viernes, 15 de enero de 2010

El desastroso parto de la conjunción planetaria. Por Juan Ramón Rallo

¡Qué fácil y transparente habría sido dejar a los bancos insolventes quebrar y a los solventes prosperar en lugar de repartir carretillas de millones, por un lado, e imponer nuevos tributos a justos y pecadores por otro!

Poco ha tardado el visionario Zapatero en lanzar un órdago a esa caterva de burócratas ultraintervencionistas que integran las instituciones comunitarias. Desde el Parlamento a la Comisión, pocos se libran de sentir una adoración casi sacra por ese conato de Estado mundial en el que algunos se empeñan en convertir lo que comenzó siendo una simple unión aduanera: la Unión Europea. Pero al lado de Zapatero, todos esos políticos de casta, todas esas hornadas de tecnócratas más centrados en el krátos que en el tecnos, parecen corderitos ultraliberales.


Ha tenido que llegar nuestro presidente del Gobierno para remover las tranquilas aguas de unos funcionarios que sólo aspiraban a pastar en los presupuestos comunitarios a cambio de aplastar a los europeos con voluminosas regulaciones que por supuesto ni se llegan a leer. En apenas unos días desde la presidencia de turno, Zapatero ya ha lanzado dos ocurrencias a cada cual más absurda. Tan disparatas son, que incluso las gargantas profundas de la Unión Europa están teniendo problemas de digestión.

La primera fue extender el quebrado modelo español de energías renovables y de economía falsamente sostenible al resto de nuestros socios comunitarios, so pena de ser sancionados por ese egregio líder político cuyo país carga con una tasa de paro del 20% y un déficit público anual de más de 100.000 millones de euros. Magníficos referentes con los que ponerse a impartir lecciones y a sancionar a aquellos que se salgan del guión por él marcado, esto es, a aquellos que empiecen a crecer, crear riqueza y reducir el paro.

No es de extrañar que la prensa europea lo recibiera con una mezcla entre mofa, desprecio y compasión. Hasta la fecha, no conocemos casos exitosos de pordioseros administrando las finanzas de multimillonarios. Tal vez por eso, dentro del PSOE no se aclaran a elegir entre el capirote o la camisa de fuerza; entre el ridículo de la ignorante arrogancia o la enajenación mental transitoria a lo Napoleón.

La segunda boutade presidencial parece ser fruto de esa mística conjunción planetaria que en su día ya nos pronosticara Leire de Nostradamus. A Obama se le ha ocurrido que los bancos rescatados con el dinero de los contribuyentes deben financiar sus manirrotos proyectos faraónicos. No está mal: primero se roba a los estadounidenses para salvar indiscriminadamente a todo banco que se les cruzara por en medio (incluso a aquellos que no querían ser rescatados) y luego la víctima a la que tienen que indemnizar los bancos no son esos contribuyentes asfixiados por deudas e impuestos, sino a un manirroto Obama que no para de gastar el dinero de esos mismos contribuyentes.

Por cierto, Obama miente. Sería largo de explicar, pero las pérdidas que atribuye al Tesoro por más de cien mil millones de dólares todavía son provisionales. Imagine que usted adquiere un paquete de acciones de Telefónica a 15 euros y el precio cae a 10. Puede concluir que ha perdido dinero, pero esas pérdidas sólo serán definitivas si vende esas acciones antes de que vuelvan a 15.

Las pérdidas que alega Obama están calculadas sobre la depreciación de las acciones (mejor dicho, de los warrants) de los bancos acumuladas a mediados de 2009 que están en propiedad del Tesoro. Desde entonces, muchas de ellas ya se han revalorado alrededor de un 20% y si la economía sigue recuperándose, continuarán apreciándose.

