martes, 19 de enero de 2010

Haití y el perfecto idiota. Por Cristina Losada

Ortega, el notorio abusador sexual de su hijastra, sabe a ciencia cierta que Estados Unidos codicia Haití y quiere ocuparlo. ¡Será por sus riquezas aún ignotas!

En medio de la tragedia, apareció la estupidez. Los presidentes de Nicaragua y Venezuela acusan a Estados Unidos de aprovechar la catástrofe de Haití para ocupar militarmente el país. No es una necedad inocente. Daniel Ortega fue el primero en pronunciarse en tal sentido o sinsentido y en perfecta sintonía con pautas que Montaner, Mendoza y Vargas Llosa describieron con ácido humor en el Manual del perfecto idiota latinoamericano. Enseguida le secundó Hugo Chávez. Y como no hay dos sin tres, un ministro francés se ha quejado del rol dominante de los americanos. La antigua potencia colonial aspira a sus quince minutos de fama. La política humanitaria es más política que nunca. No compiten ya las ONG sino los G. Incluido el de España, que envió a De la Vega so pretexto de la presidencia rotatoria. Hacer espectáculo del horror suele traer horrendos espectáculos.


El nicaragüense proclamó que "no tiene ninguna lógica" que Washington envíe tropas cuando Haití necesita ayuda. Que esa ayuda no se pueda distribuir, que los saqueos proliferen, que el precario Estado haitiano colapsara, que sea urgente restablecer el orden, nada interesa a quienes viven de atizar un primitivo antiamericanismo. Ortega, el notorio abusador sexual de su hijastra, sabe a ciencia cierta que Estados Unidos codicia Haití y quiere ocuparlo. ¡Será por sus riquezas aún ignotas! Será que la Alianza Bolivariana proyecta sus propios designios. Querría utilizar la solidaridad para extender su influencia en el Caribe, pero no puede competir con los USA. A los que, por cierto, no salva del azote del odio ni el seráfico Obama.

Mucho me temo que el disparate de Ortega y Chávez está destinado a extenderse entre aquellos que, como señaló Revel, cifran su certeza de ser de izquierdas en el criterio de "ser, en todas las circunstancias, de oficio, pase lo que pase y se trate de lo que se trate, antiamericanos". Ya gozó de amplio crédito en su día la fantástica idea de que Bush derrocó a Sadam para apropiarse del petróleo. Tesis que prendió en la imaginación popular unida a la que presagiaba una Tercera Guerra Mundial si se invadía Irak. Se escribe estos días sobre las supersticiones haitianas. Resultan inofensivas al lado de las supersticiones políticas que arraigan en el Occidente rico e ilustrado. Raro que todavía no se haya culpado a la CIA y al FBI, siempre tontos peligrosos, del terremoto.


Libertad Digital - Opinión

Chuletas. Por José García Domínguez

La eventual sanción académica competerá a una muy democrática comisión paritaria formada por tres profesores y tres alumnos, a ser posible, colegas de botellón del encausado, supongo.

Sin pizca de asombro, acuso recibo de que la Universidad de Sevilla ha acordado proclamar algo así como la Declaración Universal de los Derechos del Asno. Trátase, por lo visto, de un exhaustivo protocolo de garantías procesales creado a fin de amparar los sagrados fueros de aquellos alumnos que sean sorprendidos copiando con chuletas en los exámenes.

En consecuencia, según manda el nuevo código hispalense, ante los niños pescados in fraganti al cátedro-puericultor le cabrá incautarse de los "objetos" que usasen para ese fin. Pero la eventual sanción académica competerá a una muy democrática comisión paritaria formada por tres profesores y tres alumnos, a ser posible, colegas de botellón del encausado, supongo. De tal guisa, el Califato de Griñán, siempre a la vanguardia de la ciencia y el desarrollo, se propone liderar el célebre modelo productivo basado en el saber y el conocimiento que promueve Zapatero.


Mas de nada debiéramos escandalizarnos, en realidad. Al cabo la mejor forma de terminar con el fracaso universitario es acabar de una vez por todas con la propia Universidad, igual que sucediera en su día con el Bachillerato y los institutos. Un empeño que, cabe reconocerlo, se resolvió con éxito contrastado. De ahí, entre otros hitos docentes, la radical proscripción en las aulas del esfuerzo, la competitividad, la memoria o cualquier selección merecedora de tal nombre, sórdidas rémoras todas de un pasado a olvidar.

Bienvenida sea entonces la cultura de la plastilina a facultades y escuelas técnicas superiores, firmemente asentados ya sus reales en Primaria y Secundaria. Pues, como es fama, en tales tramos docentes los viejos contenidos curriculares hace ya lustros que fueron subordinados a un interés superior. A saber, que Peter Pan desarrolle su personalidad en un entorno tan lúdico, festivo y gozoso como exento de traumas y frustraciones, al modo de la pauta canónica en guarderías, parvularios, jardines de infancia y los congresos nacionales del PP.

