viernes, 19 de noviembre de 2010

MinisTrini en 2.003

Video tomado en Madrid en el año 2.003 con declaraciones de la hoy Ministra de Asuntos Exteriores Trinidad Jiménez.


¡Lo que va de ayer a hoy!

Tamaño y responsabilidad. Por Fernando Fernández

El Gobierno no tiene capacidad para convocar un gran acuerdo nacional y se contenta con jugar al despiste.

CON las crisis se pierde el sentido común, la proporción de las cosas. Como además suelen producir cambios políticos, el debate racional se sustituye por el visceral. En las democracias maduras, esa tentación natural de la desesperación se ve coartada por la fortaleza de la hemeroteca y la sana tradición de exigir y rendir responsabilidades por las palabras y acciones propias. El mitificado Tierno Galván le hizo un flaco favor a la democracia española al establecer como verdad categórica que las campañas electorales están para decir estupideces y las promesas, para ser incumplidas. Aunque, bien mirado, no hacía más que extender a la democracia la vieja tradición latina de que las leyes están hechas para no ser cumplidas y para ser aplicadas solo a los enemigos.

Como subproducto de esa mentalidad, un candidato xenófobo y racista puede hacerse pasar por progresista y su partido seguir en el gobierno sin más pena que un pequeño titular crítico y sin que nadie le retire la palabra. Un ministro del Interior famoso por rasgarse las vestiduras ante un presunto ocultamiento y su consiguiente utilización política —digo presunto porque fue radiado en tiempo real— puede aceptar sin inmutarse la sesgada versión oficial de un gobierno amigo, siempre que no sea el español, y justificar la expulsión de testigos molestos, periodistas para más señas, alegando con total desparpajo razones de Estado, y nadie le exige lealtad a sí mismo. Una ministra de Cultura cuyo mérito principal consistió en resucitar el discurso sartriano de los intelectuales comprometidos puede transformarse en jefa de la Censura y pedir conocimientos antes de opinar a esos mismos intelectuales. La pérdida del sentido común no se limita a la izquierda, que se agita en un largo y truculento fin de régimen, sino que se ha contagiado a parte de la derecha, asaltada por las prisas. El vídeo-juego de los marcianitos emigrantes es mucho más que una estupidez, pero se despacha con juegos de palabras en la seguridad de que la sociedad española sabrá perdonar. Siempre he pensado que los políticos españoles estaban mal pagados. Empiezo a pensar que también ellos necesitan flexibilidad laboral para romper ese acuerdo tácito de bajos salarios y baja productividad que paraliza a la sociedad española.

Alguien se puede sentir defraudado porque este artículo no es un análisis de la crisis de la deuda soberana europea. Pero de hecho lo es, a mi manera. Porque se trata de una crisis de credibilidad. España es sospechosa de no aceptar las reglas de juego, de aplicarlas a voluntad, de escurrir el bulto a la hora de los compromisos y estar siempre presta en el momento del reparto. Obras son amores y no buena razones, nos dicen desde la puritana y calvinista Europa central. Contestamos con más argumentos vacuos, más promesas vacías, más juegos florales. Porque la realidad política española está atascada. Suponiendo que tuviera voluntad, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no tiene capacidad alguna para convocar un gran acuerdo nacional y se contenta con jugar al despiste y confiar en la lluvia. La oposición popular evita cualquier compromiso, instalada en la citada idea del viejo profesor. El resto de grupos políticos, nacionalistas o regionalistas, se limitan al «qué hay de lo mío». Y mientras tanto, el Tesoro español paga un 30 por ciento más por la deuda. Romper esta dinámica perversa exigiría elecciones inmediatas, pero los partidos confían en la escasa memoria de los votantes y en que España es un problema europeo y no podrá ser abandonada a su suerte. Justo lo que critican a los grandes bancos.


ABC - Opinión

Elecciones catalanas. Basura política. Por Agapito Maestre

Eso es, exactamente, lo que me produce la campaña política de Cataluña: repugnancia y hastío.

No me escandalizan los videos pornográficos de los políticos catalanes. Me aburren sus zafiedades. Quien quiere demostrar demasiado, como dijo el clásico, no demuestra nada. Lo peor siempre es el enemigo del mal. La propaganda de los partidos políticos, en Cataluña, ha conseguido eliminar cualquier pizca de pedagogía política para esta campaña electora. Parecería que todos se hubieran puesto de acuerdo para embarrar el ámbito público, pero creo que se trata de algo más grave: quieren matar tanto el espacio público como el privado. Tratan de reducirnos a escoria. Nada. El "ciudadano" ha desaparecido para esta gente; en su lugar, sólo existen máquinas rijosas, reprimidas, a la búsqueda de saciar su hambre con más represión sexual. Y política.

