martes, 19 de octubre de 2010

¿Quién teme a la señora Merkel?. Por Hermann Tertsch

De ahí que ya hayan decidido que Merkel es malísima porque le sale mucho bien.

EN un país en el que se ha abolido, no ya el sentido de la responsabilidad, perfectamente inexistente en los gobernantes, sino la responsabilidad misma, hay necesidad perentoria de buscar culpables de nuestras desdichas. A ser posible lejos de aquí. Alemania no es un país geográficamente remoto, aunque lo sea en su desarrollo, solidez económica y decencia democrática que la alejan cada vez más de esta chalupa varada en el lodo del fracaso moral, el naufragio económico y la demagogia que es la España de Zapatero. Pero le vale a esa tropa de indocumentados que considera exótico todo lo que suceda fuera del patio zapateril. Quienes intentan presentar al presidente como una pobre víctima de los avatares internacionales del dinero, la codicia y la derecha, parecen haber encontrado ahora en Alemania el sustituto ideal de EE.UU. como adalid del mal. Washington, tan útil para estos menesteres mientras gobernaba el diabólico George Bush, dejó de prestarse desde que lo preside ese hombre tan bueno que se llama Barack Obama. Los más toscos de los trovadores mediáticos del Gran Timonel llevan ya meses quejándose de la perfidia de la canciller alemana Ángela Merkel. Además de democristiana, de por sí ya un serio delito para algunos, defiende los intereses de los alemanes y, por si fuera poco, esta señora fracasada según Zapatero, ha llevado al país al crecimiento sólido, a la caída del paro y a tal auge de la economía que empresarios y trabajadores ya casi no se acuerdan de la crisis. Esto es difícilmente tolerable para quienes por aquí intentan vendernos la milonga de que nuestros casi cinco millones de parados y nuestra quiebra general son producto de la fatalidad y la maldad ajena. De ahí que ya hayan decidido que, igual que Obama es buenísimo aunque le salga todo mal, Merkel es malísima porque le sale mucho bien. Y además la acusan de ser quien obligó al pobre Zapatero a imponer reformas y recortes y enfrentarle así a sus sindicalistas e izquierdistas extremos. Aunque también lo hiciera Obama. Y los dos con poco éxito porque tras los engaños y patrañas tan propias del Gobierno español, está claro que habrán de obligarlo a más reformas, si no quiere que la discusión sobre su posible exclusión de la zona euro comience a trasladarse del cóctel diplomático a la mesa de negociación. Pero los ataques a Alemania aumentan de tono. Ayer uno de los trovadores socialistas más sinuosos decía que «vuelve Alemania» y relacionaba este hecho con la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Ya sabemos que son capaces de todo, estas brigadas de la falacia de mañana, tarde y noche. Incluso de la infamia de sugerir no se sabe que veleidades a una jefa de Gobierno que defiende los intereses de sus ciudadanos igual que defiende una política europea que cuesta sumas ingentes a los alemanes. A unos contribuyentes que no saben por qué van a tener que pagar ellos el pato de los desaguisados griegos o españoles. En los últimos días ha escalado esta campaña hasta la difamación pura y dura con ayuda de la mentira. Todos los medios socialistas (TVE, RNE, etc.) tradujeron mal la intervención de Merkel ante las juventudes de la CDU para atribuirle una frase en la que decía que quienes no hablaran alemán no eran bienvenidos en Alemania. Lo que es rigurosamente falso. En realidad dijo todo lo contrario, que se esperaba de ellos que quisieran aprenderlo. Todo para llamarla xenófoba. Cabría pedirles a nuestros gobernantes que después de haber convertido a nuestro país en un lastre y socio indeseable, no lo erijan además en enemigo de quien ha sido siempre nuestro mayor aliado en Europa. Por coherente que sea con la herencia general que dejarán.

