de atención y respeto. En su toma de posesión, y asomado al balcón principal que se abre a la plaza de San Jaime, el señor Mas ha prometido al público allí congregado la «plenitud nacional». La promesa es una intención revestida de solemnidad, nunca una amenaza, y por ello, digna de atención y respeto. Se pondrá de moda la fórmula. En lugar de «independencia», a partir de ahora «plenitud nacional». Ya están cambiando las pancartas para la próxima manifestación batasuna. «Plenitudoa nazionarra». No se dice así, pero sale cachondo. La «independentzia» no les ha servido de mucho, ni a los nacionalistas vascos ni a los catalanes. Pero se ha abierto una venta con la plenitud nacional de Mas. Carlos Cano, no el gran cantante, sino el estupendo poeta satírico y epigramático de la agonía del siglo Diecinueve, era amigo de un tal Blas que visitaba con frecuencia a la mujer de otro tal Mas, que nada tiene que ver con el nuevo Presidente de la Generalidad de Cataluña, pero da a entender lo difícil que resulta lograr plenitud. No sólo la plenitud nacional, sino la conyugal, infinitamente más modesta. Y escribió:
«A la mujer de Mas, Blas
la visita por demás,
y según propios y ajenos,
para la mujer de Mas
lo de Mas es lo de menos».

Prometer plenitudes es tan honesto como arriesgado. Sobre todo, cuando la plenitud prometida significa irremediablemente el hurto de la plenitud de otros. El señor Mas afirma que Cataluña es una realidad y España un producto artificial. Le ruego al señor Mas que acepte mi desacuerdo. Cataluña es España, la Joya de la Corona, desde mucho antes que se estableciera la nación española como tal. Puede ser artificial la españolidad de Río Muni. Y prueba de ello es que ya no es España. Pero Cataluña es más española que la espalda de una modelo de Romero de Torres. El Reino de Aragón, señor Mas, y de ahí su Señera. El Príncipe de Gerona, señor Mas, Heredero de la Corona de España. El Conde de Barcelona, señor Mas, el Rey de España. Y de los colores de la Señera del Reino de Aragón, aragonesa y catalana, valenciana y balear, el culto y napolitano Rey Don Carlos III, que Dios Guarde, el que pasó a la Historia como el mejor Alcalde de Madrid, escogió el diseño de la bandera de la Real Armada –la española–, que se convirtió poco después en la Bandera de España, es decir, la de todos, la de la plenitud nacional. Demasiadas coincidencias artificiales y artificiosas, señor Mas. Me satisface verlo custodiado por sus leales «Mossos D’Esquadra», que no son otros que los herederos de los leales Mozos de Escuadra creados por el Rey Don Felipe V, que Dios Guarde también, y al que ustedes no le tienen excesiva simpatía, que ya se sabe que la simpatía y la antipatía también son tesoros íntimos de la libertad.

Esperanza Aguirre, su homóloga de Madrid, fue preguntada en Cataluña por las razones del extraordinario crecimiento de la Comunidad madrileña. Y ella respondió sin titubear. «Porque allí nos dedicamos a trabajar y no perdemos el tiempo en bobadas identitarias». Para mí, señor Mas, que lo de la plenitud nacional es una bobada identitaria de gran dimensión y de consecución más improbable que complicada. Pero no se desanime. Para ello ya ha empezado a echar mano de sus enemigos naturales, los socialistas. Tanta elección y tanta murga para seguir gobernando con los mismos que han rechazado los catalanes. Por ese camino, cualquier plenitud es imposible, excepto la plenitud demencial.


La Razón - Opinión

Corrupción. Un principio muy catalán. Por José García Domínguez

Imagínese a efectos análogos que el presidente Zapatero se hubiera hecho escoltar en su ceremonia de toma de posesión por Emilio Rodríguez Menéndez. En fin, cosas del Oasis.

Gregorio Morán suele llamar finales barceloneses a los de las historias, por lo general sórdidas, que acaban mal y no pasa absolutamente nada, nadie pregunta nada, nadie alega nada, nadie investiga nada y a las pocas semanas acaba uno por preguntarse si el asunto fue en verdad real o si la ficha que de él guarda la memoria constituye un recuerdo inventado; una falaz recreación literaria del inconsciente. Así la estampa de ese delincuente común (presunto hay que escribir), Lluís Prenafeta, ex recluso en libertad provisional bajo fianza de un millón de euros, desfilando pinturero sobre la noble alfombra roja que conducía al besamanos oficial del Muy Honorable Artur Mas. Escena estupefaciente que, huelga decirlo, no ha suscitado comentario reprobatorio alguno en la heroica prensa doméstica.

