martes, 12 de enero de 2010

Guerra en la estratosfera. Por Guillermo Dupuy

Aunque ahora Guerra vuelva a ir de crítico del estatuto catalán, recordemos que él fue uno de los que votaron a favor; eso, por no hablar del andaluz y de la "nacionalidad andaluza" que, según él, era "una broma para el 99 por ciento de los andaluces".

A Alfonso Guerra le parece "increíble" que el presidente catalán haya enviado una carta a cerca de doscientas entidades catalanas en las que les reclama una "respuesta unitaria" en caso de que el Tribunal Constitucional recorte el "estatuto" soberanista. A Guerra le parece "muy difícil de entender que una sentencia que no existe y que no se ha podido leer motive una carta, pronunciamientos ni nada", añadiendo que los políticos de Cataluña "están un poco en la estratosfera".

Aunque uno estaría dispuesto a compartir la "incredulidad" de Guerra, la verdad es que a mí ya no me sorprende nada de los socialistas, en general, y de los catalanes muy en particular. Tan "increíble" como cierto es que los socialistas han tenido y siguen teniendo como aliados y socios de gobierno a quienes no tuvieron reparos en reunirse con ETA para, según las propias palabras de la banda no desmentidas por sus interlocutores, "diseñar estrategias conjuntas para la desestabilización del Estado español".


Tan "increíble" como cierto fue también que el entonces presidente de la Generalitat, el socialista Pascual Maragall, en tiempos en los que aun ni siquiera estaba redactadada, amenazó claramente al entonces gobierno del PP con un "drama" si el Congreso de los Diputados no accedía a la "reforma" estatutaria que reclamase el parlamento autonómico.

Aunque ahora Guerra vuelva a ir de crítico del estatuto soberanista catalán, recordemos también que él fue uno de los que votaron a favor de ese engendro en el Congreso de los Diputados; cosa tan "difícil de entender" y tan cierta como que, después de afirmar que "lo de la nacionalidad andaluza es una broma para el 99 por ciento de los andaluces", aprobó un nuevo estatuto para aquella comunidad autónoma que proclama ese y muchos otros disparates.

Volviendo al estatuto catalán, bien está que en la revista Temas para el Debate se puedan leer artículos en los que se recuerda a los nacionalistas que es una "falacia" aseverar que el "estatuto, por el hecho de haber sido aprobado por dos parlamentos y sometido a referéndum en su comunidad, no podría ser declarado inconstitucional". Esta es ciertamente la "falacia" que venía a defender el manifiesto disfrazado de editorial en defensa del estatuto, y que Esperzanza Aguirre, con ironía británica, consideró como "una idea novedosa pero antijuridica".

Sin embargo, no faltará gente que le pueda parecer "increíble" leer tan certera y aguerrida defensa de la separación de poderes en una revista cuyo consejo editorial preside el otrora enterrador de Montesquieu y actual presidente de la Comisión Constitucional del Congreso, Alfonso Guerra.

De lo que estoy seguro es que no son los políticos catalanes los únicos en España que están en la estratosfera de decir y hacer cosas increíbles pero ciertas con tal de seguir en el poder.


Libertad Digital - Opinión

Los otros feijóos. Por Raúl Vilas

El propio sistema autonómico ha propiciado que las taifas compitan en "elementos diferenciadores", nada mejor que la "lengua propia". Cuanto menos "español", más poder para el reyezuelo de turno.

Los árboles, Galicia, no deberían tapar el bosque, España. O lo que es lo mismo, la inexcusable responsabilidad de Núñez Feijóo en el engaño, uno más, a los votantes del PP, no es eximente para muchos otros.


Las políticas liberticidas –hasta el eufemismo utilizado, "normalización", revela sus propósitos totalitarios– que persiguen desterrar el español de la vida pública –grave– y hasta de la privada –mucho peor– no son cosa de hace dos días ni se ciñen únicamente a la región gallega. El Manifiesto de los 2.300 impulsado por Federico Jiménez Losantos en la Barcelona de 1981 está a punto de cumplir 30 años. En él intelectuales y profesionales que vivían en Cataluña expresaban su preocupación por la vulneración de "derechos tales como los referentes al uso público y oficial del castellano, a recibir la enseñanza en la lengua materna o a no ser discriminado por razones de lengua".

