jueves, 25 de febrero de 2010

Una vergüenza europea. Por Arcadi Espada

El presidente del gobierno de España y presidente de turno de la Unión Europea, José Luis Rodríguez Zapatero, no pronunció ayer una sola palabra de rechazo ni consuelo sobre la suerte del albañil cubano Orlando Zapata.

Desde el punto de vista moral, la ausencia no supone novedad alguna, pues son conocidos los principios del presidente del Gobierno. Pero es sorprendente (¡y hasta esperanzador!) que sus principios se sobrepusieran al inexorable oportunismo de la política. Dándose la coincidencia, además, de que la muerte del albañil Zapata coincidió en el tiempo útil con el discurso del presidente en Ginebra sobre la pena de muerte, era lógico esperar una mención al asunto. Pero el doble presidente se mantuvo en sus trece, informando a España y a Europa de su rocosa fidelidad a los principios. Horrorizados los chambelanes (que no saben de principios) por la actitud del presidente, acudieron a la prensa nada más acabar el discurso, armados con iluminadores, para subrayar este último párrafo y asegurarles que tenía por destino Cuba y la suerte de Zapata.

«Sólo me queda desearles el mayor éxito en este IV Congreso Mundial. Su éxito, nuestro éxito, será el éxito de los Derechos Humanos, será el éxito de la dignidad de las personas, será el éxito de la protección de la vida y será el éxito de Estados que respeten hasta el último instante la vida de todos y cada uno de sus conciudadanos.

Nadie tiene derecho a arrebatar la vida a otro ser humano, absolutamente nadie. Trabajemos por esta causa. Me tienen a su disposición.»

«Fue la delegación de La Moncloa que acompañaba al presidente la que indicó a la prensa que se trataba de una referencia a lo ocurrido en Cuba.», escribe hoy el diario El País. ¡Naturaca!: el arte ya sólo es su comentario.

A los chambelanes no les preocupó la derivada irremediable de su intervención. Esto es que se advirtiera, aunque fuera por la rendija, la genérica vacuidad de los discursos presidenciales, capaces de servir igual para un roto que para un descosido, y no hará falta decir que el descosido es Zapata.

¿Que no hablo con pruebas? Observen:

«Nadie tiene derecho a arrebatar la vida a otro ser humano, absolutamente nadie. Trabajemos por esta causa. Me tienen a su disposición.»

Pues yo digo que este noble párrafo se refería al aborto, cuya ley fue aprobada ayer por el Senado. ¡A hermeneuta chambelán no hay quien me gane!

Ahora dense la vuelta conmigo y vayamos por el camino recto. Tengo una última necesidad de decir que la actitud del presidente Zapatero me avergüenza. Y lo peor: como europeo. Que Europa tenga que lidiar con un turno de esta ínfima categoría es una última y feroz prueba de su decadencia.


El Mundo

Zapatero, Cuba y los Derechos (In)Humanos

El presidente ni menciona la muerte del disidente Zapata en su intervención en la sede la de la ONU

LA MUERTE del disidente cubano Orlando Zapata tras 86 días en huelga de hambre en prisión muestra el verdadero rostro del régimen castrista. Zapata, albañil, de 42 años, fue enviado a la cárcel en 2003 junto a un grupo de más de 70 opositores. Su defunción es absolutamente injustificable y debió haberse evitado.

Las circunstancias que rodean la muerte de Zapata resultan además particularmente abominables. No era un gran líder de la disidencia: en principio, sólo se le condenó a tres años por desacato, y no por conspiración, como al resto. Vio cómo las autoridades multiplicaban de forma delirante su condena por supuesta desobediencia. Y en el momento de la agonía, cuando fue trasladado a La Habana al comprobarse su grave deterioro, ni siquiera dejaron a su madre que lo viera. ¿Cabe mayor inhumanidad?


El caso es tan repugnante que sorprende que Zapatero, en su intervención de ayer en la llamada Sala de los Derechos Humanos y la Alianza de las Civilizaciones de la ONU -decorada con la famosa cúpula de Barceló- no hiciese una referencia expresa o, cuando menos, mencionara la situación de Cuba. Resulta decepcionante la posterior aclaración de La Moncloa de que un párrafo genérico de su discurso que apelaba a todos los Estados a «respetar la vida» de sus ciudadanos era una alusión al régimen castrista. Cabe recordar que el presidente llegó a defender en su día el «valor supremo de la vida» para justificar una decisión extraordinariamente polémica como la de excarcelar al etarra De Juana Chaos. Cualquiera diría que los derechos humanos sólo son predicables para lo peor de nuestra especie.

De la misma forma, extraña que el Ejecutivo se haya limitado a «lamentar» lo sucedido, sin condenarlo, y que haya descartado casi de inmediato un cambio de política hacia Cuba, cuando ha sido, por ejemplo, tan rígido con Honduras, al punto de boicotear -en sintonía con las tesis chavistas- la toma de posesión de su nuevo presidente democrático. Y eso que el régimen cubano reaccionó ayer con más represión y detuvo a medio centenar de personas para evitar protestas en la calle. Amnistía Internacional, que tenía a Zapata en su lista de presos de conciencia, denunció ayer sin ambages la «crueldad» del régimen. A la frialdad de Zapatero y del resto del Gobierno se sumó el Grupo Socialista del Congreso, que rebajó una propuesta de declaración institucional presentada por el PP que condenaba la dictadura castrista, sustituyéndola por otra que se limita a manifestar la «honda preocupación» de España por la situación de los presos políticos en la isla.