Una vez que el estadito catalán ha reducido el sexo y el amor, últimos reductos de la individualidad, a efluvios y malas babas de putas y golfos pretenden hacer lo mismo con el ámbito público. Y, ciertamente, lo ha conseguido, e incluso lo exportará al resto de España. Los electores en Cataluña son totalmente despreciados. Son menos que basura para los políticos de Cataluña; los electores ya no les sirven a los políticos ni como material de abono de la tierra que pisarán las futuras generaciones de "catalanes". La política ha desaparecido. El nacionalismo ha matado cualquier posibilidad de resolver problemas a partir de una pluralidad de posiciones políticas, o sea, de ciudadanos libres a la búsqueda de bienes en común.


En Cataluña, y pronto en toda España, todo será devorado y deglutido por la chabacanería del infecto nacionalismo catalán en cualquiera de sus versiones escatológicas. Los vídeos propagandísticos hacen un retrato exacto de la miseria política de Cataluña. Todos ellos no constituyen una narración penosa de lo real. Ojalá. Son espejos que reflejan de modo exacto la perversidad política instalada en Cataluña. Los vídeos de los partidos políticos de Cataluña son un asesinato de la política. De la democracia. La prueba de ese asesinato colectivo es que, cuando los periódicos han tratado de narrar algunos de estos crímenes o vídeos, con el ánimo de extraer alguna moraleja, se han encontrado al instante que el vídeo o crimen del partido de al lado era aún peor.

Todos los vídeos son infames. Insultantes. Aunque espero que ofendan a todos, incluso a los más entregados a la causa de estos "partidos políticos", sospecho que no será así. Es la tragedia de Cataluña. Y quizá el drama de toda España. De la "política" en Cataluña, en fin, se puede decir algo parecido a lo que dijo el maestro Paulhan de la pornografía: la narración de un asesinato sexual puede provocarnos algún sentimiento turbio, el detalle de una escena de alcoba nos deja algo de deseo. Sin embargo, "la narración" de diez mil coitos (la misma noche), y diez mil torturas apenas nos producen otra cosa que tedio o asco.

Eso es, exactamente, lo que me produce la campaña política de Cataluña: repugnancia y hastío.


Libertad Digital - Opinión

El tabú electoral. Por José María Carrascal

Se dan a los parados cursos de formación. ¿Quién pagará esos cursos cuando todos estemos haciendo esos cursos?

ESO de que las campañas electorales sólo sirven para insultarse y cometer majaderías no es totalmente cierto. Sin ir más lejos, la campaña electoral catalana, aparte de poner en evidencia la catadura de los candidatos, nos está permitiendo conocer cosas importantes, que explican lo que está ocurriendo a Cataluña en particular y a España en general. Por ejemplo, que bajo el Tripartito, los empleados de la Generalitat y empresas adjuntas han pasado de 140.000 a 226.000, 86.000 más, lo que significan 2.400 millones de euros anuales más sólo en sueldos. Y no se crean ustedes que todos ellos son personal educativo, sanitario o de la limpieza pública. Esos fueron los menos. El 60 por ciento de los nuevos contratados pertenecen a otras categorías, no del todo especificadas. ¿Cómo, se preguntarán ustedes, es posible ese dispararse de la contratación pública en tan pocos años? Pues la razón es muy sencilla: porque eran —son todavía— tres los partidos en el gobierno catalán y en España, la principal misión de los partidos de gobierno es colocar a sus afiliados y allegados en puestos que, con un poquillo de suerte, se convertirán de permanentes. «Oye fulanito —se dice al compadre que acaba de ser elegido para el ayuntamiento, la comunidad o el congreso de la nación— a ver si me colocas a mi hijo tonto, que el listo ya se las arregla por su cuenta». Y a la menor oportunidad, se le coloca.

Sí, los partidos son hoy los mayores «empleadores» que hay hoy en España. Lo único malo es que los empleos que crean no crean riqueza, al revés, la destruyen al dejar los presupuestos municipales, autonómicos y estatales vacíos y las oficinas del INEM llenas. Pero el Gobierno ha ideado la fórmula mágica para ello: se dan a los parados cursos de formación y pasan a ser trabajadores. De esta forma desaparecerá el paro de España por muchos que pierdan su empleo. Podría ser una de esas comedias absurdas de Jardiel que tanto nos han hecho reír. En la realidad, en cambio, no tiene ninguna gracia, pues ¿quién pagará esos cursos cuando todos estemos haciendo esos cursos?

