sábado, 11 de diciembre de 2010

Vigésimo tercer aniversario del atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza

Las victinas del atentado:

11 de diciembre de 1987

María del Pilar Franco Muñoz
Emilio Capilla Tocado
Rocío Capilla Franco
José Ballarín Gava
Silvia Ballarín Gay
José Pino Arriero
María del Carmen Fernández Muñoz
Silvia Pino Fernández
Ángel Alcaraz Martos
Esther Barrera Alcaraz
Miriam Barrera Alcaraz

Asesinados por ETA mediante un coche-bomba junto a la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. El coche estaba cargado con 50 kilos de explosivo. La explosión provocó el derrumbamiento de parte del edificio. Murieron 11 personas y 36 resultaron heridas de diversa gravedad.

Emilio era de Valsequillo (Córdoba). Estaba casado con Pilar. Él, 38 años; ella, 35. Padres de Rocío, de 12 y Emilio, de 9. Murieron Emilio padre, Pilar, la madre, y Rocío. Quedó solo el pequeño Emilio, que resultó herido.

José Ballarín, de 31 años, había nacido en Zaragoza. Estaba casado con Teresa, 34. Tenían una hija, Silvia, de 6 años. Murieron José y Silvia. La madre, Teresa, resultó herida.

José Pino era de Santa Ana de Pusa (Toledo). Tenía 39 años. Estaba casado con María del Carmen, de 37. Tenían tres hijos: Silvia, de 7 años, Víctor, de 11, y José María, de 13. Murieron los padres, José y María del Carmen, y la hija pequeña, Silvia. Los dos mayores, Víctor y José María, resultaron heridos.

Ángel, de 17 años, era de Jaén. Había ido a Zaragoza a estudiar estilismo. Estaba a punto de examinarse para obtener el título. Era tío de Esther y Miriam, gemelas de 3 años. Murieron los tres.

Cinco niñas, un chaval, dos mujeres y tres guardias civiles. Entre los heridos, unos cuarenta, algunos graves.

Crisis. Otros rescates. Por José T. Raga

Así que, señor presidente, ¿hablamos de igualdad? ¿Por qué encubre conductas que la sociedad considera presuntamente delictivas en vez de perseguirlas? ¿Por qué no aspira a algo mejor que a ser igual?

Esa pretendida igualdad, que como estribillo repite una y mil veces la izquierda ponzoñosa y arcaica, además de estar trasnochada, sólo puede ser deseada por los más tontos del concierto que, para que no se note su incapacidad, tratan de ocultarla en el tumulto de la igualdad, donde todo quedará encubierto mediante una igualación por lo ínfimo, destruyendo cualquier intento protagonizado por quien tuviera el osado deseo de mejora.

La única igualdad por la que hay que luchar, y esa sí, hasta dar la vida en el intento, es la igualdad de todos ante la ley, precisamente la que ahora está más en cuestión. Al fin y a la postre, la otra, la igualdad de los hombres ante Dios, está garantizada por mucho que pueda molestar a gobiernos y parlamentos. Salvo esas dos igualdades, que se enmarcan en la igualdad del hombre por su propia naturaleza, todo lo demás que hay en las criaturas humanas es desigual. Por eso, la cacareada igualdad que pregona, pero que nada hace para que así sea, la izquierda, es sólo un eufemismo que confortará al necio, porque su necedad se hará notar menos cuando todos sean necios.

Recordarán aquellas palabras del presidente Zapatero afirmando, o mejor pontificando, pues siempre habla ex cátedra –tanto más cuanto más convencido está de que no es verdad lo que está diciendo–, que el sistema financiero español gozaba de una salud extraordinaria que alejaba cualquier posible preocupación, hasta la de los más agoreros, porque estaba en condiciones de afrontar toda contingencia sin necesidad de ayudas, como por el contrario era el caso de otros países vecinos.


Él quizá lo haya olvidado, pero nosotros no. Porque para qué les voy a decir cómo está el sistema financiero español. ¿Y las cajas de ahorros? Fusiones, calientes o frías, para acceder a las asistencias del fondo de auxilio a fin de ir capeando el temporal. Y eso sí, todo muy oscuro, muy opaco, que no se sepa a quién hay que ayudar o, más concretamente, a quién se ayuda.

Desde el laicismo más contumaz, se espera un milagro, pues sólo por un milagro se conseguiría que, unas entidades que han llegado a la quiebra técnica, por arte de una fusión entre quebrados, y manteniendo esencialmente a los gestores que las llevaron a la quiebra, dará como resultado una entidad grande y saneada, y con una fortaleza y pulcritud en su gestión que será la envidia de propios y de extraños.

Y eso sí. Todo el proceso desarrollado como en un juego de magia por los magos del sistema: el Gobierno del señor Zapatero y el gobierno del Banco de España. Qué banco o qué caja tiene dificultades es cosa que al pueblo no le interesa y, aunque le interesase, como se le supone lelo, tampoco podría entenderlo, por lo que es mejor que no se le informa. Mientras tanto, ríos de euros fluyendo desde las arcas para el favor de un destinatario, las entidades en dificultades, conocido por muy pocos.

¿Podrán devolver lo que se les presta? Quizá no, pero renovaremos los créditos una y otra vez, hasta perder cada uno de nosotros la última gota de nuestra sangre. En el itinerario, la ofensa social de la doble moralidad de los que gobiernan la nación y en ella, de quienes gobiernan la crisis, pues poco más queda que gobernar en este nuestro país.

Una doble moralidad que consiste en defender y rubricar los acuerdos europeos e internacionales acerca del requisito de transparencia, como primer postulado para cualquier acción a tomar sobre el sistema financiero, mientras que los mismos que estampan su firma en tales acuerdos, imponen la más férrea opacidad en el sistema financiero español, para que nada se sepa, como cuestión previa de gobierno.

Frente a esto, observen ustedes una situación desigual, a la que es habitual en nuestra España que oficialmente según nuestro presidente, está llamada a la igualdad, a la que se dirige conducida por su mano sabia y poderosa. Me refiero a un país que ha aplicado la transparencia en sus ayudas y algo más. Las ayudas no han sido un torrente de dólares a las cajas bancarias esperando que, en el mejor de los casos, sirvieran para algo, sino que se han hecho mediante compras accionariales de las entidades asistidas, con capacidad, por tanto, para controlar la gestión y participar en sus decisiones. Me refiero, naturalmente, al caso de los Estados Unidos de América.

