lunes, 30 de agosto de 2010

El incansable improvisado. Por José maría Carrascal

Las contradicciones nunca han asustado a nuestro presidente, que sin vacilación niega en una plaza lo que aseguró en otra o anuncia lo que ha jurado nunca haría.

RESULTA difícil decir cuál de los problemas con que se enfrenta Zapatero es más grande y peligroso. La huelga general convocada por los sindicatos; la aprobación de unos presupuestos sin contar con los votos necesarios; las elecciones catalanas con el paisanaje que trina; las primarias de Madrid con el partido dividido. Por no hablar ya de su pérdida de prestigio dentro y fuera de casa.

¿Cómo va a lidiarlos? Pues como siempre, Zapatero no tiene un plan general de gobierno. Se encara con cada situación como si fuera la única, le da un par de muletazos, y pasa a la siguiente, con la que hace lo mismo, para saltar a otra, y a otra, y así sucesivamente, sin solución de continuidad.


La huelga va a tratar de minimizarla, dando la razón a los sindicatos, pero haciendo ver a sus líderes que su plan de ajuste le ha venido impuesto desde fuera, aparte de ser necesario para lograr la recuperación. Los presupuestos va a intentar pasarlos con el apoyo del PNV como hizo el año pasado: pagando el elevado precio que le pedían. Si el precio que este año le piden es exorbitado —la cabeza de Patxi López, por ejemplo—, les hará ver que si le dejan caer, la suerte que les espera con un gobierno del PP va a ser bastante más dura que en su mandato. El chantaje opera en ambas direcciones y estamos ante dos expertos en él. En Cataluña, va a presentarse como el salvador de lo salvable del Estatut, tras la poda que le ha dado el Tribunal Constitucional. Mientras en Madrid, va a movilizar la inmensa fuerza que tiene desde el gobierno y desde el partido para descabalgar a Tomás Gómez antes de que su rebeldía se extienda, para ponerla luego a disposición de Trinidad Jiménez en su lucha con Esperanza Aguirre.

Surgirán naturalmente contradicciones en esta parcelación estratégica —por ejemplo, lo que le pida el PNV puede no casar con las medidas de ahorro o lo que prometa en Barcelona puede chocar con lo que anuncie en Madrid—, pero las contradicciones nunca han asustado a nuestro presidente, que sin la menor vacilación niega en una plaza lo que aseguró en otra o anuncia lo que ha jurado nunca haría. Su política es una improvisación constante, con un único objetivo: salvar como sea el obstáculo que tiene delante, para alcanzar el próximo y, así, aguantar hasta que escampe. Y si no escampa, tampoco pasa nada. El pasado y el futuro no le importan, él vive sólo en el presente. De ahí que, en Shanghai donde se encuentra, no debe haberle preocupado la portada de la sección económica de «El País» de ayer: «Más de un millón de empresas han cerrado en los últimos tres años».


ABC - Opinión

Zapatero. Juego y vida. Por Agapito Maestre

La exhibición de Zapatero de la copa del mundo sobre cinco millones de parados no deja de ser una indecencia, aunque se justifique para vender productos españoles en Asia.

Cuando el juego deja de ser juego, la tragedia ha comenzado; cuando los espectadores del juego se van a sus casas obsesionados por lo visto, la psiquiatría inicia su trabajo; cuando los jugadores al final del juego no logran quitarse sus máscaras, el juego ha muerto confundido con la realidad. El rito final del culto lúdico, la bajada del telón en el teatro, las luces apagadas del estadio, o el permiso que piden los matadores para abandonar el coso taurino no sólo han perdido vigencia, actualidad, sino que han muerto para la mayoría de una sociedad enajenada.