Si las instituciones internacionales nos exigen ajustar nuestras cuentas, y todas las fuerzas políticas, comenzando por el gobierno, parecen haberlo aceptado, donde primero tendrían que meter el cuchillo sería en las gigantescas administraciones que hemos creado y en los consorcios, institutos, fundaciones, corporaciones, entidades y demás organismos parasitarios en torno a los partidos, sin olvidar a estos ni a la clase política, con los beneficios extra que reciben. Pero, amigo, en eso están pringados todos, razón de que ninguno lo incluya en su programa electoral ni lo mente en campaña. Es más barato el insulto y el exabrupto.


ABC - Opinión

PP. Mea culpa. Por Florentino Portero

La dirección del Partido Popular debería tener claro que no todo vale, que el hecho de que la alternativa sea más Zapatero no implica que les entreguemos nuestra libertad y futuro.

¡Quién me mandaría meterme a comentar política nacional con lo bien que vivía refugiado en el limbo de las relaciones internacionales, donde muy de vez en cuando un amable lector tiene a bien hacerme llegar sus opiniones! Reconozco que no estoy acostumbrado a recibir tantos correos y comentarios. Nunca antes tantas personas habían coincidido en poner por escrito que estaban en desacuerdo conmigo, en concreto que mi sugerencia de abstenerse en el hipotético caso de que el PP presentara alguna lista inaceptable es una solemne tontería. Es verdad, lo es. Mea culpa.

Hace algunas semanas anuncié en el programa de Federico mi intención de votar a Jaime Lissavetzky para el cargo de alcalde de Madrid. Sigo pensando, salvo que Rosa Díez me convenza de lo contrario, que es el mejor candidato y que, en consecuencia, conviene apoyarle. ¿Contradicción? En realidad no.


Cuando me referí a la opción de abstenerse lo hacía en sentido metafórico. Quería dejar claro que no siempre hay que votar todo lo que el PP nos propone, pero sin abrir el debate sobre adónde dirigir nuestras papeletas. El artículo en cuestión ocupaba dos caras a un espacio y no olvido los consejos/mandatos de Daniel Rodríguez sobre la necesidad de ser breve cuando se escribe en la red. Tras la bronca recibida, acuso recibo y entro en materia.

La dirección del Partido Popular debería tener claro que no todo vale, que el hecho de que la alternativa sea más Zapatero no implica que les entreguemos nuestra libertad y futuro, que por el hecho de ser PP nosotros no tenemos por qué suponer que lo van a hacer mejor. De hecho sabemos por experiencia que no siempre es así. Es bueno que el 22 de mayo hagamos llegar a Rajoy nuestra preocupación y allí donde consideremos que la lista presentada es una provocación votar a otra es indiscutiblemente el medio más directo. Seguro que incluso él se entera.

Lo que en realidad me preocupa es la tentación, patente en los comentarios y correos que he recibido, de crear un nuevo partido político que represente más fielmente el sentir liberal-conservador. Estoy decididamente en contra y por varias razones.
  1. Ya existe una fuerza liberal conservadora: el Partido Popular. Es verdad que ha sido refundado y que hoy no está en las manos más competentes, pero sería un error renunciar a reconquistarlo, a recuperar el partido vencedor, capaz y representativo de nuestros valores que José María Aznar creó. No les regalemos ese patrimonio, luchemos por él.
  2. En un sistema político como el nuestro crear un nuevo partido es extremadamente difícil, requiere de muchas energías, se encontrará con un boicot mediático y tendrá graves dificultades para estar presente en todas las comunidades. Al final estaremos haciendo el juego a los socialistas y a aquellos que hoy controlan el PP.
  3. Si se abre la veda volveremos al comienzo del ciclo: un abanico de pequeños partidos con un fuerte componente ideológico: conservadores, católicos, liberales, reformistas... que habrá que reunir en una Coalición Popular ¡Sólo nos falta Fraga en tirantes dando voces incomprensibles! Aznar demostró que era posible la convivencia en una sola formación equiparable a sus iguales europeas. No es tiempo de chiringuitos sino de grandes partidos dotados de organizaciones poderosas. Los retos que nos esperan requieren músculo y tamaño.
No estoy convencido de que podamos enderezar el rumbo del Partido Popular, pero creo que cualquier otra opción sería prematura.


Libertad Digital - Opinión

Ser español, ¿un orgullo?. Por M. Martín Ferrand

Cabe pensar que la visita de Gallardón es el primer acto de una función, comedia probablemente, de tres o cuatro.