Lo cual no quita para que al final, muy probablemente, se produzcan pérdidas, pero esas vendrán más bien por la incapacidad de ciertas empresas para repagar el dinero que el Tesoro les prestó. De momento, los bancos más solventes ya devolvieron unos 150.000 millones de dólares a mediados del año pasado. Ahora mismo, los peores y más arriesgados deudores son empresas que nunca, bajo ningún concepto, debieron ser rescatadas, como General Motors o los gubernamentales gigantes hipotecarios Freddie Mac y Fannie Mae. Pero, ¡ah!, estas empresas que a buen seguro arrojarán milmillonarias pérdidas para el Tesoro están exentas del nuevo impuesto que pretende crear Obama y, en cambio, otras que ya han pagado sus deudas, como Goldman Sachs o Morgan Stanley, no lo van a estar. Un disparate intervencionista cuyo objetivo es el de siempre: dotar de más poder a los políticos para repartir dádivas y comprar voluntades.

Zapatero, por supuesto, se ha entusiasmado con la idea. Todo cuanto sea crear nuevos impuestos cuenta con el espaldarazo socialista. Lo que no queda claro es qué sentido tiene darles centenares de miles de millones de euros a unos debilitados bancos y cajas para evitar que quiebren y, posteriormente, quitarles un pellizquito de esos fondos para maquillar el dispendio en el que incurren los políticos. En lugar de crear un nuevo impuesto, bien podrían reducir proporcionalmente los fondos que les van a entregar, haciendo innecesario el viaje de ida y vuelta.

Claro que entonces nuestros Estados se quedarían sin poder crear un nuevo impuesto que, con la excusa de recuperar el dinero prestado, grave a los bancos de manera permanente. El efecto trinquete: todo intervencionismo que avanza, no retrocede.

¡Qué fácil y transparente habría sido dejar a los bancos insolventes quebrar y a los solventes prosperar en lugar de repartir carretillas de millones, por un lado, e imponer nuevos tributos a justos y pecadores por otro! Pero cuanto más enfangado esté el asunto, más fácil les resulta meter mano. Qué bien se lo están pasando nuestros socialistas en estos momentos de crisis y desconcierto que ellos mismos contribuyen a agravar.


Libertad Digital

Regreso al pasado. Por José María Carrascal

PUEDE ser el efecto óptico de una meteorología inclemente, pero creo que hay algo más profundo detrás: regresar a España tras casi cuatro meses de ausencia le produce a uno la impresión de regresar al país de su infancia, a los años duros de la posguerra, al frío, al viento, la nieve, las luces mortecinas, las incomodidades, la desidia administrativa, los establecimientos cerrados, los letreros de «Se alquila», los aeropuertos convertidos en aquellas estaciones donde los viajeros dormían en los bancos, las miradas duras en los ojos de cuantos nos cruzábamos y la palabra «Imperio» sustituida por «Presidencia europea» en los «partes».

Si a ello se añaden unos españoles separados no sólo por la vieja frontera de izquierdas y derechas, sino también por las nuevas de los nacionalismos y localismos, el viajero se lleva un susto. Lo usual era encontrar una España más próspera, más optimista, más jovial. Esta vez es justo lo contrario, como si sus viejos fantasmas hubieran vuelto de repente.

Y en cierto modo, es así. ¿Qué ha pasado para que tanto cambiase en tan poco tiempo? Pues ha pasado que vivíamos en las nubes y hemos caído de ellas sin paracaídas. No queríamos ver lo que realmente somos, como nuestro presidente no quería ver la crisis, pero la crisis nos ha dado de bruces con la realidad. Nos creíamos ricos, y no lo éramos. Presumíamos de haber sobrepasado a Italia, de estar en el grupo de cabeza, y estamos en el de cola. Debemos nuestro bienestar a la generosa ayuda europea, a unas medidas acertadas tomadas por algunos Gobiernos hace ya muchos años y a una coyuntura internacional que nos era casualmente favorable. Pero en vez de aprovecharla para corregir nuestras deficiencias, para trabajar como es debido, para prepararnos para el mundo que se avecinaba, dejamos que siguieran siendo los otros quien inventaran, que los trabajos más duros los hicieran los inmigrantes, mientras nosotros nos dedicábamos a gozar de nuestra recién adquirida modernidad y democracia, sin pensar nadie que ésta significa tanto responsabilidad como libertad.