La muerte de Zapata supone, por otra parte, una bofetada a la política del Gobierno hacia Cuba, basada en la idea de que la cooperación y la mano tendida son la forma para facilitar la apertura del régimen. Muestra del fracaso de nuestras autoridades es que, la semana pasada, en un encuentro bilateral entre delegaciones de ambos países celebrado en Madrid, se trató la situación de Zapata. La intercesión española no sirvió de nada.

Pero quizás lo peor para el Gobierno es el descrédito en el que este trágico desenlace le deja ante Bruselas, en un momento en que España preside la UE. Zapatero, siguiendo el criterio de su ministro Moratinos, ha tratado de convencer una y otra vez a los países europeos de la necesidad de cambiar la actual política hacia Cuba por otra de colaboración, aun cuando eso suponga hacer la vista gorda a la permanente violación de derechos humanos en la isla. Los hechos han demostrado, una vez más, que el diálogo y la tibieza no amansan a los Castro, que son capaces de dejar morir a un hombre en la cárcel con tal de no aflojar su yugo.


El Mundo - Editorial

De los asesinos de un hombre libre. Por Victor Llano

Para sus asesinos, mejor si era negro y pobre. También eran negros los últimos que fusilaron por intentar escapar de ellos. También eran pobres. También estaban desesperados.

Los hermanos Castro pueden sentirse satisfechos. Ya pueden poner a su servicio el asesinato de Orlando Zapata y, desde su penúltimo crimen conocido, tratar de asustar a otras víctimas que pudieran valorar que tal vez llegó la hora de sumarse a la rebeldía de un hombre libre. Para sus asesinos, mejor si era negro y pobre. También eran negros los últimos que fusilaron por intentar escapar de ellos. También eran pobres. También estaban desesperados.

A la satisfacción de los Castro se sumará la de sus cómplices, la de sus chivatos, la de los altos cargos militares gerentes de lo que queda de lo que robaron a los que huyeron, la de sus carceleros, la de los policías torturadores, la de los que simulan ser jueces y periodistas en isla cárcel y la de todos los desalmados que financian la barbarie que asesinó a Orlando Zapata.

¿Qué nos dirán ahora –que podamos creer– los que trabajan para los Castro en Europa? ¿Sentirán su muerte sin avergonzarse antes quienes simulan creer que se puede dialogar con asesinos en serie? ¿Los que culpan a Estados Unidos del sufrimiento de los cubanos? ¿Les pesará a los que vuelan a Cuba sólo para acostarse con adolescentes que por hambre y desesperación se ofrecen por menos de nada al mejor postor? ¿La sentirán los que fingen confiar en que los Castro podrían cambiar si se les ofrece diálogo durante otro medio siglo? ¿Los que viajan a Varadero y vuelven contando que los cubanos no sufren? ¿Los cobardes que jamás denuncian los crímenes de la tiranía por miedo a que sus servicios secretos conserven algún vídeo que pueda comprometerles? ¿Les pesará su muerte a los jueces españoles que dicen que pueden juzgar a tiranos siempre que no sean los Castro?

No lo sé. Lo que sí les consta a las víctimas de la tiranía es que desprecian su sufrimiento y que no querrían para ellos la mala vida y la horrible muerte que sufren los activistas de los derechos humanos en Cuba. Ahora nos dirán todo y más. Y nadie les creerá. Su pésame llega tarde. Y es falso. Le consta a la madre de Orlando Zapata. Asesinaron a su hijo. Fue un hombre libre. Dios le bendiga.


Libertad Digital - Opinión

Vómito, miseria y silencios. Por Hermann Tertsch

PROBABLEMENTE hayan sido pocos de Ustedes, lo lamento infinitamente, que hayan vomitado al saber que nuestro presidente del Gobierno no ha tenido ni una palabra dispuesta para rememorar a Orlando Zapata Tamayo. De ese héroe de la resistencia en Cuba que ha muerto -en huelga de hambre- para hacer frente a toda la villanía, miseria y opresión que supone el régimen castrista, tan arropado por nuestro Gobierno de cómplices de este crimen, como de otros. Yo les confieso que he vomitado. Y mucho. Mi desprecio me llega al hígado. Mi desprecio profundo hacia aquellos que temblaban por la vida de De Juana Chaos, véase ese Gran Timonel de Valladolid -con todas sus mentiras a cuestas- o ese Fouché Rubalcaba que nos hablaba de motivos humanitarios -hasta emociones- para sacar de la cárcel a un asesino como ese mierda de terrorista que quiere contaminar la profesión de taxista en el Ulster. Ni una palabra suya para condenar la horrible muerte de Orlando Zapata en sus terribles condiciones en Cuba.

Yo ya no sé si en este país sigue existiendo una mínima capacidad de asco hacia la basura moral. Me temo que esta indolencia nos lleva hacia el desastre ético y la nueva fractura social con impredecibles consecuencias. Ninguna grata. Sólo pensar que un régimen, como el criminal de Cuba, protegido por el que nosotros hemos elegido, deja morir a sus presos, que sólo lo son por pensar y opinar, y no por matar, como los amigos del PSOE de antaño, hace crujir las tripas y reverberar las vergüenzas. ¡Qué asco, Dios mío, estos gobernantes que han dejado morir a Orlando Zapata, como habrían hecho con Sajarov o Soljenitsin, con Mandelstein o Ajmatova! Porque su indigencia ideológica les impide condenar las monstruosidades de sus amigos de pensamiento. Sólo cabe pensar que les parece bien que Zapata muriera en la cárcel, y que si tuvieran posibilidad para hacerlo, nos dejarían morir a otros muchos en mazmorras de la Cheka, y no precisamente de la cubana, sino aquí, en el centro de Madrid. Hay precedentes, como algunos de Ustedes recordarán. Si nos han impuesto monumentos a Largo Caballero, el inventor de la Cheka hispana, si un asesino como Carrillo es la lumbrera de la memoria histórica y se ha vuelto a imponer esa gracieta asesina de que el que no piensa como un Gobierno incapaz es un criminal, podemos sin duda estar encantados con que nuestro héroe cubano que acaba de morir, nuestro querido Orlando Zapata, esté enterrado porque nuestra hipócrita fe en las reformas inexistentes en La Habana es infinita.