EN uno de esos arrebatos que, de vez en cuando, convierten en desafío la razón de España, aparecieron en la luneta trasera de nuestros automóviles unas pegatinas en las que podía leerse: «Ser español, un orgullo». Suelen alarmarme todas las proclamas de entusiasmo y, más todavía, si promueven verdades mostrencas y halago a circunstancias que son, meramente, fruto de la casualidad. Personalmente soy español porque mi madre estaba en La Coruña cuando me dio por venir al mundo. De haber estado en Viena, ¿sentiría el orgullo de ser austriaco? Ser español, y que se regocije en serlo quien le venga en gana, es una carga y comienza a ser un aburrimiento. Es, además, una constante provocación de la clase política, sin grandes diferencias entre las del muestrario, a nuestra condición ciudadana. ¿No sienten ustedes vergüenza solidaria por la marcha, entre orgasmos de la propuesta del PSC y jueguecitos de video del PP, del proceso electoral de las autonómicas catalanas? Cuando pienso que esas campañas, muestra de canijismo intelectual y desprecio a la ciudadanía, salen de nuestros impuestos pienso que, de llevarla, tendría que cambiar la pegatina de popa de mi automóvil.

Creo que se puede incluir en la misma familia de provocaciones al contribuyente, la deuda y el modo de gestionarla que define el talento político, tan ponderado, de Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid. Su visita al presidente del Gobierno para tratar de convertirse en una privilegiada excepción entre los ocho mil y pico ayuntamientos de España puede ser clasificada, simultáneamente, como una torpeza y un reconocimiento de incapacidad. Para pedir, como ya nos enseñaron las virtuosas ordenes mendicantes, hay que vestirse de sayal, ceñirse el cíngulo de la penitencia y hacerlo para otros, nunca para uno mismo. ¿Fue el afán de lucimiento que tanto define al alcalde de Madrid el que le impidió recurrir al limosneo de La Moncloa sin pasar por las correspondientes federaciones de municipios, como parece más prudente y menos presuntuoso? Puestos a pedir, en un político tan jerarquizado como Gallardón, cuesta trabajo asumir que lo haga a video desplegado, sin tener el tanteo previo del éxito de su gestión. El endeudamiento de Madrid es temerario e insensato, pero ahí está, sin que el Gobierno ni el jefe de su partido hayan hecho nada por moderarlo y contenerlo. En consecuencia, y visto cómo funcionan las cosas en estos pagos en los que, cuando se juega al billar, se hace a más de 12 bandas, cabe pensar que la visita de Gallardón es el primer acto de una función, comedia probablemente, de tres o cuatro. ¿Dónde está el truco?

ABC - Opinión

Sahara Occidental. El tío de la pistola. Por Emilio Campmany

Aquí hay otros intereses más prosaicos y menos generales que proteger. Y Dios y Anson sabrán por qué han de emplearse en defenderlos el Gobierno, el Rey y él mismo.

El asalto al campamento saharaui levantado en las afueras de El Aaiún ha tenido la virtud de hacer que la prensa española contara lo que realmente es Marruecos. Lo que no consiguieron los intentos de entrar ilegalmente por la fuerza en Ceuta y Melilla, la humillación a las agentes españolas de servicio en la frontera o el homicidio de un adolescente saharaui, lo ha hecho la brutalidad con la que se han empleado las fuerzas del sultanato en el Aaiún.

Naturalmente, a la mayoría tan sólo les ha preocupado la aparatosa y torpe violación de los derechos humanos que los marroquíes han llevado a cabo en las carnes de la población saharaui. Sin embargo, tales atropellos se vienen produciendo desde hace más de treinta años. Ocurre que ahora lo han hecho tan burdamente que nadie, salvo el Gobierno español, ha podido seguir haciéndose el distraído.


Pero más allá de esas vergonzosas violaciones, la cuestión es, ¿por qué nuestro Gobierno y nuestro Rey han de doblar una y otra vez la cerviz ante el sátrapa marroquí? Luis María Anson nos explicó el martes que hay que llevarse bien con "la Monarquía de Mohamed VI", que reconoce que está "en los aledaños de la dictadura", para evitar que Marruecos caiga en manos del fundamentalismo islámico. Este argumento es una sandez. Vale para llevarse bien con cualquiera, pues siempre es posible imaginar a alguien peor que pudiera sucederle. Ocurrió con Hitler, que fue considerado útil para frenar el avance del comunismo y desencadenó una guerra mundial. Y ocurrió con Stalin, que fue tenido por una herramienta para acabar con el fascismo y lo que hizo fue someter a toda Europa Oriental. Y nosotros lo hacemos con Mohamed VI con la excusa de que sirve para conjurar el terrorismo islámico. Patrañas. Aquí no hay una sutil diplomacia encargada de desenvolver una complicada estrategia arduamente diseñada para defender intereses generales de los españoles. Aquí hay otros intereses más prosaicos y menos generales que proteger. Y Dios y Anson sabrán por qué han de emplearse en defenderlos el Gobierno, el Rey y él mismo.