Como para que sigamos repitiendo el sobado chiste de la generación mejor formada de Historia de España. Una hazaña pedagógica colectiva que cualquiera puede constatar a la luz de la exquisita gramática parda que rige en los foros de Internet. O reparando en la prodigiosa riqueza de vocabulario que exhiben los inquilinos de Gran Hermano y sucedáneos. En fin, apaga y vámonos.


Libertad Digital - Opinión

La resaca colonial. Por M. Martín Ferrand

HAITÍ es, en una perspectiva meramente histórica, uno de esos despropósitos que se fraguan, en los territorios que no le interesan a nadie, en los intervalos en que se relevan los imperios. Primero tuvo la desgracia de convertirse en refugio y cuartel de bucaneros y filibusteros franceses, menos constructivos que los aventureros, hijosdalgos y misioneros que España y Portugal enviaron al Nuevo Mundo y, después, lo mejor que puede decirse de la parte occidental de La Española es que el general Toussaint-Lovertise, precursor de la independencia y gran apóstol de la abolición de la esclavitud, poseía y explotaba una plantación de café atendida por esclavos procedentes del mismo lugar africano de donde era su abuelo, lo que hoy conocemos por Benín.

Francia fue, especialmente en América, una mala potencia colonial. Su huella en Haití no es la de una siembra positiva y paciente, sino la de un precipitado coge todo lo que puedas y sal corriendo. Si España no hubiera preferido en el Tratado de Rijswijk, al final de la guerra de Francia y la Santa Alianza, la porción de Cataluña invadida por los franceses que una parte de Santo Domingo, las cosas hubieran sido de otro modo. Como se ve, en contraste con las repúblicas iberoamericanas, mejores para Haití, el segundo país del Continente en obtener la independencia y el más desafortunado de todos ellos. Un escenario dominado por la corrupción, el ron y el vudú.

Ahora, ante la luctuosa circunstancia que marca la actualidad haitiana, el Gobierno de Washington, consciente de su «responsabilidad imperial», se ha sentido obligado a encabezar las ayudas que reclaman Puerto Príncipe y su catastrófico entorno. Barack Obama, en persona, ha liderado el socorro de un territorio desamparado tras dos siglos de independencia inane y de líderes depredadores. Francia, la metrópoli germinal de la situación, se siente ofendida y acusa a los EE.UU. por protagonizar, y encauzar, la ayuda mundial. Brasil y otros grandes estados de la región tampoco aplauden el ímpetu norteamericano y así, como suele suceder, lo fundamental -la ayuda a unos cuantos millones de desventurados- pasa a segundo plano. Salvo Francia, que no hizo lo debido en tiempos de Luis XIV, a todos les sobran razones para esos absurdos celos de protagonismo; pero un «imperio» que no ejerce como tal deja de serlo y a eso, afortunadamente, no parece que Obama quiera renunciar.


ABC - Opinión

La enésima traición de Rajoy a su electorado

Aparentemente, Educación para la Ciudadanía desaparece en la enseñanza primaria y secundaria, pero no es así. El proyecto de Rajoy consiste en camuflarla transversalmente bajo el pomposo nombre de "valores constitucionales" en todas las asignaturas.

Hace sólo dos años, coincidiendo con la campaña electoral de las legislativas, Mariano Rajoy prometió durante un mitin que, si se alzaba con la victoria en la urnas, suprimiría en el acto "Educación para la Ciudadanía" (EpC), una asignatura que Zapatero se sacó de la chistera nada más ocupar la Moncloa y que está concebida para adoctrinar política y moralmente a niños y jóvenes. Contra ella llevan ya luchando varios años ciertas comunidades autónomas gobernadas por el PP y un amplio movimiento cívico que rechaza de plano cualquier intromisión del poder político en las cuestiones educativas que tocan con la moral.


El partido de Rajoy había hecho, con muy buen tino, de la oposición a esta controvertida asignatura una de sus banderas. En este campo, los populares tienen mucho que ganar y muy poco que perder. La educación en España está, literalmente, arrasada. Nuestros estudiantes figuran entre los peor cualificados de Europa y la disciplina académica, el mérito y el esfuerzo pasan por horas bajas. Dado que nadie desconoce que la educación necesita de reformas de gran calado, las quejas de Rajoy tenían un público muy agradecido dispuesto a entregarle el voto o, cuando menos, a tomar sus palabras como sensatas en el océano de necedad progresista en el que España se ha extraviado.

Ante un panorama educativo tan doliente, lo menos que necesitan nuestras escuelas es una dosis adicional de ideología. Hasta la fecha el Partido Popular parece que lo ha entendido así, porque ha sido el único que se ha opuesto frontalmente a este tipo de experimentos ideológico-morales dentro de los colegios. Ha tenido que pelear contra todo el arco parlamentario y contra una extraordinaria campaña mediática desatada por los satélites del Gobierno desde hace cuatro años. Por eso choca que, después de tan trabajosa lucha, se rinda ahora y acepte la mayor.