ABC - Opinión

Descomposición. Nuestro Balcanistán. Por José García Domínguez

Una carnicería ilegal, la que emprendió el compañero Solana sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo, ni al Consejo de Seguridad de la ONU, que en nada contrariaría al beato Zapatero.

Si algún día los europeos, cuantos se dicen de izquierdas como sus iguales de la derecha, consiguieran aprender algo de la fascinación garrula que les suscita todo lo yanqui, tal vez descubrirían la máxima que rige las relaciones entre naciones desde que el mundo es mundo. A saber, que los países no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes. Es ésa una enseñanza muy simple que, sin embargo, a la Europa posmoderna le resulta difícil asimilar. Instalada en su feliz quimera kantiana de la paz universal, se empecina en ignorar que la fuerza constituye el argumento único del orden internacional. Así, en su gozosa regresión a la infancia, Europa quiere olvidar en qué consiste la esencia misma del poder, algo que los norteamericanos no dejan de tener presente jamás, ni un solo instante, nunca.

Por eso, al final, tuvieron que ser los misiles de la OTAN, y no unidades del continente, quienes arrasaran a sangre y fuego el Estado-nación de los eslavos del sur. Al igual que por eso, mientras los últimos soldados españoles abandonan hoy la difunta Yugoslavia, en los mapas emerge una minúscula mancha soberana llamada Kosovo. Y es que el poder, bien lo sabe el Imperio –responda por Obama o por Tea Party–, consiste en lograr que los demás hagan lo que uno quiere e impedir que procedan como ese mismo uno no quiere. De ahí, Kosovo. De ahí, la connivencia pasiva del Ejercito de España, por entonces fuerza invasora en aquella provincia serbia, con la UCHK, la banda de criminales de guerra que proclamó su secesión ilegal.

De ahí, en fin, la necedad de un pobre país en descomposición que ofrenda sus fuerzas armadas para destruir la integridad nacional de otro. Un glorioso precedente jurídico que, en su día, cuando también llegue el turno de diseccionar el Balcanistán de la península Ibérica, le servirá con tal de suicidarse conforme a derecho (internacional). Por cierto, una carnicería ilegal, la que emprendió el compañero Solana sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo, ni al Consejo de Seguridad de la ONU, que en nada contrariaría al beato Zapatero. Ése mismo que acaba de sentenciar Chacón mediante: "Misión cumplida". Y tan cumplida, ya somos los siguientes de la lista.


Libertad Digital - Opinión

Democracia con decimales. Por M. Martín Ferrand

El 1,87 por ciento de los votos de las generales de 2008 permitirá a Zapatero sacar adelante los Presupuestos.

EN lo poco que de parlamentaria tiene la vida política nacional no suele lucir el ingenio dialéctico de sus protagonistas y, dentro de su escasez representativa, se trabaja con los decimales del oportunismo más rastrero, de espaldas a la intención de los votantes y con mecanismos más propios de una feria de ganado que de una Cámara en la que se venera y acata la voluntad nacional y ciudadana, el criterio de los contribuyentes. El cambalache que, sin mayores vergüenzas, han pactado el presidente del Gobierno de España y el del PNV junto con el establecido por Zapatero con el representante de Coalición Canaria, le aportan al PSOE una representación que supera el 43,97 por ciento de los votos emitidos en las últimas legislativas con el 1,19 que le «vende» el PNV y el 0,68 que le «alquila» CC. Visto en la distancia y sin llegar a la repugnancia democrática que podría producir el mercadeo representativo, el 1,87 por ciento de los votos emitidos en las generales de 2008 le permitirá a José Luis Rodríguez Zapatero sacar adelante los Presupuestos para 2011 y ponerse por montera, con un truco aritmético, la voluntad del PP, IU, CiU, UpyD, ERC y BNG. En la medida que la democracia sea un mero agregante aritmético estaremos en la legitimidad; pero, a nada que le exijamos unas gotas de sentido y sensibilidad, el pacto resulta obsceno.