El resto lo hicieron unos políticos más interesados en la ideología que en la economía, en enriquecerse ellos que en enriquecer el país, en sus partidos que en la nación, en ajustar viejas cuentas que en saldarlas definitivamente, en abrir diferencias (y fosas) que en cerrarlas, y tendrán esa España gélida, inhóspita, gris y amenazadora que aguarda al viajero tras un largo periodo de ausencia.


ABC - Opinión

Qué duro es el corazón de Europa. Por Cristina Losada

Berlín reclama, primero, "objetivos realistas". A quién se le ocurre pedir realismo a un superprogresista. Conservadores y liberales tenían que ser. ¡Qué cenizos!

Es posible que de Zapatero se pueda decir lo que escribe Saul Bellow de uno de sus personajes: "No es ningún estúpido, salvo cuando expone sus ideas". El presidente expuso a los corresponsales extranjeros sus ideas sobre cómo ha de salir la UE del bache y se armó la de San Quintín. Por resumir, citemos al Wall Street Journal: "España ha llegado con una ingeniosa solución contra la crisis: hacerla ilegal...¿Cómo no se nos había ocurrido antes?". El Gobierno alemán se tomó, lógicamente, con menos cachondeo la ocurrencia de sancionar a los países que incumplieran los objetivos del maravilloso plan verde y social de Zapatero. Berlín reclama, primero, "objetivos realistas". A quién se le ocurre pedir realismo a un superprogresista. Conservadores y liberales tenían que ser. ¡Qué cenizos!


Mas no fue sólo la caverna germana quien puso en solfa las medidas correctoras o correctivas que anunciara ZP. Así que el Gobierno protagonizó uno de sus números característicos: desmentirse a sí mismo. Alonso no encontraba en ninguna parte aquellas palabras del presidente. Salgado explicó que las sanciones propuestas eran "morales". López Garrido interpretó que el máximo líder quería "premiar" y no castigar. Y De la Vega, que no había pedido otra cosa que "responsabilidad". Ahora, Zapatero los desmiente, a su vez, a todos ellos. En suma, nada a lo que no nos tengan de sobra acostumbrados. Mucho tienen que aprender todavía en Uropa. Menos rigidez y más flexibilidad. Entérense de que las palabras han de estar al servicio de la política y no al revés.

Resulta que aún circulan por la UE ciertas nociones desfasadas que en España, siempre en vanguardia, se han destinado al vertedero de la Historia. Por ejemplo, ese rancio concepto de la soberanía nacional, que un diario alemán esgrimía contra el proyecto sancionador de Rodríguez. Aquí se ha declarado obsoleta. Y discutida y discutible. Y maleable, chiclosa y adaptable al cortoplacismo medular del oportunista. La misma patología, en fin, que ha llevado a creer a Zapatero que su prosaica condición de presidente rotatorio de la Unión le confiere un especial poder para hacer y deshacer con alegría, como en casa. Pues mire, no. Hay que ver cuán duro es el corazón de Europa.


Libertad Digital - Opinión

¿No queríais papeles para todos?. Por Carlos Herrera

LO frustrante del asunto de Vic, más allá de una lectura de mera intencionalidad política local, es que casi todas las posturas representadas en el conflicto tienen parte de razón. Conviene descartar cuanto antes la lectura de política menor: tres partidos se entienden en acuerdo de gobierno para no tener que depender de un cuarto de carácter gaseoso y feo, una especie de Ku-Klux-Klan catalán que ha conseguido cuatro concejales y que predica la pureza social de Cataluña calificando al inmigrante de innecesario, perjudicial y malévolo. Esos tres partidos, CiU, ERC y PSC, están siendo acusados de utilizar los métodos del cuarto para querer desecharlo, lo cual es, cuando menos, curioso (un tal Anglada, personaje que igual formó parte de Fuerza Nueva que de la Agrupación de Ruiz Mateos, es el que vela ahora por la esterilización de la Plana de Vic). A excepción de quien manifiesta peligrosos argumentos repletos de gasolina social, resulta fácil entender a los demás. A los inmigrantes sin recursos o sin trabajo que prefieren estar mal en Cataluña que regular o bien en sus países de origen, que tienen hijos que educar o familia que alimentar; también al Gobierno que asegura que la ley obliga a empadronar a aquellas personas a las que luego deberá atender socialmente; pero también a un Ayuntamiento que dice que ya no da para más.