Porque, inútil sería engañarse, el programa educativo que ha presentado Rajoy en Toledo no es ni de lejos la liquidación de EpC, sino la misma EpC maquillada bajo otro nombre y aligerada de peso en los años infantiles, los mismos en los que el proyecto de Zapatero no apretaba demasiado el pistón. Aparentemente, en la enseñanza primaria y secundaria desaparece, pero no es así. El proyecto de Rajoy pasa por camuflarla transversalmente bajo el pomposo nombre de "valores constitucionales" en todas las asignaturas. En bachillerato la propuesta es recuperar la asignatura de Filosofía, inexplicablemente retirada de los planes de estudio, enriqueciéndola con más contenidos de valor constitucional.

Las dosis es prácticamente la misma pero distribuida de un modo más disimulado. El mal, por lo tanto, permanece intacto. Los estudiantes, ya sean de primaria, secundaria o bachillerato no deben recibir formación política en las aulas, materia que es de curso obligatorio en las dictaduras pero que no tiene cabida en un país libre donde todas las opiniones políticas, incluso las anticonstitucionales, son legítimas. Lo mismo puede decirse de las cuestiones de orden moral. El Estado no puede establecer una moral oficial que colisione con la moral privada de los individuos, la única válida. Hacer lo contrario, es decir, adoctrinar a los estudiantes en un paradigma político y moral concreto, es volver a la Formación del Espíritu Nacional que se estudiaba durante el franquismo.

En definitiva: libertad, que es lo que Rajoy pedía en 2008 y que ahora, creyéndose heredero inmediato de la ruina que está dejando Zapatero, parece haber olvidado para auparse sobre una ola de pactismo y traición a sus bases con la que cree que podrá ganar las elecciones dentro de dos años.


Libertad Digital - Editorial

El régimen cuarteado. Por Ignacio Camacho

EN sus días más optimistas, Javier Arenas contempla con orgullo unos imaginarios titulares postelectorales: «Histórico triunfo del PP en Andalucía después de 30 años». Y en los subtítulos, la amarga realidad del mercado negro de la política: «El PSOE negociará un gobierno de coalición con Izquierda Unida». Tendría que ocurrir un milagro para que este político de raza cumpla el sueño de ser presidente de la Junta, un desafío que le obsesiona desde hace dos décadas muy por encima de los puestos relevantes que ha ocupado en el Gobierno de España, y es probable que ese empeño muera en el mejor de los casos en la orilla de la mayoría insuficiente; pero ya es casi milagroso que hoy por hoy la hipótesis de que el PSOE pierda en su patio trasero resulte una seria posibilidad demoscópica. Eso era impensable hace bien poco, y si ahora no lo es se debe sobre todo al desgaste de Zapatero y en menor medida a las consecuencias de un relevo de poder que propicia una penosa paradoja: el presidente Griñán, un político mucho más sólido y preparado que Chaves, tiene bastante menos tirón electoral que el veterano virrey elevado a la vicenadería del Estado.

Quizás el propio Griñán haya mandado publicar la ya célebre encuesta que le convierte en probable perdedor para reclamar manos libres y sacudirse la tutela del tardochavismo, pero hace tiempo que los sondeos revelan en Andalucía un anhelo de cambio que los socialistas no van a poder encarnar después de tres décadas de hegemonía cansina. Aunque nadie puede predecir hasta dónde llegará ese estado de opinión, favorecido por la evidencia de que el PP absorbe la mayoría del evaporado voto andalucista, su propia existencia es ya de por sí un signo de enorme relevancia que muestra la profundidad de la decepción ante el zapaterismo, instalada incluso en su más profundo granero de votos. Ese desencanto constatable preocupa al actual presidente andaluz al punto de que tal vez pretenda, al hacerlo público, cargarse de argumentos para anticipar las elecciones y acudir a las urnas sin la compañía de un líder al que en este momento considera una tara política.

Para Javier Arenas, incombustible y tenaz perdedor en su tierra, la victoria supondría el éxito de una misión a la que ha dedicado un esfuerzo poco imaginable en quien ya ha sido casi todo en la vida pública. Al margen de que la Presidencia andaluza le quede al otro lado de una inalcanzable mayoría absoluta, si el PP es capaz de derrotar en su feudo a los socialistas tendrá prácticamente asegurado el retorno a La Moncloa. Ese objetivo, al alcance incluso de un empate técnico, es mucho más factible que el de sentarse en el Palacio de San Telmo y constituye el verdadero encargo que Rajoy le comisionó al enviarle de nuevo al despeñadero andaluz. Por cuarteado que esté, el régimen clientelar de tres décadas todavía no es para nadie una tierra prometida.


ABC - Opinión