Pues bien, mientras nosotros aún no hemos visto ningún efecto tangible en los esfuerzos por salvar entidades de administración torpe y dilapidadora, ni hemos visto condenas abundantes de gestores, quizá con actividades delictivas, el Tesoro de los Estados Unidos, que no aspira a ser igual que España, ha ganado dinero con la ayuda que ofreció, comprando acciones del Citigroup, habiéndose resarcido del dinero ofrecido para el rescate, y habiendo obtenido un beneficio sobre los fondos dedicados a la operación por encima del veintisiete por ciento; todo ello en un período de dos años. Eso es un rescate, y eso es una buena administración.

¿Qué ha pasado en estos mismos dos años con las ingentes cantidades de euros dedicadas a salvar entidades financieras en España? Todo lo que sabemos, porque no se ha podido ocultar, pues la desvergüenza es una enfermedad nacional, es que los administradores de entidades quebradas, ante la imagen de salvamento, se han elevado sin moderación sus remuneraciones y premios por la nefasta gestión.

Así que, señor presidente, ¿hablamos de igualdad? ¿Por qué encubre conductas que la sociedad considera presuntamente delictivas en vez de perseguirlas? ¿Por qué no aspira a algo mejor que a ser igual? O, si quiere ser igual, tome como referencia al mejor. El Financial Times ha considerado a nuestra vicepresidenta económica, como la segunda peor de cuantos ministros de Economía pululan en estos momentos por la Unión Europea. ¿Es éste un éxito de su igualitarismo o de su compromiso con la cuota igualitaria? ¡Ponga de una vez los pies en el suelo y obre en consecuencia!


Libertad Digital - Opinión

Por qué los de izquierdas son unos capullos y los de derechas unos idiotas. Por Federico Quevedo

Hace unos años el hoy vicepresidente primero del Gobierno y ‘chico para todo’, Alfredo Pérez Rubalcaba, calificó a quien fuera ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, de “inútil total” por unos simples retrasos en los vuelos del aeropuerto de Barajas. El pasado jueves, el líder del PP recurrió a aquellas palabras de Rubalcaba para decir sin decir lo mismo del actual ministro de Fomento, José Blanco, tras la espantosa gestión que éste ha hecho del conflicto laboral que le enfrenta con los controladores aéreos. Rajoy lo hizo bien, de hecho casi todo el mundo ha valorado su intervención del pasado jueves como una de las mejores que se ha escuchado en el Parlamento en los últimos años, y es verdad que el golpe de efecto de las palabras de Rubalcaba sobre Arias Salgado logró su objetivo y dejó a los bancos de la izquierda con un palmo de narices mientras estallaba el aplauso en los de la derecha. De la anécdota, sin embargo, queda en mi opinión un poso amargo, una sensación sin duda objetiva de que las reglas del juego no son iguales para todos, que la izquierda ha conseguido apropiarse de unos derechos que se le niegan sistemáticamente a la derecha, y ésta tiene que recurrir muchas veces a subterfugios para poder responder a sus adversarios, sino con la misma moneda, sí al menos con alguna aunque sea de inferior valor.

He buscado en las hemerotecas, y cuando Rubalcaba dijo aquello del primer ministro de Fomento del Gobierno de Aznar, no pasó nada. Absolutamente nada. Si Mariano Rajoy no hubiese recurrido a la trampa de utilizar esas palabras de Rubalcaba para definir a José Blanco como lo que verdaderamente es, un inútil total, aquí se habría montado la de San Quintín… Pero, realmente, Blanco es un inútil, un absoluto incompetente y un caradura redomado, ¿por qué no se le puede decir? ¿Qué derecho tiene la izquierda a insultar, recurrir a la demagogia, mentir, cambiar de opinión de un día para otro, sin que se le pueda echar en cara, y sin embargo a la derecha se le eche siempre la culpa de todo sin contemplaciones? Y la derecha, ¿por qué siempre reacciona atemorizada, como si por quejarse le fueran a despojar del carné de demócratas, carné que, por supuesto, otorga en exclusiva la izquierda no se sabe porqué narices? No hace falta hacer un recorrido por todas las veces que la izquierda le ha echado la culpa a la derecha hasta del pecado de Eva y la muerte de Manolete, basta con un último ejemplo que ha sido de lo más sangrante, protagonizado por el inefable Gaspar Zarrías, al que se sumó otro sinvergüenza desterrado ya a Europa pero que intenta hacer méritos para volver, llamado Juan Fernando López Aguilar. Ambos acusaron al PP, de connivencia con los controladores aéreos, incluso de haber preparado conjuntamente con ellos la huelga salvaje del puente pasado, supuestamente para derribar al Gobierno de Rodríguez.
«La derecha puede equivocarse en su gestión de las cosas, cometer errores a veces graves, pero nadie me podrá demostrar doblez en ninguna de sus acciones.»
¿Qué va a hacer el PP? Pedir su reprobación. Está bien, pero permítanme que les diga que me parece insuficiente. Ya se que desde el punto de vista parlamentario se puede hacer poco más, pero un impresentable como Zarrías se merece que alguien le haga probar de su propia medicina, que le investiguen hasta los calzoncillos porque mucho tiene que esconder este personaje por cuyas manos ha pasado toda la corrupción socialista de Andalucía, este perfecto analfabeto funcional que, sin embargo, ha actuado como un virrey en el califato andaluz de Manuel Chaves, perseguidor de periodistas, sectario y prepotente. ¡Si hasta Duran i Lleida le echó en cara su osadía! Lo menos que puede hacer el PP, además de reprobarle, es un vacío absoluto, negarle hasta el saludo mientras no se retracte de su calculado exabrupto. Acusaciones como la de Zarrías, por otro lado, son moneda común en la izquierda, ¿o no recuerdan cuando, después del 11-M, Almodóvar se inventó que el PP quiso dar un golpe de Estado? Pues bien, ¿saben lo que realmente se planteó aquellos días? Decretar un Estado de Alarma, pero precisamente fue la más que segura reacción sobredimensionada de la izquierda lo que echó para atrás la idea, ¡pues estoy esperando a Almodóvar y compañía ahora que ha sido un gobierno de izquierdas el que ha recurrido a una demostración de fuerza para tapar un agujero! Pero no, hay cosas que la izquierda las puede hacer, y si las hace la derecha son motivo de señalamiento y durísima reprobación.