Dado que no debe pedírsele a nadie lo que no tiene, José Luis Rodríguez Zapatero no puede brindarnos un gesto de elegancia democrática que, en su caso y dadas las graves circunstancias que afectan al Estado y a los ciudadanos, solo tendría dos formas posibles de ejecución: el mutis por el foro, bien fuera con la convocatoria anticipada de las legislativas o mediante su dimisión dentro del Grupo Socialista en el Congreso o, alternativamente, la generosa propuesta de un «pacto de Estado» para, con el PP, enfrentarse conjuntamente a una situación que es límite para el Estado, grave para la Nación e insufrible para los ciudadanos, especialmente para quienes no consiguen su primer empleo, están en el paro o subsisten con dificultades, pensiones misérrimas y subsidios limosneros. Resulta inmoral y atenta contra el bien general de España la anteposición que, unos y otros, hacen de los intereses concretos de sus partidos respectivos. Llegados al primum vivere, como hemos llegado, cualquier deriva filosófica o nostalgia ideológica resulta temeraria. España, hoy, necesita un Gobierno sólido, el respaldo representativo suficiente y la disposición ciudadana a salir de la situación que nos aflige. Todo lo demás oscila entre la irresponsabilidad y el buenismo.

ABC - Opinión

El Camino de Génova. Por Alfonso Ussía

Se abre un período confuso y difícil para el Partido Popular. El Camino de Génova tiene más peregrinos que el de Santiago o el de Santo Toribio, enclavado en el portento natural de Liébana. Se distingue a los peregrinos hacia Santiago o Santo Toribio por su decisión, su cansancio y sus mochilas. Los peregrinos a la calle Génova van mejor vestidos, encorbatados a lo Rajoy o descamisados a lo Moragas, y todos quedan felices y encantados después de abrazar al santo, que como Santiago, es gallego, barbado y nada proclive a mostrar sus cartas. Santiago en bronce, como el melancólico San Pedro de Roma, al que Rafael Alberti descubrió su hastío por los millones de besos que llevaba acumulados en sus pies. Y aquel Alberti, ateo en versión andaluza, le escribió unos versos portuenses en su «Roma, Peligro para Caminantes».
«Dí, Jesucristo, ¿por qué
me besan tanto los pies?
Soy San Pedro, aquí sentado,
en bronce inmovilizado.
No puedo mirar de lado,
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.
Haz un milagro, Señor,
¡déjame bajar al río!
Volver a ser pescador…
que es lo mío».

Pero el santo de Génova, el peregrinado, es de carne y hueso. Se mantuvo digno en la soledad del olvido, y no lo besaron. Pocos besos recibió de mi parte, y muchos fustazos. Los tiempos cambian. No se adivinan peregrinos hacia La Moncloa, aquel camino antaño abarrotado de laicos solicitantes. Se mezclaban los banqueros con los cineastas, y los constructores con los sindicalistas. «Es mejor en la distancia corta», decían arrebolados. Entre unos y otros, disfrazados, también peregrinaban vetustos etarras. «Es un hombre de paz», afirmó el visitado después de abrazar el visitante Otegui. Bombazo en la Terminal-4 de Barajas.

El pueblo intuye. Y ha cambiado el Camino de La Moncloa por el Camino de Génova. Los buenos olfateadores del poder, lo huelen a distancia. Saben que ni el vergonzante y vergonzoso pacto con los nacionalistas vascos puede sostener durante dieciocho meses al antiguo visitado. Y peregrinan a la calle Génova, con un inesperado arrebato de fe. El dinero y el poder nunca se equivocan.

Las agendas de los despachos genoveses parecen manuscritos de Cela, con su letra menuda y clara aprovechando hasta los márgenes. El peregrinado es también peregrino, y se mueve por todos los rincones de España. Gran decepción en los visitantes que se topan con su despacho vacío. En los restaurantes altos y medios, los dirigentes del Partido Popular han vuelto a ser los mejor tratados. Y los poderosos ya no reservan comedores privados para esconderse con ellos. Ahora se esconden con los gobernantes socialistas, y buscan restaurantes en el extrarradio, y aún más allá.