En estas tres décadas han gobernado en España UCD, PSOE y PP. Nadie ha hecho nada. Tampoco el jefe del Estado. Ni un dedo meñique han movido para defender los derechos y libertades de los ciudadanos, todavía formalmente españoles, residentes en Cataluña que la Constitución les reconoce; sí, aunque suene a recochineo. Lejos de eso, el problema que entonces se localizaba en Cataluña se ha extendido, cual metástasis, por todas las regiones con dos lenguas oficiales, independientemente de que gobiernen en ellas nacionalistas, socialistas o populares. En Galicia, Fraga copió a Pujol la Ley de Normalización Lingüística –esa a la que apela ahora Feijóo para legitimar su traición. En Valencia, más de los mismo, hay zonas en las que es imposible la escolarización en castellano. En Baleares, el PP local se apuntó entusiasta a la fiebre normalizadora... Felipe González, José María Aznar y, cómo no, Zapatero han asistido impasibles desde Moncloa, cuando no han colaborado activamente.

El propio sistema autonómico ha propiciado que las taifas compitan en "elementos diferenciadores", nada mejor que la "lengua propia". Cuanto menos "español", más poder para el reyezuelo de turno. Es, por tanto, inviable, como se ha visto en Galicia, que la solución parta, precisamente, de donde está el origen del problema. Sólo un gran acuerdo nacional podría restituir los derechos y libertades derivados de una Constitución que se ha convertido en papel mojado, víctima de sí misma. Una utopía con este PSOE y, lo más preocupante, también con este PP. Porque no sólo ha mentido Feijóo, Rajoy y su dirección nacional también. En el Congreso de los Diputados el diputado Alfonso Alonso defendió con vehemencia una proposición no de ley en defensa de la libertad lingüística. Lo hizo, claro, poco después de una calcada de Rosa Díez, cuyo partido es el único que reclama una reforma constitucional que devuelva la competencia de Educación al Estado.

En esas estamos. Un diputado frente a 349. O el sistema representativo no funciona, o tenemos lo que nos merecemos. O, lo peor y más probable, que las dos cosas sean ciertas.


Libertad Digital

Una presidencia elocuente y liberadora. Por Hermann Tertsch

CREO que entre tanto despropósito como hemos sufrido en los últimos cinco años triunfales del vallisolateno leonés, mitad nieto franquista, mitad nieto Lozano -aquel militar fusilable a ambos lados de la trinchera-, bueno con infinito merengue retórico en sus intenciones, desastrosamente ruín, vago y calamitoso en sus resultados, nos tiene ya a muchos españoles muy agotados. Tanto que hasta sus periódicos de cabecera y masaje dicen que no quieren votarle la próxima vez ni los suyos. Comienza a surgir la elocuencia como las hiedras se abren paso por las grietas de un búnker abandonado, dedicado a la defensa a ultranza de la mediocridad prepotente e implacable. Zapatero emprendió con tanto entusiasmo el descubrimiento de una nueva realidad que sólo existía en su muy modesta cabecita para acometer la mayor destrucción habida en España en tiempos de paz, en todos los órdenes, desde la economía a las instituciones. Casi lo ha conseguido. Era cuestión de justicia que tarde o temprano -ha sido bastante tarde- acabara autodestruyéndose él con su mezcla de violenta arrogancia, desequilibrio general y desorden total en su propia melopea de ideas improvisadas. Ya sólo le quedaría la opción de ser malo con efectividad y optar seriamente por la represión de todo lo que no le convenga. Sería demasiada. Matar políticamente no le es ajeno, vive Dios, y lo hace con mucha parsimonia y eficacia. Toda su biografía política está sembrada de cadáveres. Muchos de los cuales, por cierto y gracias a Dios, gozan de excelente salud al haberse escapado al entorno tóxico y políticamente perverso del gran Timonel, polito excelso de la mentira. Pero aplastar ya a todos los que le votaron en su día y de paso a quienes jamás lo votarían es una operación que le viene grande a nuestro chico que combina la moda yeyé exclusiva de su Sonsoles, con sus trajes cortados por el sastre albanés de Enver Hoxha, siempre deseoso de que las manos incontrolables revelaran el auténtico talante de la percha. Venganza postrera.