¿Por qué? ¿Cómo se ha arrogado la izquierda este derecho a otorgar certificados de buena conducta democrática a los demás? Precisamente ellos, que vulneran sistemáticamente las leyes, que pisotean el Estado de Derecho y retuercen la Constitución a su antojo… La derecha puede equivocarse en su gestión de las cosas, cometer errores a veces graves, pero nadie me podrá demostrar doblez en ninguna de sus acciones. La izquierda, sin embargo, nos acostumbra a que lo que un día es negro al siguiente sea blanco, al engaño, la mentira y la manipulación… Siempre encuentra a quien echar la culpa de sus propios errores, como aquel que andaba perdido y preguntó a un lugareño dónde se encontraba, a lo que el interpelado respondió dándole las coordenadas exactas… “Usted es de derechas”, le dijo el primero. “Sí, ¿por qué lo dice?”, contestó el lugareño. “Pues porque me ha dado la información que le he pedido pero sigo perdido”. “Y usted es de izquierdas, ¿no?”, dijo entonces el lugareño, a lo que el otro asintió con un “¿cómo lo sabe?”. “Pues porque tenía que ir a algún lugar y se ha perdido, va a llegar tarde a su cita y encima ahora la culpa la tengo yo”. La izquierda actúa permanentemente asentada sobre un ejercicio de filibusterismo político nauseabundo, según el cual ellos lo hacen siempre todo bien y son los demás los que les conducen a sus errores. Gracias a eso, han conseguido ser los campeones de los crímenes contra la humanidad sin que nadie se lo eche en cara ni les obligue a pedir perdón. Y ese, en definitiva, es el gran pecado de la derecha: haberse dejado acomplejar hasta el punto de permitir que la izquierda le restriegue por sus narices esa falsa superioridad moral que les acompaña a todas partes, pero que no es más que puro y letal totalitarismo de la peor clase.


El Confidencial - Opinión

Crisis. Menos planes y más empresarios. Por Emilio J. González

Si Zapatero quiere que la industria gane peso en la economía española, tendrá que actuar conforme a las líneas anteriores. Todo lo demás es tirar el dinero y transitar por un camino que no lleva a ninguna parte.

Lo único sensato que tiene la versión industrial del Plan E que acaba de aprobar el Gobierno es el objetivo de que el sector secundario aumente su peso en la economía española del 15% al 18%. Y es sensato porque, con la construcción hundida, hace falta otro motor del crecimiento económico; porque en algún sitió tendrán que trabajar los cientos de miles de parados cuyo empleo saltó por los aires con el estallido de la burbuja inmobiliaria y porque algo tendremos que producir para poder exportar y cerrar así nuestros graves problemas de balanza de pagos. Porque todo lo demás es un conjunto de errores que se concentran en las bases mismas del plan.

Lo primero que hay que tener en cuenta para desarrollar el sector industrial es que, para ello, se necesitan empresarios y empresas. Es más, se necesitan nuevos empresarios y nuevas empresas. El plan, sin embargo, no contempla nada de ello y se centra en tratar de incrementar las posibilidades productivas y de generación de empleo de las compañías ya existentes, lo cual es un error. Porque no se trata de que esas empresas sean más grandes y más avanzadas, que puede que también, sino, sobre todo, de que haya más, muchas más. Lo cual entra en clara contradicción con uno de los principios ideológicos fundamentales del ‘zapaterismo’ que es la demonización sistemática, y a todos los niveles, del emprendedor. Aquí, mientras no se promueva la vocación empresarial y se defienda la justa recompensa, en forma de beneficios, para quien asume riesgos y aporta a la sociedad, no habrá nada que hacer. Y es que sin más empresas, ni podrá haber más industria, ni mucho menos esas industrias avanzadas que pretende el Gobierno conseguir por decreto. Y relacionado con ello está otro error estratégico del Ejecutivo, que es insistir en industrias tradicionales que están deseando marcharse a otros países con costes laborales más bajos y un clima mucho mejor que en el nuestro para el mundo de los negocios. Lo que hay que hacer es promover la aparición de empresas en otros sectores distintos, pero para eso hacen falta empresarios, que es lo que ni hay ni se promueve.


En segundo término, para todo eso que pretende Zapatero de empresas avanzadas, tecnología, I+D+i y demás necesitamos investigadores, lo cual no abunda precisamente por estos páramos porque ni el sistema educativo es el adecuado para producirlos en las cantidades que necesitamos, ni los que existen encuentran en nuestro país los incentivos necesarios para trabajar aquí. Y hablo de cosas como la subida del tipo marginal del IRPF para las rentas más altas, del reconocimiento económico a su labor, de una adecuación de los planes de estudio a la realidad del mundo empresarial, de una verdadera potenciación de la investigación en las universidades, contratando a los mejores y retribuyéndoles de acuerdo con sus méritos, etc. Todo eso brilla en nuestro país por su ausencia y sin esos cambios no vamos a ir a ninguna parte.

Después viene la cuestión de la competitividad, que el Gobierno relaciona, entre otras cosas, con los costes energéticos. ¿Cómo pretende reducirlos Zapatero si sigue insistiendo en condenar a muerte a la energía nuclear, que es la verdaderamente barata, mientras sigue enterrando miles de millones de euros en subvenciones a las renovables? Y, hablando de gasto público, aquí hay otra cuestión fundamental. El tipo de empresa que quiere ZP necesita importantes recursos financieros, que no públicos, para poder llevar a cabo sus investigaciones, sabiendo que las mismas pueden tardar mucho tiempo en dar resultado y sin que haya garantía alguna de que, finalmente, muchas de ellas puedan llegar a fructificar. ¿De dónde deben proceder esos recursos? Pues de cosas como el capital riesgo o los instrumentos tradicionales de financiación, como la emisión de acciones o los créditos. La economía española, sin embargo, hoy por hoy carece de esa capacidad de financiación porque los pocos recursos disponibles se los lleva el sector público para cubrir un más que abultado déficit presupuestario. Por tanto, si Zapatero quiere que su plan salga adelante, lo que tiene que hacer es recortar drásticamente el déficit para liberar esos recursos y hacerlo, además, por la vía del gasto, no por la de la subida de impuestos que va en contra de la inversión empresarial.

