viernes, 26 de marzo de 2010

Lamentable Cesar Alierta

Al parecer no es suficiente lo que pagamos los usuarios por la Red de Telefónica. Lamentable comparecencia de Cesar Alierta, Presidente Ejecutivo de Telefónica S.A.



¡Menuda lengua de trapo!

El regreso de Mayor Oreja. Por Emilio Campmany

El caso es que, si este PP blandito y moldeable descarrila, ahí está de nuevo Mayor Oreja como una opción razonable para hacerse cargo del partido. Es una gran noticia.

Jaime Mayor Oreja era uno de los miembros de la terna oficiosa que Aznar tenía en el cuaderno azul cuando estaba en trance de proceder al dedazo. Como no fue el elegido, buscó su Aventino en la Eurocámara.

Ser cabeza de lista en las europeas de 2004 era una forma lógica de hacer mutis y dejar solo en la escena a Mariano Rajoy. Sin embargo, éste perdió las elecciones de 2008 y, tras caerse del caballo camino de México, empezó a cerdear. Surgieron posibles sucesores. Una derrota en las europeas de 2009 le hubiera podido obligar a dimitir. Para el electorado crítico del PP, la ocasión era propicia porque las consecuencias de una derrota en las europeas no son graves para el partido y en cambio sirve para demostrar el poco aprecio que los electores tienen por el líder si es que quieren expresarlo.


El sector del PP descontento con Rajoy era a la vez el más afín a Mayor Oreja. Debido sobre todo a que éste no compartía con sus compañeros la compresión que éstos mostraron hacia la supuesta nueva política antiterrorista del Gobierno a partir de las elecciones de 2008. Para esa parte del electorado del PP que exigía a Rajoy mayor rigor con el Gobierno en relación con ETA, Mayor Oreja era un referente.

Rajoy sabía que ese sector era el que podía aguarle las europeas, el último escollo para asegurarse ser candidato del PP a la presidencia del Gobierno en 2012. Era esencial ganarlas. Para lograrlo, qué mejor que poner un cabeza de lista que fuera querido por el electorado más crítico. Lo natural era que lo fuera Mayor Oreja, que lo había sido ya en las anteriores. Encima, la decisión tenía la ventaja de que, si la derrota llegaba, la culpa podría atribuirse a la dureza de las posiciones del cabeza de lista ahora que los españoles preferían otras más blandas, como las que se supone representaba el propio Rajoy. Si, por el contrario, el PP ganaba las europeas, el jefe se apuntaría el tanto y nadie osaría sugerir su relevo después de haber vencido en unas elecciones de ámbito nacional, como así efectivamente ha ocurrido.

De modo que, es muy lógico que Rajoy eligiera a Mayor Oreja. Lo que no lo es tanto es que el elegido se prestara al juego. No tenía nada que ganar. Le habrían atribuido la derrota y la victoria sería de Rajoy. Encima perdería la posibilidad de ser relevo del gallego para el caso de que se abriera la crisis de la sucesión por haber sido su candidato para las europeas. Sin embargo, se dejó llevar.

Pues bien, su reciente denuncia de que el Gobierno debe de seguir negociando con ETA le reivindica como alternativa a Rajoy dentro del PP. No tanto por denunciarlo como por haberse desmarcado de él la mayoría de los líderes del PP. Lo han hecho por miedo a ser tildados de miserables por los dirigentes del PSOE y ser acusados de no colaborar en la lucha antiterrorista. Pero el que sus compañeros hoy se aparten de él como si fuera un apestado lo convertirá mañana en el candidato obvio a suceder a Rajoy si, como es lo más probable, resulta que tiene razón.

El caso es que, si este PP blandito y moldeable descarrila, ahí está de nuevo Mayor Oreja como una opción razonable para hacerse cargo del partido. Es una gran noticia.


Libertad Digital - Opinión

Ley sin orden. Por Ignacio Camacho

LA limpieza del procedimiento es la garantía del Estado de Derecho.

Si todo vale y fin justifica los medios no existe una justicia democrática, que es la que define, protege y sostiene la libertad. Un estricto orden garantista implica la posibilidad de que ciertos culpables queden impunes, fracaso que se compensa con la tranquilidad de que no habrá inocentes castigados por un ejercicio atropellado o torticero de la ley. Este principio fundamental constituye la base ética de las normas procesales y son los jueces los primeros que deben encargarse de su correcta preservación, aplicación y entendimiento. No hay lugar para el abuso por firme que sea la convicción de culpabilidad.