Hay múltiples pruebas de lo que afirmo, pues todas las humillaciones a las que voluntariamente nos venimos sometiendo desde que Zapatero nos malgobierna son gratuitas e innecesarias. Ahora, voy a llamarles la atención sobre la penúltima. Si observan la foto de portada de El Mundo de este miércoles, verán en primer plano el severo perfil de un escolta del ministro del Interior marroquí mientras Rubalcaba y Taib Cherkaui departen amigablemente en la antesala del despacho del ministro. ¿Qué hace ahí ese tío? Si es del servicio de seguridad marroquí, llevará pistola, pues si no ¿de qué serviría? ¿Cómo es que se permite que un hombre armado, que no pertenece a las fuerzas de seguridad españolas, acceda hasta el despacho de nuestro ministro del Interior. ¿Se imaginan a un escolta de un mandatario extranjero acompañar a su jefe hasta el despacho oval de Obama? ¿Creen que a los guardias civiles que escoltan a Rubalcaba en sus viajes a Rabat se les permite acceder hasta el despacho de Cherkaui?

Si el ministro del Interior marroquí no se fía de la seguridad que le puedan prestar los guardias civiles de servicio en nuestro ministerio, las reuniones con Rubalcaba deberían ser en un lugar neutral al que cada uno acudiera con su propia seguridad. Todo es sencillamente indignante.


Libertad Digital - Opinión

La política es una fiesta. Por César Alonso de los Ríos

Nebrera utiliza la metáfora corporal de una toalla sobre la desnudez para atraer a no se sabe qué reprimidos políticos.

Llora Alonso y pierde «la roja» 4-0. Tan sólo resulta soportable la desolación del campo estos días de hojas muertas. En vano Salgado tratará de animarnos desde las TV con las diferencias entre la crisis irlandesa y la española. Segurado está escandalizado de que la UE recomiende subidas de impuestos al gobierno de Van Rampuy , y los más pesimistas dicen que España está a salvo del desastre total porque tal situación arrastraría al euro, o sea a la propia UE. Pero no es esta la razón por la que el único colectivo de españoles que no está «realmente» deprimido es la clase política. Esta no conoce ERE alguno ni depende de la publicidad. Vive días de fiesta y espera momentos pletóricos para el 2011 y 2012. Pierda quien pierda tiene compradores seguros. Estos días los políticos se lo están pasando en grande en Cataluña. En vano los comentaristas denunciamos como una condena este Estado «compuesto» que nos hemos dado y que va del autonomismo a la confederación. Pensado para resolver problemas se ha convertido él mismo en el más grave de todos. Nadie podrá corregir ya lo que es causa de disolución cuando fue inventado contra ella. Por el contrario, parece alimentarse con el empeoramiento progresivo. Cobra dietas para no caminar hacia el soberanismo y reclama esta salida para cobrar más. La situación es tan perversa que Puigcercós insulta a aquellas regiones que no reclaman la independencia. No a sus propios compañeros de nacionalidad, acusados de corrupción sistemática. Pide fiscales en Andalucía y Madrid cuando debería pedir jueces eficaces para CiU y el PSC. Mientras, Nebrera utiliza la metáfora corporal de una toalla sobre la desnudez para atraer a no se sabe qué reprimidos políticos. En este sentido es más directa Sánchez-Camacho al buscar estos entre los inmigrantes integrados. Racismo de pobres. La verdad es que es tan pobre la campaña que Ramoneda ha preferido hablar del Sahara aunque sea contra Rubalcaba.

ABC - Opinión

Cataluña. Pornografía política. Por Cristina Losada

El furor exhibicionista de esta campaña catalana hace resaltar, por contraste, el pudoroso cuidado con el que los grandes partidos cubren las carnes de la corrupción. Ninguno quiere desnudar al otro, no vayan a quedarse en cueros todos.