La presencia extranjera en Vic supone el 14% de la población: algunos llegaron lustros atrás a trabajar en el campo y forman parte del paisaje, otros lo hicieron con los aluviones de las recientes vacas gordas y al calor de los mensajes buenistas de una pandilla de irresponsables. Los segundos, algunos de los cuales ya no tienen trabajo -y, desde luego, tampoco papeles-, son ahora el problema. El asunto no puede reducirse a la simpleza de calificar a los munícipes de Vic como una pandilla de racistas miedosos: ese mismo ayuntamiento ha desarrollado muchas políticas sociales y de integración y ha invertido buena parte de su presupuesto en atender y acoplar a la población sobrevenida. Pero dice que no puede más y se acoge a una contradicción de la ley: cuando se tenga noticia de un inmigrante irregular, sin documentación en regla, se pondrá en conocimiento de la policía para que proceda a su expulsión. La misma ley dice, por otra parte, que hay que empadronar a todos para que puedan acceder a servicios sociales elementales, con lo que el lío está garantizado. Gobiernos anteriores, del maldito Aznar, sugirieron que había que abrir la puerta a la inmigración en función de las necesidades del país y la respuesta que obtuvieron de los mismos que ahora gobiernan en Vic y de los que gobiernan en España fue del orden poético absurdo: la cantinela de que el mundo no tenía fronteras, de que el ser humano era libre como los pájaros, de que había que garantizar papeles para todos se instaló en el discurso giliprogre de una serie de irresponsables que ahora están probando sus medicinas. ¿No queríais papeles para todos? ¿No querían muchos industriales mano de obra barata y dispuesta a deslomarse? ¿No querían los pueblos parejas de las que nacieran, por fin, hijos? Pues ahí están. Ahora, como poco, no parece correcto echarles la culpa de todo.

Si no se dejan meridianamente claras algunas reglas de convivencia y se estabiliza, en la medida de lo posible, el flujo inmigratorio en función de los intereses nacionales, estaremos condenado a los que lleguen y a los que ya están a roces perniciosos con la realidad y a riesgos innecesarios como los vistos en París y en Calabria. Todos estamos de acuerdo en lo positivo de la inmigración, pero también en el desastre que supone una inmigración alocada y sin control. Vic como síntoma, como espejo, como espita. Es fácil no querer escuchar, pero que pongan el oído en lo que dicen, braman, muchos lugareños desbordados, incluidos inmigrantes largamente asentados. Ojo con los estallidos, que pueden estar más cerca de lo que parecen.


ABC - Opinión

Economía sumergida sin ruido de cacerolas. Por Antonio Casado

Los furiosos adversarios de Zapatero no han prestado atención a las recientes declaraciones del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, sobre la economía sumergida. Sólo un compañero del Gobierno ha osado corregirle sobre el imposible metafísico que encierra el recuento de lo oculto. Cierto. El ministro cifró la economía sumergida en España entre el 16% y el 20%. Y veinticuatro horas después el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, consideró “excesivamente osado” pretender cuantificar lo que está sumergido.

Lo que dice Campa es de sentido común. Y lo que dice Corbacho nos pone en la pista de uno de los aspectos menos debatidos de la crisis en España. De sus efectos sobre el ciudadano medio, por ser más precisos. Me refiero al impacto social del paro. Hasta la fecha 3.923.603 españoles buscan trabajo y no lo encuentran. “Cuatro millones, prácticamente”, dice Mariano Rajoy. Por redondear. Al alza, claro, porque forma parte de la estrategia de su partido el uso de los malos datos económicos para echar a Zapatero de la Moncloa. Es el juego político.