Nuestra época ha terminado con la esencia de todo verdadero juego a la par que ha hecho de la vida, de la seriedad de todo acto libre, una banalidad. Si es cierto que la seriedad, la normalidad de la vida cotidiana, hace tiempo que sobrevive confundida con el juego, no es menos verdad que el juego ha muerto, sí, porque su esencia, o sea su "The End", permanece entre sombras. Oscurecido. Casi borrado. Nuestra época ha difuminado el momento, el instante, en que todo verdadero juego se acaba. Cuando el juego no tiene fin, una ruptura entre la jovialidad y la seriedad se convierte en un sucedáneo de la vida, incluida la vida política; ejemplo extremo de la muerte del juego y de la política es la utilización de Rodríguez Zapatero, en China y Japón, del triunfo mundial de la selección nacional de fútbol.


Sobre esa prolongación exagerada del juego en la vida política, un eterno retorno mortecino sobre lo ya vivido, viaja Rodríguez Zapatero por esos países con el único objetivo de vender la "marca España". No seré yo quien exagere la crítica al presidente del Gobierno por esta utilización del juego para mejorar la vida económica de España –también lo hizo Hitler con la Alemania de su tiempo o la China Comunista con sus pasadas Olimpiadas–, pero no puedo dejar de despreciar a quien ha reducido la acción política a un juego falso de imágenes entre la ficción del juego y la falseada realidad. La exhibición de Zapatero de la copa del mundo sobre cinco millones de parados no deja de ser una indecencia, aunque se justifique para vender productos españoles en Asia.

Rodríguez Zapatero hace su agosto, nunca mejor dicho, levantando una copa que no es propiamente suya sino de una sociedad que hace tiempo hizo del juego, especialmente del fútbol, su mejor forma de eludir lo real. En eso estamos todos los españoles: "vivimos" sentados entre dos sillas, entre un juego descafeinado y una realidad falsa, sin saber qué hacer. Zapatero lo sabe y presiona por todas partes para que los votantes confundan el juego con la realidad, lo lúdico con lo serio; se trata, en fin, de crear una atmósfera política de enajenación total, o peor, un ambiente para que vivamos incómodos, alerta como los animales, en la noche donde todos los gatos son pardos.

He ahí la baza principal de Zapatero para el nuevo curso político. ¡Más de lo mismo! Se trata de reducir al ciudadano a una enorme panza que vota cada cuatro años. Quizá por eso sea cada día más difícil hallar a un ser humano que camine erguido y se acomode sobre un solo asiento.


Libertad Digital - Opinión

Hombres de negocios. Por Ignacio Camacho

El secuestrador de los cooperantes se dice un hombre de negocios. Y debe de serlo, porque el Gobierno ha negociado.

EL tal Omar el Saharaui, competente secuestrador —por encargo— de los cooperantes españoles en el Sahel, dice que él no es un terrorista sino un hombre de negocios. Un profesional con amplia experiencia, vaya; antes había trabajado con los polisarios, y quién sabe en qué más empresas. Sin duda debe de serlo, y eficaz por cierto, habida cuenta del exitoso desarrollo de sus últimas gestiones. Como al fin y al cabo se trataba de negocios, el Gobierno español se ha prestado a negociar entre profesionales. Total, todo era cuestión de un sencillo toma y daca: Omar secuestra, España paga y Al Qaida cobra y suelta la presa. La libertad de los rehenes a cambio de un poco de dinero, y de propina la excarcelación del mercenario, que como nadie es perfecto se había dejado prender por Mauritania en un descuido. En todas las negociaciones hay flecos de última hora que conviene dejar cerrados para que no se estropee el objetivo principal. Todos contentos; no hay nada como un trato entre caballeros.

El Gobierno se ha acostumbrado a negociar. Nuestra estructura diplomática es experta en el manejo de esta clase de negocios —por ejemplo, con Marruecos— y el CNI dispone de numerosos agentes reciclados en el manejo de operaciones de índole mercantil con lo mejorcito de cada casa. Negoció con los piratas somalíes que se apoderaron del «Alakrana» —unos pardillos que al final se olvidaron de aquel Adu jovenzuelo, preso en Madrid, y se pusieron a celebrar bodas con la pasta del rescate—, y negoció con ETA, que es un hueso más duro de roer porque sus cabecillas carecen de la necesaria profesionalidad, fanatizados como están por el delirio del poder y de la sangre. Pero todo se contagia y ahora parece que los etarras han escrito por ahí un papel en el que solicitan cuatro millones de euros para dejar de extorsionar a empresarios en una eventual tregua. Los tíos ya quieren una subvención por dejar un rato lo suyo, y esto es sólo el principio; como alguien les dé cuartelillo acabarán pidiendo plazas de funcionarios.

