miércoles, 10 de noviembre de 2010

Aaiún. El pueblo saharaui, Zapatero y el PP. Por Agapito Maestre

Ante tanto arcaísmo no puede nada la modernidad de Europa; he ahí en el Sahara Occidental, en la persecución de seres humanos que no quieren someterse a una dictadura, una prueba más de la gran miopía de Europa.

Ante la salvaje actuación de la dictadura de Marruecos contra el pueblo saharaui, abandonado a su suerte por España hace muchos años, los limpios muchachotes del PP acusan de "flojo, inocuo e injusto" el discurso del Gobierno sobre el Sahara Occidental. Creo que sus críticas se quedan cortas. Muy cortas. Pero algo es algo. Pero no nos rasguemos las vestiduras. Aquí todos somos culpables. El dictador marroquí seguirá saqueando los asentamientos del pueblo saharaui. No le importa nada el número de muertos. ¡Cuántos más caigan en este saqueo, dicen quienes conocen las ambiciones sin medidas del jefe político de Marruecos, mejor! Se trata de dar un escarmiento, primero, a los afectados directamente; en segundo lugar, se le envía un recado a la comunidad internacional de que nadie podrá intervenir en el territorio de Marruecos; y, finalmente, se deja constancia de que el Sahara Occidental es, definitivamente, propiedad de Marruecos. Porque así lo ha querido la "historia" y los dos últimos dictadores de ese país. Eso es todo. Punto.

El resto es mala retórica. O peor, cobardía. Zapatero está donde siempre. Al margen. En su caverna sigue agazapado, escondido y a la espera de dar el último zarpazo al noble pueblo saharaui. Es el primer paso de los socialistas para entregar, posteriormente, Ceuta y Melilla a la misma persona que ya es dueña del Sahara. Después, naturalmente, vendrá el asalto a Canarias. Es menester seguir al pie de la letra la política Exterior de Marruecos. Estamos en la primera etapa de la última gran cesión, o mejor, entrega de lo poco que queda de España a Marruecos, que es, se mire como se mire, la primera potencia del Mediterráneo protegida por EEUU y Francia.

La cosa viene de lejos. Es menester, pues, recordar los datos básicos. En el año 1974, cuando murió Franco, el Sahara Occidental fue invadido por los marroquíes. Los franquistas permitieron tal invasión. La UCD tragó con el asunto. El PSOE legitimó el proceso. El PP miró para otro lado, aunque Aznar exigió el referéndum y auspició el Plan Baker. Y, ahora con Zapatero, la cosa es aún peor: ya no quedan ni palabras dignas de mención. Sólo cabe recurrir a la ONU y que nos dejen tranquilos con nuestra miseria. Y cobardía.

Valgan tres conclusiones de este trágico asunto. Primera. El nomos de la tierra del Sahara Occidental está impuesto por el rey de Marruecos. Segunda. No hay ningún rey en el mundo que tenga tanto poder como el de Marruecos. Tercera. Ante tanto arcaísmo no puede nada la modernidad de Europa; he ahí en el Sahara Occidental, en la persecución de seres humanos que no quieren someterse a una dictadura, una prueba más de la gran miopía de Europa. Europa tiene delante una cruel dictadura y no ve nada.


Libertad Digital - Opinión

Tragedia de equivocaciones. Por José María Carrascal

El Gobierno ni siquiera ha mostrado un apoyo moral a los saharauis, que es lo mínimo, y lo máximo, a su alcance.

CON el Sahara le ha ocurrido a Zapatero como con el resto de sus grandes planes (la negociación con ETA, el estatuto catalán, la crisis económica): que le ha estallado en la cara. ¿Quiénes eran los grandes amigos, los mayores defensores de los saharauis en España? Los socialistas sin duda. Pero ante la clara violación de sus derechos, lo único que sabe hacer la nueva ministra de Asuntos Exteriores es pedir calma. Y como no quiero cometer el mismo error que ella, me creo obligado, como testigo desde la ONU del entero proceso saharaui —Marcha Verde incluida— a contar unas cuantas cosas, que seguro no gustarán a muchos.

De entrada, que lo del Sahara ha sido una tragedia de equivocaciones por todas partes, empezando por España, que pensó que podía convertir el Sahara, primero, en una provincia española, luego, en una especie de estado asociado bajo su protección, para soltarlo en banda finalmente, cuando Marruecos demostró que estaba dispuesto a ir a la guerra por el Sahara y nosotros, afortunadamente, no.