De nuevo, ¡qué asco y qué vómito absoluto ante las miserias de nuestro Gobierno! ¡Qué barbaridad que un pueblo como el nuestro, con todas sus terribles experiencias en su historia reciente, se haya convertido con su gobierno sectario e izquierdista en el mayor defensor que tiene en el mundo el régimen miserable que ha dejado morir a Orlando! ¡Qué desastre y qué vergüenza que nuestro país sea el mayor cómplice de este crimen, este nuevo crimen de un régimen que no actúa más que con la mentira, la violencia y el miedo! Ahí tenemos a Moratinos y Zapatero, los dos aliados de un sistema criminal que ha llevado a Orlando a la muerte. Espero que ambos pongan fotografías de la víctima de su aliado sobre sus despachos. Espero que sus hijos e hijas les pregunten algún día sobre el porqué de la muerte de Orlando. Espero que Orlando les persiga con su nombre y gracias a sus amigos para siempre. De Juana Chaos puede llegar hasta taxista gracias a Rubalcaba y al presidente del Gobierno que Ustedes han elegido por mayoría. Orlando ya no podrá llevar un taxi ni por las ciudades que conoce bien. Porque lo han matado criminales protegidos por nosotros. Piensen todos en ello.La muerte de Orlando es una catástrofe moral para España. Porque los españoles son responsables de que los cómplices del castrismo sigan dictando las normas.


ABC - Opinión

Zapatero hace huelga en Grecia. Por Cristina Losada

Zapatero es el único gobernante del Viejo Continente que afronta la dificultad económica con una retórica anticapitalista que ya era sólo patrimonio de los fósiles del comunismo y las bandas antisistema.

Al fin, Zapatero se ha decidido a convocar una huelga general. Cierto que su jornada de lucha contra la austeridad, la reforma de las pensiones y otros recortes con los que se pretende hacer pagar la crisis a los desfavorecidos, no ha tenido lugar en España, sino en Grecia. Pero ese detalle espacial es asunto menor, susceptible de corrección inmediata con un intercambio: que vaya él a Grecia y venga aquí Papandreu. ¡Qué son las fronteras al lado de los vínculos espirituales! Y pocos casos se verán en los que haya mayor sintonía que la observada entre los huelguistas griegos y el presidente del Gobierno.

Son tantas las coincidencias, tan íntimos los lazos, que los lemas de los manifestantes atenienses se podían haber pergeñado en Ferraz, La Moncloa y la Sexta. Se diría, incluso, que los textos de las pancartas se entresacaron de cualquier mitin de Zapatero: "Los mercados deben pagar la crisis", "Que la crisis la paguen los ricos", "No seremos nosotros quienes paguemos por la crisis de los ricos", "El pueblo y sus necesidades son más importantes que los mercados".


Y del magisterio del presidente, de quién si no, venían también las palabras de éste o aquel griego airado, que achacaba los males a "los plutócratas" y lamentaba que "otros robaron el dinero y nosotros vamos a pagarlo". ¿Por qué estaba en Madrid y no con sus discípulos de Atenas?

No hay, en toda Europa, otro maestro de esa escuela. Zapatero es el único gobernante del Viejo Continente que afronta la dificultad económica con una retórica anticapitalista que ya era sólo patrimonio de los fósiles del comunismo y las bandas antisistema. Aunque él se limita a excitar las bajas pasiones. Ni expropia a los chupasangres ni cuelga a los especuladores. Por no hacer, no hace ni una huelga decorativa como la griega. Eso, sin embargo, tiene la solución apuntada. CCOO y UGT se han vuelto moderadas y no sacan a la calle ni a sus afiliados. Váyase a Grecia, presidente, que allí se encontrará en su salsa y aquí sólo puede hundirse en la incoherencia más ridícula. O convoque la huelga general contra su pensionazo y que Aznar se vaya preparando.


Libertad Digital - Opinión

La pertinaz Salgado. Por M. Martín Ferrand

SI, como sospecho, Elena Salgado tiene un psicoterapeuta argentino que le masajea las meninges, me gustaría conocerle para contratar sus servicios.

Su eficacia, si es que existe, resulta notable y capaz de convertir a la vicepresidenta segunda de un Gobierno inane e incapaz en un ser inerrante, incapaz para las equivocaciones que resultan comunes entre los seres humanos. A Salgado le perjudica únicamente el conocimiento que tenemos de ella en pasados tiempos socialistas, especialmente en el más rabioso felipismo; pero en la actualidad, tras haber traspasado los ministerios de Administraciones Públicas y Sanidad como la luz lo hace por los cristales, vive en estado de gracia y a punto de alcanzar la levitación. No es para menos.