Imagínese a efectos análogos que el presidente Zapatero se hubiera hecho escoltar en su ceremonia de toma de posesión por Emilio Rodríguez Menéndez. En fin, cosas del Oasis. A la postre, el famoso hecho diferencial, coñas filológicas al margen, no consiste más que en la laxitud ética y estética para poder sobrellevar imágenes como la descrita sin sufrir arcadas. Repárese al respecto en que Typel, la que fuera sociedad familiar de los Prenafeta, resultó ser la única empresa donde ha trabajado el economista Artur Mas en toda su vida. Tras conducirla a la quiebra técnica siendo su director general, optaría por abandonar en mundo de los negocios y dedicarsea la política profesional.

Por aquel entonces el ínclito Prenafeta andaba asociado con Juan Piqué Vidal, letrado personal de Jordi Pujol en el caso Banca Catalana y lugarteniente del juez Estivill en la célebre banda de la toga que se ocupaba de extorsionar a directivos y grandes empresarios a cambio de "protección" dentro de las salas de vistas. Ya se sabe, Dios los cría y ellos se juntan. De ahí que Prenafeta acabase fundando la genuina sociovergencia junto a Macià Alavedra y el alcalde socialista de Santa Coloma, cierto Bartomeu Muñoz con quien comparte (presuntamente of course) cuentas secretas en la Isla de Jersey, amén de cargos por corrupción inmobiliaria y blanqueo de capitales en la Audiencia Nacional. Lo dicho, un final muy barcelonés. O lo que es lo mismo, un principio muy catalán.


Libertad Digital - Opinión

Conllevancia. Por Ignacio Camacho

La catastrófica etapa del tripartito zapaterista ha dejado en Cataluña una herencia envenenada de desequilibrio.

LA única duda posible sobre el pacto fiscal catalán que pretende Artur Mas es si lo va a obtener de Zapatero o de Rajoy. Lograrlo lo va a lograr sí o sí, que diría José María del Nido —Del Niu según el flamante diputado Laporta—, en esta legislatura o más probablemente en la otra, porque a día de hoy no hay modo razonable de gobernar España sin el concurso de los nacionalistas y porque más vale que éstos sean los pragmáticos de CiU que los trasnochados aventureristas de ERC. Si las próximas elecciones no arrojan mayoría absoluta será inevitable que el ganador pacte con la minoría catalana, pero incluso si sale un triunfador hegemónico habrá de afrontar reformas de tal calibre que no le que quedará más remedio que buscar en Cataluña el mayor consenso posible. Mas, que procede de la escuela posibilista de Pujol, se ha asegurado un escenario basculante al dejar abierto el entendimiento provisional con los socialistas mientras espera la previsible llegada del PP. Y como tiene tarea prioritaria en recomponer el desastre del tripartito no parece urgido por las prisas; ha nombrado consejero de Hacienda a uno de los mejores economistas españoles y se dispone a pescar con palangre, que es una pesca selectiva de peces gordos.

La catastrófica etapa de Maragall y Montilla, es decir, el delirio identitario auspiciado por Zapatero, ha dejado en Cataluña una herencia envenenada presidida por un Estatuto soberanista y acompañada por un desafortunado clima de desafección política. El próximo presidente del Gobierno tendrá que partir de esa realidad para reconstruir el difícil anclaje de Cataluña en España, que es la verdadera clave de la llamada «cuestión nacional» —en el País Vasco no hay tanto un problema de soberanía como uno de terrorismo—, y tratar de estabilizar siquiera para otros 25 años la orteguiana conllevancia catalana, seriamente quebrada en los siete años de desequilibrada improvisación zapaterista. O se establece un período de mutua confianza responsable o el catalanismo transversal convergerá en una estrategia de «resistencia nacional» que puede poner en peligrosa tensión la cohesión española.

El nuevo gobierno convergente de Mas aparenta ser un interlocutor solvente más allá de sus concesiones retóricas a la melancolía del soberanismo. Es mucho más fiable que el tripartito; representa en conjunto a una burguesía moderada que encarna la tradición liberal que siempre ha modernizado España, y convendría no empujarlo con la confrontación hacia posiciones de máxima exigencia nacionalista en las que siempre puede enfeudarse con comodidad ideológica y política. Por su parte, el nuevo Honorable ha de comprender que Cataluña necesita reinventar el pujolismo para cerrar grietas con su sentido de la responsabilidad de Estado. La «transición catalana» que demanda tiene que empezar por la propia recomposición del «seny» perdido.