Así que, en su discurso del pasado lunes antes la Junta Directiva del PP, la descripción del mal volvió a comerse el remedio ¿Casi cuatro millones de parados? Mucho más, si contamos a quienes no figuran como parados en las listas del INEM por estar en cursos de formación, por ser preceptores del subsidio agrario, personas de disponibilidad limitada o simplemente los que han caído ya bajo los efectos del desánimo y ya ni se molestan en buscar trabajo.

Una forma de corrupción

Correcto. Todo eso es verdad a la hora de sumar parados reales, incluso hasta los 4.440.000 calculados por Euroestat (19,4 % de nuestra población activa, que se dice pronto). Sin embargo, a Rajoy se le olvidó restar de la cifra de parados reales a quienes están en la economía sumergida, sobreviviendo sin problemas a la crisis pero figurando oficialmente como parados en el INEM o en las encuestas de población activa ¿Cuántos son? Los necesarios para generar hasta el 20 % del Producto Interior Bruto (PIB), según el ministro de Trabajo. Imposible de cuantificarlo en una economía en transformación, según el secretario de Estado de Economía. Pero ningún observador de la realidad española negaría el efecto de la economía sumergida como suavizante social del escenario descrito por Rajoy en su discurso del lunes pasado.

A un escenario económico de general empobrecimiento relativo de la población, con las pavorosas cifras de paro que nos agobian, donde el 43% de los parados son jóvenes menores de 25 años y donde un millón de parados carece de cualquier tipo de cobertura, le corresponde un escenario social próximo a la revuelta. Pero nadie diría que el ruido de cacerolas es ensordecedor, que el país está a punto de estallar, que planea el fantasma del hambre o que hay que abrirse paso entre los mendigos.

La economía sumergida en realidad una forma de corrupción. Una prueba de ineficacia de los poderes públicos para conseguir que lo sumergido dé la cara ante la Contabilidad Nacional y la Hacienda Pública. Pero está contribuyendo a evitar el ruido de cacerolas. También la cobertura familiar, muy arraigada en España. Y además, el subsidio por desempleo y la voluntad política de apoyo a los más desfavorecidos. Con dinero público, por supuesto, y en línea con lo que se espera de un Gobierno de izquierdas. Empezando por los desempleados: en 2009 más de 30.000 millones de euros en gasto por desempleo, según datos manejados por Mariano Rajoy a la hora de reprobar semejante derroche. Bien. Es una opción. En democracia, las opciones pasan por las urnas. Ya veremos.


El confidencial - Opinión

Eguíbar y el «click». Por Alfonso Ussía

El anterior presidente del Gobierno, José María Aznar, es gafe para la ETA. A los asesinos no les sale nada cuando Aznar es el objetivo. En cuatro ocasiones han intentado matarlo. Una décima de segundo le salvó en Madrid. Aznar apareció entre el humo y el caos con el gesto sereno y su primer paso fue el de interesarse por el buen estado de los que le protegían y acompañaban. Eso es el carisma. La muerte le pasó por el flequillo y no se le inmutó ni el flequillo. Consumado el fracaso criminal, los terroristas amados por Setién, Arzallus y Eguíbar adquirieron en el mercado negro de armas un lanzamisiles «Sam» para derribar su avión en sus vuelos electorales. El etarra de Lizarza Olano lo ha confesado con detalle. Lo malo de la tecnología rusa, heredera de la soviética, es que sus armas están muy bien presentadas pero fallan más de la cuenta. Aterrizaba el avión de Aznar en Fuenterrabía y el misil no hizo «pum» sino «clik». Aterrizaba el avión de Aznar en Sondica, y el misil no hizo «pum» sino «clik». Aterrizaba el avión de Aznar en Foronda, y el misil no hizo «pum» sino «clik». Una chapuza. Les habían dado gato por liebre a los hijos de la gran puta. Y Aznar, por fortuna, sigue por aquí, indignando a todos los que hubieran celebrado que el misil, en lugar de «clik», hubiese hecho «pum» y que no son sólo los etarras y allegados, sino muchos más. Pues que les den.