El miércoles es el día fijado por José Luis Rodríguez Zapatero para el desahogo parlamentario del PP y, eventualmente, de algún otro de los partidos en presencia. Ayer, en ausencia de Zapatero, llamado a grandes misiones europeas, y de María Teresa Fernández de la Vega, que no quiere ser ninguneada por Soraya Sáenz de Santamaría, Salgado corrió con el gasto socialista en la mal llamada sesión de control al Gobierno. A preguntas de la portavoz del PP, la vicepresidenta y ministra de Economía y Hacienda dijo, con gran entereza y mayor desparpajo, que el Gobierno ha incrementado el gasto público para mejor enfrentarse a la crisis y -¡pásmense!- que no se arrepiente de ninguna de las medidas, bien sean de estímulo económico o de protección social, abordadas por el Gobierno en el que ella se engarza.

Quien no esté en el secreto de la realidad española presente y tratara de evaluarla por lo que dice Salgado podría sospechar que tenemos un Gobierno perfecto, firme en sus convicciones, resuelto en sus soluciones y brillante en sus resultados. Por otra parte, ¿cómo podría arrepentirse Salgado, pobrecita, de unas medidas que nunca se tomaron? El más firme antídoto gubernamental contra la crisis, un proyecto de ley de economía sostenible, fue anunciado por Zapatero en la pasada primavera y todavía no ha tenido entrada en el Congreso. Lo impalpable, como decía Baura, nunca es rugoso. De lo que, en todo caso, no se arrepentirá la pertinaz Salgado es de no hacer nada, la gran política de su líder y maestro. Tal es la confianza presidencial en que el tiempo lo arreglará todo que más parecen un taller de relojeros que un equipo de Gobierno.


ABC - Opinión

¡Que sí, que el PP tiene la culpa de la muerte de Manolete! . Por Federico Quevedo

Cercado por la crisis, acorralado por las encuestas, deteriorada su imagen por culpa de sus mentiras, Rodríguez ha vuelto por donde solía y ha dado orden a su partido de acoso al PP.

Escenas como la vivida el pasado martes en el Senado, con una ministra de Defensa, Carmen Chacón, al borde de un ataque de nervios haciendo el papel de opositora ante una sorprendida María Dolores de Cospedal, o la de ayer mismo protagonizada por un huidizo Rubalcaba que escabulle el bulto y la responsabilidad del ‘caso Faisán’ arremetiendo como un loco contra el PP, se van a repetir semana tras semana, sesión de control tras sesión de control, rueda de prensa tras rueda de prensa de Leire Pijín o de quien sea, porque la orden es bien clara: todos contra el PP y todo contra el PP.

La ha dado Rodríguez, y donde hay patrón no manda marinero. La orden, por supuesto, incluye la descalificación y el insulto al PP y a todo lo que se mueva a su alrededor, medios de comunicación incluidos, y de ahí los ataques que en las últimas semanas estamos recibiendo algunos periodistas y grupos mediáticos que, lejos de acomplejarnos, manifestamos claramente cuáles son nuestras ideas y principios, todos ellos muy democráticos, cosa que no pueden decir quienes nos demonizan por pensar como pensamos.


Pero, volviendo al asunto principal, la orden, la estrategia, implica conseguir crear en la opinión pública la imagen de que el culpable de todo lo que le pasa a este país, a España, la tiene el PP. Ayer, por ejemplo, rizando el rizo del despropósito, en un alarde de cinismo de los que hacen época, Leire Pijín le acabó echando la culpa al PP de que en España haya crecido el número de embarazos no deseados, bajo el argumento –de incomparable fundamento científico- de que las dos comunidades donde más embarazos se producen son Murcia y Madrid, ambas gobernadas por el PP. ¡C…. Lorito! Con un par. A esta chica le debe salir humo de tanto pensar, y todo para justificar una ley, la del aborto, que lejos de evitar embarazos no deseados lo que hace es acabar con ellos por la vía del descuartizamiento de bebés bajo el patrocinio de Bibiana Aido y la tal Pijín.

Oferta de Pacto de Estado

El asunto en cuestión es, por tanto, hacer al PP responsable de todos nuestros problemas, independientemente de cuáles sean estos, pero principalmente de la crisis económica. Y lo que hay detrás de esa estrategia, de la que forma parte esta falsa oferta de Pacto de Estado dirigida a intentar excluir al PP de todo, no es otra cosa que una total y absoluta dejación de funciones por parte del Ejecutivo que preside Rodríguez.

Ese es el mar de fondo, y lo que debería llevar a los medios de comunicación y a los periodistas que de verdad se sientan libres –que ya sabemos que son muy pocos y no precisamente los que se pasan la vida lamiéndole el c… a este Gobierno- a denunciar la delirante ausencia de compromiso democrático de Rodríguez. La democracia tiene una gran virtud, la de consagrar el gobierno de la mayoría, y lo que la mayoría exige a quienes ha elegido para gobernar es que tomen decisiones, por impopulares que algunas veces puedan ser estas decisiones, y de eso es de lo que está huyendo este Gobierno como si fuera la peste, y por eso busca un acuerdo con las fuerzas políticas –salvo con el PP- que le permita la cuadratura del círculo, es decir, no responsabilizarse de las decisiones que haya que tomar, y echarle la culpa al PP de tener que hacerlo.

Hoy se reúne ese invento de Rodríguez para seguir dilatando en tiempo su responsabilidad y evitar así tener que adoptar medidas drásticas contra la crisis, pero esa comisión no va a servir para nada, al menos no va a servir para nada positivo, porque lo único que pretende con ella el presidente es seguir ganando tiempo mientras contempla de brazos cruzados como la crisis acaba con las esperanzas de millones de personas. Pero sí, la culpa de la muerte de Manolete, la tiene el PP.