Por último, el Gobierno tendría que crear el marco institucional adecuado para el desarrollo de nuevas empresas industriales, lo cual, entre otras cosas, conlleva dos elementos esenciales. Por un lado, una reforma laboral profunda. Por otro, acabar de una vez por todas con el caos regulatorio en que se ha convertido este país por culpa de las autonomías, ya que diecisiete legislaciones distintas sobre un mismo asunto impiden la conformación de empresas de ámbito nacional y con masa crítica suficiente para competir en los mercados internacionales.

Si Zapatero quiere que la industria gane peso en la economía española, tendrá que actuar conforme a las líneas anteriores. Todo lo demás es tirar el dinero y transitar por un camino que no lleva a ninguna parte porque, al final, si no hay empresas, no hay nada que hacer. Y para que haya empresas antes que nada tiene que haber empresarios.


Libertad Digital - Opinión

Zapatero ya es de Marte. Por Edurne Uriarte

Ni siquiera el 11-M activó un mensaje de fuerza tan claro y unánime en el socialismo.

El venusino Zapatero se ha hecho marciano. Ahora entona loas a las virtudes de la fuerza. A la declaración del estado de alarma, a la intervención de los militares, a las medidas excepcionales contra los que quieran doblegar al Estado. Después de que él mismo y sus admiradores pasaran los últimos años defendiendo las virtudes de Venus, el diálogo y el ansia infinita de paz, frente a la belicosidad de Marte. Y lo hicieran en contra del sentido dado a estos dos términos por Robert Kagan para contrastar la debilidad de Europa en la ilusión de la paz frente a la firmeza de Estados Unidos en el uso de la fuerza.

El problema de este giro radical de Zapatero y del PSOE en lo que a ataques al Estado de Derecho y a la seguridad se refiere es que no fue provocado por las dos peores amenazas a la seguridad nacional de la última década, terrorismo islamista y terrorismo etarra, sino por un conflicto menor como el de los controladores. Lo que confirma una vez más la inconsistencia ideológica del presidente y hace temer por la fragilidad de sus propósitos también en esta materia.

Ni siquiera el 11-M activó un mensaje de fuerza tan claro y unánime en el socialismo. “Una grave afrenta al orden constitucional” (Zapatero), «Nadie doblega al Estado», «Medidas excepcionales y valentía para adoptarlas» (Blanco), «Los saboteadores pagarán su chantaje» (Valenciano) Un novedoso lenguaje de Marte que siempre fue cuestionado por un partido que, ante los más graves ataques, apeló a las virtudes del diálogo y a la búsqueda de vías alternativas al uso de la fuerza.

Aquello de que la paz no tiene precio político pero la política puede ser útil para alcanzar la paz. O el diálogo de civilizaciones frente al choque de civilizaciones. Para los asesinos. Llegaron los controladores y Zapatero abandonó bruscamente Venus. Bienvenido a Marte, aunque sea momentáneamente.


ABC - Opinión

Donde las dan .... Por Alfonso Ussía

En pocas ocasiones lo he visto tan pletórico. Seguro, contundente y divertido. José Blanco no daba crédito a lo que oía: «El ministro de Fomento es un inútil total y un caradura». Miraba a Rajoy con estupor, delirio y asombro. Ululaban los diputados socialistas. Rajoy calmaba a los vociferantes. Bono, el deslenguado descortés, le recordaba a Rajoy que él era el encargado de poner orden en el hemiciclo. «El ministro de Fomento es un inútil y un caradura».

Y Rajoy sonreía mientras la bancada socialista barritaba como una manada de elefantes que acude a un maizal y se encuentra que ya no hay maizal sino un campo de golf. Y Rajoy que lo aclara. Anuncia que él sería incapaz de dedicar tamaña grosería a un miembro del Gobierno. Que la frase no era suya. Que el autor de la misma se llama Alfredo Pérez Rubalcaba, y que la emitió en 1999, siendo ministro de Fomento del primer Gobierno de Aznar Rafael Arias-Salgado. Le llamó Rubalcaba «inútil y caradura» porque se habían producido una serie de retrasos en el aeropuerto de Barajas de hasta tres horas. Entonces, la bancada socialista dejó de barritar y la popular estalló en carcajadas y aplausos. Como se dice en la real calle, se la había metido doblada con empuñadura y todo. Rubalcaba se mesó la barba, Blanco respiró tranquilizado, la ovación se prolongó y Rajoy mantuvo su estética de buena educación desde la sonrisa, porque la situación justificaba una risa sorda con inclinación hacia delante del tronco y sujeción ventral con las dos manos. No recuerdo la reacción de Zapatero, porque me sucede lo mismo que a decenas de millones de españoles. Que lo que dice y hace Zapatero ha pasado a formar parte de lo anecdótico y superficial.


Lo dijo Churchill: «Cuando se insulta al adversario hay que hacerlo al oído del insultado y, si es posible, sonriendo. Todo menos que salga en los periódicos». Claro, que también Rubalcaba, en horas dolorosísimas, y en plena jornada de reflexión con más de cien cadáveres en la mirada, dijo que los españoles no se merecían un Gobierno mentiroso. Lo pronunció quien, a la postre, se ha convertido en el vicepresidente del Gobierno más mentiroso de nuestra Historia. Las manipulaciones y torpezas en el léxico pueden ser útiles en el momento, pero a la larga se revuelven contra el manipulador y el torpe.

