domingo, 19 de septiembre de 2010

Sana envidia. Por José Maria Carrascal

Los gibraltareños construyen un complejo que competirá con la Costa del Sol. Sin que el Gobierno haya dicho ni pío.

Tengo que reconocer que siento envidia de los marroquíes en un punto: en la firmeza que defienden sus intereses, incluidos los más discutibles. Melilla, por ejemplo. No sólo reclaman la ciudad española desde hace 513 años, sino que movilizan todas sus fuerzas políticas y sociales para hacerse con ella. Ahí tienen las manifestaciones, provocaciones, protestas que escenifican continuamente ante las puertas de la ciudad. Y no hablemos ya de cuando el derecho les asiste. Los guardacostas marroquíes están expulsando de las aguas frente a sus costas a las embarcaciones melillenses que se acercan. «¡A bañarse a otro sitio!» les dicen.

¡Qué diferencia con nuestra actitud hacia Gibraltar! Los gibraltareños no sólo se bañan en las playas españolas, sino que están construyendo instalaciones en la ladera este de la Roca, para montar un complejo que pronto competirá con los de la Costa del Sol. Sin que el Gobierno español haya dicho ni pío. ¿Cómo va a decirlo si el propio Ministro de Exteriores negocia con los líderes gibraltareños y les ha hecho una visita oficial? ¿Cómo no van a creer que tienen luz verde para cuanto les apetezca en España, tanto si es para bañarse en sus aguas como para ampliar su perímetro en ellas o para entrar sin permiso judicial en una vivienda de San Roque, como ha hecho su policía, en busca de objetos robados en la Roca, mientras se ordena a las patrulleras españolas que no se acerquen al puerto gibraltareño en la persecución de contrabandistas y narcotraficantes, «para no crear incidentes»?

Posiblemente estemos ante el segundo mayor vicio del Gobierno Zapatero (el primero es mentirnos cada lunes y cada martes): la poca entereza que tiene para defender nuestros intereses, sea ante nuestros socios comunitarios, sea ante los piratas somalíes, sea ante los secuestradores saharianos, sea ante los ingleses y gibraltareños, sea ante los matones hispanoamericanos. Debilidad que se traduce al interior, sobre todo con los nacionalistas periféricos, a los que igual promete el estatuto que le pidan, que les compra a peso de oro sus votos en el Congreso, como va a ocurrir al debatirse los próximos presupuestos generales del Estado. Nada de extraño que nuestro déficit alcance ya más de la mitad de nuestro PIB. ¿Cómo vamos a salir de la crisis endeudándonos de esta forma? ¿Cómo van a respetarnos aquellos que sólo buscan esquilmarnos? ¿Cómo vamos a salir del pozo en que nos encontramos con un presidente sólo interesado en mantenerse él, aunque sea al precio de hundir, no ya el país, sino su propio partido, como le está ocurriendo PSOE?
Ahora comprenderán ustedes mi sana envidia hacia Marruecos en este punto.


ABC - Opinión

Política. Cabriolas Zapatero. Por Humberto Vadillo

Es preciso, sin embargo, que anuncies ya que tu Gobierno y tú mismo os sumareis a la huelga general contra el Capital, la Salgado y Rajoy.

Este es un artículo destinado exclusivamente a su lectura por el presidente Zapatero. Si no es usted Zapatero, por favor no siga leyendo. Si es usted de Moncloa por favor avise a Zapatero, de que le estoy llamando al móvil pero no me lo coge. Que me llame cuando pueda. Pero no más tarde de las nueve, que ceno pronto.

Estimado José Luis,

Me cuentan que has dedicado este verano a la lectura de los volúmenes de Murakami. De alguno de ellos, al menos. No dudo de que algún día haber leído De qué hablo cuando hablo de correr bien podría resultarte útil, sin embargo quisiera llamar tu atención sobre un autor y un libro cuya frecuentación asidua podría serte beneficiosa estas procelosas semanas que se te vienen encima como a una mariposa un practicante de Sumo.

François Robichon de la Guériniere, Ecuyer du Roi y jefe de doma en las Tullerías de Luis XIV publicó en 1733 Escuela de Caballería, auténtico fundamento del arte de la doma en el que a un tiempo codifica y renueva los modos de adiestramiento de la Escuela Española de Equitación.


La parte fundamental de la obra y la que encarecidamente te recomiendo, José Luis, es la segunda, en la que se detalla el método de entrenar a los caballos dependiendo de los diferentes fines a los que serán destinados.

Los movimientos básicos que puedes aprender en este libro son los siguientes. Practícalos con ahínco, que un día tal vez te salven la vida.

