domingo, 19 de diciembre de 2010

Liebres y conejos. Por Alfonso Ussía

Los conejos y las liebres son parientes. Pertenecen al orden familiar de los lagomorfos. El conde de Labarces acostumbra a contar una historia muy divertida de liebres y conejos que me resisto a relatar por respeto a los lectores sensibles. La liebre es más grande que el conejo, si bien hay conejos de granja que alcanzan tamaño y peso pasmosos. Y son muchas las variedades de liebres. El poeta José Carulla, autor de la «Historia de Jesús» en versos, principia su obra con primor, y a cuento viene porque estamos a punto de llegar a la Noche del Milagro.
«Nuestro Señor Jesucristo
nació en un pesebre.
Donde menos se espera
salta la liebre».
No es ejemplo de poema místico, precisamente, pero cada uno da lo que dentro lleva.

José Bono, como buen manchego, lleva muy dentro de sí a la liebre y al conejo. Con la perdiz, son los príncipes menores de los sembrados, dehesas y garrigas de La Mancha. Y nos ha revelado la existencia de una nueva subespecie de liebre, la cántabra o eléctrica, lo cual como buen zoólogo me interesa sobremanera. La liebre cántabra o eléctrica, la liebre montañesa, es calva y tiene barba, y corre que se las pela. No se le ha adjudicado aún su denominación científica, pero me entero que será, con muchas probabilidades, la de «Lepus Rubalcabensis».


Es una liebre que está al borde de la extinción, por el hecho de que sólo se conoce un ejemplar de su especie. Un macho algo mayor, que antaño corría y hogaño finta y regatea. Con él desaparecerá la pureza de su subespecie, porque no se encuentran «Lepus Rubalcabensis» del género femenino, y las liebres no se reproducen solas. Tremenda realidad.

La liebre eléctrica de la Montaña de Cantabria, al menos el único ejemplar que ha sido censado, es astuta y engañosa, y cuando supera determinada edad, se le endurece la piel con placas superpuestas, es decir, que tiene más conchas que un galápago. Y es poderosa. Lo tiene que ser cuando Bono le hace tanto la pelota, que Bono no pierde el tiempo adulando a otras liebres del montón. El único problema de la «Lepus Rubalcabensis» es que tiene más pasado que futuro, y que en las madrigueras o encames cercanos abundan sus enemigos, aunque no lo manifiesten abiertamente por temor a sus reacciones. Porque la liebre eléctrica de La Montaña, cuando quiere, saca a relucir sus malísimas intenciones y su sagacidad para el engaño. Le tiene miedo hasta el Lobo Feroz de Rodiezmo, que curiosamente nació en Valladolid, y también está en peligro de extinción, lo cual a mí, como naturalista, me importa un bledo.

Y también, por insinuación de Bono, parece existir la liebre oculta, la liebre en la sombra, que algunos adivinan gallega y muy militarizada. De las palabras de Bono se deduce que el porvenir del socialismo en España está en manos de las liebres, porque al Lobo Feroz de Rodiezmo ya no le hace caso ni Caperucita Roja, que es de Benidorm y tiene un par de pelotas, de acuerdo con su propia confesión. Da pena ver al Lobo Feroz de Rodiezmo ninguneado por las liebres y Caperucita Roja, la pobre, aunque sea muy suya.

No obstante, y a pesar de los malos tiempos y peores vientos que se ciernen sobre las madrigueras socialistas, a esta liebre eléctrica de Cantabria no se la debe despreciar. Acosada, muerde como una leona y es capaz de todo. La oculta, o gallega militarizada, es más sencilla de reducir. Prohibido hablar mal de las liebres de ahora en adelante, y el que lo haga, que asuma las consecuencias.


La Razón - Opinión

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