Los españoles vieron el jueves cómo acurrucaba en la esquina a los malotes del Gobierno el que va a ser el próximo Presidente del Gobierno de España. Zapatero leyó su guión, y Rajoy usó del parlamentarismo, eso que se está perdiendo por culpa del reglamento y la oscuridad intelectual de un alto porcentaje de nuestros diputados. Y en un Parlamento, la oratoria culta siempre triunfa sobre la lectura de un conjunto de folios escritos por asesores desmoralizados. Porque ya me dirán ustedes qué nivel de moral y de ilusión pueden tener en los actuales tiempos los asesores de Zapatero. Más o menos el mismo que el del enamorado y devoto novio que acude a rezar a una iglesia y se apercibe que se está celebrando una boda y la novia es la suya.

Así estamos. España es una nación en la que nadie, incluidos sus ministros, creen en su Gobierno. No se sabe a qué esperan para irse y convocar elecciones. Pero se agradecen los buenos golpes parlamentarios, esos que desnudan el cinismo y la mala educación de los mentirosos. Lo siento por el pobre Blanco, que pasó por unos minutos tremendos cuando Rajoy empleo las palabras de Rubalcaba, que está –según él– recorriendo sus últimos metros en la política, y a ver si es verdad por esta vez.


La Razón - Opinión

Nobel sin miedo. Por Hermann Tertsch

La Academia sueca ha demostrado la valentía en la defensa de los principios de la sociedad libre.

Este año celebramos el Premio Nobel como no lo hacíamos desde hace años. Porque la Academia sueca ha demostrado la valentía en la defensa de los principios de la sociedad libre que en otras ocasiones se echó de menos. Pese a las presiones de una dictadura comunista oriental y de la inquisitorial corrección política del relativismo occidental, ha optado por el decidido reconocimiento a dos máximos adalides en la lucha por la libertad y la dignidad del hombre. Nuestros valores supremos y no negociables. Para los afortunados que gozan de ellos y para aquellos a los que son negados. Los dos Nobel con mayor repercusión política y social inmediata, el de la Paz y el de Literatura, demuestran esta renovada y bienvenida militancia por la libertad, la compasión y la dignidad. En el caso de Mario Vargas Llosa hay que añadir la lógica. Nadie debiera dudar de que, de haber sido un acérrimo crítico de la sociedad occidental habría recibido el premio hace veinte años. Nunca es tarde cuando la dicha es tan buena. El Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, es aun más meritorio. Porque la Academia sueca ha desafiado a la inmensa potencia emergente que es la dictadura de China, cuyo poder económico se traduce en cada vez mayor arrogancia y desprecio a esos valores de la libertad y dignidad del individuo. Que son universales porque no hay pueblo ni persona indigno de ellos. Hay que defenderlos frente a un régimen miserable como el de Cuba que impide a Guillermo Fariñas acudir a Estrasburgo a recoger el Premio Sajarov. Como cuando Hitler impidió que recogiera el Nobel a Von Ossietzky o la URSS a Sajarov. Y frente a la poderosa China que no puede triunfar con su lógica inhumana, su despotismo medieval y su tiranía comunista. La libertad y la verdad no pueden tener miedo. Se negarían a sí mismas.

ABC - Opinión

Marta Domínguez. ¡No me digas que se dopan!. Por Pablo Molina

El deporte aeróbico de élite tiene muy poco que ver con el romanticismo del que busca superarse a sí mismo rompiendo la resistencia de sus rivales. Fue así en su día, pero hoy es puro espectáculo.

Todas las barreras racionales que levantamos para filtrar las consecuencias del comportamiento humano desaparecen asombrosamente cuando se trata del deporte de alto nivel y sus protagonistas. Vemos a estos héroes posmodernos en la cumbre de la fama como sublimación de nuestros deseos juveniles, e instintivamente les creemos incapaces de traicionar nuestra sincera admiración utilizando trampas para conquistar el éxito deportivo.

Y sin embargo no hay nada más lógico que el hecho de que en un mundo tan competitivo como el deporte de élite todos los protagonistas intenten encontrar un atajo para llegar a la meta antes de que sea descubierto por sus competidores, en la seguridad de que si ellos lo localizan primero lo van a utilizar sin el menor remordimiento.


En España nos escandalizamos cuando se descubre una trama de dopaje en el deporte, pero fingimos la mayor naturalidad cuando vemos a nuestros representantes deportivos acumular hazañas asombrosas más propias de superhéroes que de seres humanos. Los deportes aeróbicos más exigentes, y no es necesario señalar para identificarlos, asumen como normal el desarrollo de competiciones que dejarían extenuados antes de completar un tercio a los deportistas mejor preparados y que, sin embargo, año tras año son finalizadas con rendimientos que pulverizan las plusmarcas anteriores.

Pero nadie se extraña. Al contrario, fingimos escandalizarnos cuando la policía descubre que muchos de estos deportistas reciben ayudas químicas, sin las cuales no llegarían a estar ni en el pelotón de los torpes de su respectiva especialidad. Porque la gran tragedia que provoca esta hipocresía colectiva es que los deportistas, ya desde muy jóvenes, han de poner su vida en peligro si quieren vivir profesionalmente del deporte a cuya práctica se han consagrado. Quien prefiere competir con honestidad, ya sabe que su destino no pasará de ganar alguna competición local en la modalidad de aficionado. Esas son, por desgracia, las únicas alternativas que se ofrecen a los jóvenes que aman el deporte y han nacido con talento para destacar en una de sus modalidades.

El deporte aeróbico de élite tiene muy poco que ver con el romanticismo del que busca superarse a sí mismo rompiendo la resistencia de sus rivales. Fue así en su día, pero hoy es puro espectáculo. Cuanto antes lo aceptemos mejor para el deporte y, sobre todo, mejor para los deportistas. Igual en el trayecto acabamos salvando alguna que otra vida, ¿no te parce, Lissavetzky?


Libertad Digital - Opinión

¿Habla Liu Xiabo por los chinos?. Por Guy Sorman

«Unos días antes del anuncio del premio Nobel, Liu Xia me decía en Pekín: “Los disidentes chinos somos como los judíos en la Alemania nazi: nos persiguen, nos amenazan de muerte, y los occidentales no os percatáis de ello”».

