domingo, 5 de diciembre de 2010

Uno, otro y el mismo. Por Germán Yanke

Dice el tópico que, sobre todo desde que en mayo anunciara el primero de los ajustes, el presidente del Gobierno es «otro», que nada tiene que ver con el animoso optimista antropológico, el de las reformas «progresistas». ¿No habrá, sin embargo, algo común entre los dos Rodríguez Zapatero, algo que le defina políticamente tanto en los momentos de bonanza, en los que actuaba por si mismo, como en los de penuria, en los que se mueve sólo empujado? Quizá una constante sea poner delante la supervivencia particular a las políticas generales, que se han visto dañadas tanto a favor como en contra del viento.

Ya en la oposición, tras ser elegido secretario general por la mínima, forjó su papel político «por agregación», concediendo lo que fuese a los barones a cambio de la tranquilidad de su liderazgo. Al llegar al poder, protegió a determinados sectores —muy respetables— olvidando a menudo a la generalidad de los ciudadanos, y cambió a los barones —a costa de una destrucción paulatina de la ideología tradicional del PSOE— por los presidentes autonómicos.

La supervivencia por encima de unas políticas generales que cada día son más imposibles. Reivindicarlas, por cierto, no es estar en contra del Estado de las Autonomías, sino impedir que se convierta en un absurdo imposible de sostener. No hay, ante la crisis, plan global posible sin políticas generales. Ni políticas activas de empleo, como se vio en la teatral reunión del presidente con los dirigentes regionales del partido, ni reformas estructurales en el entramado de desorden y vetos que se ha creado, ni mercado único ni ahorro serio para limitar el déficit, la deuda y su coste. «Otro» Rodríguez Zapatero no es el que pone en duda una socialdemocracia que para él ya era un recurso retórico, sino el que se enfrente a este desorden. Y todavía no lo hemos visto.


ABC - Opinión

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