Pero los saharauis cometieron un error todavía mayor al creer que su enemigo era España, cuando su verdadero enemigo era Marruecos. El Polisario fue creado por el Ejército español como escuela de dirigentes del futuro estado, cuando aquellos vistosos «procuradores» saharauis de las Cortes franquistas resultaron inútiles para la descolonización del territorio que pedía la ONU. Pero en sus prisas, los polisarios arremetieron contra España, favoreciendo los planes anexionistas de Marruecos, conduciéndoles a la situación en que están hoy, aunque algunos de sus dirigentes, al comprobar su enorme error, se han unido a Marruecos.

Para el resto, la situación no puede ser peor. Olvidados. Nadie se acuerda de ellos y Marruecos goza del respaldo occidental, empezando por el norteamericano y el francés, al ser uno de los pocos aliados firmes en el mundo árabe frente al fundamentalismo islámico. El desmantelamiento implacable del campamento de refugiados cerca de El Aaiún, justo cuando se iniciaba una nueva tanda de conversaciones sobre el Sahara en la ONU, ha sido una flexión de músculo marroquí para demostrar quién manda allí. Y ya verán ustedes cómo no hay condena, empezando por la española, cuyo Gobierno ni siquiera ha mostrado un apoyo moral a los saharauis, que es lo mínimo, y lo máximo, a su alcance. Pero la moral es tan ajena al Gobierno Zapatero como la verdad.

El único consuelo que nos queda es que también los marroquíes pueden haberse equivocado. Creyeron poder digerir el Sahara, pero se les está atragantando. Aunque tendrá que pasar mucho tiempo y ocurrir muchas desgracias antes de que el conflicto se resuelva. Si se resuelve.


ABC - Opinión

El Sáhara, un agujero negro del Gobierno Zapatero. Por Antonio Casado

El Sáhara es una muestra más del cinismo reinante en el campo de las relaciones internacionales, regidas por la ley del más fuerte en el tráfico de intereses. Como no es un descubrimiento inesperado, tampoco viene a cuento rasgarse las vestiduras. Pero si al menos la opinión pública es consciente del atropello marroquí al pueblo saharaui, consentido por la comunidad internacional, no todo estará perdido para la causa de la ley y los derechos humanos, aunque le faltará muy poco.

Cuba y Sáhara son asuntos de política nacional. Por razones históricas, los españoles son muy sensibles a todo lo que ocurre en estos dos rincones del mundo, tan distintos, tan distantes y tan queridos. Pero así como el Gobierno de España mantiene en Cuba un adecuado grado de implicación, que se corresponde con el pasado de una memoria común, en el tema del Sáhara Occidental se está malversando dicha memoria.

Se ha ido malversando a medida que la necesidad de llevarse bien con Marruecos iba engordando la coartada. La coartada ha engordado tanto que se hace insoportable la mirada distraída del Gobierno Zapatero ante el brutal asalto al campamento saharaui de Gdaim Izik y todo lo que le cuelga en materia de derechos humanos. Lo único que se le ha ocurrido a la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, es lavarse las manos y recordarnos que el problema es de la ONU.


Así, la ONU también forma parte de la coartada de España para eludir sus deberes en nuestra antigua provincia, que van más allá incluso de los que nos corresponden como antigua metrópoli del Sáhara Occidental. Qué menos que exigirle al vecino marroquí el cumplimiento del mandato de la ONU sobre un referéndum de autodeterminación, como paso previo para la descolonización del territorio. Pues ni eso.
«Cuba y Sáhara son asuntos de política nacional. Por razones históricas, los españoles son muy sensibles a todo lo que ocurre en estos dos rincones del mundo, tan distintos, tan distantes y tan queridos.»
Posición ambigua

Bien al contrario, la flojera de España se une a la de Estados Unidos y Francia. Ninguno de ellos está interesado en denunciar el incumplimento de dicho mandato. Y de ahí resulta el hecho consumado: la ocupación ilegal de un territorio por parte de un Estado miembro de la ONU. Este es el famoso elefante que se cuela en todas las negociaciones. Nadie quiere verlo, excepto los representantes de la parte ocupada.