Uno de los enfadados ha mostrado su decepción con carácter retroactivo. Insinúa que la Guardia Civil ha obligado al etarra Olano, el guardamisiles, mediante prácticas dudosas, a confesar. A Eguíbar no le preocupa el asesinato frustrado de Aznar sino el estado emocional de uno de sus fracasados asesinos. En esta ocasión no se movió el árbol y no se recogieron las nueces, que caray con la nuez. No pueden disimularlo. Adoran a sus muchachos terroristas y odian a las víctimas de sus atrocidades. Por eso se sienten tan molestos con un obispo guipuzcoano y vascoparlante que ha manifestado su intención de acercarse al sufrimiento de las víctimas del terrorismo y sus familias. Un obispo que cree más en Dios que en «Euskadi», un obispo rarísimo y extravagante, dispuesto a que no se enrosque en su crucifijo la serpiente del terror. Es decir, un obispo intolerable para gente como Eguíbar.

Dado que Eguíbar se halla tan preocupado con la suerte del terrorista Olano, me ofrezco voluntario para informarle debidamente. Está detenido, va a ser procesado y, con toda probabilidad, condenado por el delito común de colaboración con un asesinato frustrado, pertenencia a un grupo terrorista y alguna cosilla más. Delito común, que no político. En España nadie es detenido ni juzgado ni condenado por sus ideas y opiniones. En tal caso, Eguíbar llevaría una bola de hierro encadenada a su pie durante toda su vida. Es libre de pensar y decir lo que le venga en gana, y yo soy libre también, gesto que no hiere, ni mata, ni amputa, ni enloquece de dolor, de elevarle hasta las narices el dedo corazón de mi mano derecha y acompañarlo de un toque seco de mi mano izquierda en el antebrazo diestro. Es decir, de hacerle una butifarra, celebrando la vida de Aznar, la cárcel de Olano y la miseria ética del butifarrado, es decir, del malvado paleto de Eguíbar. Lo que va de un «pum» a un «clik».


La Razón - Opinión

Un correctivo para Zapatero

El desparpajo con que se han recibido hasta ahora las barrabasadas de Zapatero en la prensa no significa que su Gobierno esté a la altura de uno europeo. De ahí que haya sido ponerse ante los focos de la presidencia europea y no parar de recibir críticas.En ocasiones, cegados por el apoyo popular aún extraordinario del que disfruta, y de la mano que le echan las principales televisiones, olvidamos lo enormemente chapucero e incompetente que es el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Acostumbrados a escuchar las miles de excusas con que se procura disimular la responsabilidad en los muchos males que aquejan a España, es ahora, cuando ha asumido el cargo de presidente de turno de la UE, cuando más a la luz han quedado sus carencias.

Bien mirado, no resulta tan sorprendente que tuviera una idea tan peregrina como la de proponer una política económica común para toda Europa, con sanciones incluidas, pese a gobernar uno de los países que peor lo están pasando en esta crisis. Tampoco que una semana después se apuntara a la propuesta de Obama de ponerle un nuevo impuesto a los bancos tras haberles regalado el dinero de los contribuyentes. Ni siquiera sus desavenencias con Moratinos sobre la política que debe seguir la Unión Europea hacia Cuba. La diferencia es que fuera de nuestras fronteras no han tenido casi seis años para habituarse a las costumbres del zapaterismo.

Pero el desparpajo con que se han recibido durante todos estos años las barrabasadas de Zapatero y sus ministros en buena parte de la prensa no significa que su Gobierno esté a la altura de lo que se espera de cualquier Ejecutivo de un país europeo. De ahí que haya sido ponerse ante los focos de la presidencia europea y no parar de recibir críticas.