EL Gobierno chino está desorientado por el premio Nobel que ayer recibió Liu Xiaobo: años de propaganda comunista en China y dirigida al resto del mundo resultan de repente inútiles. El Partido trataba de persuadirnos de que los chinos solo aspiraban al desarrollo económico, de que alababan al régimen por la tasa de crecimiento, que no deseaban la democracia y que esta idea era occidental y ajena a la civilización china. Sin embargo, Liu Xiaobo lleva veinte años diciendo lo contrario y es totalmente chino: no es un invento de Occidente, sino un ilustrado clásico, arraigado en una antigua tradición china de resistencia a la tiranía. La propia valentía de Liu Xiaobo y de su mujer Liu Xia se enmarca en la continuidad confucionista: antaño el ilustrado prefería suicidarse a ejecutar una orden injusta. Liu Xiaobo, que podría haber abandonado China, decidió en 1989 —año de la revuelta de los estudiantes en Tiananmen— que había que luchar contra la injusticia in situcon las armas del ilustrado: la escritura y la aceptación del sufrimiento. Hay que destacar que ni los años de cárcel —después de Tiananmen, donde fue un líder pacifista— ni la perspectiva de volver a ella han alterado jamás el carácter apacible de Liu Xiaobo, y tampoco su jovialidad. Por lo tanto, no le podemos reprochar al comité de Oslo el haber seleccionado a un intelectual aislado, a imagen y semejanza de los disidentes occidentales de antaño en Polonia y Rusia.

Si bien Liu Xiaobo está familiarizado, como lo están los intelectuales chinos desde hace dos siglos, con el pensamiento occidental, y aunque se ha inspirado a menudo en las formas de resistencia occidentales, no es un producto de Occidente, ni tampoco está hecho a imagen y semejanza de Occidente. Los propios intelectuales chinos nos lo dicen: como era evidente, desde hace dos o tres años, que el premio Nobel de la Paz se concedería a un disidente chino, Liu Xiaobo fue designado por la comunidad intelectual democrática de Pekín como el más representativo de todos: el jurado del Nobel se ha sumado a la decisión tomada en la propia China. Muy a su pesar, los dirigentes chinos también habían designado a Liu Xiaobo al condenarle a once años de cárcel, el día de Navidad de 2008, por «atentar contra la seguridad del Estado». Sin embargo, lo que preocupaba al Partido Comunista no era tanto la Carta democrática «colgada» en la Red por Liu Xiaobo: desde hace varios años, no ha dejado de publicar sus críticas al régimen y sus llamamientos a la libertad política en la Red, el único medio al que tenía acceso. No, lo que desató los temores del Partido y la encarcelación de Liu fue el éxito de su carta. En veinticuatro horas, diez mil firmantes se sumaron a ella antes de que se cerrara el sitio. Esto echaba por tierra otra mentira del Partido: el supuesto aislamiento y la falta de representatividad de los disidentes. «¿Cómo pueden interesarse por una única persona que solo se representa a sí misma?», nos repetían machaconamente los portavoces del régimen cada vez que tratábamos de reunirnos con Liu Xiaobo. Resulta que este hombre se presentaba como el líder de hecho de un amplio movimiento de opinión en el propio seno de la población urbana e instruida, la misma que el régimen creía haber anestesiado con la tasa de crecimiento. Más allá de Pekín, ¿qué importancia tiene Liu Xiaobo? De hecho, hasta el premio Nobel, casi todos los chinos ignoraban su nombre: pero la torpeza con la que el régimen ha tratado de ocultar la noticia del premio ha hecho que la gran mayoría de ellos lo conozcan ahora. Nada como la censura de internet para que los teléfonos móviles y el boca a boca griten lo que se quería prohibir. ¿Se reconocen estos chinos en Liu Xiaobo? La mayoría no mantienen una retórica elaborada sobre las instituciones de la democracia, pero constantemente, fuera del Partido e incluso a veces en su propio seno, se reclama la libre elección de los dirigentes, con la esperanza de contener la arrogancia del Partido Comunista y la corrupción de sus representantes. Más que democracia clásica, lo que reclaman los chinos, y simboliza Liu Xiaobo, es la justicia: la justicia como sentimiento moral. El mensaje que Liu Xiaobo ha hecho llegar a los chinos y al mundo a través de Liu Xia, que pudo reunirse con él en su cárcel, es extraordinariamente significativo: les dedica su premio (y la suma que lleva aparejada) a las «almas olvidadas» de Tiananmen.

Desde Tiananmen, fecha de nacimiento histórica del movimiento democrático en China, las autoridades niegan que hubiera víctimas, a pesar de que la Cruz Roja haya contado seis mil muertos. Se desconocen los nombres, los cuerpos han desaparecido: los familiares nunca pudieron celebrar las exequias, y las almas —según la religión china— vagan sin paz. Liu Xiaobo es de los que, a pesar de la censura más absoluta sobre este tema, tratan de recoger testimonios para elaborar la lista de fallecidos y salvar su memoria y su alma. Los fondos se destinarán, por lo tanto, a la Asociación de las Madres de las Víctimas de Tiananmen. Ninguna tasa de crecimiento puede borrar esta injusticia.

¿Tomará conciencia el Partido Comunista de su error de apreciación? De momento, reina la confusión: Liu Xia, a la que no permitían reunirse con su marido, encarcelado en secreto lejos de Pekín, fue repentinamente conducida hasta él por la Policía. Pero cuando salió de esta visita la sometieron a un arresto domiciliario, y le han prohibido cualquier contacto con el exterior. Algunos dirigentes chinos han amenazado a Noruega con represalias, sin llegar a entender que el jurado del Nobel es independiente —la idea de pensamiento independiente en las sociedades libres sigue siendo ajena a los dirigentes chinos, no porque sean chinos, sino porque son prisioneros de su ideología totalitaria.

¿Evolucionará esta ideología bajo el efecto del crecimiento económico y gracias a la llegada de una nueva generación a la cúpula del Estado? Hace diez años que los sinófilos de Occidente, mimados por el régimen de Pekín, nos anuncian esta evolución «natural» hacia la democracia. Pero, como no vemos llegar nada que se le parezca, el jurado del Nobel ha constatado la terrible estabilidad de la dictadura.