Si los imputados de la trama Gürtel salen más o menos beneficiados por la anulación de las escuchas de sus conversaciones con sus abogados habrá que pedirle responsabilidad a quien las ordenó, no a los que han sentenciado su invalidez probatoria. En el caso del juez Garzón concurren antecedentes preocupantes de intervención irregular de comunicaciones y otros clamorosos y desordenados defectos de forma; hay por ahí narcotraficantes en libertad por culpa de alguna instrucción mal formulada. Los numerosos defensores de este magistrado, que reclaman para él una suerte de inmunidad en aras de sus intenciones justicieras, olvidan que la justicia sólo es justa cuando se atiene a unas reglas establecidas por el corpus jurídico. Ha sido su manejo poco escrupuloso, quizá arbitrario, de instrumentos procesales que inciden en los derechos de los detenidos lo que ha abierto la rendija escapatoria para estos corruptos tan formalmente presuntos como moralmente palmarios.

Tampoco será la primera vez, ni el primer magistrado al que le revuelcan diligencias defectuosamente enfocadas. El caso Naseiro, preclaro ejemplo de financiación ilegal del PP, fue anulado por escuchas que comprometían garantías elementales. La red de corrupción socialista establecida en Andalucía en torno a los hermanos Ollero -con el intermediario sorprendido in fraganti llevando en una maleta los millones de un cohecho- salió absuelta cuando el Constitucional invalidó la interceptación de sus conversaciones. Estos días está en el aire, por deficiente instrucción, la Operación Ballena Blanca en la Costa del Sol, y puede haber sorpresas desagradables cuando toque enjuiciar a la célebre cleptocracia de Marbella. Se trata de delincuentes manifiestos y de delitos contrastados, pero ante la evidencia de sus fechorías prevalece el interés supremo de la preservación de la seguridad jurídica. Sin ese manto protector estaríamos ante una indefensión general, amparadora de la vulneración de intimidades y de presunciones de culpabilidad. No es la ley lo que funciona mal sino el modo apriorístico y viciado, a veces chapucero, con que algunos de sus intérpretes acostumbran a aplicarla.


ABC- Opinión

Berzosa y los rebeldes reaccionarios. Por Cristina Losada

Ese hombre de progreso, zapaterista con causa, sólo podía castigar a quienes se atrincheran en causas condenadas por el dogma dominante. ¡La segregación por sexos! Ya el nombre provoca repulsión.



Too good to be true. Eso me dije cuando supe que el Rector Magnífico de la Universidad Complutense iba a meter en cintura a los "violentos". Su decisión de abrir expediente a unos estudiantes que le acosaron y zarandearon obedecía, a todas luces, más al hecho de haber sido él mismo la víctima que a un principio general. No había mostrado intención de disciplinar a aquellos universitarios que, en febrero de 2008, vulneraron la libertad de expresión de la candidata de UpyD. Pero, en fin, el ego herido puede ser motor de giros extraños, imprevisibles, copernicanos. ¿Berzosa, ahora, contra los grupos de intolerantes y fanáticos que se han hecho fuertes en los campus? ¿Por qué no?

En tales reflexiones andaba cuando he topado con la clave. Resulta que los revoltosos que increparon al rector no son los extremistas de la izquierda y el nacionalismo que protagonizan las coacciones en los antiguos templos del saber. No, señor. Son conservadores, jóvenes apegados a la tradición, reaccionarios, sin duda, que, entre otras extravagancias, se resisten a que los colegios mayores alberguen a estudiantes de ambos sexos. De ahí que su radiografía sociopolítica figure bajo el título de "Rebeldes contra la igualdad" en el principal dispensario del maniqueísmo que el buen progresista necesita para sobrevivir con el confort moral acostumbrado.

Gracias a El País he podido entender por qué el Berzosa de hoy no es el Berzosa de ayer. Ese hombre de progreso, zapaterista con causa, sólo podía castigar a quienes se atrincheran en causas condenadas por el dogma dominante. ¡La segregación por sexos! Ya el nombre provoca repulsión. Sugiere el ominoso régimen de apartheid. Racismo, sexismo, machismo, clasismo. También. Pues no está lejos de dictaminarse que, además de reaccionarios, los que maltrataron a Berzosa, son de clase alta. Pecado de nacimiento que sólo se lava mediante la conversión al progresismo, por lo menos.

Que las chicas prefieran vivir con chicas me parece del todo natural, a la vista del estilo de vida que prima entre los adolescentes masculinos. Y a la inversa. Pero ello es tan contrario a la ortodoxia establecida como la educación diferenciada. En cualquier caso, ha de aplicarse la igualdad ante la ley. Los actos de violencia no deben quedar impunes, sean quienes sean sus autores. Hasta la apología del terrorismo, rector, tiene que desaparecer de la Universidad que usted rige.