–Ministro, ¿te viene bien a las 2:30 en «La Perdiz» de Despeñaperros?–;
–¿no podría ser más cerca?–;
–lo siento, ministro; si me descubren contigo a menos de doscientos kilómetros de Madrid, se me cae el pelo-;
–bueno, bueno, lo que tú digas–.


Nadie por el Camino de La Moncloa. Tráfico denso por el Camino de Génova. Como en 1982, con Calvo-Sotelo gobernando y Felipe González recibiendo. Así es la vida.

La Razón - Opinión

Inmigración. Merkel y un fantasma útil. Por Cristina Losada

La voluntad de exhibir a los alemanes como inveterados xenófobos y a Merkel como un trasunto de Wilders, el nuevo Le Pen de los progres, ya ha hecho de las suyas en nuestra prensa.

La canciller alemana acaba de proclamar el fracaso del multiculturalismo y sólo en parte lleva razón. Ese derivado del relativismo cultural no se propuso trazar un marco de convivencia en sociedades con altas tasas de inmigración. Lo que sí ha pretendido, y en esa función está más vivo que nunca, es penalizar a Occidente. Ahí hay que reconocerle el éxito. El sentimiento de culpa, tan netamente occidental, ha pavimentado el camino al credo "multiculti", con su rechazo a nuestra civilización y su negación de la universalidad de sus valores esenciales. Circula, como saber convencional, que Occidente carga ¡en exclusiva! con un historial de abusos y genocidios, nada tiene que enseñar a los demás y debe de pagar por el horror infligido. En suma, todas las culturas, salvo la nuestra, son dignas de admirarse y preservarse.

Ese sustrato ideológico cimenta la indignación que despierta, de forma sistemática, todo intento de regular la inmigración y de integrarla, que es a lo que Merkel apuntaba. En seguida se levanta un rugido de acusaciones. A los europeos que confiesan dificultades con los inmigrantes, se los excomulga por racistas. A los políticos que propugnan alguna solución, se les condena por instigar la xenofobia y por electoralismo. Buscan el voto de la extrema derecha, se denuncia. Como si Europa estuviera plagada de camisas negras. Y como si la izquierda no pretendiera cosechar lo suyo al agitar el espantajo de un renacimiento del racismo y el fascismo. Más aún. La aparición de esos viejos fantasmas tiene, para la izquierda, la gran virtud de acallar cualquier debate racional sobre los remedios adecuados para los problemas que genera una inmigración masiva. Y es que en ese punto se nos presenta in púribus.

La voluntad de exhibir a los alemanes como inveterados xenófobos y a Merkel como un trasunto de Wilders, el nuevo Le Pen de los progres, ya ha hecho de las suyas en nuestra prensa. Ha difundido, incluso, un error de traducción lamentable a propósito del aprendizaje del idioma. La canciller no anunció que se echará de Alemania a quienes no hablen alemán "de inmediato". Pero la frase dará vueltas y alimentará el mito del desplazamiento de los conservadores hacia la extrema derecha. Nuestra izquierda siempre aspira a que sean idénticos. Si se excitara menos con sus propias exageraciones y pensara más...no sería ella misma.


Libertad Digital - Opinión

Puertas al mar. Por Ignacio Camacho

Zapatero ha regalado un mar a los nacionalistas canarios. La tierra sólo es del viento y el mar, de quien se lo trabaje.