Pero lo mejor que realmente nos ha pasado a los españoles en los últimos años del Señor es que finalmente llegara esta presidencia europea. Así todas las víctimas y los espantados por la tropa zapateril conseguirán finalmente la comprensión de todos los europeos ante la tragedia que se nos echó encima con la llegada al poder del Gran Maestre de la Mentira y su ejército de sicarios de la secta. En quince días tan sólo de presidencia, las cancillerías de toda Europa están alarmadas. Como si se les hubiera metido un freaky en la cabina de mandos. Los alemanes, con una señora Merkel tan cabal, ya han calificado de «absurdas» e «insensatas» las propuestas de Zapatero -precisamente de Zapatero- de sancionar a quienes no cumplan con lo que él considera las medidas económicas necesarias. Otros países no hacen siquiera comentarios porque no tienen la mínima intención de hacer el menor caso a las manifestaciones del fracasado y patéticamente solemne, que ya hace pasar unas terroríficas situaciones de vergüenza ajena al auténtico presidente de la UE, Herman van Rampoy. Este es un líder discreto, pero preparado y con la experiencia que le lleva a ver al señor Zapatero como un auténtico marciano salido de un programa de televisión de reality show. Y Van Rampoy, que no es un hombre de bromas, ni llega tarde a los actos institucionales, ni el hace el ridículo con la fraseología de la nada de nuestro Timonel de tierra adentro, ya ha dejado claro que él no hará el imbécil por la triste casualidad de coincidir en la entrada de su mandato con la elocuencia vacua del nieto Lozano. Hace cinco años, todo el pijerío izquierdista europeo estaba medio enamorado de Zapatero o de Zerolo. Hoy Europa está perfectamente hastiada de las ridiculeces y naderías del presidente español. Es una pena que los electores españoles no fueran tan rápidos en su perspicacia como lo están siendo los líderes europeos. Pero nos viene bien a todos. Esta presidencia puede dejar al gran líder izquierdista leonés o vallisoletano -orwhoknowswhat- en esa basura de la historia de la que jamás debió salir.

ABC - Opinión

El PP contra la sociedad civil. Por Cristina Losada

Si linda con el fanatismo reclamar que los padres elijan el idioma de todas las asignaturas troncales, explique Feijóo por qué se comprometió a ello. O confiese el Feijóo presidente que el Feijóo preelectoral incurrió en nefasto extremismo.

Núñez Feijóo ha venido a tildar de "extremistas" a todos los que critican su borrador de decreto lingüístico. Así, de un plumazo, mete en el mismo fétido saco a quienes quieren desterrar el idioma español y a quienes no desean excluir a ninguna de las lenguas cooficiales. El juego, siempre sucio, se llama equidistancia. O también: ni con unos ni con otros. Es una geometría tosca para intentar colocarse en ese centro tan codiciado como misterioso. El artificio requiere convertir dos posiciones de naturaleza distinta –una respetuosa con el bilingüismo, otra contraria a él– en polos similares pero opuestos, para después ubicarse, con gran superioridad moral, en el justo medio.


Gloria Lago, presidenta de Galicia Bilingüe, ha denunciado la maniobra de Feijóo para equipararlos con los partidarios de erradicar la lengua común. La Xunta, alerta Lago, ha puesto en marcha la maquinaria para "machacar" a su asociación, que rechaza el decreto propuesto por incumplir las promesas del ahora equidistante. Y ahí llega la parte ridícula. Si linda con el fanatismo reclamar que los padres elijan el idioma de todas las asignaturas troncales, explique Feijóo por qué se comprometió a ello. O confiese el Feijóo presidente que el Feijóo preelectoral incurrió en nefasto extremismo. Confesión pública que también deberían realizar su mano derecha, Alfonso Rueda, y Ana Pastor. Pues ambos acudieron a la manifestación de Galicia Bilingüe que pedía lo antedicho y Pastor concitaba aplausos en los mítines cuando elogiaba a la asociación.