Qué ingenuidad la de Carmen de Mairena y María Lapiedra. La primera, una popular travesti, se presenta a las autonómicas catalanas con un programa que incluye la construcción de "follódromos" y de huertos ecológicos de marihuana. La acompaña en la lista un concejal de Reus que asiste a los plenos vestido de Elvis Presley. La segunda es una conocida actriz porno que Laporta le ha robado a Esquerra para convertirla en el icono de su proyecto político secesionista. Puro frikismo, sentenciaron algunos. Error. Las dos figuras del espectáculo han sido ya eclipsadas y desbordadas. Pasan desapercibidas, por moderadas, antiguas y centristas, en el peep show en que ha devenido la campaña. Debe de reconocerse, en su favor, que no era fácil superar en obscenidad al establishment.

El PSC se propone estimular a los electores con un vídeo que asocia el voto a Montilla con el orgasmo. A la vista de esa obra maestra de las Juventudes de su partido, el presidente de la Generalitat le concedió su aprobación si servía para combatir el desinterés del votante. Una opinión que no comparte una de sus rivales. En "el vídeo porno de Montserrat Nebrera", que es su carta de presentación, la ex diputada del PP avisa de que "en política no todo vale". Por ello, ha dejado el burka con el que posó no hace mucho tiempo por una simple y blanca, pero sugerente toalla. En medio de tal efervescencia programática sexual, el cartel de los desnudos Ciudadanos, otrora impactante, destaca por su timidez y su recato.

Es verdad que la política no transita siempre –casi nunca– por la senda de la razón, pero tanta apelación al sexo como definitivo argumento para el voto resulta singular y sintomática. Vendría a mostrar, una vez más, que la existencia de un único universo político de referencia, como es en Cataluña el nacionalismo, acaba por desterrar cualquier elemento de racionalidad de la política y liquida, finalmente, la política. Sucede en los regímenes de partido único, donde todo es política y, por tanto, no se puede hacer política. Suprimido su espacio, se extiende el apoliticismo y quedan los resortes primarios: los sentimientos y los instintos. El furor exhibicionista de esta campaña catalana hace resaltar, por contraste, el pudoroso cuidado con el que los grandes partidos cubren las carnes de la corrupción. Ninguno quiere desnudar al otro, no vayan a quedarse en cueros todos.


Libertad Digital - Opinión

No corráis que es peor. Por Ignacio Camacho

En una situación similar de colapso se largó Adolfo Suárez; a Rubalcaba se le está poniendo cara de Calvo Sotelo.

CUANDO el adalid del optimismo antropológico va al Parlamento a advertir que la situación económica va entre mal y muy mal sólo puede suceder que realmente esté aún peor y trate de prepararnos para la inminencia de una catástrofe. El presidente del Gobierno parecía ayer Adriano Celentano con su vieja salmodia de canción protesta: «La situazione económica no é buona, la situazione política non é buona, la situazione internazionale non é buona, la mia situazione non é buona». El tipo que negaba la crisis ha pasado a confesarse desbordado por ella; se ha saltado la fase pesimista para instalarse directamente en el victimismo. Y todo ello el día en que el «Financial Times», la Biblia de los mercados y de los especuladores, pronosticaba para el primer trimestre de 2011 el macrorrescate de España, una hecatombe financiera cuya escala dará al traste con el euro tras llevarse por delante los pocos dineros que nos queden en caja.

Lo lógico habría sido que después de una confesión tan tenebrosa Zapatero se hubiese hecho el harakiripolítico sin solución de continuidad, abdicando en la misma tribuna desde la que vertió su alarmante testimonio de impotencia. En una situación similar se largó Adolfo Suárez, convencido por sí mismo o en compañía de otros de que su permanencia en el poder era un problema. Parece urgente encontrar, dentro o fuera del PSOE, a alguien que al menos le oponga a la crisis un cierto ímpetu de resistencia. A Rubalcaba se le está poniendo cara de Calvo Sotelo, pero el presidente aún cree que la machadiana clepsidra de su mandato no ha volcado la última gota; pretende aguantar al menos hasta las municipales aunque sea bajo el protectorado europeo, que tal vez no desee unas elecciones anticipadas para que no incrementar la zozobra. Los bancos están desesperados porque nadie les presta un euro ahí fuera, y las empresas porque nadie se lo presta dentro. El Ayuntamiento de la capital del Estado amenaza con declararse en bancarrota —en realidad ya está en quiebra técnica— y la gente teme encontrarse cualquier día un corralito en la puerta de la caja de ahorros más próxima. En estas condiciones lo único que al Gobierno se le ocurre es pintar sin moverse del sitio una tormenta oscura e inminente como la de «La tempestad» de Giorgione; se ha convertido al realismo cuando ya no hay escapatoria. Nos están haciendo el cuerpo para que no nos sorprenda el anuncio de un desastre.