A Omar el Saharui le ha dado el Gobierno estatus de hombre de negocios como antes le dio a Otegui —¡y hasta a De Juana Chaos!— el de hombres de paz. El tipo va por ahí hablando con periodistas y protestando de su inocencia; es un honrado traficante de personas, automóviles, rebaños, cosas. Un hombre que se gana la vida trabajando, como los demás, y que a veces tiene trato con los terroristas de Al Qaida porque son gente que anda por ahí, en esos desiertos de Alá. Un subcontratista, que diríamos. Le dieron quince mil euros por la gestiónde los cooperantes y se quedaron con el resto del rescate —de seis a ocho millones de euros— para sus necesidades logísticas. Puro negocio. Los españoles son gente razonable: entienden en seguida la dimensión de los asuntos, cumplen su palabra y pagan al contado. Da gusto entenderse con gente así.


ABC - Opinión

Cascos. Vuelve un clásico. Por Emilio Campmany

Si finalmente Rajoy se ha decidido a contar con él, será porque no ha tenido más remedio que hacerlo. Dicho de otro modo, la elección de Cascos es más un signo de debilidad que una prueba de su fortaleza.

Al parecer, Francisco Álvarez Cascos será el candidato del PP en Asturias en las elecciones autonómicas de 2011. Lo más noticiable del asunto es que tal cosa sea noticia cuando es obvio que es el mejor candidato que el PP puede presentar en el Principado.

Cascos es desde luego un clásico del PP y, por eso mismo, extraña que Mariano Rajoy haya finalmente decidido apoyarle. Extraña porque a Rajoy, que también es un clásico, no le gusta rodearse de veteranos. Y mucho menos le apetece entregarle a nadie de la vieja guardia una baronía cuando ya se sabe que, en España, las baronías constituyen los trampolines más adecuados para asaltar la dirección nacional de cualquiera de los dos grandes partidos. Todo lo cual hace pensar que la decisión del presidente del PP no ha sido voluntariamente tomada, sino que le ha venido impuesta, bien por las circunstancias, bien por otras personas, bien por las dos cosas a la vez.


Las circunstancias importan. Siendo Asturias una comunidad uniprovincial, la victoria allí no es demasiado relevante a efectos de ganar las generales en 2012, que es lo que a Rajoy le interesa. Pero no cabe duda de que, estando perdida Cataluña, habiendo posibilidades para el PP de ganar en Castilla-La Mancha, siendo posible derrotar a los socialistas en Extremadura y estando en tenguerengue Baleares, la derrota en Asturias sería más importante de lo que el tamaño de la región sugiere. Además, Asturias ha sido siempre un bastión socialista y el que ahora pasara a serlo del PP podría dar lugar a un dominio de la derecha allí para muchos años, como ha ocurrido en Madrid, Valencia y Murcia, que habiendo sido durante la Transición tradicionales comunidades del PSOE, hoy pertenecen inequívocamente a la derecha sin que pueda atisbarse a corto plazo ningún cambio.

Por lo tanto, la candidatura de Cascos puede contribuir notablemente a que el mapa de España que muestren las televisiones la noche del 29 de mayo sea predominantemente azul y esto podría bastar para justificar la decisión de Rajoy.

Sin embargo, no sé por qué, me da en la nariz de que Rajoy hubiera preferido evitar la vuelta del clásico Cascos no fuera a ser que el nuevo barón, si finalmente los asturianos le otorgan el título, caiga en la tentación de participar en alguna conspiración para derrocar al Hamlet gallego. Así que, si finalmente se ha decidido a contar con él, será porque no ha tenido más remedio que hacerlo. Dicho de otro modo, la elección de Cascos es más un signo de debilidad que una prueba de su fortaleza.