La posición española consiste en apostar por el entendimiento de Marruecos y el Frente Polisario en el marco de la ONU, pero eso no es decir nada frente a tan flagrantes violaciones de los derechos humanos y la legalidad internacional. Es una posición ambigua, tibia, escurridiza y pragmática. Viene dictada por la política de buena vecindad y la necesidad de llevarse bien con el fuerte. El precio es dejar tirado al débil, que es el sino de las relaciones internacionales.

Respecto a los saharauis, ya lo único que practica el Gobierno de España es la caridad, que ahora se llama cooperación, en los famosos campamentos de Tinduff, donde unos 200.000 saharauis llevan 35 años esperando el retorno a su tierra. La misma que también Marruecos considera parte de su integridad territorial, lo que significa pasarse por el arco del triunfo el estatus jurídico del Sáhara a la luz de la legislación internacional. Recordemos una vez más: “territorio pendiente de descolonización” sobre el que Marruecos no tiene ningún título de soberanía.


El Confidencial - Opinión

ETA. "Sí, yo disparé". Por José García Domínguez

Al Reino Unido, la democracia más vieja de Europa, no se le apoya una pistola en la nuca impunemente. Nadie. Nunca.

Yo seguramente hubiera dado la orden de liquidarlos. Pero tuvieron suerte, el asunto dependía de González. Y por aquel entonces el One todavía no osaba firmar determinadas sentencias. Aún no. Así que conservaron sus vidas, tan preciosas, con tal de poder seguir destruyendo las del prójimo, tan insignificantes. Después, es sabido, entraría en escena la hez de la hez: Barrionuevo, Vera, Roldán, Sancristóbal, Amedo, Domínguez, Rodríguez Colorado. Quinquis de barra americana volcados en afanar hasta las mismas alfombras del Ministerio del Interior. Imposible, pues, toda coartada moral ante la náusea súbita, el asco irreprimible. Aunque eso, decía, fue más tarde.

"Sí, yo disparé", respondió en cierta ocasión Margaret Thatcher con la integridad personal que jamás conoció ni ha de conocer González. Y al punto se hizo el silencio. Callaron todos, igual laboristas que liberales y conservadores. Como en Pedro Navaja, la canción de Rubén Blades, "no hubo preguntas, no hubo curiosos, nadie lloró". Fue cuando las fuerzas especiales cosieron a balazos a varios terroristas del IRA en Gibraltar. Y es que al Reino Unido, la democracia más vieja de Europa, no se le apoya una pistola en la nuca impunemente. Nadie. Nunca. Por lo demás, no son los únicos. Perdida su Argelia tras la descolonización impulsada por De Gaulle, la Organización del Ejército Secreto se conjuró a fin de acabar con el presidente de la República, y no de una república cualquiera sino de la que inspiraron Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Los exterminaron. Literalmente.

Al modo y manera, por cierto, de Sarkozy y su norma de arrasar a cuantos bucaneros osen abordar naves francesas en cualquier mar del planeta. O como Israel, el único Estado de derecho en Oriente Medio. Los gudaris de Hezbolá y Hamás lo saben muy bien: ninguna aduana cómplice, la del Líbano por ejemplo, podrá obsequiarles ni inmunidad ni impunidad. Ninguna. Lo que reste en pie de la cúpula de Al Qaeda tampoco lo ignora. Estén donde estén, a diferencia de tanto Hamlet celtíbero, Estados Unidos nunca dudará ni un segundo en ir a por ellos. Nunca. Como nunca se sabrá seguro el albacea criminal del Mono Jojoy en las FARC, se esconda donde se esconda. O como... ¿Hace falta seguir? ¿A qué entonces tanta lágrima de cocodrilo?


Libertad Digital - Opinión

Un desencuentro inevitable. Por Florentino Portero

«Nuestra diplomacia, tan comprometida de palabra con el multilateralismo, incumplió sus obligaciones, cedió la administración a Marruecos y Mauritania, aunque no tenía competencias para ello, y situó la descolonización del Sahara en un callejón sin salida».

DE nuevo, cual Guadiana que se oculta y reaparece, nos encontramos frente a frente con una difícil situación en nuestras relaciones con el Reino de Marruecos, que en parte deriva de intereses contradictorios y en parte de nuestros propios errores. En esta ocasión es el tratamiento de la cuestión saharaui el que nos enfrenta al Gobierno de Rabat, un problema del que no podemos librarnos, por mucho que nuestras autoridades lo deseen.