RLibertad Digital - Opinión

Alemania es culpable. Por José María Carrascal

YA tenemos un nuevo culpable de esa plaga mundial que es la crisis económica.

Primero, fueron los norteamericanos, con sus déficit astronómicos, sus «fondos basura» y su mercado financiero sin control. Luego, los especuladores internacionales, listos a atacar a los países débiles, para sacarles la sangre. Y ahora, es la rica Alemania, con su egoísmo, con su insolidaridad, que se niega a acudir en ayuda de Grecia, poniendo en peligro el euro y la propia Unión Europea. ¡Qué fácil y cómoda explicación! Demasiado fácil y cómoda, para ser cierta.

De entrada, Alemania ha venido siendo el país más solidario de la Comunidad Europea. Es verdad que tras la Segunda Guerra Mundial no se le exigieron las abrumadoras reparaciones que tras la Primera, causantes en buena parte de la subida del nazismo. Pero no menos es cierto que la Alemania que en 1945 emergió de las ruinas pagó sus deudas con los judíos, tanto individualmente como con Israel, y con Europa, contribuyendo como nadie a levantar, primero, el Mercado Común, bajo Adenauer, y a implantar el euro después, bajo Kohl. A lo que hay que añadir la absorción de los 17 millones de alemanes orientales cuando se desplomó el Muro, que fue tanto como absorber de golpe a 17 millones de inmigrantes que llegaban con lo puesto, pues lo que había en la otra Alemania no servía para nada. Nadie ha aportado más tampoco a los países que se iban incorporando a la CEE. ¿Quién creen ustedes que ha pagado nuestras autovías? Bruselas. ¿Y quién creen que aporta más fondos a Bruselas? Alemania. ¿Tiene algo de extraño que los alemanes se nieguen a cargar con toda la deuda griega, cuando los griegos se jubilan a los 63 años y ellos tienen que esperar a los 67 para hacerlo? Ya sabemos que se benefician del mercado único, como mayor economía dentro de él. Pero eso no exonera a los pequeños de cumplir sus deberes.


Ese es el quid del asunto. ¿Han hecho el resto de los europeos sus deberes en esta crisis? Pues unos los han hecho más, otros, menos, y algunos, nada. Entre estos, Grecia, que incluso engañó al resto con sus cuentas. Mientras otros, como España, Portugal o Irlanda, se han engañado a sí mismos, confiando en que bastaba aguantar el chaparrón con un paraguas hasta que los demás tirasen de ellos. Pero esto no es un chaparrón. Es un diluvio, en el que podemos ahogarnos si no construimos un arca en la que ponernos a salvo. Grecia ya está con el agua al cuello y Portugal empieza a estarlo, con la descalificación de su deuda. Seguirán los que siguen esperando que escampe, que puede llegar o no para ellos.

Alemania, en cualquier caso, dice que en su arca ya no admite más. Puede que Angela Merkel se equivoque porque la deuda griega está principalmente en bancos alemanes, que serán los que más sufran con una bancarrota helénica. Pero todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Con su dinero, no con el de los demás. Aparte de que hay que decir «hasta aquí, y no más», porque en otro caso, todo el mundo pretendería vivir del resto, camino seguro hacia la bancarrota colectiva.

Ahora, de repente, todos piensan en el conjunto, y se muestran dispuestos a ayudar a Grecia. Zapatero, el primero, con 2.000 millones euros. ¿De dónde va a sacarlos si tiene dificultades en llegar a fin de mes? Porque no va a sacarlos del subsidio a los parados. Ni eliminando ministerios. Ni subiendo aún más el IVA. No, va a sacarlos emitiendo más deuda pública, su fórmula favorita para resolver la crisis. ¡Es la crisis, más deuda!, como los hermanos Marx, quemando el tren para alimentar la locomotora.

¿Saben lo que le dijo Angela Merkel en el Congreso extraordinario de Bruselas, el pasado 11 de enero, cuando le salió con sus fórmulas mágicas? «¿Está usted en condiciones de ayudar a alguien?» Buena pregunta. Sin respuesta, naturalmente.


ABC - Opinión

El mapa. Por Alfonso Ussía

La segunda mandataria del presumible Ministerio de Igualdad, del que es titular o titulara doña Bibiana Aído, la científica de Alcalá de los Gazules, nos ha anunciado la última ocurrencia de esa gente tan rara. La urgente creación del mapa del clítoris. Se presenta como un avance cultural.