El Confidencial

Cómplices. José García Domínguez

Al presidente, igual que a su propio Garzón, le consta que los criminales comunistas han exterminado a más de 17.000 cubanos. No obstante, ni el uno pediría jamás la extradición del verdugo, ni el otro dejará de abrazarlo en cuanto la ocasión lo propicie.

Es fama que cuando Roosevelt, el inquilino más canónicamente progresista que jamás haya ocupado la Casa Blanca, fue interrogado acerca de por qué agasajaba con tan grandes honores a un hijo de puta como Tacho Somoza, ya por entonces dictador de Nicaragua, el precursor del New Deal replicó: "Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". El suyo era el papá del célebre Tachito, quien luego heredaría la finca; y el de la izquierda española toda, encabezada por Zapatero, resulta ser Fidel Castro y su genoma adyacente, que anda en lo mismo. De ahí ese obsceno silencio del presidente mientras vadea la muerte anunciada de Orlando Zapata. Enésima prueba, por lo demás, del muy exquisito minimalismo ético que retrata a la socialdemocracia realmente existente.

Una halitosis moral, ésa tan suya, más repulsiva aún que la de la paleoizquierda por cuanto ni siquiera pretende camuflarse bajo la mentira. Al cabo, es eso lo que hace peores a nuestros cínicos buenistas que a aquellos viejos escolásticos, los exegetas últimos de la vulgata leninista. Y es que, cuadros patológicos al margen, el grueso de la izquierda admite sin reparo mayor la esencia liberticida del régimen. No discuten los hechos. Ya no. Lo que niegan es su legitimidad misma, la de los acontecimientos reales, empíricos, fácticos, contrastables, con tal de refutar su supremo dogma. A saber, el prejuicio que ordena la indubitada superioridad moral de la izquierda en todo tiempo, lugar y circunstancia.

Así, al presidente, igual que a su propio Garzón, le consta que los criminales comunistas que empujaron a la muerte a Zapata son los mismos que han exterminado a más de diecisiete mil cubanos. No obstante, ni el uno pediría jamás la extradición del verdugo, ni el otro dejará de abrazarlo en cuanto la ocasión lo propicie. Hace mucho tiempo que dejaron de creer en él, sí. Asesina, encarcela, tortura, acosa, espía y persigue, sí. Les consta. Lo saben perfectamente. Ellos mismos difunden que ha cometido las mayores violaciones de los derechos humanos. La consecuencia: continúan deparándole idéntica complicidad diplomática, pareja inmunidad política y similar cobertura estratégica que el primer día. ¿O acaso sólo por unos cuantos cadáveres en el armario iba a dejar de ser su hijo de puta?


Libertad Digital - Opinión

La reprimenda. Por Ignacio Camacho

EL presidente Zapatero parece últimamente empeñado en no dejar escapar una oportunidad de quedar mal en cualquier sitio.

Desde que el turno de presidencia europea le ha otorgado visibilidad externa aprovecha la más mínima ocasión para que todo el mundo se entere de lo que hasta el 1 de enero sólo sabíamos los españoles. Cuando no exhibe la levedad insustancial de su retórica adanista se atreve a dar en foros especializados lecciones de una economía que desconoce, o simplemente pasea a la intemperie un rancio sectarismo que él entiende como seña de identidad ideológica. Ayer tocó lucir progresismo de salón en la más preclara tradición del doble rasero de la izquierda, enrocado en una coriácea resistencia a denunciar el abuso tiránico de Cuba. Cuando la palmaria persecución de la disidencia ha conmovido ya hasta a irreductibles dogmáticos como el Premio Nobel Saramago, nuestra minerva socialdemócrata persiste en hacerse el sueco ante la flagrante crueldad del tardocastrismo. Lo del sueco es un decir: Suecia hace tiempo que condenó esa siniestra farsa.

Y mira que lo tenía fácil. El escenario, la sala ginebrina de los Derechos Humanos de la ONU -¡de los Derechos Humanos!-, bajo la cúpula estalactítica de Barceló pagada con dinero de los españoles. El marco, un congreso contra la pena de muerte. La fecha, justo el día siguiente a que la dictadura castrista dejase morir al disidente Zapata, prisionero de conciencia reconocido por Amnistía Internacional; albañil, negro y pobre: un paria de la tierra. La atmósfera, una ola de solidaridad política y humanitaria con la causa de la oposición democrática cubana. Y ni siquiera fue necesario que tomase la iniciativa: la prensa se la puso en bandeja interrogándole ex profeso. Nada. Era tan sencillo: una condena limpia, una referencia explícita, una palabra clara, nominal, directa, sobre la libertad y la justicia. Nada. Boca cerrada, gesto prieto, evasivas dialécticas, huidiza mirada al tendido. Incapaz.

Peor que eso. Fruto de la evidente mala conciencia generada por un silencio culpable, los monaguillos de la Presidencia trataron de explicar que al fondo del trasfondo del discurso zapateril había, en el subtexto del contexto, una alambicada referencia condenatoria para iniciados. Vean qué áspera bronca, qué tremenda advertencia, qué valerosa denuncia: »Nuestro éxito será el éxito de los Derechos Humanos, el éxito de la dignidad de las personas, de la protección del vida y el éxito de los Estados que respeten hasta el último instante la vida de todos y cada uno de sus ciudadanos».

Eso es todo. Todo lo que el líder progresista y pacifista de un país democrático se atreve a decir de una dictadura que deja morir a un preso político en una nación hermana. Fidel y Raúl Castro deben de sentirse tan avergonzados por la reprimenda que se espera su inminente dimisión en las próximas horas.