En la "ballotade", oh José Luis, cuando veas acercarse la fusta amable de Iñigo Urkullu te apoyas sobre las manos saltando hacia delante mientras alzas las piernas traseras bajo los cuartos antes de posarte en el suelo sobre las cuatro extremidades. No es difícil y es muy hermosa ya que al final del ejercicio, si lo has hecho bien, te aprueban los Presupuestos y sigues un año más de jefe del BOE. El PNV por su parte aparentemente consigue la transferencia de las "políticas activas de empleo" pero además, en plica cerrada aparte has de darles la seguridad de que Batasuna o Nekanesuna podrá presentarse a las elecciones: ellos mantendrán el poder en Ayuntamientos y Diputaciones y en su momento rodará la cabeza de Patxi López y volverá el País Vasco a la normalidad de las cosas y el PNV al poder.

Para hacer la "Courbette" te levantas sobre las piernas posteriores y recoges las anteriores, extendiéndote en toda tu altura, la impresión es notable pues ahí quedas tu, enorme y piafante y como la Trinistra no le gane a Tomás Ynodigomás harás menester de toda tu talla para que no se te empiecen a rebelar barones, vicebarones y mequetrefebarones hasta en Valdebernardos. No hay nada que abra el apetito de la manada como la contemplación del macho alfa herido. Una exhibición de la "Courbette" y se quedarán tranquilos hasta la siguiente ejecutiva.

En la "Cabriola" te extiendes hacia delante en el aire mientras das una enérgica coz hacia atrás con ambas piernas. Una sabia utilización de esta técnica te permitiría encabezar la manifestación sindical del día 29 de septiembre sosteniendo con los dientes la pancarta contra la reforma laboral con Toxo a un lado y Méndez a otro. Es preciso, sin embargo, que anuncies ya que tu Gobierno y tú mismo os sumareis a la huelga general contra el Capital, la Salgado y Rajoy.

Finalmente, quizá el más hermoso y útil, la "Croupade", te permite saltar verticalmente con tus cuatro extremidades dirigidas hacia el vientre. Esta treta te puede resultar enormemente útil caso de que por un azar maldito no te aprobaran los presupuestos, Trini no batiera a Tomás o al final te caiga encima la huelga general. En ese caso, escúchame José Luis, sería muy posible que quienes consideras tus más allegados intentaran desjarretarte y este salto, convenientemente repetido cada vez que te cruces con Blanco, Rubalcaba u otros imposibles metafísicos por los pasillos de Moncloa puede depositarte sano y salvo en la orilla de las próximas elecciones.


Libertad Digital - Opinión

Postzaparerismo (I): El debate. Por Ignacio Camacho

La irrupción natural del término «postzapaterismo» certifica la percepción de una atmósfera terminal de fin de ciclo.

SI hay algo que moleste a un líder es que le madruguen el debate de su propia sucesión; los típicos movimientos de toma de posiciones que se suelen producir en torno a un político en desgaste suponen un desafío para su capacidad de marcar las pautas del relevo y una forma de anticiparle la fecha de caducidad. Por eso la irrupción en la opinión pública del término postzapaterismo provoca en el presidente y su entorno un inevitable desasosiego ante la evidencia de un clima interno de final de ciclo. Sin embargo, la naturalidad con que el concepto se ha instalado en la dirigencia socialista certifica la percepción colectiva de esa atmósfera terminal, que presagia la evidencia de un cambio de liderazgo a medio plazo y domina no sólo las estrategias de los miembros más señalados de la nomenclatura del PSOE sino también, de forma cada vez más notoria, las del propio Zapatero.

En este momento, la sensación de derrota irremediable domina de un modo mayoritario, casi unánime, la perspectiva electoral del Partido Socialista; sólo el presidente conserva un cierto margen de optimismo y autoconfianza basado en las patentes reticencias que aún despierta el perfil de su oponente. Pero el diferencial creciente de las encuestas impone cada vez más la aceptación de la idea de que ni siquiera los defectos de Mariano Rajoy como candidato pueden frenar el vuelco ante la aceleradísima erosión sufrida por un Gobierno en barrena. Así las cosas, y dado que Zapatero conserva la potestad unívoca de decidir sobre sí mismo, la duda entre los barones y jerarcas del PSOE oscila entre la posibilidad de que el líder adelante los acontecimientos abriendo un proceso sucesorio después de las municipales de junio o espere a consumar su propia inmolación presentándose de nuevo a un improbable tercer mandato.