No parece probable que en Génova haya causado demasiados estragos el diagnóstico de The Economist cuando afirma que en 2012 ganará en España el partido que se atreva a prescindir de su actual líder, pero allí no pueden desconocer la obvia debilidad de quien hoy encabeza el PP. Si Cascos ha logrado imponer su candidatura es que la dirección nacional se siente más débil de lo que a los demás nos parecía.

En definitiva, a Rajoy le pasa con Cascos lo que a Zapatero con Tomás Gómez, que los candidatos se les empiezan a imponer en vez de ser ellos quienes imponen sus candidatos a los demás. En fin, que no ha terminado agosto y el panorama en los dos principales partidos se presenta de lo más interesante. Conviene pues permanecer atentos a la pantalla y no perder ripio.


Libertad Digital - Opinión

Sahara, otra vez

Es mucho lo que está en juego en la relación bilateral y muy poco lo que puede arreglarse por la vía de la confrontación.

MARRUECOS demostró el sábado, una vez más, que no es posible manifestarse libremente en defensa de un Sahara Occidental independiente. Al menos no en territorio marroquí o bajo control marroquí. Catorce activistas españoles viajaron desde las Islas Canarias y se manifestaron en El Aaiún en defensa de la independencia de la antigua colonia española. No estaría de menos tener presente que los manifestantes decidieron tomar la calle sin haber realizado los trámites pertinentes para poder celebrar una manifestación. Si esos trámites se hubieran completado y la autorización para la manifestación hubiera sido denegada, otro gallo cantara. Pero lo cierto es que no parece que la pequeña manifestación del sábado en El Aaiún pudiera representar una verdadera amenaza al orden público o la estabilidad en el territorio ocupado por Marruecos. Y, desde luego, en ningún caso justificaba la violencia empleada. Por el contrario, la represión y el confinamiento temporal de los catorce activistas españoles en la Casa de España en El Aaiún más bien parece una nueva rampa de lanzamiento para la causa anti-marroquí. El Gobierno de Rabat alterna sus problemas en las plazas españolas de su costa norte con los incidentes en el sur en la antigua colonia española. Bien es verdad que esos problemas afectan casi siempre a ciudadanos españoles pues pocos otros hay que manifiesten un mínimo interés por la suerte de los saharauis. La cuestión ahora es clarificar si el deseo de Marruecos es mantener una relación de estabilidad con España o se va a buscar cualquier excusa para que sirva como nuevo pedestal desde el que agitar el conflicto. Es mucho lo que está en juego en la relación bilateral y muy poco lo que puede arreglarse por la vía de la confrontación.

ABC - Editorial

Zapatero se la juega

El nuevo curso político que arranca tras las vacaciones aparece como uno de los más complicados que se recuerdan para el futuro de Rodríguez Zapatero, y también de más incierto desenlace. El presidente se la juega en muy distintos frentes y en circunstancias altamente adversas. De su habilidad para maniobrar en terrenos pantanosos y de su capacidad de aguante para no arrojar la toalla dependerá también la suerte del país. Las experiencias no son tranquilizadoras para los intereses generales. En estos últimos años ha habido argumentos y razones más que suficientes para dar la palabra a los ciudadanos en unas elecciones anticipadas. Con un Gobierno desbordado e ineficaz y una situación económica y del empleo muy adversa, Zapatero se ha mantenido a la espera de que la tormenta escampara y de que Europa le hiciera los deberes a tiempo. Pero lo cierto es que los problemas se han amontonado y el desgaste de su figura y el descrédito de la gestión de sus ministros son cada vez mayores. La encuesta de NC Report para LA RAZÓN certifica que una mayoría de españoles (49,7%) cree que, pase lo que pase, el presidente no convocará elecciones generales. O lo que es igual, que piensan que el jefe del Ejecutivo no actúa conforme al bien común.