Cuánta miseria. Los partidos políticos establecidos sólo conciben un tipo de relación con la sociedad civil organizada: la dependencia. Unos la infiltran, la fagocitan, la manipulan y, si es preciso, la fabrican. Es el estilo del PSOE. El Partido Popular no se inmiscuye, pero la vigila con suspicacia, recelo y mucho miedo. Teme más a los grupos independientes que a los tinglados del nacionalismo y la izquierda. Si logran respaldo social, los apoya de aquella manera, pero si no se subordinan, si osan discrepar, suelta los perros. Y ése es el tenor de la fazaña que Feijóo y los suyos preparan contra uno de los escasos productos genuinos de la sociedad civil gallega. Vaya tropa.


Libertad Digital - Opinión

Algo se mueve en el PSOE. Por M. Martín Ferrand

EL decadente José Luis Rodríguez Zapatero confiaba en que su semestre al frente de la UE elevara la altura de su pedestal político; pero, recién comenzados los festejos, los diarios más solventes del Continente han subrayado su vaciedad y ridiculizado su actitud prepotente. Al líder socialista le ha salido el tiro por la culata y debe de tener herida su propia estimación y, en lo posible, disminuida su patológica manía de grandeza, la que le lleva de desoír todas las voces que no canten su gloria, ensalcen su talante y aplaudan su estática conducta. A mayor abundamiento, cuatro notables premios Nobel de Economía, escandalizados ante la hipótesis de una Europa liderada por Zapatero, se han apresurado a destacar los puntos flacos de la política económica que se deduce de las escasas medidas correctoras que anuncia el Gobierno.

Los hermeneutas del socialismo español, la mayoría de ellos encuadrados en la familia felipista, dan muestras de inquietud. Pudiera ser por razones patrióticas; pero, seguramente, se trata de algo de menos vuelos y mayor practicidad: el miedo a perder el poder y el propio empleo. La encuesta que el domingo publicaba El País, más cerca del pasado que del futuro, era la confirmación sociométrica de la decadencia de Zapatero y, aún con ventaja electoral del PP, también la de Mariano Rajoy. Sin embargo, ya se reflejaban en ella los primeros rayos de una nueva estrategia de un PSOE que, siempre más diligente que los amigos de la gaviota, parecen aprestarse por si vinieran mal dadas, a una drástica sustitución del líder actual con vistas a las legislativas de 2012.

José Blanco, sin venir a cuento, dice y repite que los socialistas españoles no contemplan otra hipótesis electoral que la de Zapatero como cabeza de lista en Madrid y, sólo con eso, ya hay razones para la sospecha. Los acontecimientos, la demoscopia y el admirable sentido grupal del socialismo han contribuido en los últimos días al lanzamiento de la figura del actual ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, como posible sucesor de Zapatero en las aspiraciones del PSOE para el mantenimiento del contrato de inquilinato de La Moncloa. Sin duda Rubalcaba es un personaje de mayor estatura personal, mejor experiencia política y prestigio público que Zapatero; pero, ¿a qué vienen esas prisas por recordarlo precisamente ahora? Algo se mueve en el PSOE y lo mueven los viejos felipistas.


ABC - Opinión

"España es de izquierdas". Por José García Domínguez

Ya que no puede restaurarse el Fuero del Trabajo, aquella gran conquista de la Falange que inundó los andenes de media Europa de emigrantes patrios, al menos, barruntan, que se eternice un régimen de castas laborales único en la Unión.

Entre los muchos y muy asentados prejuicios, tópicos y lugares comunes a cuenta de nuestra identidad colectiva, el más peregrino de todos ordena que éste sería un país visceral, genética, ontológica, irreductiblemente de izquierdas. Es ésa una especie tan extendida que incluso los publicistas conservadores han terminado creyéndosela. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad, como bien pudo comprobar el general Franco durante sus plácidos treinta y seis años de dictadura.

Lo que se compadece con la verdad no es que España fuese coto vedado de la izquierda sino que nuestra izquierda, por paradójico que suene, ha devenido en extremo castiza, si no en la forma sí en el fondo. He ahí la razón última del malentendido antropológico. Así, a pesar de su patriotismo discutido y discutible, es decir, a pesar de sí mismo, el PSOE y su medroso proceder económico entroncan con los atavismos carpetovetónicos más arraigados en la mentalidad peninsular. Desengáñese quien crea a Zapatero el problema, o a "los políticos" como prescribe la demagogia canónica al uso. Al contrario, es el pueblo soberano quien encarna la tara, tanto los que comulgan en el altar laico de la socialdemocracia como quienes se dicen en las antípodas.