Los más optimistas apostarían sin ambages por la primera fórmula, desde el convencimiento de que sin Zapatero existe una posibilidad de dar la vuelta a los pronósticos. Un nuevo candidato, piensan, dejaría a Rajoy como figura del pasado y tendría la posibilidad de volver a ilusionar a los votantes desencantados, mientras que un revés electoral podría suponer hasta ocho años de travesía del desierto. Los movimientos actuales de Blanco y Rubalcaba en torno a las primarias de Madrid y Valencia, y los de algunos dirigentes autonómicos comprometidos en su propia renovación, parecen apuntar al deseo de que un relevo anticipado no les tome a contrapié; si ese melón se abriese a partir de junio cualquier aspiración tendría que contar con la confianza del presidente. Si, por el contrario, el proceso ha de esperar a 2012, tras las generales, podría volver a suceder un big-bang como el que aupó a Zapatero, una confrontación tan abierta como imprevisible marcada por el estado de ánimo de una derrota con desalojo del poder incluido.


ABC- Opinióna

Gestionar la inmigración

La polémica creada tras la decisión del Gobierno de Nicolas Sarkozy de expulsar del territorio francés a inmigrantes en situación ilegal, responsables a su vez de actos delictivos, ha traspasado las fronteras galas para afectar a toda Europa y ha reactivado el debate no resuelto sobre los flujos extranjeros incontrolados y la libre circulación de los ciudadanos comunitarios. En nuestro país, la inmigración es un asunto de honda complejidad, que ha sido abordado tradicionalmente por la izquierda con una enorme carga de demagogia y ventajismo. En la controversia actual, sin embargo, el presidente del Gobierno ha abandonado el discurso políticamente correcto habitual para respaldar sin fisuras las medidas del presidente francés y alinearse así con la posición común de los gobiernos europeos. Zapatero admitió que cada país tiene derecho a poner mecanismos dentro de la legalidad para solventar sus problemas de seguridad.

Este ataque de realismo, del que nos felicitamos, quedó en suspenso después de conocer que el PSOE presentó una propuesta de condena a la estigmatización de los gitanos. Este deambular errático, improvisado y contradictorio es precisamente lo contrario de lo que demandan los retos de la inmigración. La iniciativa de Sarkozy tiene por encima de otros el mérito de haber abordado la controversia en lugar de haber mirado para otro lado, como ha sucedido en España durante los últimos años. La Administración socialista creó un problema con la inmigración donde no lo había, con su equivocada política de regularizaciones masivas que activaron un efecto llamada perjudicial. Desde entonces, lejos de reconocer los errores y sus consecuencias, el Gobierno ha optado por negar las dificultades y no gestionar el fenómeno.

Desde luego, el fin de las políticas migratorias no puede ser estigmatizar ni señalar ante la sociedad a colectivo alguno, pero resulta inútil y muy negativo dar la espalda a los conflictos derivados de la falta de integración, los guetos, la marginalidad y la delincuencia que padecen hoy nuestras principales ciudades. Sarkozy no ha demonizado a la inmigración, porque, entre otras cosas, Francia ha sido extraordinariamente tolerante y generosa con los llegados de fuera, sino que ha actuado contra un problema de orden público y delincuencia. Y ése ha sido un ejercicio de responsabilidad, con sus aciertos y sus errores, que se debería imitar.

En España, la inmigración ha aportado indiscutibles beneficios para el país. La mayoría de los extranjeros ha sido gente honrada y trabajadora, comprometida con la prosperidad y el bien común. Pero sería irresponsable negar la existencia de una bolsa creciente de extranjeros que se mueven en la exclusión, la criminalidad y la marginalidad delictiva, contra la que no se puede seguir de brazos cruzados o con actitudes condescendientes. La inmigración del futuro debe ser ordenada, con contratos de trabajo, con derechos y deberes. Es imprescindible aprender de los errores y no perpetuarlos.


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Y la Guardia Civil dijo basta

Desde que el Duque de Ahumada creó el benemérito cuerpo a mediados del siglo XIX es la primera vez que se produce una manifestación de la Guardia Civil, otro dudoso mérito que hay que atribuir a Zapatero, con Rubalcaba como cooperador necesario.

Lo primero que es necesario dejar sentado respecto a la manifestación llevada a cabo por los integrantes de la Guardia Civil es el desasosiego ciudadano que produce ver en las calles la protesta airada de un cuerpo armado. La función de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es tan vital para garantizar la libertad de todos, que resulta inquietante ver a sus miembros reivindicar sus peticiones a pleno grito en la vía pública, por más justas que sean esas exigencias y por más que los tribunales hayan autorizado la movilización.

Dicho esto, cabe señalar que, desde que el Duque de Ahumada creó el benemérito cuerpo a mediados del siglo XIX, es la primera vez que se produce una manifestación de la Guardia Civil, otro dudoso mérito que hay que atribuir a Zapatero, con Rubalcaba como cooperador necesario.