ABC - Opinión

Guerra también en Navidad

Las informaciones facilitadas por el Ministerio de Defensa sobre la situación de nuestras tropas en Afganistán suelen dirigirse a reforzar la imagen de misión humanitaria que conviene políticamente al Gobierno. Lo habitual, salvo incidentes con heridos de por medio, es que el departamento de Carme Chacón traslade a la opinión pública española el reparto de ayuda humanitaria en Qala-i-Now, o que nuestro contingente enseña español a alumnas afganas o cómo «los militares españoles potencian el papel de la mujer» en aquella sociedad. El pasado domingo, por ejemplo, Defensa informó de que el Ejército repartía en la base de Herat juguetes, ropa, calzado y productos de droguería entre la población más desfavorecida del país, con fotografías incluidas. Cualquiera debería concluir, de acuerdo con las notas del Ministerio, que las tropas españolas cumplen una misión benéfica y pacífica y que el día a día transcurre con absoluta calma y tranquilidad. El problema de esta absurda política de comunicación de Defensa es que todo eso es falso y que se perjudica la imagen de los militares hasta casi ningunear el esfuerzo, el sacrificio y el riesgo de los soldados que cumplen misión en aquellas tierras. No entendemos, ni por supuesto compartimos, la sistemática ocultación de una misión de guerra, con todas las penalidades y circunstancias que plantea y también con sus éxitos, ni por qué se priva a los militares del reconocimiento público a su excepcional trabajo en Afganistán.

La Razón publica hoy un álbum fotográfico de las navidades en el país asiático, que muestra cómo los soldados españoles, además de repartir juguetes y ropa, desarrollan sus misiones en trincheras y puestos de vigilancia. Porque la hostilidad es importante y son muchos los ataques que padecen, prácticamente todos ellos silenciados por Defensa. Según adelanta nuestro periódico en exclusiva, al menos 21 acciones de envergadura contra nuestro contingente que se produjeron en septiembre y octubre, pasaron sin pena ni gloria para el Ministerio. Como decíamos, esta política de censurar la comunicación no es nueva, sino que es una práctica habitual, si se quiere más hiriente en fechas en las que, según Defensa, el contingente pareciera que disfruta de unas vacaciones navideñas cuando en realidad se juegan la vida en cualquier curva o esquina. Ya publicamos en junio que los soldados españoles habían sufrido al menos 60 ataques desde mediados de abril hasta finales de mayo que se habían tapado. Defensa ocultó también que dos compañías de la Brigada Paracaidista repelieron el 25 de agosto sendos ataques de los talibán, el mismo día en que un terrorista mató a dos oficiales de la Guardia Civil y a su intérprete en la base de Qala-i-Now.

Defensa no puede seguir hurtando a la ciudadanía los hechos de Afganistán que afectan a nuestros soldados. La sociedad tiene el derecho de conocer la verdad y, el Gobierno, el deber de comunicársela. Por su parte, los militares se merecen que sus compatriotas sepamos y valoremos las circunstancias esenciales de su misión en un escenario bélico tan lejano, pero en el que luchan por la seguridad y la libertad de todos nosotros.


La Razón - Editorial

Tarifas en crisis

La enorme subida del recibo de la luz obliga al Gobierno a reformar la regulación eléctrica.

La decisión del Gobierno de subir la tarifa eléctrica en el 9,8% para unos 20 millones de consumidores obedece a la lógica aceptada en una economía de mercado: en un sistema regulado, los precios tienen que recoger los aumentos de los costes. Si además se sabe que en estos momentos los consumidores españoles deben unos 20.000 millones de euros a las compañías eléctricas en concepto de déficit de tarifa, que tienen que pagar porque así lo dice la ley, la subida de la luz en enero era inevitable. Pero los efectos políticos son otro cantar. Una subida de esta magnitud, sin precedentes en la historia energética española, sobre todo si se tiene en cuenta que en 2011 probablemente será necesario aprobar nuevos aumentos, contribuirá a reducir la renta de las familias (sobre todo sumada a los encarecimientos del gas, casi el 4%, o del transporte) y aumentará el malestar social en un periodo recesivo.