A cambio de dos votos, dos, que necesita para apuntalar su último año en el poder, Rodríguez Zapatero ha regalado un mar a los nacionalistas canarios. No un mar de competencias, que también, ni un mar de inversiones: un mar sin metáforas, un mar con sus orillas y sus oleajes y sus mareas y su espuma, un trozo de Océano Atlántico que naturalmente no es suyo, ni del presidente ni de Coalición Canaria, partido al que hasta no hace mucho los socialistas consideraban el epítome de la corrupción. Y se lo ha regalado así, graciosamente, con generosidad, donosura, complacencia y buen talante, como esos seductores efectistas que prometen la luna a su objeto de deseo. ¿Queréis un nuevo estatuto? Pues tendréis un nuevo estatuto. ¿Queréis las políticas de empleo? Pues tomad las políticas de empleo. ¿Queréis la inspección de trabajo? Pues la inspección de trabajo enterita para vosotros, faltaría más. ¿Queréis también el mar? Pues el mar es vuestro, cómo no, servíroslo vosotros mismos, que lo nuestro es pasar a la Historia haciendo caminos sobre la mar. Qué es por ventura el mar, por qué fascina, se preguntaba Benedetti. Qué significa un mar de más o de menos en el marco feliz de un acuerdo de colaboración tan satisfactoria. Todo para vosotros, con sus peces de colores. Prestadme vuestros dos votos y quedáos con el mar, como si queréis ponerle puertas, que los puertos ya los tenéis también, y os los entregó Aznar, por cierto.

El llamado Mar de Canarias, formado por las supuestas aguas territoriales entre las islas del archipiélago, es una entelequia que forma parte del bucle melancólico del soberanismo isleño. No está reconocido por el Derecho Internacional ni figura en el Estatuto de Autonomía. Al comprometerse a su delimitación para que pase a formar parte de las competencias insulares, el Gobierno de España se va a meter en un galimatías jurídico de primer nivel, probablemente en un supuesto de nacionalización unilateral de aguas internacionales, que además equivale a reconocerle a un territorio autonómico rango de Estado propio. Minucias de leguleyos. Nada de eso parece importarle a un presidente capaz de despachar asuntos así en menos de un par de horas de cordial entente con el virrey canario. Si la nación española le parecía un concepto discutido y discutible, esto del mar archipelágico se le debe antojar un arcano tan abstracto como el sexo de los ángeles. En su concepto adanista de demiurgo no caben delimitaciones previas, ni fronteras preexistentes, ni tratados convencionales. Todo eso forma parte de un mundo mal hecho y mal repartido. La tierra sólo es del viento y el mar, de quien se lo trabaje.

ABC - Opinión

Menores desprotegidos

La violencia de género está conociendo estos días un salto cuantitativo, pero también cualitativo, ya que al número de víctimas adultas hay que sumar el de los niños que son asesinados junto a sus madres a manos de sus parejas. Ayer mismo, en Tarragona, fueron encontrados los cadáveres de dos niños, de unos tres y cinco años, junto al de su progenitora. Todo apunta a que el autor de los crímenes ha sido el marido, que ya había sido detenido anteriormente por malos tratos. En lo que va de año, al menos once menores –cuatro de ellos en lo que va de mes– han muerto como consecuencia de malos tratos en la familia. Las cifras aumentan escandalosamente si se cuantifica el número de menores que conviven habitualmente con el maltrato. Según la organización Save the Children, alrededor de 800.000 niños son víctimas de violencia de género en España, puesto que en sus hogares se ha instalado como una cotidianeidad más del día el maltrato hacia la mujer. Estamos hablando de un colectivo singularmente frágil y desprotegido que está en el epicentro de este drama, a menudo como testigos mudos de la tragedia.

Lo cierto es que la Ley Integral contra la Violencia de Género, además de ofrecer unos resultados decepcionantes –cabe recordar que ya se ha superado el número de víctimas de 2009 hasta llegar a día de hoy a 57–, tiene una laguna injustificable: si en algún momento el Ministerio de Igualdad se planteó algún tipo de ayuda que contemplase medidas específicas para los niños que viven en hogares estigmatizados por el maltrato, esa iniciativa se ha guardado en un cajón. El pasado 16 de octubre se desveló en La Razón que el departamento de Bibiana Aído había eliminado la partida de atención especializada a menores víctimas de violencia de género, una decisión que sólo se puede calificar como un error garrafal y que dice mucho de su incapacidad como gestora política de la violencia de género.