¿Vendrá el cambio del exterior de China? Occidente ejerce en China más influencia de la que los dirigentes chinos quieren admitir: China necesita legitimidad internacional para proseguir su expansión comercial. Si por casualidad su reputación se viera perjudicada hasta el punto de que los occidentales boicotearan todo lo que es Made in China, el «milagro» económico chino se vendría abajo y el Partido Comunista, que no tiene más fundamento que la tasa de crecimiento, perdería hasta su razón de ser. Por eso, el mensaje de Liu Xiaobo se dirige también a Occidente. Nos dice: «Dejen de confundir al Partido Comunista con el pueblo chino. Sepan que el partido no es ni el presente de China ni su futuro. Sepan que los chinos no son un pueblo exótico, sino que compartimos los mismos valores y que aspiramos exactamente a las mismas libertades que los occidentales». Unos días antes del anuncio del premio Nobel, Liu Xia me decía en Pekín: «Los disidentes chinos somos como los judíos en la Alemania nazi: nos persiguen, nos amenazan de muerte, y los occidentales no os percatáis de ello. Cuando hayamos desaparecido todos, será demasiado tarde para que os preguntéis qué nos ha sucedido y por qué no habéis intervenido antes». Al final, hemos escuchado: solo falta que no lo olvidemos.


Guy Sorman es ensayista

ABC - Opinión

Un Nobel contra la tiranía

La ceremonia de entrega del Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo fue ayer uno de los más importantes actos incriminatorios contra la tiranía china desde los sucesos de la plaza de Tiananmen de 1989. Nadie pudo recoger el galardón, porque su familia y sus amigos permanecen arrestados o retenidos. La imagen de la silla vacía en el Ayuntamiento de Oslo envió un mensaje al mundo sobre lo que es y representa el régimen comunista. La reacción de Pekín a la concesión del Nobel de la Paz, con una enorme hostilidad contra el galardón, Noruega y los países occidentales, demostró, en alguna medida, la debilidad de China, pero sobre todo el gran acierto en la elección en un Premio que no siempre ha estado a la altura. En el gigante asiático se intentó por todos los medios silenciar el acto, incluido el bloqueo en internet de cualquier mención al disidente y la censura de las señales de la BBC y CNN, e incluso el régimen chantajeó a distintos países con consecuencias comerciales para que no enviaran representantes a la ceremonia. Unos cuantos cedieron a la presión, aunque la mayoría de las naciones con embajadas en Oslo estuvo presente, lo que las dignifica.

La segunda potencia económica mundial ha logrado que sus evidentes y espectaculares progresos financieros ocultaran la cara más atroz del régimen, con la aquiescencia de una comunidad internacional plegada a los negocios comerciales con Pekín. Pero más allá del milagro económico, cada año grupos como Amnistía Internacional o Human Rights Watch compilan miles de violaciones de los derechos humanos en el gigante asiático. Con una corrupción estructuralmente instalada, las penas de muerte, los trabajos forzosos, los centros de reclusión clandestinos y la tortura están institucionalizados. La limitación de la libertad de expresión, las restricciones de acceso a internet y a telefonía móvil, la discriminación que sufren las mujeres, la violación de los derechos de los niños y de las personas con discapacidad, la prohibición de que los trabajadores constituyan sindicatos, el mantenimiento de penas de reeducación a través del trabajo, el excesivo número de delitos por el que se puede imponer la pena de muerte o la degradación del medio ambiente definen a un sistema político criminal.

Para Liu Xiaobo su delito fue ser uno de los autores de la Carta 08, un histórico manifiesto en el que los disidentes chinos denunciaron la dictadura y expusieron el programa para la construcción de la democracia en su país. Aquello le costó una condena de once años de prisión. Ayer, sus anhelos resonaron en Oslo con voz prestada: «En el futuro de China los derechos humanos estarán por encima de todo». No será fácil, mientras el Gobierno comunista someta con su poderío financiero demasiadas voluntades políticas, pero será imposible si el mundo no escucha y atiende a héroes como Liu Xiaobo. A miles de kilómetros de China, otra tiranía, la cubana, impidió ayer al disidente Roberto Fariñas recoger el Premio Sajarov a la libertad de conciencia que le dará el Parlamento Europeo el miércoles en Estrasburgo. Pekín y La Habana demuestran que la causa de la libertad es una batalla que debemos librar a diario.


La Razón - Editorial

¿Paraíso del dopaje?

Es esencial que la justicia indague y esclarezca los casos que empañan el deporte español.

¿Tendrá razón la creencia extendidísima en los círculos deportivos europeos de que España es el paraíso del dopaje? No es esta la hora, con la detención de la gran atleta española Marta Domínguez, acusada de pertenecer a una red de suministro de sustancias dopantes a otros deportistas, de indignadas protestas de inocencia, hijas del mero chovinismo, sino de hacer una limpieza a fondo en los establos de Augías del deporte español. El único mérito que cabe señalar en toda esta desgraciada historia es que son las autoridades españolas las que han puesto manos a la obra para erradicar esta lacra.

España había explotado en los círculos mundiales del deporte como una de las grandes revelaciones de las últimas décadas, en especial desde los Juegos de Barcelona en 1992. Fútbol, baloncesto, ciclismo, natación sincronizada, golf, tenis y atletismo son algunos de los deportes en los que el genio español ha resplandecido a justo título.


Pero hay un tumor maligno que parece concentrarse en la bicicleta y la pista. El triple ganador del Tour, Alberto Contador, se halla a la espera de una decisión de la Federación de Ciclismo sobre su presunto dopaje y es el enésimo ciclista que ha pasado por esa situación. Y con Marta Domínguez han sido detenidos o están en libertad con cargos Manuel Pascua, que revolucionó los métodos de entrenamiento del atletismo, Alberto García, que en hombres había conseguido parecidos éxitos a los de Marta Domínguez en 3.000 y 5.000 metros, y César Pérez, entrenador de esta última. Así, hasta 14 implicados. Y recordemos que el médico Eufemiano Fuentes, pieza clave de la Operación Puerto, que hirió gravemente al ciclismo, fanfarroneaba de que en su red no solo había ciclistas, sino también deportistas de otras especialidades. Este caso destapado en 2006 aún está pendiente de resolución y se espera que la fiscalía pida muy pronto penas de cárcel para al menos ocho de los 58 investigados, entre ellos el propio Fuentes, que ha sido toda su vida un apasionado del atletismo.