España es la potencia administradora del Sahara, el Estado que se comprometió en Naciones Unidas a gestionar la descolonización de este territorio que durante años estuvo bajo su control. Aprovechando la debilidad institucional creada por la enfermedad y muerte de Franco, el entonces Rey Hassan II planteó un reto diplomático-militar en forma de Marcha Verde, una masa humana desarmada que se dirigió hacia el Sahara en defensa de la soberanía marroquí de aquel territorio. Los dirigentes españoles de entonces valoraron sus fuerzas y optaron por ceder, en la idea de que un enfrentamiento podía desestabilizar la de por sí compleja transición del franquismo a la Monarquía democrática. La pacífica convivencia entre los españoles, la definitiva superación de la Guerra Civil, aconsejaba el sacrificio de los derechos saharauis que, por otra parte, tantos quebraderos de cabeza nos habían provocado con sus actos violentos.


No sé si el enfrentamiento con Marruecos hubiera desestabilizado la transición, lo que es evidente es que España actuó indignamente. Nuestra diplomacia, tan comprometida de palabra con el multilateralismo y tan defensora de Naciones Unidas, incumplió sus obligaciones, cedió la administración a Marruecos y Mauritania, aunque no tenía competencias para ello, y situó la descolonización del Sahara en un callejón sin salida.

Para la Monarquía alauí, la anexión del Sahara es un objetivo fundamental y hará todo lo que esté en su mano para conseguirlo, más aún si tenemos en cuenta los sacrificios —diplomáticos, económicos y militares— que ha realizado a lo largo de estos años. Nadie, ni siquiera Argelia, está dispuesto a enviar una fuerza expedicionaria para rescatar el Sahara de las manos de Marruecos. Los márgenes de acción son por lo tanto estrechos y en ese pequeño espacio se ha movido nuestra diplomacia.

Para España es esencial mantener unas relaciones correctas y equilibradas con nuestros dos grandes vecinos del sur: Marruecos y Argelia. Con los dos tenemos una relación de siglos, de los dos dependemos para aspectos capitales de nuestra actividad: seguridad, emigración, aprovisionamiento de energía. Nuestros destinos están unidos. Necesitamos que ambos países sean prósperos y que colaboren con nosotros en el esfuerzo común de garantizar la estabilidad en la zona del Estrecho. La UCD, con diplomáticos como Marcelino Oreja y Juan Pedro Pérez-Llorca, desarrolló una política exterior en la que se reivindicaba la convocatoria de un referendo para que los saharauis decidieran su futuro, tal como estableció Naciones Unidas, al tiempo que se trataba de mantener una relación positiva con Marruecos y se aumentaba la dependencia energética respecto de Argelia.

La llegada del Partido Socialista al poder nos deparó uno de esos ejemplos de incoherencia a los que nos tiene acostumbrados. De una defensa extrema de la causa saharaui se pasó a una sorprendente comprensión de las posiciones marroquíes, en el marco de una reconstrucción de los Pactos de Familia por los que la diplomacia española se subordinaba a los intereses franceses. Con disciplina leninista, medios de comunicación que habían defendido una posición pasaron a comprender la contraria, al tiempo que depuraban sus redacciones de periodistas incómodos. Con Morán se colocó sobre la mesa el argumento de que era esencial para España la estabilidad de Marruecos, de lo que se derivaba que, de nuevo, los intereses nacionales requerían el sacrificio de la causa saharaui. De forma más discreta, un segundo argumento se fue imponiendo entre políticos y diplomáticos de izquierda: servir la cesión del Sahara como garantía de tranquilidad para Ceuta y Melilla.

José María Aznar retomó la posición establecida por Marcelino Oreja y buscó reequilibrar nuestra diplomacia en el Estrecho con una posición equidistante entre Argelia y Marruecos, mientras que la relación de dependencia respecto de Francia daba paso a una política más ambiciosa y autónoma. Del éxito de esa apertura da testimonio el apoyo internacional recibido por España ante la agresión marroquí en la crisis del islote de Perejil. El joven Rey comprendió que si quería mantener en el futuro pulsos de esa naturaleza con España necesitaba mejorar sus relaciones con Washington, tarea a la que se entregó aprovechando el renacer de un antinorteamericanismo primario con la llegada de Rodríguez Zapatero a La Moncloa.