Del mapamundi al mapachichi. Ignoro en qué asignatura tendrá cabida el estudio de ese mapa. Hasta la fecha, los mapas se han estudiado en Geografía, pero un mapa del clítoris –además de una cochinada, una cursilería–, no puede estudiarse entre un mapa de Groenlandia y otro de las islas Molucas. Recuerdo a mi profesor de Geografía en los años párvulos del Pilar de Castelló. «Tienen media hora para dibujar el mapa de España con todas sus provincias perfectamente delimitadas». Y sacábamos del pupitre de madera de muchas generaciones nuestro estuche de lápices de colores y pintábamos el mapa. A mí, que tanto la quiero, se me daba bastante mal en aquellos tiempos La Rioja, conocida en esas calendas como «provincia de Logroño». Al profesor no se le pasó el detalle cuando examinó los trabajos. «Ussía suspendido por olvidarse de la provincia de Logroño». Logroño y Santander formaban parte de «Castilla la Vieja» antes de convertirse en autonomías uniprovinciales. Ante exigencias profesorales de ese tipo, los alumnos reaccionábamos con disciplina y entusiasmo. Dibujar mapas era mucho más divertido y edificante que la lectura de «El Quijote», que con tan pocos años, a todos se nos antojaba un tostón. Los tiempos cambian, lo mismo para «El Quijote» que para los mapas. El primero se convierte en un prodigio con la madurez intelectual y los segundos en una gamberrada con la inmadurez feminista. Que me figuro la escena. El profesor que ingresa en la clase y ordena: «Tienen media hora para dibujar el mapa del clítoris». Confusión total.

Según estas chicas tan preparadas, el mapa del clítoris –al que Juan Luis Cebrián, el académico, llama «clítorix»– , es una demanda social y cultural. Hay que dibujarlo para conocerlo, y así experimentar con mayor seguridad de éxito sus escondidas dotes placenteras. Estas chicas del Ministerio de Igualdad lo que realmente buscan es la consecución de pajitas más seguras. Y tengo para mí, escrito sea con atribulado estupor e ignorante pasmo, que más que a obsesiones culturales, estos mapas responden a obsesiones sexuales. Con estos mapas vamos a terminar todos tarambanas. Porque si doña Bibiana se empeña en gastar dinero para estudiar, crear y dibujar el mapa del clítoris, al señor Zerolo le sobra el derecho para intentar algo similar con el mapa de la fuchinga, que es mapa más complicado por aquello de sus modificaciones estructurales según cada momento. Y si un Gobierno se dedica a dibujar mapas de chichis y de trabucos sin ton ni son, muy complicado y nuboso advierto el horizonte de la crisis económica. No alcanzo, sinceramente, a intuir la carga cultural que tales mapas pueden ofrecernos, con la salvedad que aporta el reconocimiento público de mi ignorancia. Si hacerse pajas es sinónimo de cultura, solicito desde aquí para mis veintisiete sobrinos sendos sillones en las distintas Reales Academias. En ese aspecto, y reconocido por ellos mismos, son cultísimos. Como los de mi generación cuando teníamos su edad, y la juventud de tiempos de Viriato, cuando entre acción de guerrilla y planteamiento de estrategia, se entregaban a la cultura de doña Bibiana Aído a la sombra de los alcornocales lusitanos, bellísimos, por cierto.

Esta gente, de la ministra para abajo –no hay segunda intención en la frase–, tiene bloqueado el sentido común. Ése mapa, fuera de la Ciencia, que ya lo tiene, es simple y llanamente una guarrada tan infantil como innecesaria. Que lo dibuje doña Bibiana, a ver qué tal.


La Razón - Opinión

Garzón, el inquisidor

Los jaleadores oficiales de Garzón podrían encontrarse en vísperas de un escenario para ellos aterrador en que la actuación del juez se tradujera en la absolución de parte de la trama Gürtel y su carrera judicial cortada por el Tribunal Supremo.

Cada vez resulta más evidente que Baltasar Garzón no instruyó el caso Gürtel con ánimo de que se hiciera Justicia, sino con la intención de dar a los periódicos titulares jugosos y a las televisiones imágenes de dirigentes de la oposición esposados. Por eso ordenó escuchar las conversaciones de los acusados con sus abogados, conversaciones que en muchos casos terminaron en las páginas de El País. Es posible que en su extrema arrogancia creyera que nadie se atrevería a echar abajo estas pruebas, obtenidas ilegalmente. Pero tampoco parece probable que le importara demasiado. Todo apunta a que su objetivo era otro.