Desde el Ministerio de Igualdad, uno de los más propagandísticos de la historia reciente de España, siempre hay palabras y gestos para condenar la violencia de género. Sin embargo, falta claridad de ideas, presupuesto y tenacidad para erradicar esta tragedia social. Bibiana Aído y sus asesores tienen demasiados deberes pendientes que urgen ser solventados. Evidentemente, las cifras así lo demuestran: las políticas contra la violencia de género están mal enfocadas, puesto que, lejos de menguar el número de mujeres asesinadas, aumenta. Y, desde luego, cualquier medida contra este tipo de violencia debe contemplar a la infancia. No sólo por los niños que puedan morir, también por los cientos de miles que arrastrarán una secuela psicológica para el resto de sus vidas, puesto que las consecuencias de este tipo de delito en los menores alcanzan, si no se hace un trabajo riguroso de seguimiento, un impacto mayúsculo en su formación. Cabe recordar a Igualdad que los principales estudios psicológicos abundan en que las personas que son sometidas a la violencia de género en su niñez son potenciales maltratadores en su vida adulta. Es de desear que Igualdad demuestre de una vez por todas su voluntad política para priorizar esta lacra social que afecta a miles de inocentes cada año.


La Razón - Editorial

Pleno al quince por dos escaños

Este inexplicable hecho nos lleva a pedir nuevamente una reforma en el sistema electoral que imposibilite que pequeñas minorías regionales se conviertan en árbitros para la gobernabilidad de toda la nación.

José Luis Rodríguez Zapatero sigue con su huida hacia delante para escapar de lo que parece ya su inevitable sino: salir de la Moncloa por la puerta de trasera después de haber dejado el país hecho un solar. A la desesperada por ganar apoyos que le permitan retener cómodamente el poder hasta el último día de la legislatura ha cerrado dos pactos in extremis con dos formaciones regionales. La primera con el PNV por un puñado de votos, la segunda con Coalición Canaria por dos simples escaños que, sin embargo, son vitales para su tranquilidad parlamentaria, que es, en última instancia, de lo que trata todo esto.

A los nacionalistas canarios les ha hecho un apaño a la medida, lesivo para los intereses generales de España pero muy beneficioso para ambas castas políticas. Paulino Rivero se vuelve a las islas con todas sus demandas satisfechas, incluidas aquellas que el propio PSOE tiene paralizadas en Canarias como es el caso del nuevo estatuto regional. A diferencia del vasco, que descartó un pacto de legislatura insinuando que el PNV seguirá exigiendo prebendas, Rivero ha incidido en la estabilidad institucional que, según él, es imprescindible para superar la crisis económica.

El hecho es que acuerdos como el que Gobierno ha tomado en la última semana más que ayudar a superar la crisis la harán más duradera y penosa. No existe, como dijo Milton Friedman, nada parecido a un almuerzo gratis. Lo que los políticos canarios, vascos o catalanes se lleven de la caja lo harán a costa de otras regiones porque en política, a diferencia de lo que sucede en una economía libre, la riqueza sí es un bien dado. El manguerazo millonario de inversiones que Zapatero ha prometido para el archipiélago canario, algunas realmente curiosas como los 20 millones destinados a desarrollar el ferrocarril en islas como Gran Canaria y Tenerife, que nunca antes habían tenido este medio de transporte por su pequeño tamaño, tendrá que descontarse del haber de otras regiones donde sí que hay proyectos urgentes y necesarios esperando desde hace años.