El espinoso problema de las tarifas eléctricas suscita dos preguntas: cómo se ha llegado a esta situación y qué soluciones existen para rebajar una deuda de 20.000 millones que, además de cuestionar la solvencia de las empresas que la soportan en sus balances, pesa como una losa sobre el mercado español de deuda. A la primera pregunta, la respuesta es que el PP fabricó un método de cálculo de la tarifa que derivó hacia el futuro todos los aumentos imprescindibles. Embalsó los precios (una muestra de la política económica favorita del PP) para que los pagaran los consumidores del futuro y se colgó la medalla de no subir la luz. Los Gobiernos del PSOE han sido incapaces, en más de siete años, de deshacer ese entuerto. Conocían los riesgos de una deuda creciente, pero demoraron en varias ocasiones las subidas necesarias y se negaron a enfrentarse a una reforma en profundidad del sistema. El resultado es que el recibo de la luz carga hoy con facturas insoportables; sobre el usuario pesan desde las ineficiencias del sistema (la disparatada subvención al carbón nacional) hasta la obligación de primar energías renovables cuyos beneficios, en algunos casos, no son evidentes.

Las soluciones requieren una capacidad política que, hasta ahora, brilla por su ausencia en Industria. El decreto de la semana pasada, que recortaba los costes reconocidos a las empresas y reducía las primas a las fotovoltaicas, es una gota en un océano; ahorrará, si todo va bien, 4.600 millones en tres años. Pero solo en 2011 el déficit de tarifa aumentará en otros 5.000 millones. Para hacer frente a la crisis, el Gobierno tiene que elaborar un calendario de subidas, conocido por consumidores e inversores; negociar con empresas y bancos una reestructuración de los compromisos de subvención a las renovables; imponer más controles y evitar los excesos en la producción renovable; y reformular el sistema de forma que las compañías ya no reciban beneficios regulatorios por las instalaciones amortizadas (nuclear e hidráulica). La regulación eléctrica debería haberse corregido en 2004. No se hizo y los consumidores pagan hoy las consecuencias.


El País - Editorial

Rubalcaba no sirve ni para desmentir a Otegi

Queremos pruebas de que el fin de ETA que planea el Gobierno no sigue radicando en debilitar la certeza del cumplimiento de las penas.

Antes de entrar a valorar las declaraciones del proetarra Arnaldo Otegi en The Wall Street Journal, o los propios comentarios que de ellas ha hecho el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, no queremos dejar de lamentar y criticar que un diario del prestigio de este rotativo norteamericano haya dado cancha a un personaje tan siniestro como Otegi o que se haya referido a la banda terrorista y a sus chantajistas ofertas de abandono de la violencia en un titular que dice Grupo vasco hace oferta de paz.

Dicho esto, también exigimos a Interior que aclare de una vez si ha dado o no orden a Instituciones Penitenciarias para impedir que Otegi conceda entrevistas desde prisión. Lo decimos porque, ya con ocasión de su última entrevista en El País, Interior aseguró que ésta se llevó a cabo contrariando órdenes expresas de no permitirlas. Si es la segunda vez que se incumple esta real o falsa prohibición, ya es hora de saber quién es el incompetente o el cómplice al que habría que cesar en cualquiera de los dos casos.


En cuanto a lo declarado por el vocero de la banda, nada nuevo bajo el sol. No es novedoso que Otegi diga que "ETA está lista para dejar la violencia", ni que la organización terrorista está dispuesta a "dar garantías" del diálogo. Tampoco es novedoso que Otegi oculte que ese inadmisible "diálogo" entre un Estado y una banda terrorista no tiene por objetivo más que la consecución de los objetivos totalitarios y secesionistas por los que ETA ha venido asesinando y declarando treguas desde hace décadas. Lo que sería novedoso es que ETA hiciera un comunicado en el que pidiera perdón a sus victimas y anunciara su definitivo e incondicional abandono de las armas, y que el Gobierno le respondiera que, con independencia de la sinceridad o falsedad de dicho comunicado, el Estado de derecho no va a cejar en su empeño de que todos los que han practicado la violencia se sienten en el banquillo y cumplan íntegramente sus condenas.

La mejor forma de lograr que los etarras arrojen la toalla es garantizarles que el Estado jamás la va a arrojar. Pero plantearnos este escenario cuando la última noticia que tenemos de la banda es que tres miembros de ETA, encapuchados y armados, robaron la semana pasada en Lyon un coche y material para falsificar documentos, tarjetas de crédito y tarjetas de seguridad, son ganas de no querer ver la realidad.