En realidad, el desastre ya ha ocurrido: consiste en que mientras el país se despeña la dirigencia política sólo piensa en términos electorales. Ese déficit de patriotismo y de generosidad es aún más grave que el presupuestario y es el que va a acabar costándonos la ruina, pero sólo saben decirnos que correr es peor. Es la advertencia que precede al sálvese quien pueda; el problema está en que la mayoría no podemos.


ABC - Editorial

Fin del «efecto Rubalcaba»

El impulso político y electoral que prometía el llamado «Gobierno Rubalcaba» se ha esfumado en apenas un mes. La velocidad a la que se ha deteriorado la credibilidad del nuevo gabinete ha sorprendido a propios y extraños y ha sumido, de nuevo, a la militancia socialista en una postración melancólica, como reflejan nítidamente las últimas encuestas. Nada queda ya de la euforia que suscitó en el PSOE aquella remodelación de Zapatero, al que los barones del partido apremiaron como catársis interna y con el propósito de remontar ante los próximos comicios. Si hace quince días algunos sondeos detectaban una cierta recuperación del voto socialista, el difundido ayer por Antena 3 y Onda Cero otorga una ventaja de 13 puntos al PP sobre el PSOE; es decir, Rajoy recupera la ventaja previa al cambio de Gobierno. De celebrarse ahora las generales, los populares obtendrían mayoría absoluta, con el 45,1% de los votos, frente al 32,1% de los socialistas. Del barómetro se desprende que el partido de Zapatero sufre un doble castigo: en forma de abstención de su votante tradicional y mediante una fuga hacia IU y UP y D. En suma, las expectativas electorales de los dirigentes socialistas sufren un duro revés, tanto más doloroso para ellos cuanto se había hecho ilusiones sobre su pronta recuperación. No cabe duda de que la crisis del Sáhara es la causa principal de un hundimiento que es mucho más profundo que un simple traspié. Ya no se trata sólo de que el Gobierno la haya gestionado con torpeza y a rebufo de Rabat, de forma humillante y deplorable. Además, tres peones clave, como Pérez Rubalcaba, Trinidad Jiménez y Ramón Jáuregui, han salido abrasados de las arenas saharauis: el primero, por extender la alfombra roja al responsable de la represión en El Aaiún; la segunda, por no haber dado la talla ante el primer envite serio que se le ha planteado como titular de Exteriores; y el tercero, por su conocimiento superficial del contencioso. Pero lo más dañino de todo, lo que traerá funestas consecuencias electorales para los socialistas es la deslealtad del Gobierno hacia la causa saharaui, que durante décadas ha sido una referencia moral de la izquierda y un icono de sus reivindicaciones, un acicate del voto y una bandera aglutinadora. Al afirmar Zapatero que en las relaciones con Marruecos priman los intereses sobre los principios, el secretario general del PSOE descargó una paletada de tierra sobre los moribundos anhelos del pueblo saharaui. Para la activa militancia socialista ha sido otra decepción más que añadir a la lista de frustraciones que encabezan el recorte de los derechos sociales, la huelga general y el aumento del desempleo. El conflicto del Sáhara ha reducido a cenizas el «efecto Rubalcaba» y ha puesto en fuga a los hombres fuertes del PSOE, empezando por José Blanco y terminando por Leire Pajín. Pero el vicepresidente primero es el peor parado y su prestigio acumulado, que en buena medida trae aparejado la cartera de Interior, ha sufrido un severa merma. La foto con su homólogo marroquí sin haberse esclarecido los hechos no será inocua. Es verdad que ha hecho de parapeto de Zapatero, pero eso no cotiza en política.

La Razón - Editorial

Cataluña, ese ejemplo de democracia avanzada

Esta campaña está siendo sorprendente para muchos, sí, pero no debería serlo. Cuando no está permitido discrepar, hay que emplear otro tipo de señuelos, y los que quedan son los irracionales.



Que la política no interese en Cataluña no es ya noticia. El partido único catalanista ha logrado que la región sea pionera en los niveles de abstención en las elecciones y hasta en la votación estatutaria, ese engendro anticonstitucional destinado a refundar la comunidad autónoma como nación, tan crucial –al parecer– para el bienestar de los catalanes. Las élites –políticas, empresariales, periodísticas...– han excluido del discurso aceptable la mera defensa del bilingüismo o la negativa a aceptar la demagogia del Madrid nos roba. En la actualidad, para ser un buen catalán hay que pensar una serie de cosas muy determinadas. La tiranía de lo políticamente correcto resulta allí especialmente cruenta.