Llegados a este punto, no es posible andar con contemplaciones. Lo deseable es que Marta Domínguez y sus compañeros de viaje puedan defenderse de las gravísimas acusaciones que pesan sobre sus cabezas, sin duda por lo que hace a sus personas, pero sobre todo por el baldón inexcusable que incluso solo las meras acusaciones ya arrojan sobre el atletismo y el deporte español en general.

La medio fondista tenía previsto retirarse temporalmente para ser madre con la intención de volver para coronar su espléndida carrera con los Juegos de Londres en 2012. Poder hacer finalmente tal cosa sería la mejor noticia. Pero lo verdaderamente crucial es que se haga justicia y que nadie en el mundo de la competición pueda decir en el futuro que en España existen dos varas de medir. Una para el prójimo en el extranjero, y otra de puertas adentro.


El País - Editorial

Una represión carcelaria

Xiaobo entra a formar parte del "selecto" grupo de premiados a los que las dictaduras que los subyugaban también les impidieron salir del país: Carl von Ossietzky en la Alemania nazi, Andréi Sajarov en la URSS y Lech Walesa en la Polonia comunista.

Ayer se cumplieron dos años de la publicación de la Carta 08, un documento que fue suscrito por 303 intelectuales chinos y más de 8.000 ciudadanos para reclamar reformas a la autocracia asiática. En este documento podían leerse admoniciones tan peligrosas como que "los derechos del hombre no están concedidos por un Estado; toda persona nace con su derecho inherente a la libertad" o que "el camino que conduce hacia una vida mejor pasa (...) por dirigirnos hacia un sistema de libertad, de democracia". Entre los cambios concretos que se demandaban estaba la separación de poderes, una democracia parlamentaria, un poder judicial independiente, la libertad de asociación, la libertad de reunión, la libertad de expresión, la libertad religiosa, la protección de la propiedad privada o un sistema tributario poco invasivo.

Entre los firmantes de la Carta 08 se encontraba el activista Liu Xiaobo, quien sólo doce meses más tarde fue procesado y condenado a 11 años de cárcel por incitar a la "subversión" contra el Estado. En efecto, la condena nos recordó una vez más que todavía hay enormes zonas del planeta –no ya reductos marginados como Corea del Norte– donde hablar de libertad es una práctica contrarrevolucionaria: en este caso, un territorio tan vasto como para subyugar a más de mil millones de personas.

En octubre de este año, Xiaobo recibió el Premio Nobel de la Paz. No es que se trate de un galardón muy prestigiado, habida cuenta de que la lista de premiados incluye a personajes como Yasir Arafat, Kofi Annan, Jimmy Carter o Al Gore. Sin embargo, de manera muy ocasional el Parlamento noruego trata de lavar un poco su mala imagen y otorga el Nobel a personas que realmente lo merecen, como sucede con el caso de Xiaobo.

Pero la dictadura comunista china, tras dos años de encarcelamiento, no le permitió ayer que saliera del país y lo recibiera en Oslo. Su silla quedó vacía: ni siquiera pudo acudir a la ceremonia su esposa. Tal es el grado de la represión del Estado chino; como en Alemania del Este, se arroga la capacidad para decidir que individuos pueden escapar, siquiera transitoriamente, de sus garras.

Pero la lamentable reclusión de Xiaobo supone a su vez un segundo galardón cuya valentía todo el mundo debería reconocerle. Entra a formar parte del "selecto" grupo de premiados a los que las dictaduras que los subyugaban también les impidieron salir del país: Carl von Ossietzky en la Alemania nazi, Andréi Sajarov en la URSS y Lech Walesa en la Polonia comunista. Xiaobo no habrá acudido a Oslo, pero ha retratado a la perfección la voracidad liberticida del autoritarismo chino. Nadie debería de olvidarlo.


Libertad Digital - Editorial

Alarma improrrogable

La prórroga de la alarma es inaceptable. Vuelta la «normalidad», en un Estado de Derecho no cabe mantenerla de forma preventiva «por si acaso».

EL Gobierno a duras penas ha podido compensar las dudas de legalidad sobre sus decretos de militarización y alarma de la navegación aérea con los inmensos perjuicios que causaron los controladores aéreos a cientos de miles de ciudadanos. Pero, como quedó claro en el debate del pasado jueves, sus responsabilidades políticas por la gestión de este conflicto en los últimos meses no le han sido condonadas. Y tampoco va a poder escabullirse de una revisión escrupulosa de toda la argumentación jurídica que está esgrimiendo para, por un lado, perseguir penalmente a los controladores como sospechosos de un delito de sedición; y, por otro, justificar una prórroga del estado de alarma.

En cuanto a lo primero, resulta incomprensible que el Ministerio Fiscal no haya llevado a los tribunales a todos los controladores implicados y, en su lugar, esté tomando estériles declaraciones que solo consiguen dilatar la necesaria intervención judicial. La Fiscalía no puede tomarse su propia investigación como un pretexto para mantener sobre los controladores la espada de Damocles del delito de sedición, retrasando la toma del caso por los jueces competentes. Delito de sedición que, por otro lado, es de dudosa aplicación a los controladores porque castiga actos colectivos que impiden la aplicación de las leyes o el ejercicio de funciones públicas. Y en derecho penal no es admisible la analogía en perjuicio del sospechoso.

Por lo que respecta al estado de alarma, es evidente que no existe motivo para ser prorrogado. La ley de 1981, que regula los estados de alarma, excepción y sitio, ordena que estas situaciones excepcionales cesen en cuanto se haya restablecido la normalidad. Si los controladores están desarrollando sus funciones sin incidentes, el mantenimiento del estado de alarma no podrá fundarse en el temor a nuevos paros masivos, porque estas medidas excepcionales nunca pueden ser preventivas. La prórroga de la alarma no es una discrecionalidad política, sino que está sujeta a requisitos legales estrictos. El Gobierno, impotente, está confiando la paz aérea a la militarización y a la restricción excepcional de derechos individuales. El daño que causaron los controladores no es un cheque en blanco al Gobierno. Otra vez, el problema sigue siendo la inoperancia de un Gobierno que se resiste a aceptar que es él quien está en prórroga.


ABC - Editorial