Al margen de los multimillonarios regalos que Zapatero hace alegremente con el dinero de todos los contribuyentes, y que vienen a ser la dote matrimonial que acompaña al acuerdo, lo más difícilmente reparable de estos arreglos es el alto nivel de desvertebración nacional que conlleva la demagogia zapateresca. Así, si en el pacto con el PNV hubimos de asistir al rebautismo de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa por topónimos inventados por Sabino Arana, en el que ha suscrito con Coalición Canaria contemplamos cómo las aguas interinsulares pasan a ser conocidas, al menos a título interior, como "aguas canarias". Se desconocen aún las derivaciones legales de esa nueva denominación y si en algo se diferencias de las del resto de España.

Tras esta patética maniobra para amarrarse a la poltrona, lo que trasciende es bastante menos importante que lo que no lo hace. El estatuto canario, por ejemplo, podrá reanudar su marcha con nuevas exigencias y peticiones expresas de trato favorable a costa de otras regiones del país. Eso quedará para el próximo año y se habrá conseguido con sólo dos escaños de los 350 con los que cuenta la Cámara Baja.

Este inexplicable hecho nos lleva a pedir nuevamente una reforma en el sistema electoral que imposibilite que pequeñas minorías regionales se conviertan en árbitros para la gobernabilidad de toda la nación. Y si eso no es posible, al menos que se alcance un acuerdo de Estado entre los dos grandes partidos para frenar esta absurda sangría de legitimidad y competencias que está acabando con la administración central, la única en la que todos los españoles podemos mirarnos de igual a igual.


Libertad Digital - Editorial

Bienestar en peligro

El bienestar generado por la economía social de mercado alcanza ya el límite de sus posibilidades. Es preciso actuar con sentido de la responsabilidad.

LOS graves incidentes en Francia con motivo de la reforma de las pensiones que impulsa Nicolas Sarkozy son algo más que una protesta callejera contra una medida concreta: está en cuestión el futuro del Estado de bienestar, porque la crisis económica ha hecho saltar todas las alarmas sobre un sistema que se sostenía con dificultad en tiempos de bonanza y que ahora es incapaz de cumplir con las expectativas suscitadas. El llamado «estado social» ha cumplido una etapa positiva para la estabilidad socioeconómica en la Europa de la segunda posguerra. Sin embargo, ya la crisis de los setenta puso de relieve que los recursos nunca son suficientes para atender todas las necesidades y que el desmedido intervencionismo del Estado genera un exceso de burocracia y déficit público. Ahora, las circunstancias son dramáticas, ya que afectan a elementos determinantes, como las pensiones, y pronto podrían alcanzar a las prestaciones sanitarias o educativas que definen la sociedad del bienestar. Sarkozy afronta con valor un problema complejo frente a una reacción sindical que prefiere seguir mirando a corto plazo, sin atender a las consecuencias futuras. El bienestar generado por la economía social de mercado alcanza ya el límite de sus posibilidades. Es preciso actuar con sentido de la responsabilidad desde todos los frentes —político, empresarial y sindical— para racionalizar el sistema y ofrecer soluciones realistas. En España, Rodríguez Zapatero actúa tarde y mal, con una evidente falta de convicción en las medidas que se ve obligado a adoptar, porque le han sido impuestas desde las más altas instancias internacionales. Si no fuera presidente del Gobierno, es más que probable que ejercería una oposición sin límites contra esos mismos recortes. No basta con subir los impuestos un día sí y otro también, ni con hacer declaraciones voluntaristas sobre una luz al final del túnel que no se atisba por ningún sitio. Por supuesto, hay que atender a las señales de alarma sobre el déficit público y tomar las medidas adecuadas. En todo caso, el problema va más allá de una coyuntura particular, puesto que se trata de hacer viables el presente y el futuro de muchos millones de ciudadanos, para lo cual es urgente realizar una correcta evaluación de las necesidades y de los recursos disponibles.

ABC - Editorial