El tándem Zapatero-Moratinos dio un giro radical a nuestra política exterior, prescindiendo de la posición autónoma y atlantista, volviendo al seguidismo de Francia y profundizando en el giro pro-marroquí inaugurado por González. Una política coherente con la vuelta a una posición pro-árabe en la crisis de Oriente Medio. Esta nueva diplomacia tenía varios costes inmediatos, el primero de los cuales era la renuncia a la defensa de los derechos humanos en nuestra acción exterior, entrando de nuevo en abierta contradicción con la retórica oficial. El segundo, derivado del anterior, el abandono de la causa democrática y la aproximación y defensa de regímenes dictatoriales o gobiernos autoritarios.

En el área magrebí la opción pro-marroquí supuso una crisis seria de nuestras relaciones con Argelia, así como un alza de los precios del gas, a manera de impuesto por nuestra infidelidad. La cesión ante las demandas marroquíes y nuestra debilidad en Europa convencieron a Estados Unidos de la inviabilidad de la causa saharaui. Mohamed VI ha fortalecido el vínculo diplomático con Washington en una región crítica para la potencia norteamericana, ha estrechado la colaboración en el terreno de la inteligencia y ha realizado importantes concesiones a las empresas de ese país.

El resultado es que nuestra diplomacia se encuentra más expuesta que nunca al chantaje marroquí, siempre dispuesto a utilizar la gestión de los flujos migratorios, del contrabando, de la pesca, el islamismo, el futuro de Ceuta y Melilla y el comportamiento de la población de origen marroquí en España como palancas para forzar voluntades, sobre todo cuando no hay disposición a la defensa de los intereses nacionales. Con Moratinos o con Jiménez la diplomacia española está al albur de los movimientos de la corte marroquí, obligada a justificar violaciones de derechos humanos o cualquier otra arbitrariedad.

Marruecos sabe quién es y qué quiere. Su estabilidad no está garantizada, pero no hay por qué pensar que la nuestra es mayor. Con Zapatero la diplomacia española ha venido a reflejar la crisis de identidad nacional, la falta de valores e intereses y la carencia de firmeza necesaria para ser alguien en política internacional. Nunca estuvimos peor desde la muerte del general Franco y no recuperaremos el pulso a menos que antes pongamos en orden nuestra política interior, condición sin la cual difícilmente podremos establecer unos objetivos claros en nuestra dimensión exterior.


Florentino Portero es Profesor de Historia de la UNED

ABC - Opinión

Eguiguren contra la memoria, la dignidad y la justicia

Según Eguiguren, "te olvidas de todo cuando estás negociando". Sobre todo –añadimos nosotros– cuando no te han sacado un hijo asesinado de los escombros y te has envilecido tanto como esa "paz" con la que auguras un triunfo electoral de tu partido.

A lo largo de su historia, han sido muchas y muy variadas las humillaciones que han sufrido las víctimas del terrorismo nacionalista en nuestro país. Pocas han sido, sin embargo, tan lacerantes y continuadas en el tiempo como las que han tenido que sufrir con la figura del histórico e irredento miembro de ETA, José Antonio Urrutikoetxea, alias Josu Ternera.

Primero tuvieron que ver cómo este etarra lograba en 1998 sentarse en el parlamento autonómico vasco para ser nombrado, poco tiempo después, miembro de su Comisión de Derechos Humanos. En 2002, gracias a las confesiones de otros etarras que lo situaban como "dirigente absoluto" de ETA en el momento en que se perpetró el atentado contra la casa-cuartel de Zaragoza, la justicia lo pudo acusar de haber dado la orden de provocar aquella matanza, en la que fueron asesinadas 11 personas –entre ellos, cinco niñas– y heridas 88, pero las víctimas tuvieron que ver cómo Ternera se daba la a la fuga. Desde entonces, la orden de prisión incondicional y la orden de busca y captura internacional dirigidas contra Ternera han sido algo peor que papel mojado: han sido un imperativo de nuestro Estado de Derecho que el Gobierno de Zapatero ha burlado con total impunidad y ante los condescendientes ojos de la práctica totalidad de la clase política y mediática de este país. Y todo en pro de una "paz sucia" por la que el presidente del Gobierno se comprometió públicamente a que "todo tendrá cabida, tenga el alcance que tenga".