De ahí, deprimentes, los resultados del último sondeo a propósito de la imposible reforma laboral "¿Estaría usted de acuerdo con que se abaratara el despido si ello estimulara a los empresarios a crear más empleo?", se preguntó a padres, madres y demás parentela de ese cuarenta por ciento largo de jóvenes condenados en sentencia firme al paro crónico. "No", fue la respuesta casi unánime de los mismos que hubiesen gritado "¡Vivan las caenas!" al paso triunfal de Fernando VII. Transversal y ecuménica, esa miseria corporativista tan cara a la sociedad española es quien en verdad determina la parálisis de Gobierno y oposición ante la crisis.

Y es que, por encima de cualquier otra premisa, los electores exigen de sus legítimos representantes que les garanticen la desigualdad de los españoles ante la ley. Ya que no puede restaurarse el Fuero del Trabajo, aquella gran conquista de la Falange que inundó los andenes de media Europa de emigrantes patrios, al menos, barruntan, que se eternice un régimen de castas laborales único en la Unión. "¡A igual trabajo, distintos derechos!", claman. Y a eso llaman izquierda.


Libertad Digital - Opinión

Zapatero como problema. Por Ignacio Camacho

Ningún secreto es a estas alturas que varios millones de españoles consideran a Zapatero un problema para España, pero sí resulta novedad que no pocos socialistas empiecen a verlo como un inconveniente para su propio partido. Al conocido recelo de los tardofelipistas, a la contrariedad de los socialdemócratas moderados y a la sofisticada distancia moral y política de Bono se está uniendo la suspicacia de bastantes dirigentes territoriales y locales que temen que la influencia de la mala imagen del presidente les complique la renovación electoral de sus cargos. El retroceso de los sondeos está haciendo estragos en la confianza sobre su liderazgo, de tal modo que numerosos zapateristas sobrevenidos, que abandonaron sus dudas iniciales ante su vitola de ganador, han vuelto al estado de alarma al comprobar el impacto negativo de su pésima gestión de la crisis económica. El debate sobre la tercera candidatura presidencial no es un rumor superficial ni una serpiente de invierno; está ahí, larvado y en voz baja, como un runrún perentorio a la vista de un desplome que hoy por hoy convierte su continuidad en un regalo para el PP.


Otra cosa es que la retirada pueda plantearse en una organización dominada por una generación a la medida del zapaterismo. La mayoría de los críticos carecen de fuerza interna salvo una improbable coalición catalanoandaluza que acabaría desestabilizando a la propia marca electoral socialista. La intención de los disidentes pasaría por la creación de un estado progresivo de opinión que empujase al propio líder a poner en marcha su sucesión en el último tramo -2011- de la legislatura. Pero para que esa corriente renovadora cuaje con masa crítica suficiente es necesario que la brecha con el PP sea más profunda, por encima del máximo de cinco puntos que hasta ahora registran las encuestas más negativas para el PSOE. Con seis o siete puntos de distancia consolidada no habrá quien pare la emergencia de un clamor de cambio.

Es pronto para eso. Zapatero confía en remontar su descrédito a través del protagonismo de la presidencia europea y de la propia evolución de la recesión socioeconómica, que aunque no sabe combatir puede ir remontando lentamente sola, a base de estímulos externos. Si las diferencias se recortan durante este año, el presidente se sentirá en condiciones de decidir sin influencias.

Claro que él mismo nunca se ha pronunciado sobre la propia duración de su poder. Algunos zapaterólogos sostienen que puede tener pensado apartarse como una última finta, tan propia de su arriesgado talante de jugador de fortuna. Lo que probablemente no esperaba es que incluso esa voluntaria pirueta final pueda tener que abordarla desde una situación de desgaste forzoso. No es lo mismo irse en triunfo que salir empujado por la necesidad de evitar una debâcle. Digamos que existe una cierta diferencia para la autoestima.


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