La condición militar de la Guardia Civil es una ventaja para el Gobierno que le permite, además de destinarla a sus funciones respecto a la seguridad interior, utilizarla fuera de nuestras fronteras en misiones en que nuestros Guardias Civiles han hecho honor al bien ganado prestigio que les acompaña a lo largo de toda la historia de la institución.


Ahora bien, ese carácter militar no puede servir de pretexto para humillar a sus miembros manteniendo los agravios comparativos de que son objeto en relación con otros cuerpos de seguridad, nacionales y autonómicos. La disciplina, el sacrificio y la entrega de nuestros guardias civiles no oculta la gravísima desatención que sufre el cuerpo y las exigencias laborales a que deben hacer frente sus integrantes, en algunos casos humillantes, mientras el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y su ministro del Interior incumplen metódicamente todas las promesas realizadas para mejorar la situación en que la Guardia Civil realiza diariamente su trabajo.

Los asistentes a la manifestación han debido soportar, además, la presencia de los líderes de los sindicatos UGT y CCOO, dispuestos a utilizar la movilización para su provecho de cara a la Huelga General del próximo 29 de septiembre. La forma en que han sido recibidos dice mucho de la disposición de los Guardias Civiles a servir de baza política a unos paniaguados que no están sufriendo, ni de lejos, las penurias a que ellos están viéndose sometidos especialmente desde que comenzó la crisis.

La Guardia Civil es, con toda justicia, una de las instituciones más valorada por los ciudadanos y así debe seguir siendo. El Gobierno tiene la responsabilidad de subsanar los agravios justificados que aducen los representantes del cuerpo para que puedan desarrollar su función con los medios y garantías necesarios, aunque para eso deba recortar las gabelas y otros privilegios económicos que tan alegremente otorga a los grupos de presión que le apoyan. Y es que con una parte insignificante de lo que concede a las organizaciones de Méndez y Toxo, por poner un ejemplo cercano, los problemas de la Guardia Civil quedarían solucionados de inmediato.


Libertad Digital - Editorial

Guardias civiles contra el Gobierno

La manifestación de guardias civiles celebrada ayer en Madrid muestra la incapacidad del Gobierno para reconducir un conflicto laboral en el seno de un cuerpo armado y militar.

LA multitudinaria manifestación de guardias civiles celebrada ayer en Madrid es un doble revés para el Gobierno, que ve cómo los integrantes de una institución militar salen a la calle para pedir mejoras profesionales. Por un lado, es un varapalo jurídico, porque la sentencia del Tribunal Superior de Justicia que anuló la prohibición decretada por la Delegación del Gobierno en Madrid, sienta un precedente importante al reconocer a los guardias civiles el derecho de manifestación por asuntos laborales, sin que pueda legalmente ser confundido con una actividad sindical, como alegó el Ministerio de Interior. Todo un aval judicial para futuras protestas. Por otro lado, es un revés político porque los actos de protesta de ayer mostraron la incapacidad del Gobierno para reconducir un conflicto laboral en el seno de un cuerpo armado y militar, hasta ahora acostumbrado a guardar sus carencias en el más disciplinado de los silencios. El mero argumento de la autoridad sobre los guardias civiles no ha servido para frenar las movilizaciones. Es otro episodio que demuestra la falta de control del Gobierno sobre los frentes polémicos que tiene abiertos, encadenándose unos a otros hasta formar una secuencia de fallos y fracasos que, en puertas del último tramo del año, confirma la debilidad del equipo de Zapatero.

Ahora bien, sería un error que los organizadores de estas protestas embarcaran a la Guardia Civil en una dinámica de sesgo sindical, lo que resultaría totalmente impropio de su estatuto militar. Por eso ayer estaban de más los dirigentes de UGT y CC. OO., pegados a las protestas por puro oportunismo de cara a la huelga general del día 29. Que el Gobierno haya perdido este pulso con las organizaciones convocantes no las legitima para cambiar las bases del instituto armado. En este sentido, el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, se pronunció responsablemente al apoyar sus reclamaciones laborales, pero defendiendo el carácter castrense de la Guardia Civil y la prohibición de que sus miembros realicen actividades sindicales.

El Gobierno tiene ante sí otra prueba de cómo han resultado sus experimentos partidistas. Ahora, para evitar que los agentes de la Benemérita salgan a la calle a protestar, apela a su condición militar y a la prohibición que pesa sobre sus miembros para crear o formar parte de sindicatos. Pero hasta hace relativamente poco tiempo, el PSOE especulaba con la fusión de la Guardia Civil y la Policía y con su desmilitarización, lo que de haberse ejecutado habría dado a sus miembros los derechos que el Ejecutivo quiso negarles para evitar unas protestas que agravan su imagen de impotencia ante los problemas que tiene planteados.


ABC - Editorial