Por lo visto, la humillación de las víctimas no ha sido, sin embargo, bastante y este domingo el presidente del PSE y emisario de Zapatero, Jesús Eguiguren, quiso darnos en televisión una imagen afable de esa bestia que –se supone– era y sigue siendo un prófugo de la justicia: "Me entendía bien con él", "comimos bastantes veces juntos, eso da pie a hablar de muchas cosas"; "somos de la misma edad más o menos, tienes hijos, en seguida conectas con ciertas reflexiones". Y es que, según Eguiguren, "te olvidas de todo cuando estás negociando". Sobre todo –añadimos nosotros– cuando no te han sacado un hijo asesinado de los escombros y cuando te has envilecido tanto como esa "paz" con la que auguras un triunfo electoral de tu partido.

Desde aquí nos solidarizamos con la querella que Voces contra el Terrorismo ha interpuesto contra Eguiguren por la nueva e intolerable humillación que han supuesto sus palabras. Sin embargo, no podemos ocultar nuestra escasa confianza en que su justa reclamación prospere: ni la Fiscalía ni el juez lo han citado para que colabore con esa orden de búsqueda y captura que existe contra Ternera. Se ve que no quieren apretar la agenda de quien, como Eguiguren, ya está muy ocupado prestando colaboración a la defensa de Otegi. Una nueva infamia del presidente del PSE que el PSOE, en clara complicidad con Eguiguren y con todo lo que significa, se ha limitado a calificar de "visión optimista (sic) que nosotros no compartimos".

Con todo, bienvenida sea esta querella como testimonio de la dignidad, memoria y justicia que merecen las víctimas y como muestra de resistencia cívica ante esa envilecida paz que pretende destruirlas.


Libertad Digital - Editorial

Perdido entre la «X» y ETA

González y Eguiguren han dicho lo que han dicho porque no hay un Gobierno respetable que les hiciera valorar los perjuicios de sus palabras.

CUANDO el PSOE dice que la estrategia del PP para llegar a La Moncloa en 2012 consiste en no hacer nada debería empezar a preocuparse de lo que pone de su parte para que este método de esperar y ver, que achaca personalmente a Rajoy, sea eficaz. Si el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, se burla de las instrucciones de silencio del partido y hace público homenaje a sus buenas relaciones con Josu Ternera, etarra fugado, y anuncia que ETA hará tregua definitiva en Navidad; y si Felipe González confiesa que tomaba decisiones que podían haber matado o no a etarras asumiendo el control de la guerra sucia, es porque dentro del PSOE hay gente a la que le resulta indiferente el futuro del actual inquilino de La Moncloa. Gente más numerosa de la que parece, porque ni Eguiguren es solo un «verso suelto» ni Felipe González un jubilado locuaz, muy «querido» por cierto por Pérez Rubalcaba y José Bono. Eguiguren y González han dicho lo que han dicho porque no hay un Gobierno respetable que les hiciera valorar los perjuicios de sus palabras en la imagen de Zapatero, hecha trizas por más que pueda interpretarse también que el afán de Rubalcaba o González es servir como escudo de protección del líder del PSOE y recibir golpes en su lugar.

Se decía que el problema del Gobierno era la mala comunicación de su política. Hecha la remodelación, se comunica muy bien que el problema es su mala política, y esta idea toma cuerpo cuando empiezan unas apariciones públicas que se manifiestan como aparentes soluciones para camuflar la debilidad de Zapatero, pero que se están saldando con fracasos estrepitosos. No hay otra explicación posible a que, en este momento, salgan a la palestra de forma tan cruda y temeraria las implicaciones de los gobiernos de González con la guerra sucia contra ETA y su reverso de las negociaciones políticas del Gobierno de Zapatero con los terroristas. La responsabilidad, en ambos casos, es exclusiva del PSOE, a través de quien ostenta la presidencia del socialismo vasco y de quien ha sido presidente del Gobierno desde 1982 hasta 1996. Las claves internas de este caótica situación del PSOE y del Gobierno pueden perderse en especulaciones sobre teóricas operaciones de acoso y derribo a Zapatero, o de encumbramiento de sucesores, o de supervivencia personal. Pero la suma de despropósitos en los últimos días demuestra que este Gobierno se mantiene solo porque Zapatero tiene la llave de las elecciones anticipadas.

ABC - Editorial