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha dictado un auto en el que invalida como pruebas las escuchas ordenadas por Garzón a las conversaciones entre los primeros detenidos por la trama Gürtel y sus abogados. Como venimos indicando desde hace meses, para no violar el derecho a la defensa, la ley española sólo permite intervenirlas con una orden judicial y en casos de terrorismo, debido a que se ha comprobado con frecuencia que los letrados pertenecen a la misma organización que el detenido. Unas garantías que se saltó Garzón a la torera, poniendo en riesgo la instrucción y las posibles acciones legales contra los acusados.

Para los magistrados del TSJM, intervenir de forma habitual estas conversaciones podría terminar cumpliendo el mismo papel que "métodos inquisitoriales" como la tortura: violar el derecho de todo detenido a la defensa, derecho cuyo incumplimiento masivo implicaría la destrucción de todo atisbo de Estado de Derecho en nuestro país.

Para colmo de bienes, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha rechazado de forma unánime la pretensión de Garzón de que fuera sobreseída la causa por prevaricación que instruye el juez Luciano Varela con motivo de su absurda pretensión de meter entre rejas el cadáver de Franco. "Ni hay certeza sobre la inexistencia del delito, ni es arbitraria, ilógica o absurda una posible calificación acusatoria por prevaricación", ha concluido el tribunal. Dado que el juez estrella tuvo que contradecir sus propios autos anteriores denegando la posibilidad de investigar a Carrillo por los mismos crímenes contra la humanidad que sí quería investigar en el caso de notables.

Las garantías jurídicas están en el ordenamiento por una razón: impedir el abuso de poder. Los jueces instructores tienen la posibilidad legal de hacer u ordenar hacer cosas que serían ilegales si cualquier otro ciudadano las hiciera. De ahí que su actuación esté limitada por la ley. Garzón no se enfrenta a un posible procesamiento por "investigar el franquismo", sino porque los procesos penales sólo pueden seguirse contra personas vivas, y las leyes deben seguirse siempre; el juez no puede ignorar la ley de amnistía en este caso cuando la utilizó años antes para evitar perseguir a Carrillo.

Los jaleadores oficiales de Garzón podrían encontrarse así en vísperas de un escenario para ellos aterrador en que la forma clásica de actuación del juez, la arbitrariedad más absoluta, se tradujera en la absolución de parte de la trama Gürtel, y su magistrado preferido fuera de la carrera judicial por la primera de las tres causas que actualmente tiene abiertas en el Tribunal Supremo.


Libertad Digital - Opinión

El juez que no sabía escuchar

NO le han faltado al juez Baltasar Garzón avisos de que caminaba por el filo de la legalidad por culpa de su extravagante forma de entender la ley y ejercer la investigación penal.

Pero llegó a un punto en que se creyó investido del poder suficiente para crear las normas jurídicas que convenían a sus propósitos. Y así está acabando. La confirmación del auto del magistrado Luciano Varela de no archivar la causa por prevaricación en el sumario del franquismo pone a Baltasar Garzón en las puertas del juicio oral y de la suspensión cautelar como juez, medida que el Consejo General del Poder Judicial debe tomar, por imperativo legal y dignidad institucional, de forma inmediata. Aunque su comité de apoyo insista en que a Garzón se le persigue por investigar el franquismo, cosa que nunca ha hecho, lo cierto es que este polémico juez será juzgado por manipular el Derecho para quedarse con un sumario que no le competía y por unos delitos que no existían. Lo demás es pura propaganda de una parte de la izquierda que ve con angustia cómo se desmorona uno de sus mitos más conspicuos y por el que protesta con un contradictorio discurso contra los más elementales principios del Estado de Derecho, como la legalidad penal, el derecho de defensa o el respeto a las libertades individuales.

Esto último es especialmente grave en relación con las grabaciones del «caso Gürtel», anuladas por el Tribunal Superior de Justicia. Nadie debería sorprenderse de que se anulen las grabaciones, sin cobertura legal, de la comunicación entre un preso y su abogado defensor. Ésta es, como bien dice el auto de los jueces madrileños, esencial para ejercer el derecho de defensa. Garzón ordenó unas grabaciones indiscriminadas de los imputados del «caso Gürtel» con sus letrados actuales y futuros, prejuzgando que todos éstos son y serían cómplices o cooperadores de la trama. Este proceder es inaceptable en un Estado de Derecho, que, además, cuenta con medios suficientes para investigar a un abogado sin tener que irrumpir en las conversaciones confidenciales con su defendido. La nulidad de estas grabaciones no es fruto de una conspiración contra Garzón, sino de la vanidad con que este juez ejerce la jurisdicción. No es la primera vez que unos delincuentes salen beneficiados por la mala instrucción de Garzón. Pero Baltasar Garzón es un juez que ha demostrado no saber escuchar.

ABC - Editorial