ABC - Opinión

Hoy se estrena en Madrid 'La quimera del pacto' . Por Antonio Casado

Sería una excelente noticia que bajo las pinturas de Arturo Mélida (Palacete Zurbano, donde nació la reina Fabiola de Bélgica), PSOE y PP enterrasen el hacha de guerra para luchar juntos contra la crisis económica, como aconseja el sentido común y reclaman los ciudadanos. Pero sólo la mera expresión del deseo por ambas partes, más por la del Gobierno, nos invita a mantener una vaga esperanza. Todos los demás elementos de la realidad conspiran en contra.

Malos augurios, pues, sobre una eventual sintonía entre el partido que gobierna y el que aspira a gobernar a lo largo de las reuniones multilaterales y bilaterales que la troika ministerial (Salgado, Blanco y Sebastián) va a sostener a partir de hoy con representantes de todos los partidos políticos de base parlamentaria.


Conviene no despistarse en este punto. En esta confusa búsqueda de pactos de todos contra la crisis, en el seno de la comisión anunciada por Rodríguez Zapatero hace ocho días en el Congreso y que se estrena esta misma mañana, hemos de saber que estaremos perdiendo el tiempo si un posible pacto final no incluye la firma de las dos grandes fuerzas políticas nacionales. Es condición no solo necesaria, sino imprescindible, sine qua non, aunque pudiera no ser suficiente para sacar a España del agujero.

El Gobierno no estará a la altura del desafío si, como algunos tememos, pretende escenificar el aislamiento político del PP jugando con su necesidad de diferenciarse, propia de un partido alternativo en el ejercicio del poder. Tampoco la necesidad de diferenciarse (“No queremos hacernos responsables de la política de Zapatero”, suele decir Rajoy) debería ser la excusa para no ayudar a resolver una situación calificada por el propio PP como de “emergencia nacional”. Pero eso es lo que se despacha por uno y otro lado un minuto antes de que se estrene en el Palacete de Zurbano la comedia titulada “La quimera del pacto”.

De un pacto que implique de verdad al Gobierno y al PP es de lo que hablaron los dirigentes de Convergencia i Unió, e incluso el Rey de España, cuando hace unos días plantearon la necesidad de salir del agujero con un esfuerzo concertado. La Corona y los nacionalistas catalanes le ganaron la posición a PP y PSOE al invitarles a enterrar el hacha de guerra ante el peligro de una bancarrota de España. Sin embargo, el PSOE ha sido más hábil para recoger el guante y hacer un poco más incómoda la posición del PP, pues si éste se abrazase ahora al Gobierno se quedaría sin su discurso basado en la confrontación para echar a Zapatero de la Moncloa.

En esas coordenadas hemos de rastrear las causas del pesimismo ambiental en las horas previas a la primera cita de la comisión, ya con el documento base entregado anoche por el Gobierno a los partidos convocados. Un documento que incluye cuarenta y tantos epígrafes, a modo de índice temático, agrupados en los cuatro grandes capítulos anunciados por Zapatero la semana pasada: Competitividad, Política Industrial, Reducción del Déficit Público y Sistema Financiero.

Nada que nos saque de dudas sobre el muy incierto desenlace de estas reuniones. Aunque Zapatero dice haber ordenado el mayor esfuerzo para llegar a un pacto con todos, “singularmente con el PP”, su gente no ha dejado de atacarle. Y la gente de Rajoy no ha dejado de atacar al PSOE, mientras anuncia que sus representantes (Cristobal Montoro y Alvaro Nadal) acudirán a la reunión sólo para comprobar si el Gobierno está dispuesto a rectificar.

Con estos antecedentes, cualquier posibilidad de entendimiento entre los dos grandes me parece una quimera.


El Confidencial - Opinión

Asesinato en La Habana

La dictadura deja morir a un disidente en la cárcel tras 85 días en huelga de hambre

La muerte del disidente cubano Orlando Zapata Tamayo en un hospital de La Habana, tras 85 días en huelga de hambre, revela de nuevo el rostro aborrecible de la tiranía castrista que el Gobierno español se empeña en maquillar desde hace seis años. Trabajador humilde y albañil de profesión, de 42 años, formaba parte del grupo de 75 presos políticos encarcelados a raíz de la denominada «Primavera Negra» en 2003. De ellos, 53 aún siguen entre rejas. Zapata luchó pacíficamente por la democracia, y en prisión, lejos de doblegarse a la brutalidad de los carceleros, reivindicó mejoras en las condiciones de vida de los reclusos políticos y denunció las palizas sistemáticas que recibían en la cárcel bautizada como «Kilo 7», en la provincia de Camagüey.