El tiempo pasa, y las opciones radicales van ganando presencia por la desafección de unos súbditos que no encuentran razones para votar a quienes lo hacían. Como ha sucedido en numerosas ocasiones en las democracias, los extremismos crecen al ocuparse las principales opciones políticas de una realidad paralela de la que los electores se sienten ajenos. Al ser el nacionalismo la única política posible, la política de verdad va desapareciendo, y su lugar lo ocupan independentistas radicales, partidos de extrema derecha y un rango de lo más variado de opciones estrafalarias. ¿Por qué no hacerles caso, cuando todo lo demás es indistinguible entre sí?


El más reciente síntoma de toda esta deriva ha sido la proliferación de anuncios electorales de contenido sexual, que no se ha limitado a opciones insignificantes como la de Nebrera o Carmen de Mairena, sino que ha alcanzado incluso al PSC. Al contrario que la campaña de 2006 de Ciudadanos, en la que el desnudo era una forma de llamar la atención coherente con el mensaje que se quería transmitir, estos anuncios no son sino meras imitaciones de ese cartel colgado infinitas veces en los tablones universitarios en el que reza bien grande la palabra "sexo" para indicar a continuación, en letra mucho más pequeña, "ahora que hemos llamado tu atención, lo que queríamos decir es...".

Esta campaña está siendo sorprendente para muchos, sí, pero no debería serlo. Cuando no está permitido discrepar, hay que emplear otro tipo de señuelos, y los que quedan son los irracionales.

No debemos olvidar, en cualquier caso, que Cataluña es en esto una mera avanzadilla. Este es el camino del cordón sanitario, de la ausencia de alternativas dentro de la racionalidad, de la expulsión del discurso públicamente aceptado de todo aquello que no sea pensamiento único. Es aquí donde se quería llegar cuando se firmó el Tinell, este es el lugar donde la radicalidad extrema de Zapatero ha querido siempre llevar a España. Cataluña vive en su plenitud, en definitiva, la famosa "democracia avanzada". Que no es, ni ha sido nunca, democracia.


Libertad Digital - Editorial

La «chistera» social de Zapatero

La respuesta de Zapatero a la crisis oscila entre la impotencia frente al paro y la política de humo, proponiendo ahora una agenda social improvisada.

EL último discurso de Rodríguez Zapatero sobre la crisis oscila entre la impotencia frente al paro y la política de humo con una agenda social improvisada. Su participación en el pleno de ayer del Congreso de los Diputados retrató el estado del Ejecutivo, agotado de ideas y varado en una crisis de la que, con encomiable y tardía sinceridad, dijo Zapatero que hace reversible la débil recuperación de la economía española. Quedan canceladas las animosas previsiones que Mariano Rajoy se encargó de recordar a Zapatero, desistido ya de su optimismo antropológico. Y razones no le faltaron ayer mismo, después de que la OCDE anunciara una rebaja del crecimiento español para 2011 al 0,9 por ciento, cuando el Gobierno pronostica el 1,3 por ciento. Con esos porcentajes de actividad económica no solo no es posible crear empleo, sino que probablemente seguirá perdiéndose. Y lo que es más grave: reducen a papel mojado el proyecto de Presupuestos Generales para 2011.

La alternativa de Zapatero a la evidencia de que su Gobierno es incapaz de armar un proyecto económico fiable vuelve a ser una campaña de promesas sociales con resultados a largo plazo, lo que le exime de verificarse ante la actualidad de la crisis. El estancamiento del PIB, la caída del consumo privado y el aumento del paro encuentran réplica en propuestas heterogéneas que buscan confundir el debate político y social. Plantear la discriminación positiva de empresas dirigidas por mujeres, la atención personalizada a los parados o unas reformas legislativas (concursal, jurisdicción laboral, servicios profesionales) de eficacia incierta es la prueba de que la situación real del país se le ha ido de las manos al Gobierno. A falta de soluciones, Zapatero opta por propuestas que habrían sido útiles hace años, cuando no había crisis, pero entonces el Gobierno estaba instalado en la felicidad del rico heredero y solo quería dar buenas noticias con compromisos de gasto público disparado. Eso sí, no puede faltar la acusación al PP de estar en el origen de la crisis, como responsable de la burbuja inmobiliaria. Esta va a ser la cantinela de este fin de legislatura, junto con el carácter antisocial de la derecha, pero fue gracias a ese mercado inmobiliario, desbocado en términos financieros precisamente a partir de 2004, por lo que Zapatero podía presumir de un 8 por ciento de paro y de crecimientos de PIB superiores al 3 por ciento. Entonces, el éxito no era herencia del PP, sino mérito socialista.

ABC - Editorial