Zapatero regresará a su despacho oficial sin pasar por el tradicional mitin de Rodiezmo, a modo de preámbulo del otoño caliente que le aguarda. La huelga general y los Presupuestos Generales del Estado 2011 serán dos reválidas tempranas que marcarán el futuro del Gobierno y puede que el desenlace precipitado de la Legislatura. El apoyo de los nacionalistas a la Cuentas no será gratis y los daños colaterales de esa negociación no serán menores. La alternativa es que si no es capaz de superar esas pruebas, si le explota la situación de aislamiento y de soledad social y política, no habría salida política legítima que no fuera la cita con las urnas.


En cualquier caso, Zapatero tiene además los frentes abiertos de los enfrentamientos internos en el PSOE de Madrid, las próximas elecciones en Cataluña o la crisis económica, con la subida de impuestos y la reforma de pensiones como debates vulnerables para el Ejecutivo, que a buen seguro no mejorarán su deteriorada imagen pública. Y todo ello con la vista puesta en ETA y la posible candidatura proetarra a las elecciones locales y forales. Un panorama difícilmente más negro, que genera un escenario de incertidumbres inconveniente para un país con demasiadas urgencias.

Desde hace meses hemos insistido editorialmente en que estamos ante un Gobierno cuyo tiempo político se había agotado y en que sólo la alternancia política sería capaz de generar la confianza perdida para emprender, con la autoridad moral y política recobrada, las reformas profundas que el país necesita. El Ejecutivo ha sido víctima de su propio estilo de dirigir el país, a golpe de improvisación y ocurrencias, sin un rumbo determinado. Desbordado por las consecuencias de sus errores, decidió cambiar de dirección parcialmente urgido por Europa. Quedarse a medio camino fue la peor opción. La verdad es que el curso político parece agotado antes incluso de su arranque.


La Razón - Editorial

Rajoy apuesta sobre seguro

Sólo cabe esperar que, de confirmarse la noticia, Cascos, antiguo secretario general de los populares, lleve a Asturias los principios que de la mano de Aznar insufló con tanto éxito en el PP: la defensa de España y de la libertad.

Una de las estrategias que más daño ha hecho al PP en los últimos dos años fue esa todavía inexplicada decisión de Rajoy de cortar relaciones con "la vieja guardia aznarista" y abrir de par en par la puerta a conservadores y liberales. Con esta pose, Rajoy no sólo dio a entender que abandonaba los tradicionales principios que habían hecho grande al PP y que lo distinguían como un buen partido de gobierno, sino que además renunciaba a colaborar con un equipo de gestores de avalada experiencia en unos momentos en los que la sociedad española demandaba como agua de mayo un gabinete de profesionales y no de sectarios ideólogos.

Sin embargo, la propuesta de Rajoy durante estos últimos meses ha consistido en un grupo de políticos sin experiencia de gestión previa y con unas ideas y principios poco claros. Por este motivo, el PP no ha empezado a distanciarse moderadamente del PSOE en las encuestas hasta que el Reino de España se halló al borde de la suspensión de pagos y Zapatero hubo de enmendar parte de su irresponsable demagogia previa a través del tijeretazo y la reforma laboral.


No cabe más que considerar una noticia positiva que Rajoy haya rescatado a alguno de los miembros de la vieja guardia de la que él fue parte integrante de cara a las próximas elecciones autonómicas. Aunque no deja de tener un cierto aire caciquil que siga siendo Rajoy –y no los militantes– quien ponga o quite a candidatos locales o autonómicos, de entre todas las opciones que tenía delante el gallego la de Álvarez-Cascos era la más razonable. Se trataba del candidato natural para la presidencia del Principado de Asturias, que sólo podía desestimarse haciendo gala de un furibundo sectarismo rupturista con la mejor historia del PP.

Pero es dudoso que Rajoy pueda permitirse hoy esta serie de lujos. Si Zapatero está desgastado ante la sociedad española, el gallego no lo está menos. Todos los sondeos son unánimes en el desencanto que siente el electorado hacia ambas figuras, y algún prestigioso semanario inglés incluso ha pronosticado que la victoria en las generales se la llevará aquella formación lo suficientemente audaz como para jubilar a su líder.