En este sentido, no le falta razón al ministro del Interior al señalar que "si ETA está preparada para dejar la violencia, que la deje", pero que "el robo de material informático no es una tarjeta de visita que indique esa intención, sino la contraria". Tampoco le falta razón cuando dice que "décadas de hechos tremendos, asesinatos, por ejemplo, muchos, no se cierran con dos o tres declaraciones"

El problema está en que la supuesta firmeza de la que ahora hace gala Rubalcaba no es creíble. Fue él quien durante el infame "proceso de paz" quitó importancia u ocultó robos de armas o extorsiones a empresarios por parte de la banda. Y que Rubalcaba no nos hable ahora de la T-4, pues después de ese atentado en el que murieron dos personas, el Gobierno siguió negociando con la banda, teniéndolo a él como ministro de Interior. En realidad, el largo historial de mentiras de Rubalcaba, por no hablar de su responsabilidad política –si no resultase ser penal– en el soplo policial a ETA, le desacreditan de raíz como ministro del Interior.

Pide a ETA "hechos y no palabras" quien como Rubalcaba apoya una vigente resolución parlamentaria a favor del "final dialogado de la violencia", quien apoya la negativa a disolver los ayuntamientos en manos de los proetarras, quien se dedica a comprar supuestos arrepentimientos de presos etarras –no siempre con éxiton ofreciéndoles beneficios penitenciarios que les dejan a las puertas de la excarcelación. Rubalcaba ni siquiera ha dado todavía un listado de los etarras que están fuera de prisión con causas pendientes con la justicia. Queremos saber qué es lo que está haciendo el ministro del Interior para tratar que todos ellos –sin excepción– se sienten en el banquillo, incluido el interlocutor de su Gobierno, sanguinario etarra y prófugo de la justicia, Josu Ternera. Queremos pruebas de que el fin de ETA que planea el Gobierno no sigue radicando en debilitar la certeza del cumplimiento de las penas. Queremos, en definitiva, garantías de que las palabras de firmeza de Rubalcaba tienen más valor que sus burladas prohibiciones de que Otegi conceda entrevistas desde prisión.


Libertad Digital - Opinión

La crisis social de 2011

El proceso de pauperización social quiebra el avance sostenido de España en los treinta últimos años. Así cerrará Zapatero su paso por el Gobierno.

LAS verdaderas consecuencias sociales de la crisis económica van a llegar en 2011, cuando empiecen a coincidir en las ya castigadas economías familiares la cadena de aumentos de precios en servicios básicos, la supresión de ayudas públicas y la desaparición de deducciones. Además, se sumarán el progresivo aumento de la inflación y el incremento del IVA ya vigente desde julio. Este contexto de máxima presión sobre las familias se producirá con los peores pronósticos sobre el desempleo, que continuará en la tasa más alta de la UE, con los efectos inevitables de mantener atenazados ingentes recursos públicos para costear el paro y de seguir lastrando el consumo y, por tanto, el relanzamiento de la actividad económica. A partir de enero de 2011 se producirá una concurrencia de factores económicos que permiten temer una crisis de empobrecimiento social. Suben las tarifas de la luz, en buena medida para pagar los errores de la política energética del Gobierno, y del gas. Sube el precio del transporte público. Y subirá el coste de la vida por una inflación que aumenta aunque baje el consumo. Mientras tanto, las familias ya no se benefician de la deducción de 400 euros, los parados de larga duración no recibirán los 426 euros al mes, las madres no percibirán el «cheque-bebé» y los compradores no tendrán más deducciones por vivienda. Sin perspectiva de que los desempleados tengan empleo y de que lo conserven quienes lo tienen, el horizonte de 2011 va a ser dramático para amplios sectores de la sociedad española cuya subsistencia diaria pende del débil hilo de una nómina precaria o de una ayuda pública. Hablamos de un proceso de pauperización social que quiebra el avance económico sostenido de España en los treinta últimos años. Así cerrará Zapatero su paso por el Gobierno.

El impacto de la crisis en el nivel de vida de la sociedad española es desproporcionadamente negativo en comparación con otros países con los que competíamos en el podio del bienestar. No vale ahora compararse con Grecia, cuando hasta hace poco Zapatero anunciaba que habíamos adelantado a Italia en renta por ciudadano. Cada día hay más españoles en la pobreza. Y cada día la denostada Iglesia Católica da de comer a más ciudadanos, que no tienen otra opción que acudir a la milagrosa labor humanitaria de Cáritas y de cientos de parroquias en todo el territorio nacional. Dato que ahora, en plena Navidad, nadie debería olvidar.


ABC - Opinión