No era un criminal ni un asesino ni un ladrón ni un violador... Sencillamente fue encerrado y torturado por defender la dignidad de los hombres. El suyo fue, sin duda, un asesinato, el último de una tiranía despiadada, que acumula un reguero de sangre e injusticia pavoroso: más de 8.100 fusilados, 11 fallecidos por huelga de hambre y 97 muertos en la cárcel. En las prisiones de los hermanos Castro permanecen más de 200 presos de conciencia en condiciones inhumanas. El desenlace trágico de Zapata ha dejado en evidencia el lamentable papel de la diplomacia española en su relación con Cuba. La semana pasada, Miguel Ángel Moratinos defendía los progresos en materia de derechos humanos después de la reunión del mecanismo de diálogo sobre este asunto de los gobiernos de España y Cuba celebrada en Madrid. A esa hora, el disidente fallecido agonizaba en La Habana. Se quiera o no, un Gobierno que se ha convertido en altavoz de los planteamientos de la tiranía, que ha defendido su «real» voluntad de cambio, que ha confirmado los progresos en materia de derechos humanos, asume una condición de cómplice y corresponsable en alguna medida de sus actuaciones. Moratinos ha jugado un papel especialmente desgraciado. Al mismo tiempo que se desentendía de la disidencia y le daba la espalda, ha sido la voz que ha trabajado en Europa a favor de alterar la Posición Común de la Unión, que condicionaba la normalización de relaciones a los avances de Cuba hacia la democracia, por una política de entendimiento, cercanía y colaboración. El ministro ha cometido demasiados errores en su gestión, pero su conciliábulo con los Castro le incapacita.

Ayer, la izquierda española se convirtió en una corriente de lamentos por la muerte de un joven albañil que sólo quería no recibir más palizas en prisión. Pero no hubo ni una crítica ni una mala palabra hacia la tiranía. Los mismos que se movilizaron con justicia hace unas semanas en favor de la activista saharaui Aminatu Haidar no se conmovieron por los sucesos de la isla-prisión. De hecho, ni el Ministerio de Exteriores ni el PSOE se atrevieron a condenar ayer la dictadura y sus crímenes cuando el PP lo propuso en el Congreso. En su lugar, y forzados por las circunstancias, se limitaron a reprobar genéricamente la falta de libertad y los abusos en el mundo, lo que demuestra su condescendencia patológica con un régimen que a esa hora desataba otra ola de arrestos entre opositores mientras Raúl Castro, con cinismo repulsivo, lamentaba la muerte de Zapata.

Aunque parece imposible a estas alturas, España no debería mantener su política de paños calientes con la dictadura castrista y tendría que liderar una estrategia de exigencia y defensa sin matices de la democracia y los derechos fundamentales. Mientras se mire con simpatía a un sistema que tortura y asesina, la democracia se deja jirones de dignidad y de credibilidad.


La Razón - Opinión

Credenciales cubanas

Ni Europa ni América Latina, especialmente Brasil, pueden ignorar la muerte de un disidente

El presidente brasileño Lula da Silva inició ayer su cuarta visita oficial a Cuba, considerada como la de despedida. Poco antes de aterrizar en La Habana, supo de la muerte del preso político Orlando Zapata a consecuencia de una huelga de hambre mantenida durante 85 días. Su familia denunció malos tratos a lo largo de los años de cárcel y aseguró que no recibió atención médica adecuada hasta que su estado de salud empeoró de manera irreversible. La muerte de Zapata constituye un acta de acusación adicional, y un motivo de enérgica condena, contra la dictadura más longeva de América Latina y una de las más liberticidas de la historia del continente. Pero es también una prueba decisiva para la comunidad internacional y para el presidente Lula, que tiene en su mano ejercer como portavoz tanto por su ascendiente latinoamericano como por el hecho de encontrarse en la isla.

Con esta visita a La Habana, coincidente con la muerte de Zapata, Lula tiene la ocasión de demostrar que el creciente papel internacional de Brasil no significa sacrificar el principal capital político que ha cosechado: la opción por una izquierda capaz de ofrecer progreso y bienestar mediante el fortalecimiento y la gestión de las instituciones y los procedimientos democráticos. El silencio de Lula frente a una dictadura como la castrista -seguido de la timorata reacción de la UE, a empezar por el inane y críptico mensaje de Rodríguez Zapatero en Ginebra- empañaría lo que él representa, tan importante para América Latina y, en la medida en que Brasil afianza su posición de potencia emergente, para el resto del mundo.

Un grupo de disidentes cubanos ha solicitado al presidente Lula que interceda por la suerte de los presos. El compromiso que Brasil ha demostrado con los derechos humanos sería suficiente para justificar esta gestión, pero la muerte de Zapata la hace inexcusable. El trato con La Habana y, sobre todo, con el mito que la revolución castrista sigue representando para parte de la izquierda latinoamericana, sitúa en una difícil posición a cualquier dirigente de la región, pero más todavía al presidente brasileño. Pero las dificultades para gestionar las relaciones con ese mito no pueden llevar a cerrar los ojos ante los atropellos que se cometen en Cuba, y que en este caso se han saldado con la muerte de un preso político. El castrismo ya no puede extender credencial alguna de progresismo. Por el contrario, es su gestión al frente de Brasil la que constituye el ejemplo alternativo.

Sin las cortapisas regionales de Brasil, y sin los equilibrios que exige una visita oficial, es inaceptable que la Europa en la que España ejerce la presidencia se limite a lamentar la muerte por inanición de un preso político. El régimen cubano es responsable de la vida y la integridad de quienes ha condenado a pudrirse en sus mazmorras. Mucho más cuando esa condena sólo obedece a decisiones tiránicas de una saga familiar.


El País - Opinión

Otro mártir por la libertad en Cuba

Si la respuesta internacional al régimen cubano se limita a declaraciones de tan bajo perfil como la aprobada por el Congreso español, no nos debe sorprender que la represión se recrudezca.

Coincidiendo con el aniversario de la muerte de los cuatro pilotos de Hermanos al Rescate, cuyo avión fue derribado hace ahora catorce años por las fuerzas aéreas cubanas, la dictadura castrista se ha cobrado este martes una nueva víctima mortal. Se trata de Orlando Zapata Tamayo, uno de los 75 disidentes condenados en la primavera del año 2003 con penas de hasta 28 años de prisión. En el caso de Zapata su condena se elevó posteriormente hasta los 36 años de cárcel debido a que ni la reclusión ni las torturas impidieron a este mártir de la libertad seguir protestando en defensa de los derechos humanos.