De ahí que, ya dando por imposible cualquier resultado mínimamente decente en Cataluña, Rajoy necesite de una noche electoral perfecta en las elecciones autonómicas y municipales de 2011. No hay margen para el error: el PP debe arrasar en toda España o Rajoy puede ver cuestionado su liderazgo justo en los meses anteriores a las generales.

Como ya sucediera con las europeas, cuando Rajoy se la juega, recurre a valores seguros de la "vieja guardia". Mayor Oreja o Álvarez-Cascos cuentan con la garantía de haber formado parte de alguno de los mejores gabinetes de nuestra historia y eso, inmersos como estamos en una crisis nacional, institucional y económica sin precedentes, es un mérito muy a tener en cuenta. Pero, además, para Rajoy este tipo de candidatos tienen una ventaja añadida: si por cualquier razón pierden los comicios, siempre se les podría atribuir la derrota a su filiación aznarista de la que el gallego quiere distanciarse.

En cualquier caso, tretas políticas al margen, si se confirma la candidatura de Francisco Álvarez-Cascos, sólo cabe esperar que el antiguo secretario general de los populares lleve a Asturias los principios que de la mano de Aznar insufló con tanto éxito en el PP: la defensa de España y de la libertad. Asturianos y españoles los necesitamos con bastante urgencia.


Libertad Digital - Editorial

Otro «tijeretazo» en ciernes

El nuevo recorte es, una vez más, la paradoja de un Gobierno que siempre presumió de no desatender a los «desfavorecidos» y que ahora se ve acorralado por su propias contradicciones.

LAS cuentas siguen sin cuadrar al Gobierno. La exigencia hecha meses atrás por la Unión Europea y por Estados Unidos al Ejecutivo de Rodríguez Zapatero para acometer una urgente y drástica reducción del déficit público, y evitar así el drama de un rescate de la economía española similar al decidido con Grecia, está obligando al Ejecutivo español a hacer mucho más que esfuerzos más o menos bien intencionados. En realidad, le está empujando a recurrir a artimañas más típicas de la letra pequeña de un contrato que a una gestión transparente y sincera con el ciudadano. Según adelanta hoy ABC, el Gobierno está estudiando la posibilidad de dar a medio plazo un nuevo «tijeretazo» a las prestaciones por desempleo, rebajando la cuantía de los subsidios de paro. Hasta el momento, un desempleado con derecho a subsidio percibe el 70 por ciento de su base reguladora durante los primeros seis meses y el 60 por ciento de esa base hasta el final de la prestación. La idea que maneja Moncloa para los próximos meses pasa por reducir esos porcentajes hasta el 60 por ciento en la primera fase, y al 50 por ciento para el resto del periodo con derecho a subsidio, de modo que un parado con una base reguladora de mil euros y dos años de paro pasaría de cobrar 15.000 euros a 12.600; un recorte del 16 por ciento. Si a ello se unen la posibilidad de que el Gobierno decida recortar también los días que se tienen derecho a la prestación por desempleo y la prórroga con restricciones que impedirá a más de 70.000 actuales desempleados el acceso a la ayuda de 426 euros cuando agoten sus prestaciones, el puzle completo ofrecería la imagen de un Gobierno que, de nuevo, asesta un severo varapalo a su maltrecho icono de las «políticas sociales».

Es, una vez más, la paradoja de un Gobierno que siempre presumió de no desatender a los «desfavorecidos» y que ahora se ve acorralado por su propias contradicciones y por la más errónea de las estrategias para luchar contra una profunda crisis económica: la de la incoherencia de dar bandazos constantes. Sin más recortes impopulares no parece que vayan a cuadrar las cuentas. Los excesos del pasado de un Gobierno manirroto, su imprevisión y su afán por negar la realidad durante más de un año se están pagando hoy con un desempleo desbocado, con una economía incapaz de crecer a ritmo constante, con una reducción drástica en la inversión de obras públicas y con subidas de impuestos generalizadas cuyo tope el Ejecutivo mantiene deliberadamente abierto. Cuando la necesidad obliga, la incapacidad ahoga.

ABC - Editorial