El problema es que para Zapatero este era su gran momento de la legislatura, en el que remontaría el vuelo. El semestre de los encuentros "planetarios" que lo revelarían como un gran estadista y que le devolverían su buena imagen, maltrecha por la crisis. De ahí que se muestre especialmente molesto con que se le cuestione, que cada vez más preguntas le incomoden o le "sorprendan". Este era el momento del apoyo acrítico, no de ejercer el periodismo.

Pero, por más que se empeñe, cada vez se le pone más cuesta arriba el objetivo de utilizar esta presidencia para mejorar en las encuestas. Es difícil que obtenga éxitos reales que vender, en vista del poco entusiasmo con que han sido recibidas en Europa sus ocurrencias, y del menor peso que tiene el cargo después del nombramiento de un presidente estable de la Unión. Y no parece que los ciudadanos españoles, con preocupaciones algo más serias en sus vidas, estén dispuestos a dar algo de peso a los habituales fuegos de artificio con que nos intentará sorprender estos meses. Como mucho, percibirán que en los peores momentos de la crisis, Zapatero se preocupa más por la escena internacional que por el dramático estado de nuestra economía. Nada que pueda resultar rentable en el mercado de la opinión pública. Quizá sea el propio presidente del Gobierno quien salga de estos seis meses sufriendo un serio correctivo.


Libertad Digital - Opinión

Hipocresía con la inmigración

LA iniciativa del Ayuntamiento de Vic de rechazar el empadronamiento de los inmigrantes ilegales ha desatado algunas reacciones contrarias que llaman la atención por su hipocresía. Por lo pronto, el apoyo de todos los grupos municipales a esta medida, propuesta por una formación ultraderechista también con electos en el Consistorio, demuestra que la realidad de la inmigración empieza a preocupar social y electoralmente a muchos que hasta ahora adornaban el problema con retóricas seráficas. Vic cuenta con 40.000 habitantes y la población inmigrante alcanza el 25 por ciento.

Sociológicamente es un dato que no debe ser ignorado porque afecta directamente a la cohesión y la integración de la comunidad. Por otro lado, las protestas del Gobierno central y del PSOE, calificando como disparate el veto al empadronamiento de inmigrantes ilegales, se producen meses después de que apoyaran en Bruselas una dura directiva de retorno contra la inmigración ilegal y, en el Parlamento español, un aumento del plazo de internamiento -materialmente una detención administrativa- de los inmigrantes sin papeles de 40 a 60 días. Es cierto que el empadronamiento de los inmigrantes ilegales permite saber cuántos son, pero el reverso de este beneficio es que conlleva una apariencia de legalización de situaciones ilegales, debilitando las políticas de disuasión que hay que aplicar en esta materia. Hay que recordar que el empadronamiento fue una fuente de fraudes consentidos por el Gobierno para tramitar la regularización masiva de 2005, origen de muchas de las agravaciones que ha sufrido el fenómeno de la inmigración en España.

Como ayer recogía ABC, el Anuario de Inmigración en España correspondiente a 2009 cifraba en el 28 por ciento la tasa de paro entre los inmigrantes. Otras fuentes calculaban que 180.000 familias iberoamericanas podrían perder su vivienda en España por no poder pagar la hipoteca. Además, la escasa cualificación de la mano de obra y el desincentivo para retornar a sus países hacen probable una tasa de paro alta y constante entre la población inmigrante. Ambas -la iniciativa de Vic, por un lado, el desempleo inmigrante, por otro- son situaciones distintas y en medio siempre debe estar presente la dignidad de las personas, sea cual sea su situación jurídica. Pero la incompetencia de partidos y administraciones abona el terreno a formaciones ultras siempre prestas a abanderar legítimas preocupaciones sociales, desatendidas por quienes, tarde y mal, se abrazan a ellas para no perder votos.


ABC - Editar