Ante la huelga de hambre que Zapata inició hace ochenta y seis días, la única respuesta de la dictadura castrista ha sido, tal y como denunció Libertad Digital el pasado viernes, la de impedir a su madre ir a visitarlo e incluso saber cuál era su paradero después de su traslado, con destino desconocido, desde el hospital donde estaba ingresado.

Si vergonzoso ha sido el silencio de la UE, en general, y del Gobierno español, muy en particular, durante todos estos meses, más bochornosa resulta ahora su pasividad tras la muerte de este preso político para adoptar represarias contra la dictadura comunista que desde hace más de medio siglo cercena las libertades en Cuba.

A pesar de conocer la noticia de su muerte, a pesar de ostentar la presidencia semestral de la UE y a pesar de participar en un foro de Naciones Unidas en defensa de los derechos humanos, Zapatero ha sido incapaz no ya de condenar al régimen cubano, sino incluso de mentar el nombre de su última víctima durante su intervención en Ginebra. Por lo visto, el "valor supremo de la vida" a la que Zapatero ha hecho mención en ese foro contra la pena de muerte sirve para condenar con igual intensidad la pena capital aplicada a asesinos en sociedades democráticas que el asesinato de disidentes políticos en las dictaduras. Este "valor supremo de la vida" le sirve de excusa a Zapatero para tramitar la excarcelación de un asesino en serie en huelga de hambre como el etarra De Juana Chaos, pero no para elevar la menor protesta ante la represión de una abyecta dictadura como la que padecen los cubanos, y que es la que originó la huelga de hambre de Zapata y a la que cabe responsabilizar de su muerte.

La única respuesta institucional en España se ha limitado a una declaración del Congreso de los Diputados, aprobada por todos los partidos, pero de tan bajo perfil que ha eludido una condena expresa de la dictadura castrista, diluyéndola en una genérica condena a la falta de libertades y conculcación de derechos humanos "en cualquier parte del mundo". Para colmo, esta resolución brinda su apoyo a unas inexistentes "gestiones realizadas a favor de los presos de conciencia, que también se han producido en el caso de Orlando Zapata", cuando lo cierto es que el Gobierno de Zapatero no ha hecho "gestión" alguna digna de ese nombre, tal y como con razón ha denunciado la oposición democrática a este régimen comunista.

Hasta tal punto el Gobierno de Zapatero ha sido complaciente con el régimen de los hermanos Castro que el ministro Moratinos se negó a reunirse con los disidentes en su visita a la isla cárcel de hace unos meses.

En cualquier caso, si la respuesta internacional al régimen cubano se limita a declaraciones de tan bajo perfil como la aprobada por el Congreso español, no nos debe sorprender que la represión se recrudezca, tal y como ha sucedido con la detención y arrestos domésticos de otros disidentes que no pretendían cometer más "delito" que el de asistir al funeral de este mártir de la libertad.


Libertad Digital - Opinión

Otro crimen del castrismo

LA dictadura cubana es la única responsable de la muerte de Orlando Zapata, un prisionero político que jamás utilizó la violencia y que había sido privado arbitrariamente de su libertad por el siniestro régimen de los hermanos Castro.

Cuando en un país no impera más ley que la voluntad que emana de un Gobierno totalitario, un ser humano encarcelado injustamente puede llegar a pensar que no tiene otra defensa que llamar la atención de la opinión pública internacional, con la remota esperanza de hacer cambiar las cosas. En el caso del régimen castrista, esta esperanza ha sido vana, porque los carceleros saben que la única garantía de supervivencia de su dictadura es precisamente mantener una firmeza brutal con la que amedrentar a la población, como ayer puso de manifiesto la ola represiva desplegada por las autoridades de La Habana para evitar una manifestación. Los cubanos saben de sobra y desde hace ya décadas lo que significa el lema de «socialismo o muerte»: a quienes insistan públicamente en no aceptar la dictadura y sus rancias teorías no les queda más alternativa que la muerte, como bien ha comprobado Orlando Zapata.

Desde su llegada al poder, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se ha empeñado en entablar un diálogo -moralmente imposible- con la dictadura cubana y, a pesar de que la respuesta que recibe es siempre el desdén, la diplomacia que dirige Miguel Ángel Moratinos sigue insistiendo en tratar de complacer a los carceleros y en ignorar a los demócratas. El Gobierno está instalado en la falsa idea -que pretende llevar a la Unión Europea- de que para promover la transición a la democracia en Cuba hay que llevarse bien con la dictadura, cuando la experiencia indica todo lo contrario: la muerte de Orlando Zapata es la prueba de hasta dónde están dispuestos a llegar los responsables del régimen en el camino de las reformas. Incapaz de condenar ayer el crimen que representa la muerte del disidente cubano, Zapatero debe reflexionar antes de que sea demasiado tarde, porque llegará un día en que los cada vez más numerosos ciudadanos cubanos que luchan pacíficamente por la libertad vean la caída de la dictadura y recuerden entonces de qué lado estuvo España cuando ellos eran perseguidos. Los que hoy llamamos disidentes, a los que Zapatero echó de las recepciones en la Embajada de España, serán tarde o temprano los líderes de una Cuba democrática, mientras que la dictadura con la que él pretende congraciarse será barrida por la historia.

ABC - Editorial